Autonomías bajo acecho
  1. 360 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Información del libro

El doctor Juan Eulogio Guerra Liera (rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa), Graue Wiechers y Fernández Fassnacht, coautores del texto, plasman en este libro su visión sobre el tema de la autonomía, obra que es coordinada por el doctor Leonardo Lomelí Vanegas, secretario general de la UNAM y por el doctor Roberto Escalante Semerena, secretario de la Unión de Universidades de América Latina y El Caribe (UDUAL), y es resultado del Seminario "2019 año de autonomías: Reflexiones sobre la Universidad y su papel en la transformación social", realizado el pasado mes de agosto en la Ciudad de México.

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Información

Año
2020
ISBN
9786070310652
Edición
1
Categoría
Sociología
AUTONOMÍA, PERTINENCIA SOCIAL Y CALIDAD: EXÁMENES REGIONALES. REGIÓN ANDINA
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA Y LAS TAREAS DE LA UNIVERSIDAD
DOLLY MONTOYA CASTAÑO
EL CONCEPTO DE AUTONOMÍA
Autonomía significa capacidad de orientarse por los propios principios y atendiendo a los propios juicios. En este sentido, expresa la capacidad de elegir por sí mismo. La autonomía, como capacidad de elección, crece con el conocimiento y es expresión responsable de la libertad.
En su texto “¿Qué es la ilustración?”, Kant plantea la consigna “ten el valor de servirte de tu propio entendimiento” (Kant, 1784 / 1986). Para este autor, la clave de la ilustración es la autonomía, la capacidad de elegir fundamentada en el conocimiento. La universidad es el lugar donde el conocimiento más elaborado se cultiva, se comparte y se produce. Se elige más razonable y conscientemente cuanto más se sabe sobre las implicaciones posibles de la acción. Cuanto mayor sea la capacidad de pensar las consecuencias de los propios actos, tanto más será posible asumir la responsabilidad sobre ellos. El conocimiento amplía el universo de la elección y es también el fundamento de una acción responsable. Autonomía, conocimiento y responsabilidad están esencialmente ligados.
Autonomía y libertad son conceptos relacionales; no se pueden entender por sí mismos al margen de la vida social. Se habla de autonomía como una virtud de la comunidad, del individuo y de la institución. Estas formas de autonomía están íntimamente relacionadas. El individuo es libre gracias a que vive en comunidad y la institución es autónoma cuando esa autonomía es reconocida por la sociedad. El crecimiento individual corresponde al potenciamiento de la comunidad y, a su vez, la comunidad se fortalece con el crecimiento de los individuos. La autonomía de un país crece con la de sus ciudadanos y con la de sus centros de conocimiento y enseñanza superior.
EL RECONOCIMIENTO SOCIAL DE LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA
La autonomía universitaria expresa la libertad de acción de la universidad que, desde el siglo XII, cuando se estableció como corporación,1 ha ido consolidando su derecho a orientarse por sus propios fines, con base en su compromiso central con el conocimiento. La universidad es el espacio propio del cultivo y el desarrollo del saber. La humanidad necesita cada vez más del conocimiento para enriquecer su vida material y simbólica, para construir su futuro y para comprenderse a sí misma. Por esta razón, la sociedad actual decide reconocer la autonomía de la universidad como el lugar donde el conocimiento se gestiona: se produce y conserva, se reproduce y encuentra nuevas posibilidades de aplicación.
La autonomía universitaria es indispensable para evitar que se limite o se impida la creación de nuevos saberes útiles para la comunidad. La autonomía debe garantizar que la universidad pueda producir el conocimiento pertinente para satisfacer las necesidades colectivas y para que, gracias a la acción social y cultural que puedan producir los ciudadanos que han alcanzado su autonomía en el campus universitario, la sociedad pueda analizar críticamente lo que debe ser cuidado y lo que debe ser transformado para el mejoramiento de su vida en comunidad. El peor daño que puede infringirse a una sociedad es impedirle asimilar y ampliar el conocimiento acumulado útil para su desarrollo. Es por esa razón que las sociedades modernas consagran en sus constituciones políticas la autonomía universitaria.
La autonomía no es una dádiva gratuita para nuestras instituciones; implica grandes responsabilidades. Gozamos de autonomía por la naturaleza del conocimiento, que requiere de libertad para construirse y, también, por la función social que cumplimos. Esta función conlleva exigencias que no pueden ser ignoradas. Hoy la autonomía universitaria aparece como centro de una red que incluye la calidad, la formación, la investigación y la ética. La interacción de estos elementos hacen de una institución de educación superior un centro de conocimiento que merece autonomía por el modo como cumple su función social. La calidad implica un esfuerzo permanente por apropiar y desarrollar las artes, las humanidades, la ciencia y la técnica, por producir conocimiento significativo para resolver los problemas de la región y del mundo, y por contribuir a la construcción y fortalecimiento del tejido social. Está relacionada con la oferta de profesiones y disciplinas pertinentes en relación con las necesidades sociales y las dinámicas del mundo del trabajo, y con la formación de verdaderos ciudadanos capaces de contribuir al cambio ético y cultural que requiere la sociedad.
LA RED CONCEPTUAL Y COMUNICACIONAL DE LA AUTONOMÍA
La red conceptual de calidad, formación, investigación y ética, que pone en evidencia la complejidad del concepto y las bases de la legitimidad de la autonomía universitaria, se materializa en la red de relaciones que se establecen en la universidad. Esta red se teje en el diálogo constructivo y trasparente, mismo que requiere de dos disposiciones: 1] querer comunicar y 2] querer interpretar. Ese querer es la razón de ser, el horizonte común de la comunicación. La formación es un proceso en el que se construye la autonomía del individuo en la red de las relaciones que se establecen en el aula y, más aún, fuera de ella, en el todo de las vivencias universitarias. Los estudiantes se forman en las interacciones que hacen posibles la docencia, la investigación, la integración con las comunidades y las demás formas de encuentro con el conocimiento. La relación entre profesores y estudiantes es pura comunicación manifiesta como diálogo y encuentro de voluntades para compartir, comprender, aprender y crear.
La autonomía es relacional, se da en el marco de flujos comunicacionales entre diversos actores, donde juega un papel central la voluntad de transmitir un mensaje: uno que quiera transmitirlo y uno que quiera interpretarlo. Allí donde existe esa voluntad es posible establecer una comunicación significativa. La universidad, en tanto persigue el conocimiento, no puede poner barreras a la comunicación. La voluntad de comunicar es esencial a la naturaleza de la universidad, convierte a la institución en un lugar de convergencias y articulaciones, expresión de la complejidad de la vida social y espacio de ciencia, ideología, arte y cultura del mundo.
Consecuencia de esa voluntad es permitir flujos de comunicación diversos. La pertinencia social de lo que hacemos como universidad es visible en tanto promueve y genera inclusión de ideas, individuos, comunidades y territorios. Pero el proceso de gestión del conocimiento no se da mecánicamente; en cada maestro y estudiante ocurre de forma única e irrepetible. Aunque se puede situar de manera espacio-temporal y se puede dar razón de su pertinencia, la tarea de la universidad es difícil de poner en parámetros, cuantificar y, en consecuencia, de monetizar. Ésta es una razón de distinción entre la universidad y la empresa, pues esta última está direccionada por la rentabilidad y la productividad, que determinan la forma y el ritmo de sus acciones. En cambio, no es posible poner plazos perentorios al proceso del conocimiento, contrariando su propia temporalidad, su ser, de la misma forma que en la biología hay procesos que no es posible acelerar por más que se quiera, y se dan a su propio ritmo. Las diversas interacciones entre los miembros de la comunidad universitaria hacen de la universidad un organismo vivo.
LA AUTONOMÍA FRENTE A LA ACREDITACIÓN UNIVERSITARIA
Bajo la perspectiva de su función social, la calidad es un principio ético de la universidad, anterior a cualquier evaluación externa, a cualquier requisito de acreditación. Por ello, las instituciones desarrollamos nuestra propia estrategia de autoevaluación. Esta estrategia apunta a la evaluación y mejoramiento de las capacidades de la comunidad, la institución y sus individuos. No podemos inventar un modelo único y exclusivo de calidad que ignore la pluralidad del sistema educativo en el que están inscritas las instituciones a las que pertenecemos. Pero sí podemos contribuir a desarrollar nuestras instituciones y ejercer un liderazgo en el propósito compartido del mejoramiento continuo para incentivar tendencias y ritmos en el conjunto del sistema.
Los procesos de acreditación y de reconocimiento de la producción académica pueden asumirse como un estímulo para la actualización y el mejoramiento permanente que fortalece la autonomía. Cuando la educación superior se concibe como una actividad rentable y depende del juicio externo para mantener una clientela suficientemente numerosa, las exigencias ajenas a la universidad pueden convertirse en graves limitaciones de su autonomía. Pero cuando las instituciones de educación superior tienen claras sus metas y responden a sus propios criterios de calidad antes que a los evaluadores externos, cuando definen las relaciones que establecen con el entorno de acuerdo con su propia identidad y con su propio balance de responsabilidades, y cuando, además, obedecen a una idea de formación coherente con su naturaleza y su historia, la respuesta a las exigencias externas se convierte, precisamente, en un espacio en donde se afirma la autonomía.
LO MISIONAL DE LA UNIVERSIDAD Y EL DESARROLLO DE LA AUTONOMÍA
En las universidades se han definido principios y fines que se expresan en la misión y en el proyecto institucional. Estos fines alcanzan una generalidad que permite precisamente la existencia de puntos de vista, modos de actuar y proyectos diferentes que, sin embargo, pueden armonizarse y conectarse en estrategias de cooperación, potenciándose mutuamente. La resonancia posibilitada por esos fines compartidos es clave en la consolidación de la identidad institucional. Esa identidad es la referencia para el ejercicio de la autonomía universitaria e incluye los ideales formativos que orientan las estrategias pedagógicas y las relaciones entre la docencia, la investigación y la integración con la sociedad. Estos grandes fines expresan la responsabilidad de la institución con el conocimiento, con la nación y la región, con el cuidado del planeta y con la defensa de la paz, los derechos humanos y las libertades consagradas en los acuerdos ciudadanos.
El trabajo que se lleva a cabo en las aulas, el desarrollo de los proyectos de investigación y las acciones a través de las cuales la institución incide en su entorno y coopera con los sectores productivos y el Estado, así como las actividades culturales y la vida social y política de la universidad, reciben la impronta de la identidad y la cultura institucional. El modo como se realizan las tareas y como ocurren las interacciones internas y externas de la universidad determinan la forma y los límites de la autonomía institucional.
Sin duda existen presiones externas de las cuales la universidad no puede sustraerse, pero responder acríticamente a dichas exigencias por la urgencia o la ventaja económica es distinto a afirmar la autonomía estableciendo un diálogo a partir del cual se armonizan los intereses de la universidad con las necesidades de las comunidades, el Estado y los sectores productivos.
La autonomía es un principio universal y es un proceso. Comienza con el desarrollo y la consolidación del proyecto académico de la institución, que es el resultado de una reflexión sistemática y colectiva sobre los propósitos, los valores y las acciones que dan coherencia al trabajo de la comunidad universitaria. En esta tarea participan sujetos que, en el ejercicio responsable de su libertad individual, contribuyen a construir los caminos de acción para el cumplimiento de las funciones misionales que hacen de la universidad lo que es y legitiman su libertad institucional. Un mayor desarrollo de las artes y las humanidades, una apropiación de la ciencia más profunda, consciente y crítica, y un mayor acceso y entendimiento de la información nos hacen más libres y responsables como instituciones científicas, autónomas, universales y corporativas.
FORMACIÓN EN Y PARA LA AUTONOMÍA
Una educación de calidad enseña a amar las posibilidades de aprender, a valorar el esfuerzo orientado al conocimiento y a creer en las propias posibilidades de proponer ideas nuevas y someterlas al juicio crítico de los profesores y de los compañeros de estudio. Una educación de calidad fortalece la autonomía de los participantes en el proceso educativo. Esta autonomía es fruto de la solidaridad, del compromiso con el propósito compartido. Compromiso que, en una educación de calidad, toman maestros y estudiantes en el ejercicio mismo de su autonomía.
La relación dialógica maestro-estudiante se convierte en una fuente de libertad cuando el docente ayuda al alumno a extender sus propias alas, a volar por cuenta propia. Si esta relación toma tal forma, si el maestro induce al estudiante a ampliar su capacidad de elección, si lo acompaña en sus iniciativas, si contribuye a su autonomía, ampliando su horizonte con el conocimiento e invitándolo a aprender por sí mismo a partir del estudio y de la reflexión de su propia experiencia, no sólo aprende el alumno, aprende incluso más el profesor. Gracias al diálogo, el saber acumulado escapa al peligro del dogmatismo y se convierte en oportunidad para preguntar nuevas cosas. Cuando la comunicación pedagógica se orienta a ampliar la autonomía del estudiante, el conocimiento se vive como un descubrimiento compartido que permite también al maestro superar sus prevenciones e iniciar aventuras nuevas. Las mentes sin prejuicios tienen mayor capacidad de volar.
En la relación dialógica maestro-estudiante, dos seres humanos, producto de experiencias y saberes distintos, se encuentran en un ambiente compartido con una pregunta, discuten hasta llegar a una respuesta o síntesis que se pone a prueba, ampliando las fronteras de la experiencia y superando, con ello, las barreras del conocimiento; allí se produce una creación científica, artística, humana, técnica o tecnológica.
El proceso de formación, que constituye el objeto central de la educación, es de crecimiento interior, intelectual y ético. La sociedad confiere autonomía a la universidad porque necesita del conocimiento que esta institución produce y enseña, y porque confía en la calidad de la formación que ofrece. Esa calidad está en relación directa con el conocimiento y con la ética propia de la vida universitaria.
La educación está siempre inscrita en la incertidumbre porque se trata de la interacción entre personas libres cuyo destino es diverso e impredecible, pero confiamos en que las elecciones de los estudiantes serán más sensibles a los intereses generales de la comunidad cuanto más informadas y éticas sean. Entre lo mucho que hay por aprender a lo largo de la vida, son especialmente importantes la capacidad de recoger y sintetizar la propia experiencia, y la de aprovechar las vivencias para reconocer lo que hace falta para comunicarse y comprender al interlocutor, para cuidar de sí mismo y del otro, en definitiva, para convivir. Por ello, sostendremos que no se trata sólo de formar en las aptitudes que permiten el ejercicio profesional, sino que es tarea de las instituciones educativas atender a las actitudes que requiere la vida social.
La autonomía como proyecto de la formación es, en consecuencia, un reto para la universidad. Nos obliga a movernos entre la tradición y el cambio, aprender, recoger el acumulado de la tradición del conocimiento y adaptarnos para ser contemporáneos.
Así como la autonomía de los individuos es el resultado de un trabajo de síntesis de la propia experiencia y de un compromiso permanente con el conocimiento, la autonomía universitaria se soporta no...

Índice

  1. Cubierta
  2. Índice
  3. Portada
  4. Copyright
  5. PRESENTACIÓN
  6. PRÓLOGO
  7. DESAFÍO Y PROPÓSITOS DE LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA
  8. REFLEXIÓN HISTÓRICA SOBRE AUTONOMÍA Y UNIVERSIDAD
  9. AUTONOMÍA, ¿HACIA UNA NUEVA NARRATIVA?
  10. AUTONOMÍA, PERTINENCIA SOCIAL Y CALIDAD: EXÁMENES REGIONALES. REGIÓN ANDINA
  11. AUTONOMÍA, PERTINENCIA SOCIAL Y CALIDAD: EXÁMENES REGIONALES. REGIÓN BRASIL
  12. AUTONOMÍA, PERTINENCIA SOCIAL Y CALIDAD: EXÁMENES REGIONALES. REGIÓN CARIBE
  13. AUTONOMÍA, PERTINENCIA SOCIAL Y CALIDAD: EXÁMENES REGIONALES. REGIÓN CENTROAMÉRICA
  14. AUTONOMÍA, PERTINENCIA SOCIAL Y CALIDAD: EXÁMENES REGIONALES. REGIÓN CONO SUR
  15. AUTONOMÍA, PERTINENCIA SOCIAL Y CALIDAD: EXÁMENES REGIONALES. REGIÓN MÉXICO
  16. SIGLAS Y ACRÓNIMOS
  17. AUTORES