Salgamos a buscarlo fuera de la ciudad
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Salgamos a buscarlo fuera de la ciudad

  1. 160 páginas
  2. Spanish
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Salgamos a buscarlo fuera de la ciudad

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Índice
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Información del libro

Los contextos de marginación y de exclusión social nos llevan a un quehacer teológico que no se conforma con una lectura ética de la actuación de Jesús, sino que lleva a buscar al Dios comunidad de amor implicado en la historia de los excluidos. El autor ha trabajado durante muchos años tanto en los contextos de exclusión como en la reflexión teológica sobre estos lugares de encuentro con el Dios crucificado.Indispensable para los creyentes que transitan por estos lugares y necesitan alimentar una mística del compromiso entre los excluidos.

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Información

Editorial
PPC Editorial
Año
2013
ISBN
9788428824866
Categoría
Religión
1

JESÚS DE NAZARET

A Jesús de Nazaret, el hombre que pasó haciendo el bien (Hch 10,8), los cristianos lo confesamos como el Hijo del Dios vivo, como el hombre que manifiesta a lo largo de su vida la posibilidad de vivirnos ante Dios no como una potencia amenazante y castradora de la condición humana, sino ante un Dios Creador y Padre que siente ternura por sus hijos y se acuerda de que somos de barro (Sal 103,13-14).
La existencia de Jesús en referencia continua al Padre le lleva a percibir al otro como hermano. Esta percepción no es abstracta y genérica, sino contextualizada. El «otro» es el excluido por la estructura socio-religiosa de Israel. Exclusión que incluye a los considerados como indignos, pecadores, chusma maldita que no conoce la Ley (cf. Jn 7,49), pobres, agobiados y humillados, gentes sin salida... 4.
Este percibir al otro como hermano es una percepción teológica más honda y densa que lo que supone la opción preferencial por los pobres, tal como esta opción es utilizada en muchos ambientes creyentes. Da la impresión de que la opción preferencial es una opción desde fuera, es decir, desde aquellos que tenemos una correcta percepción de Dios y una suficiente capacidad de decisión ética para poder optar. Esto puede que sea correcto, pero es muy peligroso. El peligro real es precisamente la capacidad de decisión frente a aquellos que son objeto de la opción.
Cuando se vive desde los otros, se percibe el riesgo de que los que optan se precipiten en análisis, valoraciones y prácticas que no tienen en cuenta que de lo que se trata es de aprender a leer otro contexto cultural. Los contextos de marginación generan su propia cultura, que no consiste necesariamente en la nuestra «pervertida», sino en otra. No podemos entrar en procesos de inserción desde el contexto integrado, del que partimos con el único bagaje de la crítica a este contexto.
Es inherente a la percepción que Jesús tiene del otro como hermano e hijo de Dios (con sus consecuencias prácticas), reconocer al Padre, que es el Creador, preocupado y ocupado por sus criaturas más amenazadas en su condición de tales. Porque Jesús, en cuanto confesado como Hijo, no es una manifestación de Dios separada de la suerte de los excluidos y sufrientes.
UN ASUNTO DE INHERENCIA Y NO DE PREFERENCIA
U OPCIÓN
Seguir al Compasivo supone adentrarse en los caminos de Galilea, en los caminos de la vida, supone encarnarse e implicarse como Jesús de Nazaret. Supone descentrarse. Es curioso cómo la palabra «encarnarse», tan usada –con cierta ingenuidad muchas veces– en los años sesenta y setenta, hoy ha desaparecido de la jerga cotidiana de las comunidades cristianas. Quisiera reivindicarla, aun con todo el riesgo de hablar de un modo políticamente incorrecto y de ser anacrónico.
Podemos caer en la trampa mortal de convertir a Jesús, como ya he dicho, en mero referente religioso y ético, en un anexo cualificado en nuestra vida espiritual, en un anexo de aquello que es lo importante: el yo en relación con una divinidad siempre percibida en función de mi bienestar personal y comunitario. Jesús confesado como el Hijo del Dios Vivo, como la implicación compasiva de las entrañas misericordiosas de un Dios cuya paternidad y maternidad es la fuente de la vida, que nos da su Espíritu, la fortaleza para implicarnos en el gozo y sufrimiento de sus criaturas más amenazadas, parece que es una confesión de fe demasiado fuerte y dura para estos tiempos débiles.
El tema de los excluidos, marginados y pobres no es un tema de opción, no es un anexo a nuestro seguimiento, no es un asunto para aquellos y aquellas que, «mira por donde, les ha dado por ahí». Es un asunto de inherencia a la experiencia del Dios que se revela en Jesús y de nuestra experiencia, por tanto de realidad. Es un asunto estrictamente teológico. Esta inherencia no supone ir directamente a si estoy o no trabajando con o por los pobres y excluidos, sino que supone interrogarse sobre nuestra experiencia no tanto religiosa cuanto sobre nuestra fe cristiana. Esta distinción barthiana entre fe y religión hoy vuelve a ser fecunda, sabiendo que la pura fe no existe, sino que, en toda cultura, la fe cristiana está anclada en un sustrato religioso. Pero la distinción puede seguir siendo clarificadora.
La consideración de lo religioso en abstracto puede enmascarar la pérdida de nuestra raíz más profunda como seguidores y seguidoras de Jesús, el «iniciador y consumador de la fe» (Heb 12,2). Sospecho que a más experiencia religiosa desconectada de la pasión por el Dios revelado en Jesús (el Dios comunidad de amor implicado compasivamente, encarnado en la historia de sus criaturas, es decir, la Trinidad santa, en la que nos movemos, existimos y somos), menos pasión por las criaturas y, por tanto, menos pasión por las criaturas abatidas, menos pasión por los pobres de Jesucristo.
Ha sido, sin duda, a partir de este Dios loco e incomprensible de Jesucristo como el cristianismo ha sido capaz de descubrir y proclamar la grandeza de los pobres y abandonados. A este propósito, el Evangelio es el que ha descubierto al pobre, el que lo ha descubierto como hombre. Nadie pone en tela de juicio que Grecia habló maravillosamente del hombre (Sócrates, Platón, Sófocles...), del ciudadano, del héroe, del hombre y de la mujer bellos e inteligentes. Pero Grecia y el humanismo (haciendo una leve excepción de Epicteto) no hablaron, no fueron capaces de hablar del pobre, del hombre hundido, del marginado, del hombre que, por ser económicamente inútil, físicamente roto, afectivamente insignificante o socialmente marginado, debe ser ignorado, echado fuera de la sociedad, mientras exigían sabiduría y buen sentido revestidos de humanismo y clarividencia a quien quería regir la ciudad con orden y eficacia 5.
Este Dios es locura y necedad porque es un Dios crucificado, es el Compasivo. Acceder a la experiencia de este Dios comunidad de amor nunca se hará desde el yo individual, sino desde la comunidad compasiva. Al Dios cristiano se le reza en plural; hasta la oración más intima y personal, si no genera implicación compasiva, no es cristiana.
Nuestra misión, nuestra tarea como seguidoras y seguidores de Jesús es asunto de prácticas de liberación, de curación, de reconstrucción. No podemos quedarnos al margen de los caminos o pasando de largo. Las tentaciones, las pruebas que Jesús pasó siguen siendo nuestras tentaciones. Un seguimiento evangélico no puede dar por supuesto que solo creer en Dios es lo propio de los cristianos; Jesús dice muy bien que había gente que se creía que estaba a bien con Dios, segura de sí, y despreciaba a los demás (cf. Lc 18,9). Lo cristiano es abrirse al Dios que se revela en Jesús. Por eso Jesús es probado en sus percepciones de Dios y, por tanto, en su ubicación en la vida.
No me cansaré de repetir que las percepciones de Dios son percepciones de realidad, y que, según percibimos esta, nos ubicamos de un modo u otro en la vida, y entonces, según nos ubicamos, generamos unas prácticas u otras.
«EL ESPÍRITU CONDUJO A JESÚS AL DESIERTO
PARA QUE EL DIABLO LO PUSIERA A PRUEBA»
(
M
c 1,12-13)
Jesús se lanza por los caminos a anunciar la Buena Noticia de Dios. Jesús se siente envuelto por el Dios que siente ternura por sus criaturas. No puede separar la pasión por el Dios de la vida y la pasión por sus criaturas. Pero Jesús se encuentra con que este mundo es resistente, que la realidad no se configura desde la compasión. A Jesús se le plantea cómo ubicarse en la realidad para anunciar la Buena Noticia. Esta Buena Noticia no es una idea, no es una doctrina, no es un concepto, no es un asunto de discusión legal en una escuela rabínica; esta Buena Noticia es vida, y a Jesús le va su vida con ella y, por eso, se le presenta la prueba de cómo estar en la vida concreta y cotidiana para que este anuncio genere vida, no solo diga vida, sino que provoque vida.
La realidad pone a prueba a Jesús. Desde las entrañas del Compasivo y Creador percibe cómo este mundo ha derivado en un mundo satánicamente criminal y mentiroso. Este mundo tienta a Jesús no en el objeto de su anuncio, sino en el modo de estar en la vida, en su modo de estar en el mundo para decir y hacer Reino, para anunciar la visita del Compasivo a su pueblo.
La tentación consiste en no implicarse compasivamente con la realidad. La implicación compasiva puede trastornar la realidad y es mejor dejarla como está, porque es la realidad querida por la Ley y el Templo. La tentación que se le presenta a Jesús es exhibirse, apabullar y dominar en nombre de una supuesta intervención portentosa de un dios legitimador del orden y mentira del mundo o involucrase compasivamente con los abatidos de su pueblo.
El tentador le dice que se convierta en centro del mundo y se sitúe por encima de las criaturas. El alero del templo no es cualquier sitio, es lo más alto de la ciudad santa de Jerusalén, la capital, la ciudad del Gran Rey, es el centro cósmico, es el lugar donde puede ser visto por todos. Y allí se le presenta la tentación del estrambote, de lo aparatoso, de lo espectacular, de algo que apabulle y que muestre sin sombra de duda que es el protegido de lo alto: los ángeles de Dios lo llevarán en volandas y todo el mundo aplaudirá, se sentirá impresionado. Es evidente que entonces lo reconocerán como el enviado de Dios. Dios Arriba y Poder que impresione, eso es lo que el tentador le dice que tiene que mostrar.
Para Jesús, esta percepción de Dios es satánica, es humillante para sus criaturas, las deja en su indefensión e inferioridad ante un poder que apabulla, que deja sin aliento. El lugar de Jesús no es el alero del templo, el lugar será el de las criaturas abatidas e indefensas, y este lugar será la tierra de Galilea, los...

Índice

  1. Portadilla
  2. Dedicatoria
  3. Presupuesto e introducción
  4. 1. Jesús de Nazaret
  5. 2. Notas sobre el seguimiento en los contextos de marginación
  6. 3. El trabajo en contextos de cuarto mundo como mediación del Reino
  7. Contenido
  8. Créditos