En búsqueda de la Tierra sin mal
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En búsqueda de la Tierra sin mal

Raíces y trayectorias político-productivas de un movimiento social en América Latina

  1. 194 páginas
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En búsqueda de la Tierra sin mal

Raíces y trayectorias político-productivas de un movimiento social en América Latina

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Este libro ofrece un trabajo innovador y disruptivo en lo que a ciencias sociales refiere. La autora rompe la inercia impuesta por las tradiciones sociológicas preeminentes, abriendo puertas y ventanas epistemológicas. Construye, a través de su trabajo de investigación, una acción bilingüe y flexibles puentes comunicacionales con los integrantes de movimientos sociales de la zona de la triple frontera entre la Argentina, Brasil y Paraguay, planteados así como sujetos de intercambio. Esta posición de investigación, en el marco de una zona geopolítica sensible, parte de la confianza, el compromiso y la empatía, que posibilitan que afloren sus tradiciones culturales resguardadas por el silencio. De esta manera, logran ser develadas sus sinuosas trayectorias de idas y vueltas del campo a la ciudad y sus luchas contra el ecocidio propiciado por el avance de los monocultivos transgénicos.

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Información

Año
2017
ISBN
9789876914840
Categoría
Social Sciences
Categoría
Sociology

CAPÍTULO 1
Marco teórico

La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a tornarnos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios.
Gabriel García Márquez, Cien años de soledad

Movimientos sociales-populares: debate sobre la preeminencia e incidencia de las identidades culturales

A partir de la lectura de diferentes abordajes sobre los movimientos sociales y discusiones sobre su alcance teórico, planteamos la necesidad de explorar en búsqueda de un análisis capaz de dar cuenta de las complejas realidades sociopolíticas latinoamericanas. Tal como lo planteaba Emir Sader (2009):
Uno de los elementos de la crisis hegemónica latinoamericana es la falta de teorización […] las elaboraciones teóricas que permitan la comprensión de la situación histórica real que afronta al continente, con sus elementos de fuerza y debilidad, sus correlaciones de fuerzas reales, concretas y globales, sus desafíos y sus posibles líneas de superación se han vuelto condición indispensable para el enfrentamiento y superación de los obstáculos. (7)
Desde esta perspectiva planteamos un abordaje analítico orientado a neutralizar las secuelas de las diferentes formas de colonialidad que aún perduran en América Latina. La colonialidad se expresa de diferentes modos, tanto en las formas de saber-poder, como lo postula Aníbal Quijano (2000), como las del ser. Estos vestigios de colonialidad en el marco de un epistemicidio, tienden a negar las otras formas de saber, pese a que encontramos variadas modalidades de resistencia en el accionar de los movimientos sociales-populares latinoamericanos mediante el rescate de estos saberes denegados.
A la colonialidad del saber-poder se le suma la colonialidad de la naturaleza, que niega los vínculos que los sujetos mantienen con sus territorios. En términos de Catherine Walsh (2007):
La cuarta dimensión de la colonialidad [es] la colonialidad de la naturaleza. Con esta dimensión de la colonialidad, hago referencia a la relación binaria cartesiana entre naturaleza y sociedad, una división que descarta por completo la relación milenaria entre seres, plantas y animales, como también entre ellos, los mundos ancestrales y espirituales.
Esta concepción se vincula con la idea de resguardo de la biodiversidad en tanto espacio socialmente construido. Recordemos que Arturo Escobar (2003) plantea el concepto de biodiversidad como la sumatoria de territorio más la cultura. En muchos casos, las acciones de los movimientos sociales tienden al resguardo de la biodiversidad dado el proceso de revalorización de sus tradiciones que se da al interior de los movimientos, lo cual se suma a la resignificación y revalorización del territorio.
Respecto a la importancia del territorio para los movimientos sociales, Bernardo Mançano Fernandes (2005b) propone una lectura espacial. Plantea que del mismo modo que algunos movimientos producen y construyen espacios, a su vez se espacializan y poseen espacialidades, es decir, transforman el espacio reapropiándoselo mediante la organización colectiva. La producción o construcción del espacio ocurre por la acción política, por la intencionalidad de los sujetos para la transformación de sus realidades.
Por lo tanto, al rescate de las formas de saber, de los modos de ejercicio de poder mediante formas organizacionales y los vínculos dentro de las comunidades, se suman los vínculos que los movimientos sociales-populares entablan con la naturaleza: los diálogos entre los sujetos y su territorio. En contraste con las cosmovisiones predatorias que entienden a los territorios naturales como espacios a colonizar y explotar, las concepciones campesinas e indígenas no conciben al sujeto separado de la naturaleza, sino como parte de ella. El hombre pertenece a la tierra, la tierra no pertenece al hombre. Se trata de una forma particular de concebir al mundo, donde el diálogo del sujeto con el territorio adquiere una particular relevancia. Como lo plantea Escobar (2003), estas formas de pensar al territorio han sido invisibilizadas:
El dominio del espacio sobre el lugar ha operado como un dispositivo epistemológico profundo del eurocentrismo en la construcción de la teoría social. Al restarle énfasis a la construcción cultural del lugar al servicio del proceso abstracto y aparentemente universal de la formación del capital y del Estado, casi toda la teoría social convencional ha hecho invisibles formas subalternas de pensar y modalidades locales y regionales de configurar el mundo. (116)
Buscamos entonces desarrollar ejes analíticos que nos permitan dar cuenta de estas formas subalternas de pensar y de las modalidades locales que se conforman en nuestros movimientos sociales-populares sin que esto implique un análisis esquemático y rígido, que conciba a América Latina como un “bloque homogéneo”. Partimos del estudio de un caso situado en Misiones, Argentina. Allí se asientan las Comunidades Campesinas por el Trabajo Agrario (CCT) en las que encontramos una convergencia de tradiciones culturales que afloran con la dinámica de la organización. A partir de la interacción con este movimiento, trazamos ejes de análisis que dan cuenta de algunas de las dimensiones histórico-culturales que caracterizan a los movimientos sociales latinoamericanos.
Uno de los principales motivos de lucha y razones de existencia de esta organización, se vincula con la necesidad de poseer tierras para la vivienda y la agricultura. Como ya se ha mencionado, se trata de muchas familias que antiguamente trabajaban, explotadas, en la industria del pino y hoy defienden dichas tierras de la devastación. Trabajan principalmente en la producción de hortalizas y tabaco pero también incursionan en la producción de yerba mate. La lucha por la tierra tiene un fuerte significado para estos campesinos que se autodenominan “colonos al revés”1 y tras años de tomas de tierra y a partir de sus acciones de protesta, demandan al Estado la tan postergada efectivización de la Ley de Arraigo y Colonización Nº 4.093/05, que sancionara la legislatura provincial luego del extenso corte de ruta de mediados de 2004.
Estuvimos más de un mes2 en la ruta pidiendo que el Estado provincial tomara cartas en el asunto. Pedíamos la regularización de las tierras y la libertad de trabajo, porque por presión de los titulares registrales, las empresas tabacaleras les negaban a la bajada de insumos. Se logró liberar la bajada de insumos, esa parte a casi un mes de corte de ruta. Pero seguíamos sin respuesta. (“Historia por la Tierra”, escrita por Nico de la CCT)
En la CCT se conjugan algunas de las características de los movimientos sociales que han proliferado en los últimos treinta años en América Latina, en tanto espacios donde se desarrollan nuevas formas de producción a modo de condición de posibilidad del cambio social; como ámbito de rescate de saberes culturales, de desarrollo de cierta ética solidaria y de organización asamblearia; como una lucha territorial en sus varias acepciones y resguardo de la biodiversidad a través de la acción directa (Argumedo y Nacci, 2005).
A partir del proceso de investigación, consideramos a los movimientos sociales-populares, tales como la CCT, como ámbitos de construcción de nuevos entramados relacionales, que inciden en la autopercepción de sus integrantes y se constituyen como lugares de organización y proyección político-productiva donde emergen indicios de acervos culturales provenientes de sus tradiciones comunitarias.
Los movimientos sociales latinoamericanos, como plantea Zibechi (2003) se diferencian de los movimientos sociales de los llamados “nuevos movimientos sociales europeos”, así como de los movimientos obreros sindicales y contienen características propias provenientes precisamente de tradiciones culturales que afloran en las dinámicas colectivas. Entre ellas, Zibechi destaca:
Tres grandes corrientes político-sociales nacidas en esta región, conforman el armazón ético y cultural de los grandes movimientos: las comunidades eclesiales de base vinculadas a la teología de la liberación, la insurgencia indígena portadora de una cosmovisión distinta de la occidental y el guevarismo inspirador de la militancia revolucionaria.
En las comunidades campesinas misioneras encontramos una gran influencia de las corrientes señaladas por Zibechi. Es destacable la importancia de las comunidades eclesiales de base, así como la influencia y vigencia de las tradiciones guaraníes en la zona y cierta influencia guevarista plasmada en términos éticos y estéticos en ciertos referentes de estas comunidades.
Para detectar los sustratos culturales de los movimientos sociales, resulta de gran importancia el establecimiento de un vínculo de confianza que permite el intercambio de saberes entre “investigador-investigado”, dado que se han considerado los saberes de los sujetos en estudio como saberes legítimos. Este proceso posibilitó la detección y revelación de los códigos culturales, lo cual permitió un intercambio de saberes y la posibilidad de pensar conjuntamente soluciones ante algunas problemáticas vinculadas con las raíces histórico-culturales de estas comunidades. “Se trata de ver cuál es el potencial teórico, las concepciones autónomas inmersas en los códigos ignorados, los significantes que expresan esas voces silenciadas” (Argumedo, 2001: 92).
Coincidimos con Zibechi en que la revalorización de la cultura y la revalorización de la identidad popular de los sectores que conforman a los movimientos es un proceso que se lleva a cabo en el accionar de los movimientos sociales ya que, como sostiene Alberto Melucci (1994), la identidad se construye y reconstituye en el accionar, a través de los repertorios de acción colectiva.
Para la construcción del marco analítico, tomamos los postulados planteados por Escobar (2003) sobre el concepto de lugar y las economías basadas en el lugar. El autor considera estos conceptos como ejes fundamentales para abordar la globalización, el posdesarrollo y la sustentabilidad ecológica. A partir de estas experiencias nos proponemos reflexionar sobre la importancia de la revalorización del conocimiento local como “un modo de conciencia basado en el lugar, una manera-lugar específica de otorgarle sentido al mundo” (125).
En esta misma línea, Boaventura De Sousa Santos (2003) trabaja el concepto de globalización horizontal planteando la revalorización de los saberes y redes locales que, aunque en una escala distinta, pueden tejer otro tipo de globalización. De Sousa Santos distingue dos tipos de globalización: la que es de-arriba-para-abajo o hegemónica, y la globalización de-abajo-para-arriba o contrahegemónica. Nos preguntamos entonces, si estas experiencias podrían considerarse como expresiones de la globalización “desde abajo”.
Asimismo, consideramos que estas experiencias productivas, rescatan lo que Escobar (2003) denomina conocimiento local, en tanto modo de resistencia política y epistemológica basada en lo diferente y en contraposición a un discurso esencialista que considera a la defensa de los conocimientos locales como reminiscencia romántica. Como señala Lander (2003), se plantea la cosmovisión occidental como “la” historia, ante otras historias y cosmovisiones no occidentales vinculadas a un pasado atrasado y arcaico:
Una fuerza hegemónica del pensamiento neoliberal, su capacidad de presentar su propia narrativa histórica como el conocimiento objetivo, científico y universal y a su visión de la sociedad moderna como la forma más avanzada –pero igualmente normal– de la experiencia humana, está sustentada en condiciones histórico culturales específicas. (12)
Condiciones que silenciaron saberes, negando la simultaneidad de historias por lo que la historia europea (occidental) era la única y toda “otra” historia significaba el atraso, una historia que debía permanecer ausente, “lo premoderno”. Otro modo de reconstruir la historia introduciendo otras perspectivas es por medio de la exploración de las memorias colectivas de los sectores populares como lo señala el autor brasileño José de Souza Martins (2008):
Sin dudas es posible reconstruir la historia a través de la memoria. Pero, será otra historia y exigirá otro tipo de historiador, diferentes de aquellos así considerados. La reconstitución histórica que incorpore los datos de la memoria implica reformular la concepción de la historia, mediante la incorporación de otras temporalidades, diversas de aquellas que marcan el tiempo reconocido por la historia. (127)
En estas experiencias productivas, la pertenencia comunitaria es una forma de retejer esos lazos comunitarios, de resignificar su historia. La revalorización vuelve visible lo invisible. Le da sentido a la ligazón, a la historicidad de sus individuos. El reconocimiento de sus tareas, labores, en definitiva, de sus saberes, los afirma en su identidad y les posibilita valorar lo propio. Así, se da un proceso de reconocimiento de sí mismos como parte de una comunidad.
Tales saberes son revalorizados a partir de una mirada externa, esto es, ante la injerencia de alguien ajeno a la comunidad o bien, ante la posibilidad de los propios integrantes de la comunidad de migrar y, al regreso, revalorizar sus saberes. Es a partir de este proceso que los saberes y técnicas se valorizan y se vuelven legítimos, mostrables e intercambiables.
A partir de la vivencia de migración hacia las ciudades, los integrantes de la CCT vuelven al campo, fundan las comunidades, se organizan colectivamente en torno a la lucha por la tierra y adquieren una nueva visión sobre sus propias tradiciones y saberes. Por ende, cierta condición de exterioridad hace posible el proceso de revalorización de lo propio, constituyéndose en un mecanismo de reafirmación identitaria.
Pensamos que la experiencia de movimientos socioterritoriales como la CCT, entre tantas otras que multiplicadas por América Latina en los últimos años, es una expresión de resistencia a la globalización “desde arriba”, desarrollada con el neoliberalismo, a partir de la recuperación de saberes históricos local...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Acerca de este libro
  4. Agradecimientos
  5. Prólogo, Alcira Argumedo
  6. Introducción
  7. Capítulo 1. Marco teórico
  8. Capítulo 2. Marco metodológico: construyendo puentes comunicacionales
  9. Capítulo 3. Las dimensiones de la memoria en torno a la organización campesina
  10. Capítulo 4. Dinámica del movimiento
  11. Conclusiones y debates abiertos
  12. Bibliografía
  13. Anexo fotográfico
  14. Créditos