ALGUNAS APROXIMACIONES
A BULLITT
11. Las persecuciones automovilísticas en el cine y la huella de Bullitt
Like Steve McQueen
All I need’s a fast machine.
Sheryl Crow, «Steve McQueen»
Coches, persecuciones y el cine como atracción de feria
El coche y el cinematógrafo son inventos muy ligados el uno al otro. Su nacimiento y difusión masiva corrieron casi en paralelo y supusieron la irrupción de nuevas y grandes sensaciones en la sociedad del momento. Ya desde el principio la representación del automóvil estuvo ligada al movimiento y la velocidad. La fascinación por la novedad, la aceleración de la vida urbana del cambio de siglo y las múltiples posibilidades cómicas que contenía, le otorgaron al coche una presencia fílmica recurrente. Películas de truco, cortos documentales, comedias sobre fantásticos atropellos y otras variedades poblaron el mapa cinematográfico y demostraron las posibilidades técnicas de ese invento que entretenía a las masas. El historiador Tom Gunning ya argumentó de manera convincente cómo una parte importante de ese cine de los orígenes fascinaba a su audiencia con trucos y atracciones de toda índole, otorgándole un carácter extático. Gunning habla de «cine de atracciones» —en alusión a ese otro invento de la época, el parque de atracciones— destacando la relación del cinematógrafo con otras formas de entretenimiento popular como la feria, el circo, el carnaval o el vodevil. Y lo ejemplificaba con la película de persecuciones, una importante fórmula de entretenimiento que aglutinaba ese carácter extático y una incipiente narratividad:
La película de persecuciones muestra como hacia el final de este periodo (básicamente desde 1903 a 1906) una síntesis de atracciones y narratividad ya estaba en marcha. La persecución había sido el verdadero género narrativo original del cine, proporcionando un modelo para la causalidad y la linealidad además de una continuidad básica en el montaje.
Así que finalmente algo en su esencia tan espectacular como la persecución ayudó a cimentar la continuidad narrativa. Por encima del asombro y la maravilla de la propia persecución, ésta debía entenderse, y esa comprensión espectatorial sólo podía cimentarse en la continuidad y la lógica causal. En cierta forma las persecuciones han continuado aglutinando esas dos propiedades, el éxtasis de una acción espectacular y la narratividad. Las secuencias, como veremos, han oscilado históricamente entre esas dos opciones.
Gunning opina que aunque el elemento de atracción se mantuvo durante años en un segundo plano, la aparición de lo que él denomina «cine de efectos» nacido con directores como Steven Spielberg y George Lucas, recuperaba en cierta manera el espíritu del «cine de atracciones». Es interesante la clarividencia de Gunning (su artículo está escrito en 1986), pues apenas unos lustros más tarde gran parte de esos blockbusters se convertirían en atracciones particulares en los parques de atracciones temáticos de las grandes productoras de Hollywood.
El cine espectáculo de los últimos tiempos —el nuevo cine de atracciones siguiendo a Gunning— parece haber reforzado la opción por los efectos especiales y las persecuciones basadas en la capacidad de asombrar y entretener al espectador, pero también tenemos buenos ejemplos sobre cómo estructurar y construir una secuencia de persecución según sólidos criterios de continuidad narrativa. Hoy en día, todas las opciones conviven.
Al principio la persecución estaba estrechamente asociada a la comedia. Eran recurrentes en cintas de Harold Lloyd, Buster Keaton o Laurel y Hardy y eran una de las bases cómicas de los llamados Keystone Cops, películas producidas por Mark Sennett para su Keystone Film Company en donde torpes policías corrían sin parar de un lado para otro. El coche, con el tiempo, se convirtió en el elemento casi imprescindible de un subgénero como la road movie, en donde persecuciones y carreras constituyen de manera recurrente los elementos básicos de viajes metafóricos y tránsitos vitales. Menos simbólicos suelen ser los desplazamientos motorizados de las películas sobre automovilismo: Avidez de tragedia (The Crowd Roars, H. Hawks, 1932) con James Cagney de protagonista, Indianápolis (To Please a Lady, C. Brown, 1950), Hombres temerarios (The Racers, H. Hathaway, 1955), Grand Prix, Las 24 horas de Le Mans, Un instante, una vida (Bobby Deerfield, S. Pollack, 1977), o las más actuales Driven (R. Harlin, 2001) y Rush (R. Howard, 2013). Durante los sesenta y los setenta los coches se unieron a la comedia y, siguiendo la estela de Los autos locos, representaban carreras fuera de circuitos cerrados, por vías interurbanas o internacionales, en el que las reglas brillan por su ausencia y abundan los equívocos. La carrera y los coches suelen ser la excusa sobre la que cimentar los más alocados gags. La carrera del siglo, film en el que de hecho se inspiraron los citados dibujos animados, dio inicio a una serie de cintas como El mundo está loco, loco, loco, El rally de Montecarlo y toda su zarabanda de antaño (Monte Carlo or bust!, K. Annakin, 1969), la futurista La carrera de la muerte del año 2000 (Death race 2000, P. Bartel, 1975), Locos al volante (The Gumball Rally, C. Bail, 1976) o Cannonball (P. Bartel, 1976). El coche y el terror se unen en la adaptación de la novela de Stephen King Christine (J. Carpenter, 1983) o en el debut de Steven Spielberg en la dirección de El diablo sobre ruedas, que gira sobre la misteriosa persecución de un coche por parte de un camión a cuyo conductor no vemos en toda la película.
¿Qué es una persecución?
Centrémonos ya en las persecuciones automovilísticas. ¿Qué las define? Según Jesse Crosse se trata de «una escena de persecución que tiene su propio principio y final dentro de la película». Es decir, tiene un planteamiento narrativo resuelt...