El lugar del espectador
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El lugar del espectador

Estética y orígenes de la pintura moderna

  1. 267 páginas
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El lugar del espectador

Estética y orígenes de la pintura moderna

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Presentamos ahora la traducción de Absorption and Theatricality con el título El lugar del espectador. Estética y orígenes de la pintura moderna, en lo que seguimos la pauta marcada por la edición francesa. A éste le seguirán los dos libros sobre Coubert y Manet, con lo que el lector en lengua castellana podrá disponer de las obras fundamentales de Fried.Calificado en numerosas ocasiones de formalista, Michael Fried analiza los cambios producidos en la pintura francesa en torno a 1750 en atención a un problema central para todo el arte de la modernidad: la posición del espectador virtual que toda pintura implica. Fried lleva a cabo un estudio detenido de las obras de los principales artistas de ese momento, también de aquellas otras de autores menores que contribuyen a configurar una imagen precisa del problema, y articula estos análisis con una pormenorizada investigación de las fuentes escritas, los comentarios y las críticas suscitadas por los Salones. En el siglo XVIII, a través de estas críticas y reflexiones –en cuyo marco son las de Diderot de singular importancia–, se advierte la tensión que suscitó esta pintura, cómo a través de ella se perfilaba una manera original, y en buena medida heterogénea, de ver el mundo.

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Información

Año
2019
ISBN
9788491143314
Capítulo I

El predominio del ensimismamiento

En la primera parte de este capítulo trataré de demostrar la enorme importancia de toda una configuración de problemas en algunos de los cuadros más significativos de la pintura francesa de comienzos y mediados de 1750. Esta configuración (que podríamos denominar macro-configuración) encuentra su expresión en y a través de un espectro de temas, amplio aunque muy específico, que no parece tener un denominador común evidente. El compromiso con estos problemas constituye un vínculo implícito entre algunos pintores que han sido considerados tradicionalmente como dispares o sin relación ninguna (un compromiso que consiste en algo más que la mera referencia al tema). En el caso de Greuze, nos permitirá interpretar sus esfuerzos en toda su integridad. Las siguientes páginas demostrarán, en éste y otros aspectos, la coherencia e incluso la severidad de la pintura francesa en la primera fase de la reacción anti-rococó –unas obras que se han interpretado como carentes de estas cualidades.
He optado por utilizar un método directo. Comenzaré analizando un cuadro conocido a la luz de aquellos textos de la crítica contemporánea que le describen con cierto detalle. Después, tendré en cuenta otras combinaciones de cuadros y comentarios que tengan alguna relación significativa entre sí y con la obra en cuestión. El objetivo inmediato de este procedi- miento es evidente: desvelar aquellos aspectos de los cuadros que parecen haber tenido una importancia fundamental para los artistas y para sus críticos, pero que los autores modernos bien han pasado por alto, bien los han interpretado en términos muy distintos. Otra virtud de este tipo de análisis es que mi selección de las ilustraciones contará con la sanción del juicio contemporáneo. Las principales obras estudiadas en la primera parte de este capítulo fueron analizadas rigurosamente y sin excepción –podríamos decir que fueron representadas– en uno o más Salones del período. Naturalmente, no he renunciado a referirme a otros cuadros que, en mi opinión, están íntimamente relacionados con los precedentes o que los críticos también mencionan, ya sea de forma superficial o no.
En la segunda parte del capítulo trataré de encajar las ideas esbozadas en una suerte de contexto histórico amplio. Para ello, analizaré los primeros pasos de esta evolución y examinaré brevemente varios cuadros de la primera mitad de la década de 1760. No obstante, en este capítulo me centraré fundamentalmente en las obras expuestas en los Salones de 1753 y 1755, unas exposiciones a las que los autores actuales jamás han concedido importancia (y, en el caso del Salón de 1753, en su relativo explendor). Sin embargo, no pretendo afirmar que la mayoría de los cuadros citados en estas páginas sean obras maestras en el sentido común del término. De los cuatro pintores con los que comienza mi exposición, sólo uno es un artista de primer orden: Chardin. Los otros son figuras menores, pero los problemas que plantean sus obras son fundamentales para la evolución de la pintura francesa de la segunda mitad del siglo XVIII y posteriormente. Además, se trata de obras que, en sí mismas, suelen ser mucho más convincentes de lo que habitualmente se ha creído.
Una última idea a modo de preámbulo. Los Salones de 1753 y 1755 preceden al mejor crítico de arte de la segunda mitad del siglo XVIII, Denis Diderot. Aunque ya tuve ocasión de citar su crítica en relación a las obras de la década de 1760, la mayor parte de los textos que siguen pertenecen a sus más inmediatos predecesores. No obstante, tal y como se verá a medida que avancemos, la primera parte de este capítulo está concebida, en sus aspectos más esenciales, como contribución a una mejor comprensión de las fuentes que dieron origen a la visión de la pintura de Diderot.

* * *

El primer cuadro que deseo analizar es la obra de Jean-Baptiste Greuze, La Lecture de la Bible (fig. 1). Greuze (1725-1805) fue considerado durante mucho tiempo como el pintor francés más importante de su generación aunque, desde Goncourt hasta el presente, los historiadores han definido su importancia, casi por unanimidad, en términos sociológicos, nunca artísticos1. Nacido en Tournus, estudió en Lyon antes de instalarse en París a comienzos de la década de 1750. Poco después, será nombrado agréé en la Académie Royale y expondrá seis cuadros en el Salón de 1755, entre los que se encontraba La lecture de la Bible 2. Un erudito de autoridad ha afirmado que los comienzos de la carrera de Greuze fueron «... probablemente, los más brillantes... del siglo...»3. Sin duda, este Salón marcó el inicio de su fama, que se hizo prodigiosa en 1760, continuó más o menos en el mismo nivel a lo largo de los setenta y tan sólo entró en declive en 1780, con la aparición de los pintores de historia de la generación de David. La lecture de la Bible es una obra que causó gran sensación y fue muy comentada por numerosos críticos. El comentario más completo e instructivo fue, sin duda, el del abate de la Porte:

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1. Jean-Baptiste Greuze, La Lecture de la Bible, Salón de 1755. Colección particular.
Un père de famille lit la Bible à ses enfans; touché de ce qu’il vient d’y voir, il est lui-même pénétré de la morale qu’il leur fait: ses yeux sont presque mouillés de larmes; son épouse assez belle femme & dont la beauté n’est point idéale, mais telle que nous la pouvons rencontrer chez les gens de sa sorte, l’écoute cet air de tranquillité que goûte une honnête femme au milieu d’une famille nombreuse qui fait toute son occupation, ses plaisirs, & sa gloire. Sa fille à côté d’elle est stupéfaite & navrée de ce qu’elle entend; le grand frère a une expression aussi singuliere que vraie. Le petit bonhomme qui fait un effort pour attraper sur la table un bâton, & qui n’a aucune attention pour des choses qu’il ne peut comprendre, est tout-à-fait dans la nature; voyez-vous qu’il ne distrait personne, on est trop sérieusement occupé? Quelle noblesse! & quel sentiment dans cette bonne maman qui, sans sortir de l’attention qu’elle a pour ce qu’elle entend, retient machinalement le petit espiégle qui fait gronder le chien: n’entendez-vous pas comme il l’agace, en lui montrant les cornes? Quel Peintre! Quel Compositeur!4

[Un padre lee la Biblia a sus hijos. Conmovido por su lectura, él mismo está imbuido en la moral que les imparte: sus ojos están anegados por las lágrimas. Su esposa, todavía una mujer bastante bella, pero no una belleza ideal, sino del tipo que podemos encontrar en las personas de su condición, le escucha con ese aire de tranquilidad propio de una mujer honesta, rodeada de su numerosa familia, que constituye toda su ocupación, su placer y su gloria. Cerca de ella, su hija está asombrada y apenada por lo que escucha. La expresión del rostro del hermano mayor es tan singular como veraz. El niño más pequeño, que se afana en arrancar una astilla de la mesa, y que no presta ninguna atención a cosas que apenas puede comprender, resulta absolutamente natural. ¿Observan cómo no distrae a nadie, ya que todos están ocupados en asuntos tan serios? Y, ¡qué nobleza y sentimiento los de esta abuela que, sin distraerse de la lectura, impide mecánicamente que el pequeño pillo moleste al perro! ¿Pueden oír cómo le atormenta y le pone cuernos con la mano? ¡Qué gran pintor! ¡Qué gran composición!]
Es una descripción fascinante. Los historiadores que han escrito sobre La Lecture o sobre otros cuadros de género con varias figuras de Greuze, han enfatizado su preocupación por los temas de la piedad rural, el sentimiento familiar y la virtud doméstica. También han subrayado la presentación de estos temas de una forma narrativo-dramática cuyo ostensible verismo en la fisionomía, atuendo y ambiente está acompañado de un extremismo psicológico y emocional...

Índice

  1. Índice
  2. Prefacio
  3. Introducción
  4. Capítulo I. El predominio del ensimismamiento
  5. Capítulo II. Hacia una ficción suprema
  6. Capítulo III. Pintura y espectador
  7. Apéndice A. Grimm: sobre la unidad, instantaneidad y otros tópicos
  8. Apéndice B. Dos textos relacionados: la Lettre sur les spectacles y Die Wahlverwandtschaften
  9. Apéndice C. Los dibujos de Homero de David (1794)
  10. Índice de ilustraciones