LAS REFERENCIAS A BÉLGICA Y A LOS BELGAS EN LA OBRA DE ÁLVARO MUTIS
Los detalles no son gratuitos
Leí las siete novelas de Mutis,15 exploré, igualmente, su obra poética,16 y descubrí, ya desde su obra temprana, varias referencias a Bélgica y a Flandes, que intento enumerar aquí de manera exhaustiva. Estas alusiones, que se encuentran guardadas en su poesía y en su prosa, no son gratuitas y levantan una punta del velo de los recuerdos que el autor tiene de su vida como niño. La conversación con él sobre estos detalles hizo que brotaran de él otros recuerdos de su vida en Bélgica, permitió confirmar los sentimientos y sensaciones que tenía de aquella época y constatar sus lazos y su amor por Amberes y Bélgica.
Las referencias en la obra pueden ser de diversa índole: algunas se relacionan directamente con episodios de la vida de Mutis en Bélgica; aunque, dado que son pocas, se confirma que Mutis no pretendía de modo absoluto describir su propia historia en su obra de ficción; otras se refieren en términos generales a Bélgica, más precisamente a Flandes, y giran frecuentemente alrededor de dos grandes temas: la historia17 y el paisaje. De otro lado, se mencionan diferentes lugares de Bélgica: no es inusual que Antwerpen o, en su traducción al español, Amberes, y en particular su vida porteña, tenga un lugar privilegiado en la obra. Igualmente, aparecen varios belgas y se describen algunas de sus costumbres como sus idiomas y sus comidas. Por último, se encuentran también referencias a autores belgas.
La conversación sobre cada uno de estos elementos de su obra abrió para Mutis una puerta a su pasado, real o imaginario, a los recuerdos de sus vivencias; despertó el sentimiento que conservó por aquel pasado, pues esos detalles sobre lugares y personas, no relacionados exclusivamente con Bélgica, tocan profundamente su vida.
Su vida en Bélgica
En algunos partes de su obra, Mutis hace referencia, en términos generales, a su propia vida en Bélgica:
En el bar del hotel servía un barman nuevo, también súbdito de los Grandes Duques, con el cual me fue fácil establecer amistad a fuerza de evocar mis años en Bélgica y mis frecuentes tránsitos de entonces por Luxemburgo (Abdul Bashur, soñador de navíos, 1995a: 492).
Cuando aún estaba entre nosotros mi querido amigo el pintor Alejandro Obregón, iba siempre a visitarlo en su casa de la calle de la Factoría y allí emprendíamos, con apoyo de una botella de escocés que él guardaba para sus amigos, un largo peregrinar hacia nuestro pasado común que se confundía con recuerdos de infancia, belgas los míos, alemanes los suyos (Tríptico de mar y tierra, 1995a: 651-652).
El escritor evoca en sus novelas, en dos ocasiones y a manera de “memorias personales”, una de sus vivencias escolares en Bélgica:
No se te vaya a olvidar la invitación a las autoridades eclesiásticas. Como estudiaste con los jesuitas, no creo que tengas problemas por ese lado (Abdul Bashur, soñador de navíos, 1995a: 489).
[El Vasco] se bañaba en el camarote contiguo con estruendo de agua, como si estuviera haciendo gimnasia bajo la ducha. El detalle me conmovió particularmente. Había algo cercano, casi familiar, en ese chapoteo, inusitado por lo entusiasta, que me recordó las mañanas de baño en el internado de Bruselas. ¡Los cabos que acaba uno atando cuando interviene el azar abusivo e indescifrable! (La última escala del tramp steamer, 1995a: 337-338).
Cabe la tentación de asimilar esto a alguno de los pasajes de su infancia o juventud, pero, aunque Mutis le contó a Bernardo Hoyos (1988: 300) que estuvo internado en Bélgica: “Mi casa constituyó durante muchos años un internado en Bélgica, donde no había más música que la que se tocaba en la iglesia…”, a mí me aclaró, no obstante, que esto no ocurrió en Bruselas:
¿Qué recuerdo tiene de Saint-Jean-Baptiste de La Salle? ¿Estuvo usted internado allí?
No fue allá. En Colombia estuve siete años interno porque mi madre heredó la finca y se fue para allá. Además, hay que inventar un pasado, también. En Bélgica no estaba en el internado (2003).
La historia de Flandes
Desde niño, Mutis experimentó un gran interés por Flandes y contó, ya adulto, con un amplio conocimiento de su historia.
En el colegio fui, como siempre, muy mal estudiante. ¡Fatal! Durante toda mi vida de estudiante fui fatal, entre otras cosas por mi vicio, la locura de leer, la lectura. Y sobre todo, tenía desde niño, y esto en Bélgica lo aprendí muy bien, un gran entusiasmo y un gran interés por la historia. Entonces ¿qué pasa, o qué me pasó a mí? Deseaba estudiarla, leer cosas de Flandes, de cuando lo ocuparon los españoles; bueno, de la hija de Felipe II, la princesa Isabela Clara Eugenia, que fue una gran gobernadora de Flandes. ¿Qué pasa? Que uno quiere saber más, y va leyendo más y va leyendo más, y el álgebra, la trigonometría, la química y la física se van al demonio. ¡Inútil! Yo me acuerdo cuando me comenzaron a dar las primeras clases de matemáticas con los quebrados. ¿Eso qué quiere decir? ¿Dos cuartos? ¿Qué dos cuartos? Eso es idiota; en cambio, esta Casa de Coburgo... Visitaba como loco los palacios, los sitios históricos.
Para mí, ir a Brujas, ir a Amberes, desde luego, era una maravilla por eso, porque tenía como los ojos abiertos por la historia.
[…]
Ahora, con mi locura y mi interés por la historia, claro que he leído mucho sobre la historia belga (2003).
Este interés tiene su presencia –aunque dispersa– en la obra. Aquí un esbozo cronológico, siguiendo el transcurrir de la misma historia belga, de las referencias en la obra y de las alusiones a pasajes y personajes específicos en sus conversaciones. Valga anotar que Mutis me dio una suerte de lección en historia de mi propio país.
El duque Jean sin Miedo, duque de Bourgondia, conde de Flandes, aparece varias veces en La nieve del almirante (pp. 44, 55, 66), aunque no en relación con Flandes, sino con el asesinato de Luis de Orleans, ordenado por él: “Juan sin Miedo no tiene excusa válida. Al ordenar la muerte del hermano del rey de Francia, condenó su propia raza a la inevitable extinción. Qué lástima. Un reino de Borgoña tal vez hubiera sido la respuesta adecuada a tantas cosas que luego llovieron sobre Europa en una secuencia de maldición inapelable” (La nieve del almirante, 1995a: 44).
En nuestra entrevista, Mutis mencionó, particularmente, su interés por el duque Carlos el Temerario –en flamenco, Karel de Stoute (1433-1477)–, igualmente conde de Flandes.
[Volkening] me hizo leer sobre Charles le Téméraire, sobre todos los duques de Borgoña. Charles le Téméraire es un duque de Borgoña que murió en una batalla en Nancy. Es el último de los grandes duques de Borgoña. Está enterrado en Bruges. [Mirándome a mí]: ¿Estás buscando [el nombre de él] en flamenco? En flamenco yo puedo dártelo porque tengo una historia de los duques de Borgoña muy buena. ¡Cómo no hay manera de que los franceses dejen los nombres en flamenco! El nombre en flamenco –¡claro!–: Karel. Los duques de Borgoña…, naturalmente, pero en el momento en que estaban en Flandes, la maravillosa Flandes, era parte del ducado de Borgoña, y luego va a parar a manos de los españoles por Felipe el Hermoso – Filips de Schone–.18 Por eso estás perdida. Yo ahorita te lo busco (1996).
Otra época de mucho interés para Mutis es la época española en Flandes. Mutis describió cómo compartió con Ernesto Volkening la admiración “por el puerto de Amberes […], por Carlos de Gante” (Mutis, 1981: 427).
Consuelo Hernández (1996: 79) menciona también que Mutis tiene una afición por “Carlos V, su destino y su int...