¿Crecer sin Dios?
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¿Crecer sin Dios?

  1. 144 páginas
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Información del libro

Uno de los clásicos de la pedagogía religiosa, escrito por el alemán Karl Ernst Nipkow. Plantea una tarea apasionante: la reformulación de la tarea educativa cristiana, a la manera de un proyecto de búsqueda y aprendizaje común entre las generaciones.Libro que ayuda a comprender los contenidos religiosos capaces de ser comprendidos y estimados con el paso de los años y desde la aportación de la psicología evolutiva. El profesorado de religión encontrará en este libro una herramienta indispensable.

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Información

Editorial
PPC Editorial
Año
2013
ISBN
9788428825467
Categoría
Religion
1

EL TEMA: DIOS

1. La pregunta en torno a Dios
Dirigir la navegación de la propia vida, impulsar el itinerario biográfico en términos de avance, crecimiento y maduración: esta es la tarea. Sus modalidades: ¿con Dios o sin Dios? Esta cuestión –la de Dios, para hablar más claro– resume lo que puede ser considerado en no pocas personas como el resto de su religiosidad hoy, algo así como lo que ha quedado de su núcleo. Como lo muestran testimonios muy claros a los que haremos referencia en su momento, son en modo especial los jóvenes quienes con solo un par de alusiones –muy claras, por otra parte–llegan al meollo en lo referente a la pregunta sobre Dios. El tema como tal sigue siendo de interés, no así las explicaciones sobre Dios en el lenguaje de las Iglesias. Para muchos, la cuestión de Dios sigue estando presente, solo que ha quedado desgajada de la tradición cristiana bíblica y eclesial: sus preguntas en torno a Dios siguen en pie, pero no acaban de ser alcanzadas por las respuestas cristianas. Al igual que ocurre en referencia a otras preocupaciones, la cuestión en torno a Dios parece haber llegado –hace ya tiempo– a una situación poscristiana.
El fenómeno como tal resulta ambivalente a la hora de su valoración. Si se aborda desde la totalidad de los temas de la teología cristiana, permite descubrir en él una reducción preocupante. Con todo, y mirando desde la perspectiva de lo que en último término sigue teniendo importancia, el fenómeno en cuestión, considerado esta vez en su concentración, supone todo un reto. Al tratarse de la cuestión de Dios ya no resulta posible remitirse a lo que es secundario. En este sentido, y tratándose en concreto –como se trata– del itinerario de la vida personal en su totalidad, los propios adultos no quedan fuera de esta problemática. Una pedagogía de la religión orientada a las diversas fases de la vida no puede sino proponerse como objetivo el aprendizaje común de la vida y de la fe, compartido entre las distintas generaciones1. En efecto, en la pregunta sobre Dios confluyen las diversas generaciones, ya que las dudas y las inseguridades parecen ser similares tanto en los jóvenes como en los adultos. De ahí la importancia de la cuestión: ir progresando en la realización del itinerario vital... ¿con Dios o sin Dios?
Profesores y profesoras de Religión observan entre sus alumnos de uno y otro sexo que muchos de ellos opinan que, para llegar a ser adultos, es necesario dejar a un lado la fe de la infancia, cuando no a Dios mismo. Los resultados que tenemos aquí en cuenta corroboran esta visión. Cabe, con todo, preguntarse: ¿son todos los jóvenes los que piensan y sienten así? ¿Resulta posible, sin más, erradicar a Dios de la propia vida? ¿Puede uno deshacerse de la cuestión en torno a Dios como lo hace con el atuendo infantil, que ya no le sirve? Posiblemente nos llevemos una sorpresa al constatar que la pregunta en torno a Dios sigue interesando a un número importante de jóvenes: aunque venga a menudo acompañada de una silenciosa duda, sigue siendo una cuestión que, incluso cuando no aflora a la superficie, mantiene sin duda una presencia «clandestina», lo que supone un barrunto inconfesado, pero innegable, de su relevancia.
Con anterioridad al inicio de una extensa consulta que fue dirigida a alumnos y alumnas de Religión en escuelas profesionales del Land de Württemberg, en el suroeste de Alemania (durante el invierno del curso 1982/83), muchos profesores no contaban con que la pregunta explícita en torno a Dios pudiera suscitar interés alguno. Más tarde quedarían sorprendidos por todo lo que salió a colación y que, por lo visto, queda velado y no aflora en la normalidad cotidiana de la vida escolar y de las clases2. Otros resultados de última hora destacan que, para muchos jóvenes, lo religioso constituye un tema relevante, un interés que hace brotar en su interior preguntas muy serias, incluso cuando rechazan la religión. Esta es precisamente la conclusión de un análisis igualmente cualitativo de textos escritos por jóvenes en el marco de un estudio intergeneracional, «Jóvenes y adultos ‘85» (realizado en 1983)3. También en este estudio se destaca la tendencia –por parte de los jóvenes– a separar la cuestión de Dios de su contexto cristiano y del ámbito eclesial. «Para la religiosidad de los jóvenes, la figura central del cristianismo no parece tener un gran significado. Jesús apenas es nombrado en las aportaciones. Sin embargo, los jóvenes se interesan por la cuestión en torno a Dios. En la mayoría de sus aportaciones escritas de contenido religioso, la alusión a Dios es explícita»4.
Cuando se les invita a ello en la debida forma, los jóvenes se expresan con autenticidad en torno a Dios y a la relación subjetiva que con él mantienen. Por lo general dan muestras de que guardan para sí sus preguntas más sentidas, y que tienen que arreglarse en solitario con sus propias dificultades. En mi propia evaluación de numerosos testimonios recogidos en la compilación de Württemberg he llegado a esta misma conclusión, que aparece avalada por otros estudios sobre la juventud en la República Federal Alemana: que «los jóvenes, en sus debates internos y personales con la religión, encuentran muy poca ayuda de fuera»5, y dan la impresión de que «sobre la fe dialogan, en realidad, con muy pocas personas».
¿Cuál puede ser la razón por la que resulta tan difícil hablar de ello? ¿Por qué, en general, no tenemos idea alguna o, a lo más, ideas muy equivocadas sobre la relación que otras personas mantienen con Dios?
Podría decirse que, por un lado, lo religioso no es un ingrediente del lenguaje cotidiano. «Sentimos miedo –afirma Dorothee Sölle– de exteriorizar nuestras experiencias, y sobre todo de utilizar el más importante de los lenguajes de la experiencia humana, como es el lenguaje religioso. En vez de ello preferimos negarlo, reprimirlo y blindar cada vez más nuestro propio mutismo, antes de dejarnos “tentar la ropa” precisamente por un motivo religioso»6.
Por otra parte, el itinerario religioso a lo largo de la vida, su trazo vital, adolece de aquel proverbial desconocimiento de uno mismo que, desde su principio, designa a la condición humana. Hay muchas cosas que escapan a la propia mirada porque las ocasiones en las que uno atiende a sí mismo con el debido detenimiento suelen ser muy escasas. No poco de ello pertenece además al ámbito de lo inconsciente. E incluso es inmensamente más lo que escapa a la mirada de los otros. En este sentido, el pedagogo americano de la religión Henry C. Simmons ha denominado la fase adulta como un tramo de «viaje silencioso», y, refiriéndose a la fase entre los treinta y los sesenta, ha acuñado incluso la expresión de los «años del olvido»7. Precisamente al llegar a la cima de su propio dinamismo y vitalidad, la persona resulta absorbida con tal intensidad por toda clase de negocios y obligaciones que apenas presta oído y percibe las voces de su interior. Para su compatriota y conocido investigador de los ciclos vitales Daniel J. Levinson, la vida de los adultos sigue siendo, en general, terra incognita: «La configuración concreta de la vida adulta pertenece a los secretos más celosamente protegidos en nuestra sociedad, y probablemente en la historia de la humanidad»8.
La relación con Dios, en tercer lugar, puede quedar perturbada muy pronto por un comportamiento inconveniente por parte de los padres o de otros adultos. «Recuerdo –afirma en su visión retrospectiva una mujer inglesa de 64 años– cómo con cinco años estaba yo una vez sentada en las rodillas de mi madre, mientras ella me aclaraba amablemente que la alusión a Dios es una forma muy bonita y poética de aclarar las cosas, pero solo como en los cuentos. Yo quedé profundamente confundida por lo que me pareció una gran ceguera e ignorancia. Me dio pena de mi madre»9. No es de extrañar que niños así se encierren en sí mismos con sus preguntas e intereses, y no pocos de ellos pierdan la confianza y la fe.
2. Vías de acercamiento
¿Cómo acercarse al tema de Dios o a la cuestión de la experiencia de Dios mediante una aproximación adecuada desde la pedagogía de la religión? La reflexión en torno a la religión es muy abundante en nuestros días; es mucho lo que se habla y se escribe, pero a menudo tiene lugar desde planteamientos que, si bien abordan con acierto algunos aspectos, no logran sin embargo enfocar otros también importantes, y, si alguna vez lo hacen, lo realizan de forma muy vaga. La cuestión en torno a Dios y las expectativas elementales que la acompañan no llegan a ocupar decididamente el centro de la atención, puesto que a menudo el planteamiento mismo de las preguntas y, en consecuencia, las líneas de reflexión que de ahí se derivan entorpecen notablemente la visión.
Las investigaciones sociológicas eclesiales, por poner un primer ejemplo, se ocupan, entre otros aspectos, y no sin razón, de cómo lograr que miembros inscritos en comunidades eclesiales lleguen a ser creyentes de pertenencia activa, o, lo que es lo mismo, de cómo propiciar que un rol asumido por costumbre pueda convertirse en una participación tal en la vida y en la fe de la Iglesia que incluya una reflexión y una decisión propias. Como cabe esperar, la relación misma con Dios, la real y efectiva, resulta difícil de captar en planteamientos de esta naturaleza.
Los análisis sociológicos se preguntan por las transformaciones más patentes de lo religioso; su diagnóstico las interpreta como alteraciones histórica y socialmente condicionadas, y una de sus observaciones lleva a concluir que fenómenos como la individuación y la pluralidad han aumentado notablemente en las últimas décadas. En consecuencia, cada vez son más las personas que, incluso en el supuesto de que mantengan su religiosidad, la acomodan a perfiles subjetivos, y ello de modo muy personal y según sus necesidades. En nuestra sociedad no parece haber un valor que tenga un carácter tan «sagrado» como el de la «libertad personal de movimiento y de decisión»10.
Por eso resulta lógico que muchos pedagogos de la religión investiguen la cuestión religiosa preferentemente en relación con la búsqueda de uno mismo y con la pregunta de cómo logra una persona mantener –o establecer una y otra vez– su propio equilibrio a lo largo de las diferentes crisis y en medio de los diversos avatares de la vida. En todo ello, el concepto dominante es el de la «identidad» o «identidad del yo».
Y hay, sin duda, no pocas razones para asumir que, tras la Ilustración europea, la cuestión de Dios ya no puede ser planteada y tratada sin tener en cuenta el i...

Índice

  1. Portadilla
  2. Prólogo, de Karl Ernst Nipkow
  3. Un par de consideraciones en torno a la obra, por Mikel Amas
  4. Karl Ernst Nipkow y el nivel de la pedagogía de la religión, por Mikel Amas
  5. 1. El tema: Dios
  6. 2. La relación con Dios en la infancia
  7. 3. La cuestión de Dios en la edad juvenil
  8. 4. El decurso de la vida (con Dios) en la fase adulta
  9. Notas
  10. Contenido
  11. Créditos