EL CONTEXTO EUROPEO
El debate intelectual y académico en Europa en el siglo XX estuvo marcado por una perspectiva más crítica de la sociedad y la cultura, y sus pretensiones de objetividad y exactitud eran menores que en el campo norteamericano. De hecho, mientras en Estados Unidos se establecían algunas teorías de la comunicación con nombre y apellido (aguja hipodérmica, dos etapas, usos y gratificaciones, etc.), en Europa podemos hablar de un conjunto de ideas menos concretas y más provocadoras sobre lo que significa el proceso comunicativo. En cierta medida es un pensamiento reaccionario que manifestaba sus inconformidades con el establishment político, económico e, incluso, académico; y que pensaba el trabajo intelectual desde una perspectiva menos pragmática que la norteamericana.
Atrincherados especialmente en las universidades públicas -centros de producción intelectual por excelencia en Europa-, los académicos europeos estuvieron notablemente influenciados, en primer lugar, por el pensamiento marxista y, en segundo, por las propuestas del psicoanálisis freudiano. Todo esto en un contexto de resistencia, de exilio y de desarraigo: si bien el motor belicista norteamericano fue protagonista en las dos guerras mundiales, en Europa fue donde se vivieron y sintieron tanto los estragos de los combates como el surgimiento de regímenes autoritarios y fascistas que provocaban la huída y reacomodo de los intelectuales. Es asimismo la Europa de la diversidad (idiomas, cultura, etc.), de la tradición (el pensamiento europeo se centra en el origen mismo de Occidente) y de la polémica (menos pragmatismo y más crítica).
Europa es también el origen de la Modernidad, del pensamiento ilustrado, que se había difundido por todo el mundo, pero que para el siglo XX ya atravesaba una crisis interna y existencial. El saber universitario se ubica siempre en el centro de este debate: ¿qué tipo de sociedad ha fomentado la Modernidad?, ¿en manos de quién están los saberes?, ¿cuál es el límite del pensamiento ilustrado? En franco desacuerdo con el carácter desentendido de las corrientes norteamericanas (que legitimaban el modelo occidental de producción y consumo, y favorecían la generación de un saber más instrumental), los europeos dejan a un lado la producción de un conocimiento aplicado y proponen formulaciones más básicas y abstractas sobre la realidad social del momento.
El marxismo (Marx, 1961, 1970) -que había tomado forma de movimiento político en algunas naciones dentro y fuera de Europa- nutrió gran parte del debate. Por un lado, dando por sentando que la base material de la sociedad (infraestructura) era determinante sobre la producción simbólica y cultural (supraestructura) donde podíamos ubicar a la comunicación; y por otro, poniendo en tela de juicio los procedimientos reificantes (o cosificadores) de los modos de producción de conocimientos impuestos por la Modernidad (positivismo, empirismo) que no podían ser otra cosa más que instrumentos de dominación de la naturaleza y del mundo.
En fin, buena parte del marxismo ortodoxo se coló con fuerza en el pensamiento europeo intentando rescatar los hechos sociales desde su totalidad, desde lo complejo y subjetivo que significa hacer emerger la esencia del fenómeno, sin resignarse a las explicaciones netamente causales que arrojaban los estudios empíricos y experimentales en Norteamérica.
En este sentido, el marxismo y su constante reinterpretación constituyeron un bastión de batalla epistemológica que pretendía -además- reconsiderar el tipo de sociedad industrial y masiva que se venía imponiendo por el cambio de modelo económico en los siglos XVIII y XIX.
Por otro lado, el psicoanálisis de Sigmund Freud (1973) y, sobre todo, su valorización de nuestro lado subconsciente se establecieron como explicaciones pseudo-científicas que contribuyeron a la creación de una lógica menos conductista-observable y más densa y simbólica. Las polémicas posturas freudianas de principios del siglo XX -que escandalizaron enormemente tanto a intelectuales como a la sociedad en general por sus recurrentes explicaciones relacionadas con nuestra sexualidad- fueron entonces una corriente transversal que, sin caer en cientifismos, fue capaz de generar explicaciones sobre la complejidad de nuestra conducta (...