Psicoconstelaciones
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Psicoconstelaciones

Una terapia integral para el cuerpo y el alma

  1. 192 páginas
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Psicoconstelaciones

Una terapia integral para el cuerpo y el alma

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Información del libro

"Todos tenemos la oportunidad de cambiar y de sanar", afirma el licenciado Marcelo Ducruet. "No creo en la predestinación o lo inmutable, todo puede cambiar de un momento a otro, y a pesar del profundo impacto que tienen los ancestros en nuestro presente, solo pueden incidir en él, en tanto y en cuanto, lo permitamos".Psicoconstelaciones es una terapia antigua y revolucionaria a la vez, porque si bien desde hace décadas, o si se quiere, siglos, se indaga en el árbol genealógico de las personas para comprender las patologías o problemáticas actuales, este nuevo aporte ofrece una sumatoria de herramientas que complementan el estudio transgenealógico: Psicología, Reiki, Constelaciones Familiares, Regresión y Terapia Corporal."El hombre evoluciona, la psiquis cambia, la sociedad muta… Ya es hora de abrir la mente y permitir que ciertos eventos que trascienden lo inmediatamente observable den lugar a otros que históricamente han quedado relegados por no pertenecer al ámbito de lo 'probado científicamente'. Sin duda este libro brindará un nuevo panorama acerca de los malestares y problemas actuales y dará esperanza y coraje para afrontar otros métodos de curación".

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Información

Editorial
Bärenhaus
Año
2019
ISBN
9789874109538
Categoría
Psicología
Categoría
Psicoterapia

El rol del terapeuta sistémico

«La ayuda es un arte. Como todo arte, requiere una destreza que se puede aprender y ejercitar. También requiere empatía con la persona que viene en busca de ayuda. Es decir, requiere comprender aquello que le corresponde y, al mismo tiempo, la trasciende y la orienta hacia un contexto más global».
Los órdenes de la ayuda, de Bert Hellinger
Al plantearme la escritura de este libro, sentí claramente que debía describir mi método de trabajo y el papel que desempeño como terapeuta sistémico, pues, la mayoría de la gente que consulta a un profesional en Psicología suele hacerlo por recomendación o por derivación, situación que ocurre con bastante frecuencia, sobre todo, desde el auge de los sistemas de seguro médico u obra social, pero son escasos o casi nulos los casos en los cuales alguien elije un modelo de trabajo específico.
Ocurre a menudo, que luego de un tiempo de tratamiento, los pacientes se interesen por saber cuál es el marco de referencia en el que me baso y qué es lo que lo caracteriza y lo diferencia del modelo psicoanalítico. Para ilustrar este punto, tomé palabras del libro La táctica del cambio. Cómo abreviar la terapia, de Richard Fisch, John Weakland, y Lynn Segal, representantes de la Escuela de Palo Alto, California: “La teoría Psicodinámica se centra en el paciente individual, sobre todo, en las estructuras y procesos intrapsíquicos”. Fíjense qué importancia se le otorga a lo individual en vez de a lo grupal o familiar y, por lo tanto, se hace hincapié en que los problemas son el resultado de deficiencias del individuo, de carencias provocadas (excepto en el caso de aquellas a las que a veces se les asigna un carácter innato) por la ausencia de experiencias positivas tempranas, precoces o tardías. Con respecto a la práctica, se prescribe que el psicoanalista debe lograr, primero, un claro entendimiento de esas cuestiones complejas y ocultas, y, a continuación, ayudar, mediante interpretaciones, a que el paciente obtenga la comprensión adecuada. En algunas formas de tratamiento individual también pueden ser importantes el apoyo y la orientación con vistas a superar o compensar una supuesta carencia, pero el factor curativo fundamental sigue siendo la introspección, la comprensión interior. La premisa básica es de orden intelectual: “El conocimiento hará libre al sujeto”.
Vean en cambio, qué es lo que plantea el modelo de la Terapia Familiar Sistémica:
Su visión de los problemas y su tratamiento profesional difieren punto por punto de la postura psicodinámica que acabamos de esbozar. Como es obvio, la terapia familiar se centra en el paciente no en solitario sino en su contexto social primario, la familia. La atención otorgada a la comunicación y a la interacción dentro de la familia conduce a un énfasis mucho mayor sobre la conducta real, la que tiene lugar de forma observable en el presente, más bien que en el pasado, en lo interior o en lo inferido. El no considerar aisladamente la conducta problemática sino en relación con su contexto inmediato, la conducta de los demás miembros de la familia significa algo más que un mero cambio concreto de punto de vista, por importante que éste sea. (…). En lo que respecta a la práctica, esta visión propone que la tarea del terapeuta no se reduzca a comprender el sistema familiar y el lugar que en él ocupa el problema, sino que también ha de tomar alguna medida que cambie el sistema disfuncional, con objeto de solucionar el problema.4
Es decir, estamos frente a dos modelos cuya manera de trabajo opera desde posiciones distintas: uno se centra en la estructura psíquica del paciente en tanto que el otro se dirige directa pero amorosamente a disolver el nudo gordiano dentro del entramado familiar. Obviamente, ciertas cuestiones de orden individual se toman en cuenta, pero las dificultades u obstáculos que impiden que el cliente se sienta bien, se analizarán y trabajarán desde la compleja red de lazos familiares que influyen en su presente.
Entonces, la Psicoterapia Sistémica observa siempre a la persona en relación con otros elementos significativos, desde el grupo inicial familiar hasta los diferentes grupos en los cuales interactúa a lo largo de su vida. Y dado que la conducta es circular, la modificación en las pautas interaccionales y de comunicación en una persona producirán un movimiento en el sistema como un todo.
De todas formas, y me parece pertinente aclararlo ya que me lo preguntan con demasiada regularidad, no es necesario que el paciente concurra a terapia con todos sus familiares, a veces, ni siquiera se le pide que asista con uno. Cada caso es diferente y posee requerimientos particulares. La gran virtud de la Constelación es que se trata de un método que en virtud de determinados principios básicos que lo caracterizan es también aplicable de manera individual en el consultorio.
En cuanto a mi labor como terapeuta, mi deber es tener una mirada integradora, una mirada que realmente tome a la persona como una totalidad para conectar aspectos psicológicos, físicos y espirituales, lo cual, sin duda, está en la intención de todos los que trabajan ayudando, pero que no es lo que se lleva usualmente a la práctica. Muchas terapias psicológicas suelen fracasar, justamente, porque los profesionales tienen un panorama acotado de la realidad del paciente, es decir, que trabajan con su psiquis y no toman en consideración su esfera espiritual o ponen toda su atención en lo espiritual y desestiman su estructura psicológica.
Es crucial, entonces, que el profesional tenga la capacidad de establecer relaciones entre todos los aspectos del consultante para ofrecerle una visión lo más amplia posible de su problemática.
Cada paciente que está en la “búsqueda” concurre con una necesidad de contención emocional y de resolución de su padecimiento para lo cual es necesario que el terapeuta posea esta capacidad de unir, de atar cabos y mostrar un todo que le permita al consultante elaborar nuevos contenidos que lo conduzcan a la sanación.
Cuando, en cambio, se recurre a una persona no idónea, se produce una suerte de dependencia infantil respecto de su ayudador porque lo ubica en el lugar de “salvador”, y se le pide a la técnica más de lo que en sí misma puede dar. Un “tratamiento” así encarado se traduce en cargar con el paciente, profundizar su problema y generar un “amiguismo” que queda a medio camino entre una amistad y una relación terapéutica, que en definitiva no es ni una cosa ni otra.

Cómo se aproxima el terapeuta a la realidad del paciente

«Es cierto que la construcción de la realidad de un individuo se asemeja a la del grupo de quien dependió su supervivencia: la familia. Esto incluye la forma en que los miembros del sistema concluyen y manejan sus vidas, entre ellos y con el mundo externo».
Celia Elzufán
El hombre es totalmente responsable de sus pensamientos, de sus conocimientos, de sus acciones y de sus no acciones, por lo tanto, el mundo tal como lo vivimos es el resultado de nuestra creación, aunque nos cueste reconocerlo.
De esta manera, la realidad es reflejo de un orden y está construida por nuestra experiencia. En esa imagen del mundo que nos formamos se encuentra implícita nuestra familia, nuestro grupo original de pertenencia. Llegamos a un mundo que se nos ha dado y es nuestra marca de procedencia. Es, precisamente, en ese núcleo familiar donde cada miembro formaliza los vínculos hacia los suyos y el de los demás, es decir, con el mundo todo.
Cada familia tiene un sistema de creencias que le es propio y es el prisma a través del cual todos sus los miembros miran al mundo.
Muchos recuerdos, valores, reacciones se manifiestan en nuestra conducta, aunque desconozcamos en muchos casos el motivo que las inspira. Somos más que un individuo, somos nexos de un gran entramado que nos une y moldea. Una parte importante de nuestros gustos, intereses, así como también, la manera en la cual conceptualizamos el mundo, surgen de este entramado.
Este es un concepto básico en todo el proceso terapeútico.
Es decir, los psicoterapeutas debemos percibir la imagen total del mundo de las personas, bajo ninguna circunstancia es posible ayudar al consultante si se lo ve como un ser aislado, y es indispensable, para ello, poseer la suficiente flexibilidad para poder ver desde los ojos de quien consulta.
En su libro El terapeuta como un junco, Celia Elzufán, siguiendo esta orientación sistémica para el tratamiento de lo familiar, dice al respecto:
(…) En este libro lo que quiero mostrar es, cómo apoyándome en los principios básicos que aprendí de mis maestros y que aparentan ser tan simples, puedo utilizar todo el arsenal técnico, todas las herramientas que me ofrece el modelo y todas aquellas que se me puedan ocurrir en momentos de creatividad, si me permito estar lo suficientemente abierta como para poder realmente captar, percibir, la construcción de la realidad de quien me consulta, reprimiendo totalmente mis ideas, mis preconceptos, para poder meterme algo así como debajo de la piel del o de los consultantes. Para ello considero que tenemos que ser como juncos, porque permanentemente los terapeutas nos enfrentamos con personas distintas, con diferentes ideas sobre su persona, sobre la vida de pareja, sobre la vida familiar. Por lo tanto, mientras estas visiones o construcciones no sean un problema para los consultantes nosotros no tenemos que transformarlos en un problema… Me gustaría mostrar en esta charla narrada cómo en diversas áreas de las dificultades humanas, me transformo en junco para poder percibir lo que en sus orígenes, Watzlawick llamó el “lenguaje del consultante” y que luego se sofisticó con el término “constructivismo”. Únicamente transformándose en junco tengo alguna chance de poder ser una ayudadora de quien o quienes me consultan y producir el acto mágico del alivio del problema.
Es un ejercicio de ampliación de conciencia lo que nos propone esta reflexión, acerca de la función terapéutica, metaforizando en la figura del junco la previsibilidad del diagnóstico y su metodología para la sanación respectiva: El poder percibir el mundo y los valores del otro es, creo yo, lo más difícil.
A pesar de los años de experiencia que tengo, cada vez que debo enfrentarme con una persona o con un grupo de personas es enorme el esfuerzo que tengo que hacer para percibir lo que es válido para el otro y al mismo tiempo dejar de lado mis propias creencias.
“Sería algo como contener una estampida de animales que están en mí y que empujo hacia atrás para poder escuchar solamente lo que le duele o cómo ve el mundo esa persona”, en palabras de Celia Elzufán
Sin duda percibir el mundo tal como lo ve el otro es muy difícil, y es una de las claves fundamentales no solamente en la terapia, sino para relacionarnos con el otro aprendiendo a respetar creencias diferentes a las nuestras y darnos la posibilidad de ampliar también nuestro campo de conciencia.

El rol del paciente

Ya hablé de la función del terapeuta, pero ¿qué puedo decir de la función del consultante o paciente? Porque está claro que, en terapia, ambas partes deben ser activas y estar plenamente conscientes.
Planteo esta pregunta porque sucede que, en muchas ocasiones, la gente dice “estoy yendo a terapia”, pero ese “estar yendo” no implica necesariamente un compromiso para el cambio. No son pocos los que van a terapia, pero solo hacen eso… VAN… esto es… hacen una descarga de sus problemas, se dedican a explicar todo lo que les sucede, respiran hondo, se sienten satisfechos por la catarsis, piden una nueva cita y salen a la calle con la fantasía de que superaron los obstáculos que tenían. No les importa escuchar al terapeuta, no les place que este los haga razonar o ver el nudo del embrollo, solo asisten como si fueran a una clase de gym… a descargar energía para proseguir en el mismo camino.
Esto me remite a un término muy apropiado para aplicar a este caso: el gatopardismo. ¿Qué significa esto? Este neologismo apareció luego de la publicación de la novela El gatopardo, del autor italiano Giuseppe Tomasi de Lampedusa. En su libro hacía referencia, entre otras cosas, a personas que implementaban cambios, pero para que todo siguiera igual. Fue tal el éxito de este término que hoy en día se sigue aplicando a aquellas personas que ejecutan ciertas acciones para que parezca que están cambiando, pero es solo una escenificación, una suerte de actuación para que no solo las cosas no cambien, sino que al permanecer camufladas de cambio, se mantengan inalterables.
Esto me conduce a explicar lo siguiente: siempre concierto una primera entrevista en donde evalúo las necesidades y prioridades del consultante, luego se van armando otros encuentros y en ellos estudio si hay evoluciones, involuciones o si sencillamente el paciente viene a autoconvencerse de que está haciendo algo por sí mismo. Si constato esto último, es decir, que bajo ninguna circunstancia hay un deseo de cambio, sencillamente en mi caso la psicoterapia no continúa.
Recuerden que el terapeuta puede ayudar en la medida en que el consultante aporte los siguientes elementos: verdadero deseo de cambio, participación activa y voluntad. No hay forma de sanar si no se aplica un mínimo esfuerzo para producir ese cambio. La voluntad aquí también juega un papel fundamental de que hablaré más adelante por la importancia que posee.

Cuando el beneficio de mantener el síntoma es superior al beneficio del cambio

«En realidad el enfermo pide la curación para que se le vaya el dolor, no la enfermedad. Está pidiendo una aspirina metafísica. Quiere que desaparezca el síntoma. Pero se resiste a querer ver la esencia que produce esa enfermedad. No la quiere ver porque perder la identidad es lo que más tememos».
Alejandro Jodorowsky
Sigmund Freud, el padre del psicoanáli...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Sobre este libro
  4. Sobre Marcelo L. Ducruet
  5. Dedicatoria
  6. Agradecimientos
  7. Introducción
  8. Arrojando luz entre tanta confusión
  9. Constelación familiar. Primeras consideraciones para entender esta terapia sistémica
  10. Conexiones generacionales
  11. Lazos álmicos y vínculos extraordinarios
  12. Cómo se experimenta una psicoconstelación
  13. Despedida de imágenes interiores y el nuevo presente
  14. Conceptos clave que moldean nuestra realidad
  15. Centro Cambio Energético
  16. Botiquín de primeros auxilios. Ejercicios para el equilibrio corporal y anímico
  17. Bibliografía citada y recomendada