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El Tratado Herrán-Hay
Para que Estados Unidos continuara las obras del Canal de Panamá, desistiendo del proyecto de hacerlo por Nicaragua y ante el fracaso francés, tenía un inconveniente: el tratado Clayton-Bulwer, suscrito con la Gran Bretaña, donde se les obligaba a ambas naciones a guardar neutralidad y las imposibilitaba para hacer cualquiera de las dos obras en detrimento de la otra nación.
Pero la gran nación del norte logró la abrogación de dicho pacto, reemplazándolo con el del 18 de noviembre de 1901, conocido con el nombre del tratado Hay-Pauncefote, en el cual se convino que el Canal de Panamá se podía terminar con los auspicios del gobierno de Estados Unidos, que podría tener y disfrutar de todos los derechos incidentales a dicha construcción, así como la exclusividad de proveer a la reglamentación y organización de la obra.
Hay que tener en cuenta la fecha de la firma de este nuevo tratado, que ocurrió menos de dos meses después del asesinato del presidente William McKinley, y de asumir el cargo el vicepresidente Theodore Roosevelt. Según informaciones de la época, el mandatario fallecido y su gobierno se inclinaban por el Canal por Nicaragua, al considerarlo mejor ubicado que el de Panamá. Cuando se produjo su muerte en septiembre de 1901, prácticamente estaba tomada la decisión en ese sentido. El tratado Hay-Pauncefote se suscribió en septiembre de ese año con Roosevelt de presidente.
El asesinato de McKinley fue protagonizado por un individuo medio loco que en la Exposición Panamericana en Búfalo se sacó un revólver del pañuelo y le hizo dos disparos que le ocasionaron la muerte ocho días después, dando cumplimiento a un extraño sino que ocurría cada veinte años en Estados Unidos desde 1841: cada vez que transcurría ese tiempo, moría un presidente en ejercicio. El último fue John F. Kennedy, en 1961, y afortunadamente no ha vuelto a ocurrir.
El tratado Hay-Pauncefote fue el triunfo definitivo de Estados Unidos contra Inglaterra. En efecto el tratado Clayton-Bulwer de 1850 prácticamente fue abrogado y de él solo quedó el vago y poco comprometedor recuerdo del “principio general de neutralización”, que había sido su razón principal. En el preámbulo del nuevo se declaró que este principio no se modificaba, pero no se estipuló una garantía colectiva que lo preservara, lo cual significaba que Estados Unidos, ellos solos, quedaron prácticamente encargados de asegurarla. Inglaterra les reconoció el derecho de construir el Canal, de administrarlo, de explotarlo y de mantener la policía en el transcurso de toda la vía acuática. Estados Unidos se obligó a admitir en un mismo pie de igualdad las naves de todas las naciones y de adoptar las reglas en vigor para el Canal de Suez, pero aún en esto logró con prudencia serias modificaciones.
Antes del asesinato de McKinley y ante la inminencia de que Estados Unidos optara por hacer el Canal por Nicaragua, entre 1899 y 1900, en enero de 1901 Colombia envió a Washington a su ministro de Relaciones Exteriores, Carlos Martínez Silva, en calidad de ministro plenipotenciario y como una muestra evidente del gran interés y urgencia que tenía nuestro gobierno en reanudar las negociaciones del Canal. Llegó con Tomás Herrán, hijo del ex presidente Pedro Alcántara Herrán y nieto del también ex presidente Tomás Cipriano de Mosquera, quien asumió como primer secretario de nuestra embajada.
Carlos Martínez Silva
Martínez Silva inició conversaciones simultáneas con la Compañía Francesa del Canal y con miembros de la Comisión Estadounidense del Canal Ístmico, conocida también como Comisión Walter. El objetivo era el de acordar la venta de los intereses franceses en el Istm y firmar un tratado entre Colombia y Estados Unidos sobre las operaciones subsiguientes de un canal a través de Panamá.
La misión de Martínez Silva fue ardua; él declaró que había sido una “verdadera tortura”, porque las distintas comisiones americanas se inclinaban por Nicaragua. Regresó en febrero de 1902, decepcionado y enfermo. Mientras tanto, el país estaba en la Guerra de los Mil Días, manejado por otro vicepresidente, también ascendido a presidente, José Manuel Marroquín, poeta y dubitativo, quien no se atrevía a tomar ninguna decisión, ni siquiera cuando le hicieron el golpe de Estado para que asumiera el poder y derrocara al presidente Manuel Antonio Sanclemente. Debieron enviarle una carta para ubicarlo y, finalmente, lo hallaron escondido en la casa de su pariente Emilio Gómez Sáiz.
A Martínez Silva lo reemplazó José Vicente Concha, quien nunca había salido de Colombia, no sabía inglés, y su experiencia había sido como gobernador de Cundinamarca, miembro del Congreso y ministro de Defensa durante el gobierno de Marroquín. Fue después presidente de Colombia de 1914 a 1918.
Las propuestas de Concha tampoco fueron aceptadas y, también decepcionado y disgustado por el tratamiento que se le daba al país, regresó el 28 de noviembre de 1902. Tomás Herrera continuó las negociaciones. Tenía mucho más experiencia que los otros en ese campo, porque reabrió la embajada y organizó su funcionamiento desde 1901. Gracias a su perfecto dominio del inglés pudo dialogar con más soltura con John Hay, secretario de Estado, y William Nelson Cromwell, abogado de los franceses. Además, había sido testigo de primera línea de las dificultades y frustraciones de sus predecesores en los tres frentes irreconciliables: el Istmo de Panamá, Washington y Bogotá.
Era un técnico en el manejo internacional, no político como Martínez Silva y Concha, sus antecesores. Luego, la lucha no era fácil. En una carta personal que el 9 de enero de 1903 Tomás Herrán le envió al ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, Felipe Paul, resumió lo que llamara “las grandes vicisitudes que me rodean”, así:
Durante el primer período de mi trabajo aquí, cuando tratábamos de ganar adeptos para la vía panameña que entonces competía con la nicaragüense, los agentes del Canal de Panamá eran nuestros aliados más valiosos, en especial el abogado de la empresa, el señor William Nelson Cromwel, un hombre incansable y muy influyente. Mientras los intereses de Colombia y de la compañía eran idénticos, su poderosa cooperación fue útil; pero estos intereses ya no son los mismos, de manera que ahora trabajo independientemente de nuestros antiguos aliados. Ahora la ruta de Panamá es la preferida, los agentes de la compañía con el fin de llegar a un acuerdo ya iniciado con los Estados Unidos, están determinados en su intento por firmar un tratado en estudio, cualquiera que sea el costo que esto pueda tener para Colombia.
El señor Philippe Bunau-Varilla trata de intervenir oficialmente en este aspecto y sé que le ha enviado cablegramas al accionista colombiano de la compañía del Canal, sin embargo no tiene ningún cargo en dicha compañía, trabaja totalmente por cuenta propia y solo representa su propio interés{51}.
Después de recibir el cable de John Hay con un ultimátum, “o firma o nos vamos para Nicaragua”, Herrán firmó el tratado en la residencia de Hay, en presencia de William Nelson Cromwell, abogado de los franceses. Lo hizo el 22 de enero de 1903. Allí se le daban concesiones a Estados Unidos para que terminara el Canal de Panamá, a cambio de la pérdida del dominio en la franja correspondiente y respetando la soberanía colombiana en el resto del departamento. Pero, dos días después, el 24 de enero, el indeciso vicepresidente Marroquín le ordenó a Herrán que no firmara nada, cuando antes, el 6 de enero, lo había facultado para esa responsabilidad. Las precarias comunicaciones de entonces determinaron que esos mensajes contrarios se cruzaran en el camino, cuando la decisión ya era irreversible.
En varias cartas a amigos personales, Herrán señalaba que aunque su acción no logró todo lo que Colombia deseaba, los términos del convenio fueron los mejores que se podían lograr en ese momento. Dijo:
Ya no podía esperar más. Tenía que seguir uno de dos caminos: aceptar un tratado que no era satisfactorio, o perder toda esperanza de que se abriera un canal en territorio colombiano{52}.
La rapidez de Roosevelt, el vicepresidente que ascendió a presidente, logró que el Senado norteamericano aprobara unánimemente el tratado el 17 de marzo de 1903. Allí se reconocía la soberanía de Colombia sobre Panamá y se fijaba un plazo de cien años para la operación de un canal que permitiera el paso de buques. Además, Washington se comprometía a pagarle a Colombia diez millones de dólares en efectivo y una suma anual de 250.000 dólares.
El texto del ...