Platón y Homero
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Platón y Homero

Diálogo entre filosofía y poesía

  1. 380 páginas
  2. Spanish
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Platón y Homero

Diálogo entre filosofía y poesía

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A diferencia de la mayoría de los estudios que se han hecho sobre estos dos autores clásicos, que se centran en su complicada relación, el autor argumenta que los Dialogos de Platón, constituyen la finalización de la obra de Homero, en específico La Iliada. Dando así un nuevo sentido a esta relación, donde ambos se complementan como autores.

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Información

Año
2019
ISBN
9789587813388

II. Homero, poeta e intérprete de sí mismo

Anotaciones preliminares: Homero escrito

Las cuestiones implicadas en la interpretación de Homero parecen mejor resueltas y menos discutibles que las correspondientes en Platón.1 Esta mayor certeza constituye, sin embargo, una arriesgada ilusión que hay que considerar con el mismo cuidado que respecto de Platón, si se quieren disipar los dogmas de una erudición homérica satisfecha en exceso de sí misma. Igual que en el caso del Ateniense, esta complacencia deriva de establecer como hechos asentados con firmeza lo que son apenas interpretaciones, con una mayor o menor plausibilidad, pero interpretaciones a fin de cuentas. En el caso de los estudios sobre Homero, la comprensión de los poemas se da dentro del único y exclusivo marco de referencia de la dilucidación de su forma de composición y esta ha quedado reducida en gran parte a la tesis de la escuela “oralista”. En la presente investigación, por el contrario, se parte de considerar los poemas como han sido transmitidos, lo que conduce a un compromiso con una forma de composición “escriturista”. Hay que precisar en este punto que con los términos ‘oralista’ y ‘escriturista’ se hace alusión a dos formas de entender el proceso de composición de los poemas, según se estime que esta se dio en el medio oral o en el medio escrito. Por supuesto que quienes juzgan que la composición de los poemas se dio en el medio de la escritura no niegan con ello la existencia previa de una rica tradición oral de la que el poeta toma motivos y situaciones, pero de allí no derivan que los poemas como tales hayan recibido su composición definitiva en el medio oral para después ser consignados al medio escrito mediante el dictado o la copia. En cierto sentido, se trata de dos posiciones plausibles, interpretativas, en todo caso, pues no hay ningún modo como pueda asegurarse su verificación empírica. Por supuesto que los partidarios de una y otra opción aducen razones de diversa índole, filológica, arqueológica, cultural, sin que ninguna de tales razones tenga por sí misma una validez definitiva. Un aspecto que tiene mucho peso a favor de una u otra posición, y que incluso podría entenderse como decisivo en sí mismo, consiste en la interpretación que se le dé a cada uno de los poemas y a la relación entre ellos, estando los partidarios de la composición por escrito a favor de una mayor unidad estructural y formal de cada poema, unidad que los seguidores de la composición oral ven con mayor cautela. La posición aquí adoptada se decanta a favor de una comprensión muy estricta de la unidad de composición de los poemas, por lo que se favorece la hipótesis de su composición en el medio de la escritura. Las dos faces de esta cuestión tienen importantes consecuencias filosóficas, tanto en lo que hace a una hermenéutica homérica en sentido estricto, como en lo atinente a la relación entre oralidad y escritura en el periodo comprendido entre la época arcaica y la época clásica de la cultura griega.2
Por lo dicho, queda claro que aquí no se va a ahondar en la cuestión de la composición de la obra de Homero, si bien se toma como referente la posición del eminente filólogo de Oxford, Martin L. West, que sin negar la existencia oral de materiales que finalmente entrarían en la composición de los poemas, defiende la composición escrita de estos por parte de dos (o tres) poetas diferentes, uno (o dos) para la Ilíada y otro para la Odisea.3 Que la composición de la Ilíada, en particular, se hubiera dado en el medio de la escritura no significa, sin embargo, que haya sido homogénea o lineal. Por el contrario, argumenta West, es preciso reconocer que hubo un núcleo originario de cantos (1-2, 11, 16) que sufrieron dos momentos sucesivos de expansión (primero con los cantos 3-9 y 12-15, seguidos de los cantos 17-24) y uno último de interpolación (el canto 10). Que todo este proceso, salvo el último paso, es obra de un solo autor que trabajó con los precarios medios de la escritura que tenía a su disposición explica no solo la unidad de la obra, sino los desvíos, los cortes, algunas incongruencias de la línea argumentativa principal. West denomina a este poeta como P, tanto para distinguirlo del autor de la Odisea, a quien llama Q, como para enfatizar que posiblemente el autor de la Ilíada no se llamó “Homero”, como tampoco el de la Odisea. De modo semejante, West argumenta que la Odisea se compuso en etapas y mediante el recurso de la escritura. En un primer momento, la proto-Odisea habría consistido en la historia del regreso del héroe, en conformidad con la leyenda popular de amplia difusión de “El esposo que regresa”, que el poeta Q habría ampliado de tres a diez años para explicar la ausencia de Menelao en el malhadado retorno de Agamenón, a lo que habría añadido el recuento que el propio protagonista hace de sus aventuras y después el viaje de Telémaco, modificado así mismo de diversas maneras. Por último, y dada su propensión a la exageración, Q habría tenido que idear el final con arco como modo más plausible para que el héroe se enfrentara, ya no a una docena de pretendientes, sino a los 108 que al final ocupaban su casa. Así, la Odisea adquirió su forma definitiva, con la Telemaquia (libros 1 a 4 y parte del 15), el relato que Odiseo hace de sus viajes (libros 5 a 12) y el arribo a su casa (libros 13 a 24).
Por razones que quedarán claras en lo que sigue, en esta investigación se hace referencia a Homero como modo de aludir al autor de los poemas homéricos, tanto de la Ilíada como de la Odisea —mas no a los autores, desconocidos, de los Himnos homéricos o de obras del ciclo épico—, cuando se hable de un modo genérico del autor de uno u otro poema o de ambos. Sin embargo, en conformidad con West, aquí se adopta la posición de que el autor de la Ilíada es distinto del autor de la Odisea, y cuando sea necesario o pertinente caracterizarlos como tales se hablará con West de ‘P’ como el poeta de la Ilíada y de ‘Q’ como el poeta de la Odisea —solo muy eventualmente se hablará del autor del canto 10 (K) de la Ilíada como ‘PK’ para distinguirlo de P—. Empero, y a diferencia de West, no se hará uso permanente, ni siquiera preferencial, de la denominación P o Q para referirse al poeta de la Ilíada o al poeta de la Odisea, toda vez que una tradición plurisecular conoció siempre a este poeta como ‘Homero’. A diferencia, empero, de la tarea técnica que se propone West, cuya comprensión de la Ilíada y de la Odisea viene guiada por el modo como él discierne el proceso de composición de cada uno de los poemas —que en el caso de la Ilíada lo lleva incluso a no encontrarle un lugar satisfactorio al libro 10, que habría sido una adición tardía de un poeta diferente del autor de la Ilíada originaria—, aquí se toma como objeto propio y completo de la interpretación la Ilíada, al igual que la Odisea, en la forma definitiva de su transmisión. Esto, por supuesto, no significa que la tarea de los editores sea superflua; todo lo contrario, dicha labor es necesaria para el trabajo aquí propuesto, pero también hay que reconocer que tanto la Ilíada como la Odisea se presentan como productos estables y definitivos en buena medida, lo que hace posible elaborar una interpretación comprehensiva de los dos grandes poemas que no se guíe primordialmente por aspectos técnicos, sin que ello signifique ignorarlos. Con base en West, pero tomando distancia de él, a efectos de esta investigación se establecen los siguientes puntos: (1) la Ilíada es el producto escrito de un único autor; (2) la Odisea es el producto escrito de un único autor; (3) el autor de la Ilíada es diferente del autor de la Odisea. Queda claro, entonces, que la palabra ‘Homero’ alberga en su seno una riesgosa ambigüedad que resultará decisiva en la interpretación de la obra de Homero.
La distancia que aquí se toma de West se basa en la constatación de que la cuestión de la composición de los poemas homéricos parece en lo esencial independiente de los aspectos técnicos referentes a su estructura y armado final, puesto que estos últimos problemas pueden recibir una explicación satisfactoria bajo cualquiera de las instancias de composición que se asuma. Esto quiere decir que la lectura de los poemas homéricos permite de entrada la adopción de una posición interpretativa que resultará ser independiente de la resolución de los aspectos técnicos implicados en ellos. Así, desde la posición que aquí se adopta puede abordarse una interpretación de Homero que mire más al texto como está y no tanto al modo de su composición. Esto último es útil y válido, sin que deje de ser contencioso, pero lo primero también puede prestar su contribución a la comprensión de Homero. Así, pues, la opción que en este trabajo se manifiesta por West no se da en el ámbito técnico de hipótesis sobre la composición de la obra homérica, sino en razón de las posibilidades interpretativas que ofrece su lectura. Por supuesto que ello no significa que se comparta la hasta cierto punto “ingenua” interpretación que West hace tanto de la Ilíada como de la Odisea. En efecto, la lectura que aquí se ofrece de los dos poemas no se guía en primera instancia por una determinada comprensión de la unidad de cada una de las obras que dependa del orden de su composición.
Para West, en efecto, el principio de que la reconstrucción del proceso de composición constituye la guía de interpretación de la obra lo lleva a entender la Ilíada como una gesta fundamentalmente heroico-militar, donde por etapas Aquiles va pasando a primer plano. ¿Por qué —se pregunta este intérprete—, a pesar de contar con un guerrero como Aquiles, los aqueos no han logrado derrotar a los troyanos en diez años de asedio? Precisamente porque los troyanos se resguardan en la ciudad, tras los inexpugnables muros de la fortaleza. ¿Cómo hacer, entonces, para que los troyanos salgan de la ciudad y, al aventurarse en campo abierto, ofrezcan la mayor posibilidad heroica para Aquiles? La disensión entre los jefes aqueos, cuya consecuencia inmediata es que Aqui...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Página legal
  4. Contenido
  5. Listado de tablas
  6. Nota sobre la cita de fuentes primarias y secundarias
  7. Agradecimientos
  8. Resumen temático
  9. Introducción
  10. I. “Platón estaba enfermo, creo”: Platón como poeta
  11. II. Homero, poeta e intérprete de sí mismo
  12. III. “No un relato de Alcínoo”: Platón, pensador iliádico
  13. Conclusión
  14. Adenda
  15. Bibliografía