Almanaque Histórico Argentino 1930-1943
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Almanaque Histórico Argentino 1930-1943

Crisis, modernización y autoritarismo

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Almanaque Histórico Argentino 1930-1943

Crisis, modernización y autoritarismo

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¿Por qué un Almanaque Histórico Argentino? Porque creemos que la historia, como ciencia, reconstruye y analiza el pasado, interpretando las fuentes desde el presente. Y los presentes son todos distintos. Éste de finales de la segunda década del siglo XXI que nos toca transitar, donde las extremas derechas crecen en todo el mundo y las crisis económicas globales son cada vez más seguidas, profundizando la desigualdad social, nos invita a mirar el pasado para encontrar similitudes y diferencias; para hallar continuidades y rupturas.La crisis iniciada en 1929 afectó al mundo en todos sus aspectos. La debilidad del sistema político liberal propició el primer golpe de Estado de nuestra historia. Fue una crisis que llegó para quedarse; y la única receta para imponerse y mantenerse en el gobierno fue la reinstalación del fraude electoral, la censura y la represión. En suma, el autoritarismo. Pero también llegó la modernización, a través del desarrollo de un nuevo modelo industrial que tuvo un fuerte impacto en las cuestiones sociales.Este Almanaque —denominación que pretende rescatar esas antiguas publicaciones que trataban distintos aspectos sobre un mismo tema (Almanaque mundial, Almanaque de la industria, etc.)— puede leerse por capítulos y no necesariamente de principio a fin. Cada uno de ellos aborda un aspecto del período de la historia argentina comprendido entre el 6 de septiembre 1930 y el 4 de junio 1943.

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Información

Editorial
Bärenhaus
Año
2019
ISBN
9789874109422

CAPÍTULO II
LA ECONOMÍA DE LA RESTAURACIÓN CONSERVADORA

Alberto Rossi
La debacle económica desatada a partir de la quiebra de la Bolsa de Valores de Wall Street en 1929, sumió a los países industriales y su periferia en una crisis espiralada, donde las medidas económicas liberales de corte clásico (disminución de inversiones, baja de salarios, despidos, desocupación creciente, menor demanda de bienes y servicios, baja de la producción industrial y desequilibrios en el comercio exterior) no lograron detener sus consecuencias, ni contener su expansión que pasó de EE.UU. a Europa, y de allí al resto del mundo.
Los países centrales se volvieron proteccionistas, devaluaron sus monedas, reclamaron el pago de saldos comerciales a favor, así como las remesas de las utilidades que generaban sus compañías radicadas en el extranjero, y los servicios financieros de los préstamos e inversiones radicadas en el exterior. El comercio internacional se cerró al bilateralismo, pactado en forma de acuerdos, tratando de nivelar sus balanzas, con el fin de evitar la salida de divisas. Elevaron los precios de los bienes industrializados demandando menos productos primarios de los países periféricos. Era necesario producir un mayor volumen de materias primas y alimentos para obtener la misma cantidad de productos industrializados que en la década anterior. Los términos de intercambio habían variado.
En la República Argentina la caída de las exportaciones en 1930 produjo un serio desequilibrio en las cuentas fiscales, fuga de capitales, quiebras y desocupación. El gobierno radical debió suspender la Convertibilidad de la moneda nacional porque de otro modo se habrían vaciado de metálico las arcas del Estado Nacional. La medida irritó aún más a los sectores concentrados de la Economía Agroexportadora, quienes sostenían que Yrigoyen era incapaz de resolver la situación económica nacional, y que buena parte de la culpa también la tenían sus colaboradores, por no estar capacitados para gobernar, y menos para enfrentar el escenario internacional.
Los conservadores que habían perdido el poder en 1916 en manos de la Unión Cívica Radical, aprovecharon la coyuntura para dar un Golpe a cargo del Ejército, con el objeto de tomar el control del Estado, hacerse cargo del presupuesto y tratar de restablecer la demanda del comercio exterior.
A partir del 6 de septiembre de 1930 se instauró el autodenominado Gobierno Provisional, encabezado por el general José Félix Uriburu.
Pese a que la dictadura se declaraba antiliberal, escogió un gabinete de asesores y ministros librecambistas provenientes de la Sociedad Rural; la banca y/o representantes de compañías extranjeras para tomar medidas propias de la ortodoxia económica con el objeto de bajar y contener el gasto, buscando equilibrar las cuentas públicas.
La caída de las exportaciones redujo las importaciones, poniendo en jaque al Estado argentino que dependía, exclusivamente, de los ingresos fiscales que la aduana cobraba a las importaciones, por lo tanto despidió a empleados públicos, redujo los sueldos y frenó la obra pública.
Para aumentar los recursos de los que disponía el Estado se buscó elevar las alícuotas de los gravámenes que ya se cobraban, por ejemplo, en un 10% de incremento en las importaciones, y el aumento en los tributos vigentes como timbrados, sucesiones y sellados. También se crearon otros impuestos como el de Réditos (ganancias) y a los combustibles.
Para evitar una mayor depredación del peso argentino el gobierno mantuvo cerrada La Caja de Conversión, autorizando solamente la salida de oro del país para el pago de la deuda externa.
Según Claudio Belini y Juan Carlos Korol:
El gobierno mantuvo cerrada la Caja de Conversión, pero se autorizó la exportación de oro para pagar los intereses los intereses de la deuda, como forma de mantener la confianza en el peso. El resultado fue una declinación vertical de la garantía en oro de la moneda y una acelerada depreciación. Alarmados por este proceso, en 1931, se implantó el control de cambios y se creó una Comisión de Control de Cambios. El Enfoque ortodoxo de la política económica también estaba presente en la decisión de continuar los pagos de los intereses de la deuda externa, la mayor parte de la cual se hallaba en manos de Gran Bretaña. Las autoridades consideraron que esta medida era esencial para mantener el prestigio del país y el acceso al mercado internacional de capitales. Sin embargo, requería grandes sacrificios, algo injustificados en el marco de una moratoria generalizada. En efecto, la caída del valor de las exportaciones imponía un importante recorte de las importaciones para disponer divisas con las cuales pagar la deuda. El control de cambios sirvió efectuar dicho recorte y posibilitar otros pagos. Aun así, la Argentina no recibió nuevos préstamos durante la década de 1930.1
La decisión de no suspender el pago de los servicios financieros, cuando otros países latinoamericanos planteaban una moratoria, disminuyó las reservas de oro del país, en un contexto comercial que se mostraba dificultoso en lograr su reposición.2 Como consecuencia directa el peso argentino, al mermar el nivel de su respaldo metálico, sufría una importante devaluación.
El panorama terminó de agravarse cuando EE.UU. y Francia, poseedores de las tres quintas partes del oro mundial, decidieron incrementar sus stocks a partir de no reinvertir sus excedentes comerciales en los países deudores. Esto provocó el abandono del Patrón Oro por parte de Inglaterra, con el objeto de poner fin a la fuga de éste en su país.3
El Patrón oro era la base monetaria de casi la totalidad de los países centrales y periféricos. Permitía un sistema de respaldo al circulante monetario interno, y también el cálculo del valor de cada moneda con respecto a otra. Además era la divisa con que se saldaban las operaciones del comercio exterior.
Aldo Ferrer sostiene: “Cuando regía el Patrón Oro, el papel moneda era convertible en oro y viceversa, la cantidad circulante estaba vinculada al oro y otras divisas convertibles, y la entrada y salida de oro era libre y dependía del saldo con las transacciones en el exterior”.4
La crisis del sector interno de los países especializados en la exportación de productos primarios, provocó considerables déficits en sus balances de pagos, que fueron saldados, en primera instancia, recurriendo a las reservas de oro y divisas que disponían. La utilización del oro para balancear las cuentas internacionales era necesariamente un recurso de duración limitada.5
Para 1933, EE.UU. también abandonaría el patrón oro, acelerando la crisis del intercambio mundial, que cerraría definitivamente la etapa liberal del comercio exterior abierto. Como consecuencia directa del drástico cambio de reglas del mercado internacional, se constituyeron nuevas zonas de intercambio de acuerdo a la moneda y criterio del país hegemónico de cada una de estas conformaciones, problematizando aún más la situación económica y financiera de la República Argentina. A la caída de sus exportaciones se sumaba el abandono del Patrón Oro, favoreciendo la política de los nuevos bloques comerciales que disponían de sus propios sistemas de divisas.
El Comercio exterior avanzaba a nuevas formas de intercambio basadas en relaciones bilaterales, signadas por pautas específicas en cada caso. Ahora había necesidad de contar con distintos medios de pago, y ello limitaba a los países exportadores primarios, ya que sólo muy pocos poseían productos que eran demandados en forma unísona por un conjunto de naciones.
Ante esta situación, el mundo capitalista se dividió en tres grupos de zonas monetarias, cada uno de los cuales prosiguió una política distinta. El dólar agrupó a los Estados Unidos y a los países con tendencia a la inflación; el bloque del oro estaba encabezado por Francia y tendía a la deflación; mientras que el bloque de la libra esterlina era encabezado por Gran Bretaña. En 1936 se logró cierta mejora en la situación cuando los países que aún mantenían en el Patrón Oro lo abandonaron y Francia firmó con los Estados Unidos y el Reino Unido un acuerdo tripartito para regular en común sus circulaciones monetarias. […] De esta manera se llegó a la desaparición definitiva del Patrón Oro, aunque las medidas proteccionistas continuaron y cada Estado siguió su propio camino para mejorar su situación: el capitalismo liberal daba paso a un capitalismo marcadamente nacionalista y proteccionista. Como resultado de ello el comercio internacional se redujo en un tercio, aproximadamente, en el quinquenio posterior a 1929.6
La situación se complicaba, aún más, dado que Argentina vendía su mayor producción a Inglaterra y necesitaba de los bienes manufacturados en los Estados Unidos, y éste protegía toda su producción interna.
Esta triangulación comercial había comenzado con la irrupción del país del norte como la economía industrial más poderosa después de la Primera Guerra Mundial.
La capacidad de producción de bienes novedosos y de alta tecnología fabricados en escalas de producción sin antecedentes, hasta ese momento, cuya demanda se encontraba en expansión, puso en jaque a Inglaterra y a su sistema financiero comercial basado en la compra de materias primas y alimentos y la venta de bienes de capital.
Además, Estados Unidos era un importante productor de materias primas y protegía su producción agro-ganadera.7
A partir de la crisis de 1929 los países como Argentina cuya economía primaria exportadora carecía de productos que interesaran al país del norte, comenzaron a encontrar dificultades en la importación de las manufacturas y bienes de capital desde esa nación.
Las medidas económicas ortodoxas y heterodoxas tomadas por el Gobierno de Uriburu no alcanzaban, ya que, para paliar la creciente crisis desatada por el fin del Capitalismo Liberal, la obtención de divisas se tornaba dramática. No sólo bajaban los volúmenes de exportaciones, sino que además seguían cayendo sus precios internacionales, y aumentando el de los productos manufacturados.
En octubre de 1931 se creó una Comisión de Control de Cambios que ponía trabas a la exportación de capitales y remesas de las empresas extranjeras radicadas en el país. Además, el Estado fijaba el valor de la divisas, y determinaba el uso de éstas, y asignaba prioridades a la importación de productos, de acuerdo a sus necesidades y posibilidades. La realidad demostraba que esta profunda regulación de la balanza de capitales respondía a la carencia de recursos.
De este modo, las empresas extranjeras comenzaron a acumular ganancias que no podían repatriar a sus casas matrices. Una muestra son las empresas inglesas de ferrocarriles, que tenían impedida la repatriación de los capitales acumulados en Argentina, a partir del control de salida de divisas que se aplicaba. Esto se constituirá en uno de los temas centrales a resolver por el gobierno de Su Majestad.
En el siguiente cuadro se refleja la situación de la balanza comercial de la Argentina. Tomando 1928 como base 100 (el año previo a la crisis), se puede observar el deterioro de las exportaciones, y la baja de las importaciones, condicionadas por la fal...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Sobre este libro
  5. Sobre Guillermo Máximo Cao
  6. Índice
  7. Autores del presente volumen
  8. 100 historias: Presentación
  9. Introducción
  10. Capítulo I. Los gobiernos del período 1930-1943
  11. Capítulo II. La Economía de la restauración conservadora
  12. Capítulo III. La Industrialización Argentina 1930-1943
  13. Capítulo IV. El Movimiento obrero en la Década Infame: entre la represión política y las transformaciones económicas y sociales
  14. Capítulo V. Descentrada y Salvadora
  15. Capítulo VI. María Rosa Oliver, otra “descentrada”
  16. Capítulo VII. Las asociaciones étnicas de socorros mutuos después de la migración histórica
  17. Capítulo VIII. “Hombres en soledad”. El golpe de Estado de 1930 en la literatura de Manuel Gálvez
  18. Capítulo IX. Almanaque 1930-1943
  19. Anexo. Mundial y Dictadura: Italia 1934
  20. Otros integrantes de 100 historias