Capital: adj: Valor de lo que, de manera periódica o accidental, rinde u ocasiona rentas, intereses o frutos.
(Diccionario de la Real Academia Española)
El capital está relacionado con la valía de un individuo o de un grupo, en particular, en relación a activos que puedan ser aprovechados para cumplir los objetivos deseados. Ya poseemos conocimientos acerca del capital empresarial y financiero. Entendemos que es necesario hacer una inversión para obtener beneficios, y si quieres crecimiento, no puedes guardar tus activos sino que hay que ponerlos a trabajar. El capital debe circular para que los activos crezcan. Y los gobiernos son cruciales para crear las condiciones y los niveles de confianza que pueden estimular o desalentar la inversión de capital. Por supuesto no estamos hablando solamente de capital financiero, estamos hablando de cómo invertir en personas y conseguir beneficios también de estas inversiones.
Muchas personas han escrito y debatido a favor del desarrollo de muchos tipos diferentes de capital. El capital financiero es el más obvio. Pero el capital cultural, espiritual, “natural” e incluso “erótico” también tienen sus defensores. Este libro trata de capital profesional. Utiliza la idea básica y poderosa de capital y expresa su importancia para el trabajo profesional, y la capacidad y efectividad profesional, en particular en la profesión docente.
En realidad, no existe desacuerdo sobre la importancia de conseguir y mantener buenos maestros y una enseñanza de calidad. Sin embargo, en este contexto, existen dos escuelas de pensamiento acerca de diferentes tipos de capital que conducen a naciones enteras hacia direcciones diametralmente opuestas.
Capital empresarial
En el primer punto de vista, el tipo de maestros que necesitamos y la forma de obtenerlos está motivada por ideas sobre el capital empresarial. Según este concepto, después de la caída de los mercados financieros e inmobiliarios en todo el mundo, el propósito principal de la educación es servir como un gran mercado nuevo para la inversión en tecnología, currículum y materiales de prueba, y en las propias escuelas como empresas de lucro. Según los cálculos de algunos magnates multinacionales, se trata de un mercado de 500 mil millones de dólares.
Cuando la enseñanza se concibe para obtener ingresos rápidos de la inversión empresarial, y para incrementar ingresos inmediatos al disminuir esa inversión, favorece una fuerza docente joven, flexible, temporal y una formación de bajo coste al principio y sin pensiones en la etapa final (salvo por las inversiones personales de los propios maestros), y reemplazables por la tecnología en los ámbitos en que sea posible. Por tanto, encontrar y mantener buenos maestros en última instancia reside en buscar y emplear (pero no en desarrollar o invertir) capital humano actual, ir a la caza de individuos con talento, haciéndoles trabajar duro, y deshacerse de ellos cuando se hartan o se desgastan. Esta es la imagen del widget humano de la profesión.
La estrategia de capital empresarial respecto a la enseñanza es agresivamente defendida en Estados Unidos y gana terreno en lugares como el Reino Unido y varios países europeos. Sin embargo, como veremos más tarde, ninguno de los sistemas educativos más exitosos del mundo aborda este planteamiento cuando construyen uno de sus activos sociales más valiosos. En Finlandia, Corea del Sur y Singapur se dice que los maestros son constructores de la nación y líderes importantes.
Capital profesional
Un segundo punto de vista —el nuestro— fomenta lo que llamamos capital profesional. Esta estrategia ya ha sido adoptada por los sistemas educativos y economías de mayor rendimiento del mundo. Los países y comunidades que invierten en capital profesional advierten que los gastos en educación constituyen una inversión a largo plazo en capital humano en desarrollo, desde la infancia hasta la vida adulta, para cosechar compensaciones de productividad económica y cohesión social en la siguiente generación. Una gran parte de esta inversión recae en maestros y en una enseñanza de alto nivel. Desde este punto de vista, conseguir buenos profesores para todos los alumnos requiere que los docentes estén muy comprometidos, bien preparados, en continua formación, adecuadamente pagados, que haya un buen trabajo en equipo para maximizar su propio progreso y que sean capaces de hacer juicios efectivos al usar toda su capacidad y experiencia.
El capital profesional en sí está compuesto de otros tres tipos de capital: humano, social y decisorio. Se ha escrito mucho sobre el primer tipo: capital humano. El libro de Alan ODDEN, The Strategic Management of Human Capital in Education define el capital humano como “talento” y describe cómo se obtiene, desarrolla y mantiene. Lo extraño, como demostraremos, es que no se puede conseguir mucho capital humano si solo tenemos en cuenta el capital de individuos. El capital ha de circular y ser compartido. Los grupos, equipos y comunidades son mucho más poderosos que los individuos cuando se trata de desarrollar capital humano.
Por tanto, el capital humano debe ser complementado, e incluso organizado, en términos de lo que se denomina capital social. Al igual que el capital humano, la idea y estrategia del capital social, como explicaremos más tarde, también tiene una historia notable. El punto más importante que nos concierne ahora son las contribuciones de capital humano y social, respectivamente. Carrie LEANA, una profesora de administración de empresas en la Universidad de Pittsburg, señala las conclusiones, según las cuales, las pautas de interacción entre maestros y administradores centrados en el aprendizaje de los alumnos marcan una gran diferencia evaluable en el rendimiento escolar y progreso continuado. Ella lo denomina capital social, que contrasta con el capital individual que está basado en la confianza del poder de los individuos para cambiar el sistema. LEANA pone de manifiesto que el grupo es mucho más poderoso que el individuo. Desde luego, los individuos son necesarios, pero el sistema no cambiará, de hecho los individuos no cambiarán en gran número, salvo que el desarrollo se convierta en una empresa colectiva persistente.
LEANA ha examinado de cerca la relación entre el capital humano y social. Ella y su equipo han hecho seguimiento a más de 1.000 maestros de cuarto y quinto curso en una muestra representativa que incluye a 130 colegios de enseñanza primaria de la ciudad de Nueva York. Las proporciones de capital humano en maestros individuales incluían aptitudes, experiencia y capacidad para enseñar. El capital social se evaluó en términos de la frecuencia y objetivo de conversaciones e interacciones con compañeros que se centraron en la instrucción y estaba basado en las sensaciones de confianza y cercanía entre maestros.
LEANA también obtuvo las calificaciones de matemáticas de los estudiantes de estos maestros al principio de curso y los comparó con las obtenidas a final de curso. Descubrió que los maestros con un elevado capital social incrementaron las calificaciones de sus alumnos en un 5,7% más que los maestros con menos capital social. Los maestros más capacitados (elevado capital humano) y con vínculos más fuertes con sus colegas (elevado capital social) producían las mejores notas en rendimiento matemático. También advirtió que los maestros de escasa capacidad desempeñan su labor igual de bien que los maestros de capacidad media “si tienen un fuerte capital social en su escuela”. En resumen, un elevado capital social y un elevado capital humano han estar combinados.
Puesto que es necesario tener ambos, elevado capital humano y social, la pregunta es: ¿cómo podemos desarrollar los dos a la vez? La respuesta es: si concentras tus esfuerzos en aumentar el talento individual, te costará mucho trabajo producir mayor capital social. No existe ningún mecanismo o motivación que aúne todo ese talento. Lo contrario no es cierto. Un elevado capital social genera un incremento de capital humano. Los individuos ganan confianza, aprenden y consiguen retroalimentación por tener a su alrededor a la clase ad...