Desde la universidad a la sociedad
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Desde la universidad a la sociedad

Selección de escritos 2010 - 2015

  1. 624 páginas
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Desde la universidad a la sociedad

Selección de escritos 2010 - 2015

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Información del libro

La educación es prioritaria en el desarrollo de los habitantes de una nación. Es el factor que nos permite avanzar en igualdad y equidad.Por eso, el rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Ignacio Sánchez, ha querido dejar un testimonio de la mirada desde la UC a uno de los procesos más importantes de los últimos 40 años, como es la Reforma a la Educación Superior en nuestro país. Esta publicación reúne una selección de diferentes escritos realizados en la contingencia y en muchos momentos de tensión e incertidumbre vividos durante este primer período de su rectorado.Son opiniones, planteamientos y reflexiones vertidos en artículos, discursos, correos electrónicos y otros documentos, que aportan información significativa al momento de hacer un análisis histórico sobre estos cambios.Si bien estos escritos expresan una visión particular desde la rectoría de la UC de los hechos tanto internos como externos a la comunidad universitaria, este libro es también una invitación a compartir distintas visiones sobre la educación superior para que, en conjunto, podamos relatar una historia más amplia y diversa que sea un aporte al progreso de nuestro país.

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Información

Editorial
Ediciones UC
Año
2015
ISBN
9789561425804
Categoría
Pedagogía
PRIMERA PARTE
Columnas, cartas, artículos de prensa
El sentido de la educación superior
Educar significa conducir al individuo fuera de sí mismo, para llevarlo a otra realidad, hacia un crecimiento que se orienta a la plenitud de la persona.
Nuevos desafíos de la UC
Nuestra universidad debe cultivar y compartir con la sociedad un saber iluminado por la fe, para ponerlo al servicio de las personas y contribuir a la evangelización de la cultura. La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva a la contemplación de la verdad (Fides et ratio, 1998). Debemos aportar al progreso espiritual y material del país, educar a nuestros estudiantes para que sean ejemplos de vida intelectual y cristiana, emprendedores, íntegros y solidarios; generar conocimientos que permitan el progreso, y aportar soluciones para los problemas que aquejan a la sociedad chilena.
Los elementos prioritarios de la misión universitaria son la docencia y la investigación, por lo que lograr una articulación armónica debiera ser un objetivo prioritario. Nuestra universidad tiene un importante desarrollo en investigación, que permea a la enseñanza, por lo que podemos afirmar que en variadas áreas se enseña lo que se investiga y que nuestra docencia está en la frontera del nuevo conocimiento. La mejor manera de abordar este gran proyecto es fortaleciendo al cuerpo de profesores, preocupándose por sus condiciones de trabajo y desarrollo profesional. Además, debemos ser más eficaces aún en la captación de recursos externos, ya sea de fondos públicos o privados, capaces de producir un real impacto y que aborden los problemas más acuciantes.
Debemos ser una universidad de calidad internacional, con una identidad católica clara y expuesta a la comunidad, que tenga un definido liderazgo latinoamericano y que se destaque en áreas que –junto a las ciencias, humanidades y tecnologías– reflejen sus carismas.
Junto a estas tareas fundacionales, la vinculación con la sociedad y sus necesidades en áreas diferentes –tales como la educación, la salud, el cuidado del medio ambiente, la vivienda popular, la gestión municipal y otros– ha permitido dar un aporte de real impacto en bien de la comunidad. En momentos como los que afectan hoy a nuestro país, el compromiso de profesores, alumnos y administrativos ha quedado de manifiesto en las áreas más golpeadas por el terremoto. Es de esta forma como la universidad puede entregar su conocimiento, experiencia y apoyo en bien de la comunidad.
Debemos ser una universidad de calidad internacional, con una identidad católica clara y expuesta a la comunidad, que tenga un definido liderazgo latinoamericano y que se destaque en áreas que –junto a las ciencias, humanidades y tecnologías– reflejen sus carismas. Nuestra universidad debe realizar un gran esfuerzo para considerar nuestra cultura actual, la que nos va influyendo y modelando como comunidad y como individuos. Se trata de cumplir la misión y el mensaje de la buena nueva a que estamos llamados como Universidad Católica. Nuestra identidad se manifiesta en cientos de jóvenes que dan testimonio de una propuesta valórica y de formación, que se transforman en agentes de cambio al egresar. Debemos trabajar para ser fieles a nuestra misión y a nuestros fundadores. El desarrollo de las artes y las humanidades requiere de un esfuerzo y dedicación especial. Sus importantes aportes permiten que nuestra universidad sea completa, un lugar del cultivo del saber amplio y profundo, con la presencia de las diferentes sensibilidades que conforman el conocimiento.
Siguiendo las directrices de Ex corde Ecclesiae (Constitución Apostólica, 1990), quiero ser un rector al servicio de la universidad, en una universidad al servicio de Chile. Quiero poder prestar el mejor servicio a sus profesores, alumnos, administrativos y auxiliares. Quiero prestar el mejor servicio anunciando el inestimable valor de la vida humana, desde el momento de la fecundación hasta su muerte natural. Quiero prestar el mejor servicio para aspirar a tener un espacio de humanización y poder generar una auténtica comunidad de personas. Y asumir este apasionante desafío con entusiasmo y confianza, consciente de que somos modestos albañiles y que es el Señor quien construye esta casa.
Publicado en el diario El Mercurio el 16 de marzo de 2010.
Las universidades al servicio del país
Potenciar la educación superior es clave para que Chile alcance el desarrollo que requiere en los próximos años. Por este motivo, se impone como una necesidad la sinergia entre las dos principales universidades del país. Estamos planificando reforzar nuestros actuales proyectos docentes y de investigación conjuntos, haciendo un análisis de todas aquellas áreas donde podemos formar en el corto plazo una alianza que permita el mejor desarrollo de ambas instituciones y del sistema universitario en general. Nos guía la confianza de que unidos somos más y podemos servir de mejor manera al país.
Nuestros alumnos y profesores desde siempre han desarrollado proyectos conjuntos, iniciativas que incluyen a miembros de un número significativo de universidades públicas y privadas. En el área internacional, tenemos convenios académicos con las principales universidades del mundo, por lo que existe un gran potencial para fortalecer las redes de investigación nacionales ya existentes. En las artes, aglutinamos la principal creación artística, musical y teatral universitaria del país, con obras de reconocimiento internacional.
Se impone como una necesidad la sinergia entre las dos principales universidades nacionales.
Nuestros hospitales universitarios presentan un modelo orientado a servir a los pacientes con énfasis en la docencia e investigación clínica. En estos centros clínicos se forma la mayoría de los especialistas que demanda la salud del país, principalmente los que requiere la población más vulnerable. Todos estos aspectos deben potenciarse y crecer, con el aporte generoso de ambas instituciones. Así también, en el área de las humanidades, las ciencias sociales y las políticas públicas, ambas instituciones han desarrollado centros activos que juegan un importante rol en la reflexión de los principales temas de agenda país.
Ambas universidades tienen grandes potencialidades en ciencia y tecnología, áreas donde las principales autoridades del país han manifestado su voluntad de invertir y crear nuevo conocimiento, y en conjunto con otras universidades, con fuerte acento en la investigación, hemos realizado propuestas para fortalecer el sistema.
Ahora sentimos la urgencia de dar un paso más para trabajar por el fortalecimiento de la educación chilena en todos sus niveles. Es así como hemos mejorado el trabajo conjunto al interior del Consejo de Rectores y estamos comprometidos a participar en los principales temas que desafían a la educación superior. Para ello, fortaleceremos la investigación en educación, así como innovaremos y reforzaremos los programas de formación de los profesores. Lo anterior ya ha concitado importantes acuerdos entre ambas instituciones, los que se resumen en: a) incentivar la captación de mejores alumnos en educación; b) fortalecer el sistema de becas y créditos universitario, en especial para las carreras de mayor aporte a la sociedad; c) cooperación académica y profesional entre los principales centros de medición educacional (Demre, Microdatos UCH y Mide UC); d) cooperación académica en los programas de formación de gestores escolares, y e) análisis en conjunto de diversas problemáticas de políticas públicas en educación a través de los centros de ambas universidades.
Avanzaremos en el desarrollo de programas de doctorado que, por su calidad, atraigan al país a estudiantes extranjeros talentosos, y así contribuir a la inserción de Chile en la sociedad del conocimiento. Entendemos que nuestro trabajo conjunto debe proyectarse y fortalecerse a través del esfuerzo integrado con otras universidades que tengan como parte de su misión colocar la excelencia académica al servicio del país.
Nuestras instituciones son las más antiguas del país, y nuestra historia nos entrega responsabilidades especiales respecto del futuro. Tenemos diferente origen y propietario, pero ambas estamos orientadas al servicio de Chile. Es hora de trabajar en conjunto pensando en nuestros alumnos, nuestros profesores y en el bien del país. Es nuestro mejor aporte a la celebración del Bicentenario.
Publicado en el diario El Mercurio el 15 de agosto de 2010, en coautoría con Víctor Pérez Vera, rector de la Universidad de Chile.
Educación superior: Una propuesta para el Bicentenario
La educación superior en Chile ha tenido un crecimiento explosivo en las últimas dos décadas. Los alumnos de los planteles universitarios, institutos profesionales (IP) y centros de formación técnica (CFT) se han multiplicado, con lo cual un alto porcentaje de jóvenes, especialmente de los quintiles de menores ingresos, han podido acceder a ellos. Es innegable que la educación terciaria constituye una palanca de desarrollo muy importante, tanto para las familias como para el país.
El problema es que este crecimiento ha sido a expensas de la inversión privada, lo que ha provocado que gran parte del costo de la educación de esos jóvenes recaiga en sus propias familias, las que muchas veces deben hacer enormes esfuerzos para que sus hijos puedan estudiar. En este punto tenemos grandes diferencias con el mundo desarrollado: según los últimos indicadores de educación del informe de la OCDE 2010, en Chile el 86% del gasto en educación superior es privado, lo que se compara con solo un 4% en Finlandia, un 15% en Alemania y un 31% en el promedio de los países miembros de la OCDE.
La educación terciaria es clave en el nivel de crecimiento y cohesión social, pues posibilita la igualdad de oportunidades para todos los chilenos.
Nuestro sistema de educación superior es heterogéneo: lo integran 60 universidades, 44 IP y 72 CFT. Los dos últimos grupos comprenden muchas instituciones pequeñas y con pocas posibilidades de acceder a niveles de acreditación. Sin embargo, para postular a aportes estatales, todas las instituciones de educación superior deben cumplir con criterios de calidad, acreditación y orientación de bien público. Es aquí donde los concursos públicos, las becas, los convenios de desempeño, los sistemas de crédito y la evaluación de las actividades adquieren su plena vigencia y valor.
El compromiso del Estado con el segmento técnico-profesional de la educación terciaria debe traducirse en un aporte significativo a su financiamiento. Hoy el apoyo a este sector es inferior al 0,06% del reducido gasto directo del Estado en educación superior, lo que no guarda relación con la importancia de ella. El aporte estatal debiera incrementarse para ir en apoyo de los planteles y de las familias, cuya mayoría pertenece a los tres primeros quintiles de ingreso.
Junto con esta medida, es preciso resolver un tema pendiente de gran potencialidad: la articulación e integración del sistema de educación superior. Nuestras instituciones pueden aportar considerablemente en este aspecto, dado su origen común, la correspondencia de principios, valores, forma de trabajo y calidad, esta última expresada en la acreditación máxima que otorga la CNA, tanto a la UC como a Duoc UC. La Universidad puede aprender de la educación para el trabajo a través de competencias y habilidades, propias de ese tipo de enseñanza, además de abrir amplias oportunidades para que los alumnos destacados de esas instituciones accedan a la formación universitaria y alcancen grados de licenciatura y magíster, permitiéndoles una formación y capacitación laboral progresiva. Como se ve, hay mucho camino que recorrer entre ambas instituciones.
Para lograr una real articulación entre la formación universitaria y la técnico-profesional, debemos mejorar la retención y la tasa de titulación de los alumnos. Por otro lado, la formación continua, el perfeccionamiento de los procesos de calidad y acreditación de las instituciones y programas y, por último, la creación, en ambos tipos de instituciones, de nuevas carreras que sean complementarias y estén orientadas a aportar al desarrollo del país, son todos compromisos que estamos dispuestos a abordar en conjunto.
La educación terciaria es clave en el nivel de crecimiento y cohesión social, pues posibilita la igualdad de oportunidades para todos los chilenos.
Igualmente, nuestro aporte será fundamental para lograr el desarrollo y para que el optimismo de los chilenos en este Bicentenario se base en una educación superior de calidad, que entregue a la sociedad universitarios, profesionales y técnicos con conocimientos, competencias, valores, virtudes y, particularmente, con la capacidad de seguir aprendiendo en un mundo en constante cambio. Es aquí donde podemos hacer la diferencia.
Publicado en el diario El Mercurio el 11 de octubre de 2010, en coautoría con Jaime Alcalde C., rector Duoc UC.
¿Libertad para enseñar o para aprender?
La educación es la aventura más fascinante e importante de la vida. Para el que la imparte y para el que la recibe. Educar (del latín educere) significa conducir al individuo fuera de sí mismo para llevarlo a otra realidad, hacia un crecimiento que se orienta a la plenitud de la persona. Por eso es que la educación se considera un derecho, y también por eso son las personas, y su desarrollo, las que deben estar en su centro y hacia las cuales hay que orientar sus objetivos. La educación necesita, pues, de la generación de un ambiente de crecimiento personal, cultural y espiritual donde se crea un encuentro singular entre dos libertades: la del profesor y la del estudiante.
La mirada desde la libertad de desarrollarse como individuos diversos y únicos es la base de la libertad de enseñanza que requiere de un reconocimiento social, con un rol subsidiario del Estado, de modo de proteger esa garantía fundamental de sus ciudadanos. La libertad de educación no solo forma parte de la Carta Internacional de Derechos Humanos y la incorpora nuestra Constitución Política, sino que es parte indisoluble de la libertad de conciencia y se vincula también a la libertad de culto y al derecho de la familia de educar a sus hijos.
La educación necesita de la generación de un ambiente de crecimiento personal, cultural y espiritual donde se crea un encuentro singular entre dos libertades: la del profesor y la del estudiante.
Bajo esta concepción, la educación es mucho más que entregar conocimientos o información. Supone un respeto esencial a las diversidades propias del desarrollo de todo ser humano y un compromiso con su fortalecimiento como persona. Considerando que el interés por saber más y por acercarse a la verdad es parte inherente del hombre, la educación promueve y facilita el desarrollo pleno de la persona, al permitirle un acercamiento a la verdad y a un conocimiento nuevo y sustentable. Mirado de esta perspectiva, contribuye también a que la persona valore el diálogo, el intercambio de ideas, la tolerancia y adquiera así elementos fundamentales de vida democrática. Son estos los objetivos últimos que deben regir nuestro debate de lo que queremos entregar y compartir con nuestros estudiantes, en educación básica, media y muy especialmente en la educación superior.
En este contexto, cabe hacer la diferencia entre libertad para enseñar, necesitada de protección por parte del Estado y la sociedad, y la libertad para aprender, que debe ser exigida por los ciudadanos de una nación. Para poder asegurar estas libertades de enseñanza y de aprendizaje, se requieren algunos supuestos básicos: compromiso del Estado de promoverla en todos sus niveles, pluralismo y variedad de proyectos educativos, autonomía de los planes educativos y, sobre todo, valoración y reconocimiento social.
Este escenario valora especialmente el significado de un sistema universitario amplio y diverso, con instituciones de vocaciones públicas y privadas que enriquecen la diversidad de formación de nuestros jóvenes. Ellas deben velar para que su variedad sea garantía de que las libertades de enseñanza y de aprendizaje puedan ser una realidad en nuestro país, y que se cuiden como un bien muy preciado. Desde nuestro proyecto educativo propio, consideramos, además, que la educación que incorpora el aporte de la trascendencia y la espiritualidad se hace más completa, inclusiva y comprensiva.
La riqueza de esta libertad compartida radica en que permite una sociedad más pluralista, enriquece los bienes culturales, vela por una mayor calidad del sistema y profundiza las bases democráticas de una sociedad. En un entorno de esta naturaleza, profesores y estudiantes deben comprometerse a respetar e incluso a estimular las ideas ajenas, ya que la diversidad nos enriquece y permite que podamos ver otros aspectos de la verdad. Así también esa libertad exige responsabilidad, compromiso y un manejo maduro del balance entre deberes y derechos de todos los integrantes de una comunidad universitaria.
El horizonte y rumbo del país requieren que la calidad del proyecto educativo de cada institución esté a la altura de este compromiso y responsabilidad. Es a Chile y sus habitantes a los que debemos servir, para facilitar su desarrollo integral, asegurando la libertad de enseñar y de aprender de todos sus ciudadanos. Este es el...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Presentación
  6. Prólogo del autor
  7. Primera Parte: Columnas, cartas, artículos de prensa
  8. Segunda Parte: Documentos
  9. Tercera Parte: Discursos
  10. Cuarta Parte: Comunicaciones internas (correos electrónicos enviados por el rector)