San Bonifacio de Ibagué
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San Bonifacio de Ibagué

Documentos para la historia de Ibagué

  1. 151 páginas
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San Bonifacio de Ibagué

Documentos para la historia de Ibagué

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A lo largo de sus páginas, San Bonifacio de Ibaguéconstituyeun reconocimiento al territorio que dejó de ser ruraly se empezó a configurar como urbano al comienzo deSiglo XX.Hernando Márquez Arbeláez compila documentos quedatan desde las tradiciones indígenas de los pobladores de las cercaníasdel río Combeima, hasta las construcciones que engalanaronel centro de la ciudad. Su primera edición, publicada en 1936, reúne autores de múltiples tiempos como Fray Pedro de Aguado, Eduardo Torres, Alberto Castilla, Arturo Camacho Ramírezy Juan Lozano y Lozano, quienes a través de sus escritos traen ala memoria reminiscencias de la geografía, historia y literaturaibaguereña.A través de prosa, lírica y fotografía, esta obra realizauna exaltación a los primeros automóviles que transitaron porrudimentarias carreteras, al cañón del Combeima, a la tradiciónoral que ha dado cuenta de héroes de nuestro pasado indígena, español y mestizo.Asevera su autor, Ibagué "no es una ciudadantigua ni una ciudad moderna completamente".La Universidadde Ibagué publica esta segunda edición para incentivar la recuperaciónde la historia regional.

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Información

Año
2016
ISBN
9789587541823
image
Fotografía tomada de la página de Facebook Fotografías antiguas y personajes del Tolima
https://www.facebook.com/groups/241252488881/?fref=ts

Historia

Fundación de Ibagué

Escrita en el siglo XVI por el Padre Fray Pedro de Aguado

Capítulo I

Cómo fue nombrado por la Audiencia del Nuevo Reino el Capitán
Galarza para que pacificase y poblase el Valle de Las Lanzas
y los demás indios que hay entre Tocaima y Cartago, y las causas
de ello, y la gente que juntó y salida que con ella se hizo.
Después de la fundación de la Audiencia Real y Cancillería en el Nuevo Reino de Granada, que fue el año de cincuenta por el mes de abril, la primera comisión que se dio para ir a poblar por los Oidores de ella, que eran los Licenciados Góngora y Galarza, fue al Capitán Andrés López Galarza, que antes había sido Contador de la Hacienda Real en la ciudad de Santafé, de donde resultó poblarse la ciudad de Ibagué que hoy permanece, de cuya fundación y trabajos que en sustentarla y pacificarla han pasado los españoles que en ella han residido, se tratará, mediante Dios, en la siguiente narración, lo cual pasa de esta manera:
Había entre la ciudad de Tocaima del Nuevo Reino y la Villa de Cartago de la Gobernación de Popayán ciertas poblazones y vallas de indios muy belicosos y guerreros que impedían el atravesar y pasar de un pueblo a otro y de una Gobernación a otra por breve camino, y causaban que los viandantes y la comunicación y comercio de estas dos Gobernaciones fuese por partes y caminos muy largos y ásperos y malos, llevando la derrota por los pueblos de Neiva y Timaná, por donde se pasaba un muy largo y despiadado páramo, y tan frío y perjudicial, que en él se helaban y perecían muchas personas de las que habían de andar esta jornada; y demás de esto y de la aspereza y maleza de este camino, se hacía un grande rodeo de muchas leguas que doblaba el trabajo a los que lo caminaban su grande longura, y porque para remediar y atajar todos estos inconvenientes no había otro medio alguno, salvo pacificar y allanar los naturales de los Valles de Las Lanzas y de Choa, que son los que entre Cartago é Ibagué estaban, con otros muchos naturales de ellos comarcanos, juntáronse y concertáronse los vecinos de Santafé y Tocaima é hicieron que sus procuradores con otros del Distrito que con ellos se juntaron pidiesen a la Audiencia que nombrase persona y diese comisión para que entre los naturales dichos poblase un pueblo y pacificase el camino real por donde con más comodidad se tratasen y comunicasen los pueblos del Nuevo Reino con los de la Gobernación, de más de que por mano de los españoles que a ella poblasen serían los naturales doctrinados y puestos debajo del dominio de la Santa Madre Iglesia y daría la obediencia a S. M.; y con ellos los reinos de su corona real se acrecentarían y las rentas y quintos reales serían más, porque la tierra tenía, según decían los que en ella y cerca de ella se habían hallado grandes insignias y muestras de minas de oro y plata, de más de que serían los naturales reducidos a vivir políticamente y en razón y justicia y perjuicio unos de otros y al contrario de como lo hacían, matándose y comiéndose, de todo lo cual tenían bastante información.
Parecióles bien a los Oidores y muy justa y acertada petición, y habiendo sido bastantemente informados de la braveza y crueldad de estos indios y gentes del Valle de Las Lanzas y sus comarcas, y cuán bárbaramente y contra natura vivían, matándose unos a otros, sin causa ni razón ninguna se movían guerras más que civiles unos a los otros, y así entre sí se consumían y apocaban, y de la utilidad que a las repúblicas de los españoles se les seguía con que por las tierras de estos indios hubiese camino abierto y seguro por donde se comunicasen y tratasen la Gobernación de Popayán y el Nuevo Reino con menos trabajo que antes se solía hacer, nombraron a Andrés López Galarza por Capitán y su justicia mayor para todo lo dicho y para hacer y juntar la gente de a pié y de a caballo que para ello fuese menester y quisiese, y juntamente con esto le dieron poder para que pudiese encomendar los indios de las Provincias dichas en las personas y soldados que con él fuesen y se hallasen en la poblazón y pacificación del pueblo o pueblos que poblase, cosa que desde su tiempo acá ni muchos años antes se había jamás dado a ningún Capitán de los que iban a hacer nuevas poblazones o descubrimientos; pero como a este tiempo no había en las cosas de las Indias las delicadezas que ahora hay, ni había suspensión en las nuevas poblazones, ni se ponían los escrúpulos en el encomendar de los indios que ahora se ponen, concedían las Audiencias con más facilidad cualquiera cosa que se les pedía, lo cual no se hace ahora, que no sólo no se da poder para poblar ni encomendar indios, mas ni aún para hacer depósitos que tengan ni puedan tener ninguna fijeza.
El Capitán Andrés López aceptó sus poderes y provisiones y luego comenzó a usar de ellas y juntar soldados y aún vecinos de unos y otros pueblos, de todos los cuales en pocos días juntó de la otra banda del río grande, al paso que dicen de la canoa de Montero, noventa y tres hombres españoles, los cuarenta de a caballo y los demás peones todos bien aderezados, según la usanza de las Indias, con armas de hierro y de algodón, de todo lo cual hizo reseña y registro delante de Juan de Avellaneda, Alcalde de Santafé, a quien la Audiencia Real había enviado en comisión bastante para que en aquel paso registrase y mirase toda la gente así española como naturales que con el Capitán Galarza iban, y los examinase y supiese de ellos sí había alguno que lo llevasen forzado ó contra su voluntad, y á los que deliberaron no querer seguir ni ir con el Capitán Galarza, los volvieron a tierra de paz, donde los dejaron en su libertad y se volvieron á sus casas y tierras y naturalezas.
Llevó consigo entre la demás gente el Capitán Galarza un sacerdote llamado Francisco González Candis con todo el recaudo necesario para decir misa, la cual oída un día después de San Juan de junio del mismo año de cincuenta, se partieron todos en concierto y con buena orden la vía del Valle de Las Lanzas, á cuyo principio llegaron sin sucederles cosa próspera ni adversa los primeros días del mes de julio, donde el Capitán Galarza y toda su gente fueron alojados, y allí divulgadas unas ordenanzas hechas por el mismo Capitán para un buen gobierno de su gente y compañía, por las cuales con gran rigor prohibió los pecados públicos, blasfemias y todo abuso de juramentos de que los soldados suelen usar muy comúnmente; prohibía asimismo amenazando con gran castigo á los soldados, que sujetándose a su avaricia hiciesen fuerza a los naturales tomándoles sus haciendas y comidas y robándoles lo que en sus casas tenían, de cualquiera condición que fuesen; exhortaba por las propias ordenanzas que conservasen en paz y amistad a todos los naturales que la diesen y ofreciesen, y no se la quebrantasen ni traspasasen ni les hiciesen ningunas ofensas, injurias, males ni daños en sus personas, hijos y mujeres, de las que comúnmente los libres soldados en las indias suelen hacer á todos géneros de personas, usando con ellas de bárbaras crueldades, con apercibimiento de usar con cada uno del que lo contrario hiciese, de todo el rigor que las leyes disponen y castigos que señalan, y mandar dar á los que semejantes delitos cometen y otras muchas cosas muy a propósito, de lo que tenía y llevaba entre manos, sólo para poner pavor y terror y aún castigo a algunos soldados de cruel y mala inclinación, porque para muchos y muy principales hijosdalgo que a su compañía llevaba é iban, ninguna de estas leyes eran menester.
Era el Capitán Galarza hombre de buena habilidad y cortesano, y bien entendido y concertado, y bien hablado, y así hacía más con sus persuasiones y buenas razones que con todas estas capitulaciones y ordenanzas que por vía de leyes hacía; hecho esto nombró Capitanes y caudillos y otros Ministros y Oficiales que en semejantes jornadas se suelen nombrar para diversos sucesos y acaecimientos, á los Capitanes Francisco de Prado, vecino de Tocaima, y Juan Bretón, vecino de Timaná, que en el mismo tiempo había salido del valle de La Plata y despoblado a Neiva por no ser parte para sustentarse en ella, y con ocho soldados se habían juntado con el Capitán Galarza para entrar en esta tierra del Valle de Las Lanzas, los cuales dos Capitanes señaló y nombró por sustitutos y caudillos sobre toda la otra gente que consigo llevaba, que como se ha dicho era la más de ella muy principal, y de los señalados y conocidos por tales eran Mendoza de Arteaga, caballero y vizcaíno alguacil mayor de la Audiencia; Álvaro García, Bartolomé Otalabarene, soldados que habían sido del mismo; Juan Bretón, Lope Salcedo, Pedro Gallegos, Gaspar Tavera, vecinos de Tocaima, y Francisco de Trejo, vecino del propio pueblo, uno de los que más calor metían y habían puesto en que se hiciese y ejecutase esta jornada, porque por noticia le había sido encomendado el Valle de Las Lanzas y había procurado entrar dentro, y nunca se había atrevido con compañía ni sin ella, temiendo la mucha y belicosa gente que en él había y el daño que le podría sobrevenir por entrar temerariamente en una poblazón de tántos naturales y tan indómitos; pero había sabido de otros indios más cercanos a Tocaima y que trataban con éstos, la mucha gente que en este valle había, y cómo era menester juntarse copia de españoles para entrar en él, y así venía ahora a hallarse presente y a ver si era cierta la noticia que se le había dado, y si había la gente y naturales que le habían dicho y certificado algunos indios ultra de los dichos. Iban otros muchos vecinos de Tocaima y soldados de mucha cuenta y pundonor de quien se hace muy gran ponderación y estimación en el Reino, de suerte que con razón se jactaba y podía jactar el Capitán Galarza que debajo de su bandera y mando había congregado y juntado parte de la mejor gente que en el Reino había entrado, y así iban todos muy conformes y con toda amistad y concordia, sin recibir ni tener entre sí ninguna discordia ni dar a su Capitán ningún desabrimiento.

Capítulo II

De cómo los españoles, saliendo del alojamiento del Valle
de Las Lanzas, se metieron la tierra adentro hasta llegar
al pueblo del Cacique Laembiteme. Cuéntase la bestialidad
que estos indios usan en comerse unos a otros.
En el tiempo que los españoles y su Capitán estuvieron en este alojamiento del Valle de Las Lanzas, á quien sus propios moradores llaman Combaima, mediante los buenos tratamientos que a los indios se les hicieron, salieron todos a paz é hiciéronse amigos con los españoles y proveyéronles de comida con que se sustentaron el tiempo que allí estuvieron; y porque esta buena obra no fuese remunerada con ingratitud y obras malas, Galarza se excusó de entrar en las poblazones de los indios por no dar ocasión a algunos atrevidos soldados y a los indios ladinos que en su servicio llevaban, que metiéndose por las casas y pueblos de los indios les hiciesen algunos daños y forciblemente les tomasen lo que tuviesen y les diesen ocasión a que los que de su voluntad habían dado la paz y coligado de enemistad con los españoles, constreñidos a redimir las vejaciones que se les hiciesen, se rebelasen, y tomando las armas se moviesen con ánimos guerreros contra los nuéstros. Tenía ya Galarza noticia y sabía cuán briosa y belicosa gente era la de aquel Valle y con cuánta obstinación peleaban y se defendían si una vez tomaban las armas, y así apartando y excusando todas estas ocasiones, alzando sus toldos y tiendas tomó la vía de cierta poblazón llamada Metaima, que estaría apartada de aquel alojamiento donde había estado tres leguas, de la cual le habían dado noticia los indios del Valle de Las Lanzas, y aún le dieron guías para que por derecho y buen camino lo llevasen y guiasen a la poblazón y tierra de Metaima, cuyos moradores luégo tuvieron noticia y aviso por sus espías y centinelas de la vía y camino que los españoles llevaban, y pretendiendo estorbársela, se juntaron y congregaron todos los que más pudieron, y en un pedazo de arcabuco o montaña de casi dos leguas que los españoles habían de pasar, derribaron todos los árboles que junto al camino iban asidos, para con ellos embarazar y ocupar el camino, de suerte que por él no pudiesen pasar los caballos; pero todo este impedimento y estorbo les fue inútil, porque como los españoles iban proveídos de hachas y machetes y otras herramientas aptas para semejantes necesidades, fue abierto nuevo camino por mano de Lope de Salcedo y por otros españoles á quienes el Capitán Galarza envió al efecto, por donde sin ningún peligro pasaron los caballos y todo el bagaje y carruaje que los españoles llevaban, con gente que hacía grande ostentación y muestra de ir más españoles y gente de guerra de la que iba.
Llegados a Metaima, los indios, viendo que su ardid no les había aprovechado cosa ninguna y que los españoles y sus criados les podían hacer mucho daño, no curaron ponerse en defensa ni ausentarse; mas estándose con sus mujeres é hijos en sus poblazones, salieron sus principales, que se llamaban Ilobone y Otopne, con sus mujeres é hijos y con muchos indios cargados de comidas de maíz, turmas, ñames y raíces de apios, guayabas, curas, y otras frutas de la tierra, a recibir a los españoles y llevándoles a sus propias casas los aposentaron en ellas, que eran unos bohíos que comúnmente los españoles llaman caneyes, por ser de diferente hechura que los demás, y ser las casas de que usan los indios de tierras calientes por la mayor parte hechas de aquesta hechura: son de vara en tierra y no muy anchos; tienen de largo á setenta, ochenta y á cien pasos; son cubiertas de palmicha ó de hojas de bihaos, ó de paja ó heno que en tierra rasa se cría; en cada bohío de estos vivía casi toda una familia ó cognación, porque se hallaba en cada casa de estas haber y morar de cincuenta personas para arriba.
El Capitán recibió con alegría su amistad, y con afabilidad y benevolencia les habló largo por medio de los intérpretes y lenguas que llevaba, haciéndoles saber algunas cosas tocantes a nuestra religión y fe católica, exhortándolos a tenerla y creerla, y a conocer y adorar un sólo Dios inmortal, creador y hacedor de todas las cosas, manifestándoles la ceguedad de su manera de vivir y gentilidad, y el engaño en que el demonio, capital enemigo del género humano, los tenía a ellos y a todos los demás indios; y después de esto, cómo para vivir naturalmente bien y conforme á justicia, les era necesario ser vasallos y súbditos del Emperador y Rey de Castilla, cuyos súbditos él y los demás españoles que presentes estaban eran, y juntamente con esto les pidió que les diesen guías para pasar adelante á ver y andar las demás poblazones comarcanas a aquella Provincia.
Los indios, aunque atentamente oyeron todo lo que Galarza les decía, ninguna cosa les fue más grata y agradable que el pedirles guías para pasar adelante y el decirles que no se les haría ningún daño ni lo recibirían, porque justamente con los demás les dijo Galarza que en ningún tiempo les haría agravios por sus s...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Contenido
  5. San Bonifacio de Ibagué
  6. Mensaje
  7. Tres conceptos sobre esta obra
  8. Breve monografía de Ibagué*
  9. Primera parte. Geografía Económica de Ibagué
  10. Segunda parte. Historia
  11. Tercera Parte. En elogio de la ciudad
  12. Cuarta parte. Estampas de mi tierra
  13. Notas al pie
  14. Contracubierta