Colombia y la Medicina Veterinaria contada por sus protagonistas
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Colombia y la Medicina Veterinaria contada por sus protagonistas

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Colombia y la Medicina Veterinaria contada por sus protagonistas

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Hablar de medicina veterinaria en Colombia requiere un conocimiento sobre los aspectos que marcaron el ambiente político y social desde la Colonia hasta nuestros días, y este libro introduce al lector en los hechos, las tendencias, los logros y las dificultades de los pioneros y de los actores que hicieron posible el inicio de la veterinaria durante el siglo XIX, así como de los responsables de los complejos escenarios del siglo XX, quienes afrontaron la formulación de políticas, la gestión institucional en los ámbitos nacional e internacional y gestaron el desarrollo de la academia y la investigación.Lo mejor de este libro es que, empleando un estilo ameno y sencillo, nos contextualiza, a través de sus capítulos, y presenta a Colombia en el centro de los sucesos. Además, ofrece la posibilidad de disfrutar episodios inéditos que le imprimen originalidad cuando muestran el devenir de la escuela veterinaria a través del testimonio y la vida de los protagonistas. En últimas, la obra es una lectura imprescindible para las futuras generaciones de médicos veterinarios comprometidos con su profesión y con los nuevos enfoques que respondan a las expectativas y demandas de la sociedad.

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Información

Año
2018
ISBN
9789585400740
Edición
1
Categoría
Médecine
TERCERA PARTE
Hechos y proyecciones de la escuela
La gestión en instituciones públicas y privadas
Quiero cimentar la idea de que la profesión veterinaria pretende servir a la humanidad como está capacitada para hacerlo. Quienes somos responsables de la formación profesional en las ciencias veterinarias debemos empuñar las riendas de la dirección y comenzar a guiar a nuestros centros de capacitación no solo por este camino bien transitado del ejercicio particular sino, simultáneamente, por los tres medios principales de los servicios de la profesión veterinaria a la humanidad: la agricultura, la biología y la salud pública.
Creo que hacer menos que eso es fallar en nuestra tarea.
Pedro N. Acha (1988)
La formulación de política y la gestión al frente de instituciones nacionales e internacionales constituyó una actividad importante para los profesionales de la medicina veterinaria. La academia, la investigación, la producción de insumos y las instituciones del ámbito internacional responsables de la formulación de políticas de salud pública, representaron retos y oportunidades para algunos profesionales. Raúl Londoño Escobar se inclinó por dichas labores, lo que no era lo usual para los egresados que, en general, incursionaban en los terrenos médico-quirúrgicos dominantes antes y también ahora, desde los perfiles profesionales.
Londoño, egresado en 1960 de la Universidad Nacional de Colombia, desempeñó varios cargos: asesor del Ministerio de Agricultura; fundador y decano de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de Antioquia; director del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos de la Universidad Nacional de Colombia y profesor de la Cátedra de Política Agropecuaria, y gerente de la Empresa Colombiana de Productos Veterinarios (Vecol). Trabajó durante varios años como director del Instituto Panamericano de Protección de Alimentos y Zoonosis (INPPAZ) en Buenos Aires, y fue asesor de salud pública en la Organización Panamericana de la Salud (OPS-OMS) en varios países.
Foto 1. Raúl Londoño en la instalación del encuentro de periodistas en 1982
Fuente: cortesía de la familia Londoño Navas.
Decisiones juveniles, la rabia bovina y la fiebre aftosa
Raúl Londoño era hijo de un ganadero y comerciante, propietario de la hacienda La Pintada, en Támesis, Antioquia, en el margen izquierdo del río Cauca. Las tierras de La Pintada eran un excelente cebadero de ganado que venía de zonas lejanas desde Bolívar, Córdoba y Sucre. En palabras de Londoño:
El ganado era transportado a pie y llegaba flaco y “espiado” por el desgaste de los cascos; les tenían que poner zapatas de costal y cuero para que pudieran caminar. Durante mi niñez y juventud (1946 a 1953) el campo era tranquilo, en las localidades de las fincas de mis padres. Allí no se sintió la violencia política, que sí se dio en otras áreas; los enfrentamientos entre liberales y conservadores y una policía politizada, hicieron el campo inseguro y polarizado.
Tuvo experiencias importantes para su futuro profesional: dos epidemias en el ganado de la zona. La primera de rabia y la segunda de fiebre aftosa, dos graves enfermedades que afectaron en alto grado la ganadería nacional; la primera de magnitud por su letalidad tanto en animales como en humanos por tratarse de una zoonosis, la segunda por las pérdidas que causó a la ganadería desde 1950 cuando ingresó por primera vez al país. Según su testimonio:
En 1951 se murieron en La Pintada alrededor de diez novillos, los síntomas fueron: temblores, ataxia, baboseo, bramidos y mordeduras de carnívoros. Estas últimas el mayordomo se las atribuyó a los zorros. Mi tío paterno, socio y administrador de la finca por la muerte de mi padre, consultó con los veterinarios y le dijeron que enviara el cerebro al Instituto Samper Martínez. Yo, de trece años, participé en la extracción de los cerebros que enviamos al Instituto. El diagnóstico fue rabia. Nos mandaron a revisarnos las manos. Si teníamos heridas o raspaduras, debíamos vacunarnos. Como así fue, nos aplicaron treinta dolorosas dosis de vacuna antirrábica subcutánea en el vientre.
La rabia en los bovinos es una enfermedad frecuente en las zonas cálidas del país, asociada a la mordedura de zorros y de murciélagos hematófagos. Si bien la rabia transmitida por perros ha disminuido desde los años cincuenta, la rabia bovina transmitida por vampiros y zorros ha sido un problema complejo en las zonas rurales.
La vacuna para humanos se preparaba desde 1944 en cerebro de ternero inactivada con fenol y calor. Solo hasta 1960 se comenzó a preparar en cerebro de ratón lactante (CRL), adoptando el método de Fuenzalida y Palacios, descrito desde 1955 (Cortés, 1998). La vacunación de los humanos en casos de contacto con el virus es una prioridad y, algunas veces, se debe acompañar con aplicación de suero antirrábico.
El caso de La Pintada es típico: las personas que tienen contacto con la saliva de los animales enfermos y los que participaron en la extracción del tejido cerebral de los animales se consideran de alto riesgo de exposición al virus.
En aquel entonces el diagnóstico solo se realizaba en Bogotá; no existía una red de laboratorios, ya que ese desarrollo solo se consiguió después de 1962 cuando el Gobierno nacional adquirió el Instituto Samper Martínez, posteriormente Instituto Nacional de Salud (INS) (Quevedo, 1998). Simultáneamente, con el desarrollo de la vacuna se estableció el diagnóstico de la infección utilizando en un principio la prueba directa mediante el método microscópico de Sellers para identificar los corpúsculos de Negri, el cual se complementó con la prueba biológica, consistente en la inoculación de ratones con el material sospechoso y, posteriormente, con el procedimiento de fluorescencia (Groot y Boshell, 1998).
La fiebre aftosa entró a Colombia en 1950, por contrabando de animales infectados que ingresaron al hoy departamento de Arauca, procedentes de Venezuela. En 1951 apareció en el Valle del Cauca (Lobo, 2002). No había experiencia clínica con la nueva enfermedad, los laboratorios de diagnóstico no estaban habilitados y no había posibilidades para preparar vacunas contra en nuevo virus. Puesto que los animales no tenían memoria inmunológica —era su primer encuentro con el agente—, la morbilidad y la letalidad eran muy elevadas.
A mediados de 1954, debido a las dificultades de carácter administrativo y técnico que implicaba la producción de vacunas, se creó el Instituto Nacional Antiaftoso, cuya función principal fue la producción de vacuna para controlar y combatir la enfermedad. En 1956, el 26 de marzo, empezó a funcionar el Instituto Zooprofiláctico Colombiano, dependiente del Istituto Zooprofilático Sperimentale de Brescia, Italia, que además de la producción de vacuna antiaftosa y de diferentes biológicos asumió la investigación y el diagnóstico de las enfermedades animales presentes en el país. Londoño fue testigo del brote en La Pintada:
En 1954 la aftosa llegó a la zona de La Pintada, arrasando la población bovina; en la hacienda cayeron más de 500 novillos enfermos y murieron veinte. Era un tendal de animales caídos; casi no podían caminar, perdían los cascos, babeaban y la lengua estaba llena de aftas. Se construyeron lavapatas y en ellos se ponía agua con creolina y azul de metileno, se les untaba la mezcla de creolina y azul de metileno en la boca, como única curación. Mis padres tenían cerca de Medellín, en la vía a San Pedro de los Milagros, una finca de recreo con un pequeño hato lechero. Mi dicha en vacaciones de colegio era ayudar al mayordomo a cuidar las vacas y ordeñar. Él fue mi gran maestro, además de ser un gran señor. Con él aprendí etología, alimentación, reproducción, ética y principios. El compartir con los trabajadores jornadas laborales y los ratos de descanso en el atardecer, me hicieron tomarle gran cariño al campo y a los campesinos.
Dichas experiencias le señalaron a Raúl Londoño, su vocación hacia la veterinaria y la economía agrícola, ambas ligadas a las actividades de su padre. Sin embargo, se decidió por la veterinaria, por su atracción hacia las actividades pecuarias.
La vida universitaria
Al terminar el bachillerato había decidido estudiar Veterinaria. La familia quería que fuera en Estados Unidos, pues la situación en Bogotá no era segura, pues la universidad se encontraba en constante agitación durante el Gobierno de Rojas Pinilla. En febrero de 1956 viajó a Bogotá por recreación, y pasó por esa época de admisiones a la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional de Colombia para averiguar cuándo eran los exámenes. De acuerdo con Londoño Escobar:
Nos presentamos alrededor de 300 aspirantes a la carrera de Veterinaria, admitían 30. Me fue muy bien en la admisión y posteriormente en las materias claves, Anatomía y Bioquímica. Entonces le propuse a mi madre que me dejara terminar en la Nacional y que luego me iría a estudiar el posgrado. Terminé con magnífico promedio, tal vez el segundo, alrededor de 4,2 sobre 5.
De acuerdo con Sánchez Torres (2004), la muerte de Uriel Gutiérrez el 8 de junio de 1954, a causa de los disparos de la policía en los predios de la Ciudad Blanca, activaron una marcha estudiantil interuniversitaria hacia el palacio de San Carlos, donde transitoriamente residía el general Rojas. De acuerdo con Navarrete (2014), “doce personas murieron y cerca de cincuenta resultaron heridas aquel día. Lo que había comenzado como una protesta pacífica hacia el palacio presidencial en contra de la muerte de Uriel Gutiérrez terminó por convertirse en un baño de sangre” (p. 2).
Uriel Gutiérrez Restrepo, Álvaro Gutiérrez Góngora, Hernando Ospina López, Jaime Pacheco Mora, Hugo León Velásquez, Hernando Morales, Elmo Gómez Lucich, Jaime Moore Ramírez, Rafael Chávez Matallana, Carlos J. Grisales, cayeron entre el 8 y el 9 de junio. La enemistad instaurada entre el Gobierno y el estudiantado sería el comienzo de los sucesos que terminaron con la caída de Rojas el 10 de mayo de 1957. En el recuerdo de Raúl Londoño:
En 1957, la sociedad en general, bancos, comercio, industria y estudiantes nos unimos para luchar contra la dictadura. Participé activamente, lo cual para mí, bajo el punto de vista político y social, fue un grado más que me dio la universidad. Con la caída de Rojas, asumió el poder la Junta Militar. Durante el año largo de gobierno de la junta se dieron cambios profundos en la sociedad y en la universidad.
Fueron tiempos interesantes desde lo político y social, se realizó un plebiscito que aprobó, entre otros, el voto femenino y la alternación cada 4 años del poder ejecutivo de los partidos Liberal y Conservador, y la paridad política para ambos en el...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Página legal
  4. Epígrafe
  5. Contenido
  6. Prólogo
  7. Presentación
  8. PRIMERA PARTE. Ciencias naturales, roturación, sociedades e instituciones
  9. SEGUNDA PARTE. Origen y desarrollo de la escuela veterinaria
  10. TERCERA PARTE. Hechos y proyecciones de la escuela
  11. Epílogo. Una mirada prospectiva para la medicina veterinaria como escuela
  12. Referencias