Discipulado que transforma
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Discipulado que transforma

El modelo de Jesús

Greg J. Ogden

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  1. 204 páginas
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Discipulado que transforma

El modelo de Jesús

Greg J. Ogden

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Información del libro

Greg Odgen habla de la necesidad del discipulado en las iglesias locales y recuperar el modelo de Jesús: invertir en un grupo pequeño de personas para que sus vidas sean transformadas y que así ellas puedan ayudar a otros a caminar hacia la madurez en Cristo

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Información

Año
2016
ISBN
9788482676739
Parte 1
NO ESTAMOS
HACIENDO DISCÍPULOS
¿Qué es lo que no ha funcionado?
¿Por qué?
1. La precariedad del discipulado hoy
¿Dónde están los verdaderos discípulos?
Si queremos elaborar una estrategia de discipulado eficaz para nuestras iglesias, primero debemos evaluar la distancia que hay entre la situación en la que estamos y la situación a la que queremos llegar. Jesús mismo hizo uso de este principio cuando dijo a los que querían seguirle que, primero, calculasen lo que les iba a costar. “Porque, ¿quién de vosotros, deseando edificar una torre, no se sienta primero y calcula el coste, para ver si tiene lo suficiente para terminarla?” (Lucas 14:28).
Max De Pree, que escribe que la prioridad de todo líder debería ser llevar a la práctica este consejo bíblico, dice que “la primera responsabilidad de un líder es definir la realidad”.1 ¿Por qué es importante definir la realidad? Si queremos ir a algún lugar, primero tenemos que saber a qué distancia estamos de ese lugar. Por ejemplo, cuando queremos encontrar una tienda concreta dentro de un centro comercial, lo primero que hacemos es buscar el panel donde aparece el plano de todo el recinto. Nuestros ojos se dirigen primero a la flecha donde pone “Usted está aquí”. Y una vez que ya sabemos dónde estamos, buscamos la tienda a la que queremos ir y trazamos con nuestros ojos el camino que vamos a seguir para llegar a nuestro destino.
En este capítulo analizaremos la distancia que tenemos que recorrer si la realidad a la que queremos llegar es tener seguidores de Cristo plenamente comprometidos y con ganas e iniciativa de hacer discípulos. En el siguiente capítulo completaremos el cuadro de nuestra realidad presente analizando las causas que nos han llevado a la situación en la que estamos. Solo podremos sugerir soluciones si primero logramos hacer una clara descripción del problema y de sus raíces.
El análisis de este capítulo te ayudará a evaluar la distancia entre el punto en el que te encuentras y el punto al que quieres llegar. Un análisis serio de nuestro ministerio es una tarea ardua, por lo que requiere mucha determinación. Cuando empezamos a usar este programa, me asaltó la siguiente pregunta: ¿qué ocurriría si algún líder cristiano prefiriera no poner su vida y su ministerio ante el espejo, y prefiriera quedarse con una imagen de sí mismo favorable, pero distorsionada y falsa? Por lo general, los líderes que han seguido nuestro programa han preferido salir de la fantasía y enfrentarse a la realidad. Sería bueno que a medida que vas leyendo este libro, te detengas y le pidas al Espíritu Santo que te ayude a recibir la verdad, que es la única que nos hace libres.
El estado del discipulado hoy: Used está aquí
Si tuviera que elegir una palabra para definir el estado del discipulado en la actualidad eligiría superficial. Parece que mucha de la gente que dice que Jesús es su Salvador no acaba de comprender las implicaciones de seguirle como Señor. La Declaración sobre el discipulado que resultó de la Consulta de Eastbourne empieza reconociendo la necesidad actual: “Ahora que entramos en el nuevo milenio, reconocemos que el estado de la Iglesia está caracterizado por un crecimiento sin profundidad. Nuestro celo por crecer en número ha ido más allá que nuestro celo por crecer en profundidad”.2 John Stott añade su voz en cuanto a esta cuestión: “Durante muchos años, la escuela dominante ha sido la de potenciar el crecimiento numérico de las iglesias. Es un gozo ver las estadísticas, pero debemos decir que se trata de un crecimiento sin profundidad. Creo que fue Chuck Colson quien dijo que la Iglesia tiene 3000 millas de anchura y una pulgada de profundidad. Muchos de sus miembros son bebés espirituales”.3
Esta superficialidad sale a la luz si observamos la incongruencia entre el número de personas que profesa seguir a Jesucristo y la falta de impacto en el clima moral y espiritual de nuestras sociedades. Durante la década de los 90, George Barna hizo en EE.UU. un estudio para averiguar cuánta gente se consideraba cristiana nacida de nuevo.4 El resultado entre los adultos fue entre el 35 y el 43 por cierto.5 George Gallup, cuyo trabajo tiene un mayor alcance, realizó otra encuesta para ver si los ciudadanos se definían a sí mismos como “evangélicos o nacidos de nuevo”. Durante ese mismo periodo entre un 35 y un 49 contestaron que sí se consideraban evangélicos.6 Estas altas cifras requieren una explicación. ¿Por qué los líderes de las iglesias se quejan del declive moral de nuestra sociedad si hay tanta gente que dice haber tenido un encuentro personal con Jesucristo? Si todos estos millones de personas que dicen haber nacido de nuevo fueran verdaderos seguidores de Jesús, no viviríamos en una sociedad tan alejada de Dios.
Cal Thomas, cristiano y columnista sindicalista con preocupaciones sociales, hace un llamamiento a que los cristianos nos miremos a nosotros mismos y analicemos la calidad de nuestro discipulado en vez de dirigir nuestra indignación hacia el declive moral. “El problema de la sociedad estadounidense… no son los abortistas, sino la Iglesia de Cristo que no conoce la Biblia, que es desobediente, indisciplinada, y no discipula a sus miembros”. 7
¿Es muy pronunciada la precariedad a la que nos enfrentamos? ¿Qué síntomas de superficialidad podemos ver en la Iglesia? Podemos medir la precariedad del discipulado cuando tomamos las características bíblicas del discipulado y estudiamos en qué niveles las encontramos en nuestras iglesias y ministerios. ¿Cuál es la distancia entre el modelo bíblico y la realidad de nuestras comunidades cristianas?
En este capítulo vamos a ver siete características del discipulado. Al final de cada sección podréis deteneros a considerar la distancia que hay entre el modelo bíblico y la realidad de vuestros ministerios.
El modelo bíblico y la realidad presente
1. Ministros activos. Las Escrituras presentan una iglesia llena de ministros activos; la realidad es que la mayoría de los miembros de iglesia son receptores pasivos.
El modelo de iglesia que encontramos en el Nuevo Testamento es una iglesia donde todos los miembros tienen un ministerio. El “sacerdocio de todos los creyentes” no es solo un lema de la Reforma, sino también un ideal bíblico radical. Escribiendo a los cristianos perseguidos que habían sido esparcidos, Pedro habla de la Iglesia de una forma inclusiva: “Vosotros sois… real sacerdocio” (1ª Pedro 2:9). Todos los creyentes llegan a Dios a través de Cristo, el único mediador, y todos los creyentes reciben el poder de actuar como sacerdotes del resto de los miembros del Cuerpo de Cristo. El ministerio desde la perspectiva bíblica no se corresponde con la imagen de un sacerdote que se retira y está por encima de los demás creyentes, sino que pertenece a todos los santos. Cuando el apóstol Pablo dice “A cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común” (1ª Corintios 12:7), está pensando en todos y cada uno de los creyentes. Usando la imagen de la Iglesia como el Cuerpo de Cristo, Pablo está diciendo que todos los creyentes han recibido del Espíritu Santo dones para el ministerio, por lo que cada creyente es como una parte del cuerpo que contribuye al buen funcionamiento de todo. El Nuevo Testamento describe un completo plan de trabajo que dignifica y da a todos los creyentes un valor por lo que sus dones aportan a la edificación y la extensión de la Iglesia.
No obstante, cuando hemos observado el modelo bíblico de la Iglesia del primer siglo y luego miramos la realidad de la misma hoy, vemos que hay un porcentaje relativamente bajo de personas que lleven el ministerio y la vida de congregación más allá del culto del domingo: muy pocos tienen el ministerio como un estilo de vida. Parece imposible superar el 80/20. Es decir, si por ejemplo tomamos el caso de ofrendar, lo que ocurre es que por lo general un 20 por ciento de la congregación da el 80 por ciento de los ingresos. Si estudiamos el perfil ministerial de los voluntarios, vemos que hay un 20 por ciento que sirve al 80 por ciento restantes, que se convierten en consumidores del esfuerzo de esa minoría.
Así, eso significa que hay un gran porcentaje de espectadores que solo vienen a calentar los bancos. Como pastor, yo era consciente de que muchos miembros llegaban al culto con una mentalidad crítica. Creen que la responsabilidad de los que presiden y dirigen es ofrecerles un show entretenido, atractivo y con sentido, mientras que la labor de los demás miembros consiste en hacer una evaluación del culto y comentársela a los responsables cuando pasan por la puerta al marchar. ¿No es extraño que la gente haga comentarios de evaluación como “Buena predicación, pastor” u “Hoy he disfrutado el culto” cuando se trata del culto de adoración al Dios vivo? Muchos domingos, cuando llegaba al final de la predicación y miraba a la congregación, me parecía como si estuviera viendo a muchos de ellos alzar sus carteles de puntuación: 9,9, 9,4, etc.
Si el ministerio es, sobre todo, ser buenos mayordomos de nuestros dones espirituales, entonces la tarea que tenemos por delante es inmensa. Las buenas noticias es que Barna ha descubierto que, al menos, el 85 por ciento de los creyentes ha oído hablar de los dones espirituales. No obstante, de ese 85 por ciento, la mitad no sabía cuáles eran sus dones o creían que Dios no les había dado ninguno. Una cuarta parte de la gente que sabía cuáles eran sus dones espirituales mencionaron dones que no aparecen en el texto bíblico. La gente decía cosas como “Tengo el don de hacer pasteles de chocolate” o “tengo un pico de oro”. Solo una cuarta parte de la gente que sabía qué dones tenía habló de dones que tenían una base bíblica.8
Evalúa tu ministerio en la escala del 1 al 5 (1 = receptor pasivo; 5 = ministro activo)
SÍNTOMAS PUNTUACIÓN NOTAS
Receptores pasivos … Ministros activos
2. Un estilo de vida disciplinado. Las Escrituras describen a los seguidores de Jesús como personas que llevan un estilo de vida disciplinado; la realidad es que hay un porcentaje muy bajo de creyentes que invierta en las prácticas de crecimiento espiritual.
Todos nos quedamos sorprendidos cuando los grandes atletas aguantan tanto en las competiciones. Lo que no vemos son la cantidad de horas que dedican para prepararse. No importa si tienes cualidades naturales; los grandes atletas son grandes porque se preparan más que los demás.
En el Nuevo Testamento una de las imágenes más utilizadas para ilustrar la disciplina en la vida cristiana es la del atleta. Comparando la vida crisitana con una carrera, Pablo escribe: “Y todo el que compite en los juegos se abstiene de todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible” (1ª Corintios 9:25). Al hacer esta comparación, Pablo pone un listón muy alto. Si los atletas se entregan en cuerpo y alma a una rigurosa disciplina para conseguir “una corona corruptible”, ¡cuánto más deberíamos los cristianos disciplinarnos, pues nuestra meta es “una incorruptible”! El escritor de la epístola a los Hebreos insta a los creyentes a dejar la leche de los niños y empezar a tomar comida sólida: “Pero el alimento sólido es para los adultos, los cuales por la práctica tienen los sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal” (Hebreos 5:14).9 Queda bastante claro que para vivir la vida cristiana es necesario poner en práctica una disciplina espiritual. No haremos avances sin práctica y disciplina.
No obstante, si miramos la situación de la Iglesia hoy teniendo en cuenta estos consejos bíblicos, el resultado es, de nuevo, la regla 80/20. Los estudios muestran que de entre 6 adultos que asisten a los cultos, solo uno participa en algún tipo de actividad diseñada para ayudarle a crecer espiritualmente. De ese 17 por ciento, la actividad más común es asistir a un grupo pequeño (69 por ciento) donde se estudia la Biblia y se sacan aplicaciones para las realidades espirituales de la vida. Otras actividades de discipulado menos comunes son la Escuela Dominical para adultos (20 por ciento), el discipulado individualizado (14 por ciento), una clase sobre temas de actualidad tratados desde una perspectiva cristiana (11 por ciento), y la formación o interacción online diseñada para el discipulado (3 por ciento).10 Barna dice algo muy interesante: “En una sociedad tan compleja y veloz como la nuestra, la gente tiene que tomar decisiones cada minuto del día. A menos que la gente tenga un encuentro regular con los fundamentos de su fe, lo más probable es que las decisiones que tomen los cristianos estén cada vez más lejos de los principios bíblicos”.11
Si pasamos a analizar las disciplinas espirituales que los creyentes practican de forma personal para desarrollar su relación con Cristo, los resultados no son mucho más esperanzadores. Según Barna, menos de uno de cada cinco cristianos adultos tiene unas metas específicas y cuantificables en relación con su crecimiento espiritual. En el estudio que Barna hizo de toda la nación, entrevistamos a cientos de personas, entre ellos pastores y líderes de iglesia, que asisten con regularidad a los cultos y a las actividades de sus iglesias. Barna concluye: “Ninguna de las personas que entrevistamos dijo que su meta en la vida era ser un seguidor de Jesucristo comprometido o hacer discípulos de todas las naciones, ni siquiera de su vencidario”.12 Cuando les preguntamos a estas personas qué metas tenían, ocho de cada diez contestó que lo que querían era formar una familia, realizarse como profesio...

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