La columna Durruti
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La columna Durruti

26 División del Ejército Popular de la República

  1. 380 páginas
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La columna Durruti

26 División del Ejército Popular de la República

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El 24 de julio de 1936 salió de Barcelona un número indeterminado de hombres y mujeres con la intención de conquistar Zaragoza. Muchos de los voluntarios habían combatido en las calles barcelonesas durante los días 19 y 20, derrotando a los militares que se habían sublevado contra el gobierno del Frente Popular.La columna estaba dirigida por Buenaventura Durruti, el incansable luchador anarquista, por lo que se la conoció de inmediato como columna Durruti. Una unidad de milicianos que, junto con el Quinto Regimiento comunista creado por aquellas mismas fechas en Madrid, se convertiría en la agrupación de estas características más famosa de la guerra civil.Sin embargo, las cosas no salieron como Durruti hubiera deseado. El avance se frenó a unos 40 km de Zaragoza, y lo que en principio debía ser una marcha triunfal se convirtió en un fracaso militar por la resistencia de las unidades rebeldes.Pero la guerra continuó. Más columnas catalanas se unieron a la de Durruti para combatir en el frente aragonés, a la vez que se intentaba imponer la utopía libertaria colectivista en los pueblos ocupados. A veces, con sangre. Un programa revolucionario que llamó la atención de numerosos extranjeros, que vinieron a Aragón con la intención de contar lo que estaba sucediendo o incluso para unirse a la columna.Este libro trata de las vicisitudes de aquellos anarquistas que combatieron toda la guerra, murieron o tuvieron que exiliarse tras la derrota final. Lucharon en Aragón, en Madrid, en Cataluña... El gobierno de la república les obligó a militarizarse y convertirse en la 26 división del Ejército Popular. Cuando eso sucedió, en mayo de 1937, hacía seis meses que habían matado a Durruti en Madrid.Los que sobrevivieron contaron muchas cosas, que sirven de base a este libro, donde por primera vez se aborda de forma completa y exhaustiva la historia de la columna Durruti y de su heredera la 26 división, de sus protagonistas y de sus vivencias.

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Información

Editorial
Laertes
Año
2018
ISBN
9788416783472
Edición
1
Categoría
Geschichte
Eladi Romero García

LA COLUMNA DURRUTI

26 DIVISIÓN DEL EJÉRCITO POPULAR
DE LA REPÚBLICA

INTRODUCCIÓN1

El 24 de julio de 1936 salió de Barcelona un número indeterminado de hombres y mujeres (acaso unos dos mil) con la intención de conquistar Zaragoza, una ciudad de la que llegaban alarmantes noticias sobre la represión que los militares rebeldes estaban llevando a cabo contra sus camaradas de la Confederación Nacional del Trabajo (la CNT). Muchos de los integrantes en aquella legión de impulsivos libertarios también habían combatido en las calles barcelonesas durante los días 19 y 20, derrotando a los militares que asimismo se habían rebelado allí contra el gobierno del Frente Popular.
La columna que iba a penetrar por tierras aragonesas estaba dirigida por Buenaventura Durruti, el incansable luchador anarquista empeñado en llegar hasta la capital del Ebro e implantar la revolución libertaria allí por donde pasara. De ahí que a la unidad que dirigía se le conoció de inmediato con el nombre de columna Durruti. Una unidad de milicianos voluntarios que, junto con el Quinto Regimiento comunista creado por aquellas mismas fechas en Madrid, se convertiría en la agrupación de estas características más famosa de toda la guerra civil.
Sin embargo, pronto se produjo el primer aviso de que no todo iba a resultar fácil. El día 28, en los alrededores del pueblo zaragozano de Pina de Ebro una parte de la columna sufrió un ataque aéreo que produjo la desbandada. La guerra que llegaba del cielo atemorizó a numerosos milicianos, que abandonaron la columna para regresar a Barcelona. El avance hacia Zaragoza se frenó, y lo que en principio debía ser una marcha triunfal acabó convirtiéndose en un fracaso militar.
Pero la guerra continuó. Más columnas catalanas se unieron a la de Durruti para combatir en el frente aragonés, a la vez que se intentaba imponer la utopía libertaria colectivista en los pueblos ocupados. A veces, con sangre. Un programa revolucionario que llamó la atención de numerosos extranjeros, que vinieron a Aragón con la intención de contar lo que estaba sucediendo o incluso para unirse a la columna.
Este libro trata de las vicisitudes de aquellos miles de combatientes anarquistas que combatieron toda la guerra, murieron o tuvieron que exiliarse tras la derrota final. Lucharon en Aragón, en Madrid, en Cataluña... El gobierno de la república les obligó a militarizarse y convertirse en una unidad denominada 26 división del Ejército Popular, aunque parece ser que nunca se perdió el inicial espíritu libertario que les había unido. Cuando eso sucedió, allá por mayo de 1937, Durruti llevaba ya seis meses muerto. Había caído desplomado en Madrid por una bala sobre la que todavía hoy desconocemos de qué arma surgió.
Sabemos el final de esta historia: la amarga derrota de 1939 en tierras catalanas, después de una rápida retirada, casi una desbandada, por tierras aragonesas en marzo del año anterior. La mayoría de los combatientes pasaron a Francia, donde fueron tratados como individuos extremamente peligrosos y encerrados en campos de internamiento. Algunos tuvieron luego la fortuna de llegar a Hispanoamérica, aunque su mayor parte vivió la ocupación alemana e incluso la muerte en el campo de exterminio austriaco de Mauthausen-Gusen.
Los que sobrevivieron contaron muchas cosas, que sirven de base a este libro, donde por primera vez se aborda de forma completa y exhaustiva la historia de la columna Durruti y de su heredera la 26 división, de sus protagonistas y de sus vivencias. Hemos utilizado para su elaboración fuentes muy variadas como memorias, recuerdos, artículos de prensa, documentos originales obtenidos en archivos, fotografías e incluso reportajes cinematográficos. Una ardua tarea de cuyo resultado nos sentimos sencillamente satisfechos.

BUENAVENTURA DURRUTI,
EL PERFECTO REVOLUCIONARIO

Primeros pasos

El protagonista de este libro no es Buenaventura Durruti Dumange, sino el conjunto de milicianos y soldados que formaron parte, durante la guerra civil, de la columna que llevó su nombre, luego transformada en la denominada 26 división del Ejército Popular de la república.
Sin embargo, no hay duda de que el alma que dirigió dicha columna, hasta su muerte el 20 de noviembre de 1936 en Madrid, fue Durruti, un hombre que hizo de sus ideales libertarios la guía que dirigió prácticamente toda su vida, hasta el extremo de convertirse en uno de los revolucionarios más afamados tanto en Europa como en Sudamérica entre 1917 y 1936. Después de su fallecimiento, su figura se convertiría además en un mito, exaltado por sus correligionarios y a la vez denostado por sus múltiples enemigos, tanto de un bando como de otro. De ahí que, antes de pasar a narrar lo acontecido en la columna que llevó su apellido, ofrezcamos algunas pinceladas de su peculiar trayectoria revolucionaria.
Durruti nació el 14 de julio de 1896 en León, segundo de los ocho hijos de Santiago Durruti y Anastasia Domínguez. Influido por un maestro de taller socialista llamado Melchor Martínez y por su propio padre, seguidor de esa misma ideología, en abril de 1913 se afilió a la Unión de Metalúrgicos del sindicato UGT (la Unión General de Trabajadores, de filiación socialista). Cabe señalar que desde tres años atrás trabajaba como aprendiz en el taller del citado Martínez.
Empleado aquel año en la compañía minera Anglo-Hispana como montador de lavaderos de carbón en Matallana de Torío, a unos 30 kilómetros al norte de León, no tardó en verse involucrado en un conflicto provocado por los mineros, que exigían la destitución de uno de los ingenieros por su actitud claramente contraria a sus intereses. Los mineros, con el apoyo de Durruti y los demás mecánicos, consiguieron que el ingeniero fuera despedido. Sin embargo, al regresar Durruti a León, se encontró con la noticia de que la Guardia Civil había empezado a interesarse por él.
En 1914, el padre de Durruti le consigue un nuevo trabajo como mecánico ajustador en la Compañía de Ferrocarriles del Norte, empresa en la que su progenitor trabajó hasta caer enfermo. En Asturias se encontraba Durruti cuando, en 1917, estalló la gran huelga revolucionaria promovida por la UGT y secundada por el sindicato anarquista Confederación Nacional del Trabajo (en adelante, la CNT). Buenaventura desplegó durante la huelga una gran actividad, contribuyendo a la quema de locomotoras y al levantamiento del tendido de las vías, lo que significó su expulsión de la UGT, poco proclive a este tipo de acciones, y obviamente, el despido de la compañía. Junto con un amigo leonés llamado Antonio Rodríguez (cuyo verdadero nombre era Gregorio Martínez Gazán), apodado El Toto, se dirigió en primer lugar hacia Gijón, donde contactó con la CNT, y posteriormente huyó a Francia, ya que además de por saboteador era buscado por desertor. Había comenzado su vida como activista revolucionario perseguido por las autoridades.
El 1 de enero de 1919 Durruti cruzó clandestinamente la frontera y se dirigió de nuevo a Asturias, donde debería realizar una misión encomendada por la CNT. Una vez cumplida la misión, parece ser que estuvo en La Robla, a 25 kilómetros al norte de León, implicado en un grave conflicto laboral, dirigiéndose poco después a Valladolid, donde permaneció unos tres meses. Más tarde, y cuando se encaminaba hacia Galicia con el fin de participar en diversas acciones, fue detenido por la Guardia Civil y enviado a La Coruña. Allí le identificaron como desertor y le trasladaron a San Sebastián, siendo sometido a consejo de guerra y encarcelado. Sin embargo, permaneció muy poco tiempo en la cárcel, ya que, con la ayuda de varios compañeros, logró evadirse y huyó a Francia en julio de 1919, después de haber pasado algún tiempo escondido en los montes.
En 1920 regresó a España por San Sebastián, y se dirigió a Barcelona. Antes de emprender la marcha hacia la capital catalana, rechazó un trabajo en una fábrica de Rentería que Manuel Buenacasa Tomeo (activo dirigente cenetista aragonés) y otros compañeros le habían buscado, así como un puesto en el comité de metalúrgicos de la CNT en el País Vasco. No era hombre para cargos de dirección, quedaba claro. «En mi opinión los cargos importan poco —decía Durruti—. Lo importante para mí es la base, a fin de poder obligar a los de arriba, desde ella, a que respeten sus compromisos, impidiéndoles así, en la medida de lo posible, que se burocraticen» (cita reproducida en la biografía de Durruti de Julio Acerete, p. 36, ver bibliografía). A su paso por el País Vasco, Durruti conoció a otros anarquistas significados: Gregorio Suberviola, Marcelino del Campo (ambos abatidos por la policía en Barcelona en 1924), Cristóbal Aldabaldetrecu y Moisés Ruiz, con los que creó el grupo llamado Los Justicieros, cuyos lugares de acción eran, simultáneamente, Aragón y Guipúzcoa. El grupo decidió actuar rápidamente y con contundencia, y su primer objetivo fue Alfonso XIII, aprovechando que el monarca iba a asistir a la inauguración del casino Gran Kursaal de San Sebastián. La pretensión de los anarquistas era acabar con la vida del rey valiéndose de explosivos, pero sus intenciones se vieron frustradas ante el masivo despliegue policiaco que se llevó a cabo en el País Vasco para lograr la captura de Durruti y los suyos, que habían sido denunciados.
En febrero de 1921, Durruti se encontraba en Andalucía en cumplimiento de una nueva misión, cuyo fin era ampliar las bases del anarquismo en esta región. El 9 de marzo, en compañía de Juliana López Mainar, con la que había viajado al sur, regresó a Madrid y fue apresado por la policía. Precisamente el día anterior, tres desconocidos habían asesinado al presidente del gobierno Eduardo Dato, y la capital se encontraba tomada por las fuerzas del orden. No obstante, Durruti, haciendo uso de una falsa personalidad, logró engañar a la policía y salió libre, continuando su viaje de vuelta a Barcelona.
El grupo de Los Justicieros, que más tarde cambió su nombre por el de Crisol, siguió en su línea de utilización de la violencia como respuesta a la otra violencia desatada por la patronal. A finales de 1922 se constituía el grupo Los Solidarios, cuyo fin primordial era la lucha contra las bandas armadas subvencionadas por los empresarios. Los choques entre estos grupos llegaron a adquirir un carácter de verdadera guerra civil. Los Solidarios contaban con varios colaboradores y gente de confianza, cuya ayuda era solicitada según la naturaleza del asunto que les ocupara. Los principales componentes del grupo eran Durruti, Francisco Ascaso, Juan García Oliver, Eusebio Brau (muerto por la Guardia Civil en 1923), Aurelio Fernández Sánchez, Miguel García Vivancos, Alfonso Miguel Martortell, Ricardo Sanz García* (futuro jefe, ya durante la guerra, de la 26 división), Rafael Torres Escartín, Ramona Berni Toldrà y los citados Antonio Rodríguez El Toto, Juliana López y Gregorio Suberviola.
Uno de los primeros objetivos del grupo fue el cardenal-arzobispo de Zaragoza Juan Soldevila Romero, un individuo que todos relacionaban con la patronal y sus duras medidas aplicadas en la lucha contra los anarquistas. Fue asesinado en la capital aragonesa el 4 de junio de 1923, cuando circulaba con su vehículo, por dos personas identificadas como Francisco Ascaso y Rafael Torres, que serían juzgados por el atentado.
El 1 de septiembre se llevaba a cabo una nueva y espectacular acción de Los Solidarios, en esta ocasión contra la sede del Banco de España de Gijón. Un atraco a mano armada en el que los asaltantes se llevaron un botín de unas 675.000 pesetas. La acción no resultó fácil. Durruti, después de mantener un violento tiroteo con la Guardia Civil, logró huir subiendo al tejado de una casa y abandonando la ciudad al amparo de la noche. «La banda de Durruti» comenzaba a ocupar los titulares de la prensa burguesa. Días más tarde, el mismo Durruti, ayudado por varios compañeros, conseguía liberar a Francisco Ascaso, que se encontraba en prisión por la muerte de Soldevila.
Ambos amigos, Durruti y Ascaso, deciden emprender la huida a Francia. Una vez en París, toman contacto con otros anarquistas allí establecidos, y juntos dan origen a la Editorial Anarquista Internacional. La creación de esta empresa tenía como fin propagar por todo el mundo las obras ideológicas y de lucha del movimiento libertario. En la capital francesa tuvieron conocimiento de la muerte de varios de sus compañeros como Del Campo y Suberviola.

Hispanoamérica

A finales del año 1924, Durruti y Ascaso embarcaban con rumbo a Hispanoamérica. Cuba constituyó el punto inicial de su periplo por estas tierras, y allí encontraron empleo como cortadores de caña. Pronto comenzaron su labor en favor de los trabajadores de ese país, y el punto álgido de sus acciones fue la ejecución de un empresario que mantenía a sus obreros en un lastimoso estado de práctica esclavitud. La activa búsqueda de los dos anarquistas por la policía les convenció de la necesidad de abandona...

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