Homo roboticus
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Homo roboticus

Ensayos sobre la creatividad científica en biología

  1. 144 páginas
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Homo roboticus

Ensayos sobre la creatividad científica en biología

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En los albores del siglo XXI ha comenzado a surgir una marea que ya es imparable: el advenimiento de una nueva revolución científica y tecnológica denominada "la cuarta revolución industrial" que, en las próximas décadas cambiará al ser humano en todas sus dimensiones. El ritmo de su avance está tomando por sorpresa a todos y se vaticina que transformará, por primera vez en la historia, quienes somos como especie. Con una visión global, apasionante y vital, en este libro de divulgación científica, Greco Hernández aborda uno de los motores que están propulsando este torbellino del cambio: el impresionante avance en la biología moderna. Con elocuencia y buen ritmo a lo largo de cinco ensayos, el autor expone algunas de las preguntas más relevantes que la biología está actualmente tratando de responder y que propulsan esta nueva revolución: ¿cuáles son las leyes de la materia y de la energía que llevan a la aparición de vida en el universo?, ¿qué significará para la humanidad el hallazgo de vida extraterrestre –incluso vida inteligente?, algo que posiblemente sucederá ya en las próximas décadas?, ¿cuál es la base genética que subyace tras la trágica contradicción creativa-destructiva del ser humano, entrelazadas en nuestras esencias animal, espiritual y racional?

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Información

Año
2017
ISBN
9786070308680
1. HOMO ROBOTICUS
“Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se
despertó convertido en un monstruoso insecto. Estaba echado de
espaldas sobre un duro caparazón y, al alzar la cabeza, vio su vientre
oscuro surcado por curvadas callosidades… Numerosas patas… se
agitaban sin concierto.”
FRANZ KAFKA, La metamorfosis
Hace alrededor de 60 años, el matemático húngaro John von Neumann afirmaba que “el cada vez más acelerado avance tecnológico, junto con los cambios que éste provoca en la vida humana, dan la apariencia de que se está aproximando en la historia una singularidad esencial durante la cual cambiará la vida del ser humano tal y como la conocemos.” En la actualidad, una gran parte de la comunidad científica concuerda con la visión de von Neumann en el sentido de que inevitablemente llegará el momento en la historia (que él define como “singularidad”) que la tecnología provocará cambios fundamentales e irreversibles en la biología misma del ser humano. El resultado a largo plazo será, a mí entender, muy posiblemente, que nuestra especie evolucionará artificialmente y se convertirá en algo distinto a lo que hasta ahora ha sido. Es decir, Homo sapiens originará una nueva especie biológica del género Homo que yo denomino Homo roboticus. A diferencia de las otras especies naturales (ya extintas) de este género, tales como Homo habilis, Homo erectus y Homo neanderthalensis, por ejemplo, el futuro Homo roboticus será una especie artificial. Sin embargo, antes de llegar a este momento (quizá dentro de uno o dos siglos), muy probablemente habrá una época de transición (que quizá durará muchas décadas) en la que existirá una diversidad de personas que ya hoy se denominan “transhumanos”, es decir, Homo sapiens del futuro transformados en diferentes grados por la tecnología. Estos cambios serán un parteaguas sin parangón en nuestra historia y marcarán el inicio, a largo plazo, de la que yo denomino la “primera revolución antropogénica”, ya que llevará a la emergencia de especies humanas artificiales.
Se predice, por ejemplo, que en las próximas décadas los individuos sufrirán la edición de su genoma de forma heredable o su sustitución (en ciertos tejidos u órganos) por genomas artificiales libres de la propensión genética a muchos padecimientos y que, además, tendrán en sus cuerpos un sinnúmero de artilugios tecnológicos que cuidarán y mejorarán su salud. Esto llevará a que las limitaciones biológicas impuestas por las enfermedades o la vejez serán erradicadas en gran medida por la tecnología, con lo que nuestro periodo de vida se extenderá por muchos años, quizá por décadas. Sin embargo, las modificaciones más significativas que probablemente experimentará nuestra especie sucederán en la mente; resultarán de la fusión de inteligencia artificial con las funciones cerebrales humanas naturales. Con ello, se modificarán las capacidades cognitivas como la inteligencia y quizá también las emociones, los sentimientos, el aprendizaje, la memoria a corto o largo plazo, la conciencia y el inconsciente. Esto es: el órgano clave en la emergencia de nuestra especie y que por millones de años ha sido el generador de la tecnología –nuestro cerebro– también será un producto biotecnológico.
En resumen, la trascendencia de nuestra naturaleza biológica, conducida deliberadamente y de manera inédita en nuestra historia evolutiva por los nuevos avances en campos de la ciencia como la biología sintética, la robótica, la biología molecular, la neurología, la inteligencia artificial, la nanotecnología, la ingeniería, la tecnología digital y la biotecnología, llevará a la aparición de transhumanos y posteriormente a la emergencia de una especie artificial de Homo. Su llegada significará que habremos arribado a una nueva dimensión en la evolución de nuestra especie, y augura panoramas futuros completamente inciertos en todos los ámbitos del universo humano. ¿Cómo será la nueva naturaleza humana cuando nuestra propia especie sea nuestro último invento?
LA SINGULARIDAD TECNOLÓGICA
El inglés Murray Shanahan, investigador en robótica cognitiva en el Imperial College London, en Reino Unido, explica en su espléndido libro The technological singularity que en la física una “singularidad” es un punto en el tiempo o en el espacio cuya descripción científica se hace imposible para la comprensión humana. Tal sería el caso del origen del universo o el centro de un hoyo negro. Por analogía, una “singularidad” en la historia del hombre sería la sucesión de eventos que lo transformarán en una magnitud tal, que las diferentes esferas que conforman su vida desaparecerían en la forma como hoy las conocemos. Esto daría lugar a nuevas leyes en los ámbitos biológico, ético, cultural y social que hoy en día son imposibles de predecir.
¿Qué tipo de eventos podrían precipitar esta transformación en el humano? Muchos académicos piensan que la singularidad de von Neumann, y renombrada como “singularidad tecnológica” por diferentes autores, podría ser consecuencia, en primer lugar, de los avances en biomedicina y biotecnología que detengan el envejecimiento y logren extender la longevidad humana. Esto será logrado, en gran medida, por la modificación (“edición”) directa, deliberada y de forma heredable del genoma humano en aquellos genes que predispongan a enfermedades, por el desarrollo de órganos y tejidos con genomas total o parcialmente sintéticos y por la medicina genómica que propondrá estilos de vida y tratamientos a enfermedades de acuerdo al perfil genético de cada persona. En segundo lugar, la singularidad tecnológica resultará del desarrollo de “superinteligencias” producidas por la fusión de la inteligencia humana con inteligencias artificiales, por la modificación en el genoma de los circuitos genéticos que controlan la actividad cerebral y por el desarrollo de inteligencia artificial que emule y supere completamente la inteligencia humana.
Durante la singularidad tecnológica, se prevé que tales modificaciones en nuestra biología llevarán a la aparición de “transhumanos”, individuos con modificaciones tecnológicas tales que algunas de sus capacidades físicas o mentales estarían mejoradas sustancialmente con respecto a las personas actuales. Ray Kurzweil, experto en computación e inteligencia artificial y galardonado con la Medalla Nacional de Tecnología e Innovación de Estados Unidos, vaticina en su libro La singularidad se acerca, que la singularidad tecnológica podría suceder a mediados de este siglo. Sobre esta fecha, sin embargo, hay mucha controversia. El advenimiento de transhumanos conformará el inicio de una época de transición hacia la futura emergencia (quizá dentro de uno o dos siglos) de individuos cuyo grado de modificación será tan significativo que conformarán una nueva y artificial especie de humanos, el Homo roboticus. Es posible, como lo señalan los científicos estadunidenses Juan Enríquez y Steve Gullans, en su libro Evolving ourselves, que a largo plazo el avance tecnológico origine en realidad a múltiples especies artificiales de Homo posteriores a nosotros, que podría yo aquí incluso nombrar (junto con Homo roboticus) como Homo tecnologicus, Homo digitalis, Homo transistoricus, Homo artificialis, Homo sinteticus, Homo graphenus, Homo cyborgensis u Homo ciberneticus, por ejemplo, en alusión a los diferentes tipos de tecnologías que los hayan originado. La metamorfosis acelerada de nuestra biología por la tecnología hacia una humanidad cada vez más artificial hoy en día conforma nuevas fronteras de la ciencia.
EL DIOS COCODRILO
“El cosmos olmeca surgió de las aguas primordiales,
donde flotaba una suerte de cocodrilo, el llamado
‘Dragón olmeca’… compuesto por partes de seres
humanos y de diversos animales; sus manos se hibridan
con la garra del felino y el ala del pájaro. La gran boca
de esta criatura es un portal entre la parte natural
y la sobrenatural del cosmos...”
ENRIQUE FLORESCANO, ¿Cómo se hace un dios?
Aunque la singularidad tecnológica tardará décadas (o quizá más de un siglo) en llegar y aún faltan muchos años para que cambios tan radicales sean permitidos por las diferentes sociedades en el mundo, mi opinión es que, en los hechos, la manipulación de nuestra naturaleza biológica por la tecnología comenzó hace milenios cuando el ser humano empezó a desarrollar diferentes tipos de medicina y una mejor salubridad para ganar, una a una, las batallas contra distintas enfermedades. El resultado es que hemos mejorado sustancialmente la calidad de vida y, con ello, extendido significativamente la longevidad promedio de nuestra especie. Así, en la actualidad, la esperanza de vida de cualquier individuo en cualquier parte del mundo podría alcanzar hasta los 90 años de edad, o incluso más. Dicho tiempo contrasta con los 35 años en promedio que lograban vivir los humanos arcaicos en los albores de la humanidad, hace unos 200 000 años.
El espectacular avance de la medicina en los últimos 200 años ha traído consigo aún más bienestar y una mayor longevidad, pero también insospechados y significativos cambios en nuestra composición genética como especie. Al nacer, todos los niños de hoy son vacunados contra diversas enfermedades, de modo que su sistema inmune mejora radicalmente. Además, si un bebé nace con algún prematuro padecimiento de origen hereditario (deficiencias cardiacas, respiratorias, algún grado de autismo, malformaciones, etc.), la medicina moderna (vacunas, marcapasos, cirugías, transplante de organos, antibióticos, terapias génicas, médicos especialistas, medicamentos de última generación, implante de prótesis, etc.) logrará que ese bebé llegue a la edad reproductiva y transmita a la siguiente generación sus genes con aquellas mutaciones desfavorables. Incluso, las personas que nacen infértiles, es decir, con mutaciones que les impiden desarrollar gametos viables y por lo tanto no pueden tener hijos, no tendrán problema al heredar sus genes defectuosos a la siguiente generación, pues las clínicas y técnicas de fertilidad asistida e inseminación in vitro se encargarán de ello. De este modo, ya se han propagado en las poblaciones humanas cientos de variantes erróneas de muchos genes, con lo que nuestro genoma ha empezado a cambiar. Sin el avance de la ciencia y la tecnología médicas, los bebés con problemas hereditarios y las personas infértiles no lograrían heredar sus genes a la siguiente generación.
Otro ejemplo de mejoramiento en las capacidades biológicas es el uso de sustancias antidepresivas y de otros fármacos que atenúan o corrigen la esquizofrenia y muchos otras afecciones mentales, cuyo empleo hoy en día es rutinario y accesible a casi cualquier persona. Asimismo lo es, en un ámbito diferente, el dopaje en los deportistas de alto rendimiento que se realiza desde hace décadas; es decir, el desarrollo tecnológico de sustancias químicas que potencian significativamente las capacidades físicas de cualquier atleta. En abril de 2016, una ejecutiva de la compañía biotecnológica BioViva, asentada en Seattle, Estados Unidos, anunció que por medio de terapia génica (es decir, insertando en sus células copias extra de ciertos genes) ha hecho rejuvenecer sus propios músculos. Este avance implica que el doping genético ya es posible; consecuentemente, el Comité Olímpico Internacional anunció que en los Juegos Olímpicos de Río 2016 implementó por primera vez en la historia pruebas para detectar y sancionar doping genético entre los atletas participantes.
En cuanto al cuerpo, desde hace milenios el ser humano también lo ha modificado artificialmente en las diferentes culturas: 3 000 años antes, los egipcios ya colocaban prótesis en dedos amputados por la guerra o la enfermedad. Asimismo, en las culturas precolombinas de Mesoamérica hubo una larga tradición en hacer escarificaciones, perforaciones y deformaciones de diferentes partes de la piel, cuerpo, dientes y cráneo, que eran practicadas por gran parte de la sociedad ya que tenían profundos significados sociales, estéticos y religiosos, o estaban relacionadas con los ciclos agrícolas. Así, tenemos que entre los mayas la lengua, los labios, la nariz y las orejas se perforaban con agujas y joyería de jade; además, a los niños que iban a ser de alto rango social se les modificaba el cráneo colocándoles moldes de madera. Por su parte, los olmecas perforaban frente, brazos, piernas y genitales, e insertaban aretes de conchas de mar, jade cuarzo u obsidiana. Entre los aztecas, los ancianos tenían enormes adornos de jade en sus lenguas con los que, pensaban, pasarían a la siguiente vida; a su vez, los reyes usaban injertos de turquesa como símbolo de jerarquía, y sacerdotes, grandes guerreros y nobles perforaban el septum (cartílago de la nariz) en el que colgaban grandes adornos de turquesa para los eventos de gala.
En la actualidad, culturas africanas, asiáticas y de la selva del río Amazonas siguen realizando diversas modificaciones a sus cuerpos también con profundos significados religiosos, estéticos y sociales. Una de las más llamativas y escalofriantes es la que practica la etnia Sepik en Papúa Nueva Guinea, cuyo dios habita en las aguas de su zona: el cocodrilo. Esta cultura realiza un insólito y sobrecogedor ritual en el que, al entrar en la edad adulta, los varones sufren profundas escarificaciones en todo el cuerpo. Al término de la ceremonia, los hombres quedan con cicatrices profundas y permanentes que emulan la piel, los ojos y el alma del dios Cocodrilo, a partir del cual, piensan, el ser humano fue creado. Finalmente, en los países occidentales de hoy (que incluyen al nuestro) la cirugía estética es una industria boyante y muy lucrativa. Cambiarse la forma de la nariz o de los labios, quitarse costillas o papada, aumentarse el tamaño de los glúteos y senos, o hacerse la liposucción, siempre con fines puramente estéticos, es algo normal y accesible para muchos ciudadanos. En esta cultura “vanidad”, “belleza” y “sexo” son la piel, los ojos y el alma de nuestro dios Cocodrilo: el dinero. “Narcisismo” y “culto a la juventud” son su corazón y la sangre que corre por sus venas. Desde luego, ni qué decir de los cambios de sexo en los que un varón se extirpa el pene y se injerta senos, o cuando una mujer se masculiniza con tratamientos hormonales, por ejemplo. En este caso, el dios lagarto es de otra especie: orientación sexual, y la transgresión cultural o rebeldía social conforman la piel, los ojos y el alma del gran reptil.
La biomedicina, por su parte, realiza hoy en día implantes, trasplantes e injertos en tejidos, órganos y extremidades, y coloca en el cuerpo dispositivos artificiales (prótesis, retinas, dentaduras, etc.) de todo tipo. En este contexto, el ejemplo que sintetiza en todo su esplendor la modificación corporal es, metafóricamente, el órgano más humano de todos: el corazón. En 1964 se realizó en la Universidad de Mississippi, Estados Unidos, el primer trasplante de la historia, logrado por el equipo del Dr. James Hardy, quien trasplantó el corazón de un chimpancé a un paciente humano; el corazón latió en el nuevo cuerpo 90 minutos antes de pararse para siempre. Tres años después, en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, se realizó el primer trasplante de humano a humano, con el que el paciente receptor logró vivir 18 días. Hoy en día, el trasplante exitoso de este órgano y casi de cualquier otro es rutinario en miles de hospitales del mundo, con lo que millones de individuos viven con corazones, hígados, litros de sangre, retinas o riñones de otras personas para mejorar sustancialmente su fisiología y salud. Incluso, se ha logrado trasplantar con éxito la cara de una persona a otra. Si una persona es capaz de llevar el corazón, el pulmón o la cara de otro individuo (cuyo trasplante salvó su vida), ¿por qué no llevar una región del cerebro de otra persona?
En años recientes, la biomedicina ha dado un salto tecnológico crucial, ya que ha logrado desarrollar y trasplantar a personas corazones artificiales. Así, en 1982 fue implantado el primer corazón totalmente hecho de titanio y plástico, que hizo vivir al paciente receptor por cuatro meses. Este aparato, sin embargo, se mantenía unido por una maraña de cables y tubos a una gran máquina externa para su funcionamiento. Posteriormente, en 2001 se trasplantó en el Hospital Judío de Louisville de Kentucky, Estados Unidos, por primera vez un corazón artificial totalmente autónomo. Hoy en día, los avances en implante de injertos, prótesis y órganos artificiales continúan su marcha de manera sorprendente y cada vez son más las partes del cuerpo que la biomedicina logra sustituir por equivalentes sintéticos. En marzo de 2017, en una iniciativa conjunta, la Universidad de Bristol y la institución gubernamental NHS Blood and Transplant (ambas del Reino Unido), anunciaron la manufacturación en el laboratorio de células sanguíneas. Esta tecnología permitirá crear, a gran escala, sangre artificial que podrá usarse para transfusiones sin necesidad de donadores y sin riesgos de adquirir enfermedades por parte del paciente receptor.
Vemos así que la tendencia a modificarnos por y fusionarnos con tecnología es muy evidente: lo que antaño fueron patas de palo, ojos de vidrio y manos con garfios, actualmente son, por ejemplo, marcapasos, gafas, rodillas de titanio, corazones artificiales, diversas prótesis, dispositivos auditivos, dientes de oro (como Pedro Navaja), coronas y dentaduras de porcelana; claramente, en el futuro tendremos decenas de chips y artilugios cibernéticos en cada rincón de nuestro cuerpo, alertas al funcionamiento de los signos vitales y de que nuestra composición química sea la correcta. Más aún, si hoy en día se sustituye un riñón, una retina, el corazón o una mano perdida por prótesis sintéticas, ¿por qué no sustituir un lóbulo del cerebro por uno artificial y mejorado?
Otra muestra muy breve y a la mano (nunca mejor dicho) de la creciente tendencia a fusionarnos con la tecnología la constituyen cada día nuestros teléfonos celulares. Estos “chismes”, que se inventaron hace unos 20 años sólo para hablar por teléfono, hoy contienen una gran cantidad de sofisticada tecnología en forma de múltiples programas y algoritmos (“apps”, para los amigos). Son parte esencial de nuestra vida y, de hecho, nos hemos hecho adictos a su gran capacidad de comunicación social, de información y de entretenimiento. Su integración a nosotros consiste (y ésta es la clave de su éxito) en que almacenamos un sinfín de datos personales en ellos y en “la nube digital”, por lo que son ya verdaderas extensiones digitales de nuestra persona social y afectiva. Esta integración definitivamente se irá incrementando, ya que en el futuro serán literalmente incorporados en nuestra piel, con lo que entonces se volverán, además, extensiones físicas de nuestra persona biológica. El paso final se dará cuando sean conectados permanentemente a nuestros pensamientos para fusionar así nuestra mente con la “nube”. Con la unión de nuestra vida social, afectiva, biológica y mental a la esfera digital, se consumará la fusión de nuestra alma y de nuestro espíritu con la tecnología. Nuestra vida será mitad biológica, mitad digital. ¿Y la muerte? En el futuro lejano, quizá suceda de verdad lo que alguna vez leí en un “meme” que circulaba por las redes: “Al morir ya no ir...

Índice

  1. CUBIERTA
  2. ÍNDICE
  3. BIBLIOTECA
  4. PORTADA
  5. COPYRIGHT
  6. DEDICATION
  7. PRÓLOGO
  8. PREFACIO
  9. 1. HOMO ROBOTICUS
  10. 2. EL FUEGO DE LOS DIOSES
  11. 3. EL ARCOÍRIS DE LA VIDA
  12. 4. LA ESPERA DE FRANK DRAKE
  13. 5. UN GEN FAUSTIANO
  14. EPÍLOGO
  15. BIBLIOGRAFÍA