ENERO
No es George Orwell quien define los años y su signo. 1984, como todos los demás años de la historia humana, será un año de gracia y libertad y, por eso mismo, de santidad y pecado, de cobardías y de heroísmos. Pero sobre todo de gracia, porque Él es el Señor de todos los años.
Con frecuencia los que más critican son los que menos hacen. La frustración interior se vierte hacia fuera en censuras impertinentes. «Impotentes» en el servicio, viven de evaluar lo que fue mal hecho, lo que no se hizo, lo que se debió hacer. Nunca recuerdan lo que ellos no hicieron o hicieron mal. Se han anquilosado en su lucidez. La mejor crítica es una agresiva y esperanzada actividad. La mejor autocrítica es el servicio desinteresado. La crítica y la autocrítica no pueden ser tijeras para cortar las alas. Han de encauzar lo bueno y alentarlo. Volar ya es cansino en este mundo de arrastrados. No impidamos el vuelo de los generosos.
Un tal Luís Aracil, profesor no sé de qué, declaró en la prensa diaria de España: «El catalán habrá desaparecido como lengua a principios del siglo XXI». Lo cierto es que a principios del siglo XXI nadie recordará al profesor Aracil. O quizás alguien lo recuerde, con benevolente ironía, para decirle, en catalán, que el catalán continúa siendo la lengua viva de un pueblo a principios del siglo XXI…
El tema de estudio del equipo ha sido la migración europea a Brasil y las posteriores migraciones internas. ¿Un «destino nacional»? Un drama, ciertamente, hoy sobre todo, cuando se acumulan encima del 80% del país el paro, la carestía, el hambre quizás. Una masa de más de treinta millones de fluctuantes, sin suelo firme, como sin identidad social. Porque el emigrante tampoco existe como emigrante: pasa; viene de; va hacia o cae en…, dejando sin embargo, doloridas, sus raíces y afrontando los riesgos de lo desconocido. Sintiéndose fuera de lugar, fatalmente fuera. «Tuve que pasar en São Paulo diecisiete años para convencerme de que nunca más volvería al campo», decía un campesino caído en la abrumadora metrópoli paulistana.
«Jesús es una parábola viva de Dios en la solicitud por el hombre y su historia de dolor, por los publicanos y pecadores, por los pobres, tullidos y ciegos, los desheredados y los poseídos por “malos espíritus”. Así es como de hecho cuida Dios de los hombres. En la historia de Jesús se cuenta la historia neotestamentaria sobre Jesús, respuesta de los primeros cristianos a la historia del mismo Jesús. Todos los relatos sobre la vida de Jesús reviven, por tanto, en la vida o en la historia de la comunidad creyente. La Iglesia se convierte así en una comunidad de historia y de mesa, formada por hombres (y mujeres) abiertos a la fuerza crítica de la parábola viva de Jesús. También nosotros podemos escuchar de esta forma la historia de Jesús. Y ante nosotros se plantea la pregunta de si nos atrevemos a arriesgar nuestra vida por ella» (Schillebeeckx).
Hay que tomar nota. Para ayudar a ver a los ingenuos. Para dejar sobre la memoria mártir de Marianella el detalle –rojo, blanco, estremecido– de una nueva certeza: «La Federación Internacional de los Derechos del Hombre (FIDH) afirma que Marianella García-Villas fue interrogada, torturada y asesinada en la Escuela Militar de la Fuerza Armada de El Salvador». Así el boletín mensual de la Comisión de Derechos Humanos de El Salvador, Nuestra voz no la callarán nunca, 31 de diciembre de 1983.
Al presentar la carta pastoral en la que los obispos filipinos exigen la revocación de todos los decretos represivos, el profético arzobispo de Manila, cardenal Sin, proponía la concesión, a título póstumo, del premio Nobel de la paz al líder de la oposición asesinado en agosto último. Asesinado por la misma represión, sin duda. Y el cardenal Sin daba un argumento, tan nuevo como evidente: Aquino, con su muerte, arrancó al pueblo filipino de la apatía de once años de una ley opresora. Hay muertos que resucitan a todo un pueblo.
Solo te pido el milagro
de seguir creyendo en Ti
cuando algunos
que llamaste
te abandonan,
cuando muchos que te aman
no se atreven
a arriesgarse por el Reino;
cuando yo, que te he jurado
tantas veces
la total fidelidad,
me reduzco a las vulgares observancias.
¡El milagro de seguir creyendo en Ti
mientras me hundo en el lago!
El gato quiere movimiento. Lo impone a sus víctimas. Al gato le gusta matar jugando. Tiene una grotesca vocación de torturador por cuenta propia. Los sapos, las cucarachas, los escarabajos, las lagartijas, han de moverse, tienen que huir, inútilmente; porque él, el gato, nuestro leonado Gerô, nieto de la vieja gata Gerô, que murió de tanto parir, acecha inmóvil a sus presas: las estimula, pero las retiene, las sabe suyas y quiere que ellas lo sepan. ¡Dictadorcillo doméstico!
Maria-Aurèlia Capmany, «Dia rera dia», en «Serra d’Or», recuerda un dicho ejemplar que Josep-Anton Grimalt le oyó al sabio Coceriu: «Una vez un judío fue a encontrarse con Jehová y le dijo: “Señor, estoy desesperado, mi hijo se ha hecho cristiano”. “Calla, hombre –le dijo Jehová–, el mío también”. “¿Y que habéis hecho, Señor”, le preguntó el judío. “Pues mira –dijo Jehová–: un Nuevo Testamento”».
Recordar es garantizar la continuidad consciente y autocrítica de la vida. Programar o soñar es garantizar su continuidad esperanzada. Actuar es garantizar su realidad. Solo recordar podría ser melancólica nostalgia. Soñar solamente sería eso, soñar. Y la vida no es sueño, que nos perdone Calderón.
Saludar, desde aquel espíritu de acogida que nos ha traído Jesús, ya es evangelizar. En principio hay que saludar a todo el mundo. El saludo de un obispo, de un sacerdote, de un agente de pastoral, tiene además una explícita connotación evangelizadora por ser de quien es. Siento que saludando proclamo el evangelio, anuncio la paz, hago referencia al Dios vivo y acogedor.
Domingo de las bienaventuranzas. Si es verdad que todas ellas se reducen a la primera –bienaventurados los pobres–, la pobreza, esa pobreza, y solo ella, define, según Jesús, la verdadera felicidad. No tener demasiado. No tener solo para sí. No tener a costa de los otros. Tener para servir. Hacer que todos tengamos por igual. No ser «tenidos» por nada. ¡Bienaventurados los que saben tener y dejar de tener así, porque de ellos es el Reino!
El viajero del autobús, detrás de mí, cuando pasamos junto a unas chozas de caza que los indios xavante habían levantado cerca de la carretera, no pudo contenerse: «Pero, ¿será posible?». No respondí. Él hablaba demasiado, lo sabía todo y hablaba gritando. Imaginé que no sabría oír… pero me vinieron a los ojos, como una visión de angustia, esos agujeros de cemento amontonados uno encima del otro, seis, diez, veinte, cuarenta pisos, en el aire sin aire, lejos de la tierra y de sus verdes. Morada de los civilizados, morada permanente, y no precisamente una tiendecilla de paja, provisional, para cazar. ¿Cómo es posible?, me decía yo. ¿Cómo es posible morar en esos agujeros? Y tantas «casas baratas», las favelas, las colmenas, los millones de exiliados, emigrantes, sin casa ninguna, sin madriguera o nido estable, como el Hijo del hombre. ¿Cómo es posible?
Hay un desvío en la carretera. El cartel avisa. Pero hay carreteras que son, por entero, un desvío. Vidas enteras desviadas. Hay que avisarlas. Caminan fuera del Camino. A no ser que el Camino vaya por dentro, en el desvío también. Porque Él resuelve misteriosa y misericordiosamente –más allá de nuestros alcances, al margen quizás de la ley– muchos problemas de obras públicas en su Reino.
FEBRERO
Reagan quiere darle la razón a G. Orwell. Acaba de lanzar enloquecidamente el mayor presupuesto militar de los Estados Unidos desde la Segunda guerra mundial.
«Llenos de Ti mis huesos, pero humanos». Podría ser también mi biografía este endecasílabo acabado de Panero.
Mala presentación. El juez que nos acaba de llegar se ha pasado tres días «tomando». Solo el lunes «se enderezó», atestigua el muchacho que me d...