Para recordar. Algunos planteamientos que dejaron huella en su momento
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Para recordar. Algunos planteamientos que dejaron huella en su momento

  1. 124 páginas
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Para recordar. Algunos planteamientos que dejaron huella en su momento

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El alma y presidente de la Organización Corona por más de treinta años, Francisco Mejía comparte todo ese valioso bagaje acumulado durante su meritoria existencia, por lo que ahora el país recibe el regalo de sus planteamientos que dejaron huella en su momento, como él decidió titular sus vivencias y su participación en la vida económica y empresarial colombiana. Y, también para recordar mucho de lo que pasó, se propuso y se realizó en el país, gracias a su visión, a su capacidad analítica y a su sentido práctico.

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Información

Editorial
CESA
Año
2011
ISBN
9789588722061
Categoría
Economics
Categoría
Economic Theory
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Primera edición, Bogotá, D.C., marzo de 2011
Coordinación Editorial: Departamento de Comunicaciones y Marketing CESA
Corrección de Estilo: Jenny A. Jiménez M.
Diagramación y Diseño: Diego Esteban Romero Varón
© 2011 Colegio de Estudios Superiores de Administración CESA
© 2011 Francisco Mejía Vélez
© 2011 Juan Santiago Correa (Editor)
ISBN: 978-958-8722-06-1
Comunicaciones
Cra. 6 No. 35 -28 Casa Lleras
Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida sin el permiso previo escrito.
E-pub x Publidisa
330.9861
M516p
2011. Mejía Vélez, Francisco. ¡Para recordar!: Algunos planteamientos que dejaron huella en su momento / Francisco MejíaVélez. Bogotá: Colegio de Estudios Superiores de Administración -CESA-. Departamento de Comunicaciones y Marketing, 2011. 148p.
PRÓLOGO
Tuve la suerte de conocer a Francisco Mejía Vélez cuando Mauricio Posada Mejía me lo presentó en la oficina de la sub-gerencia de la Compañía Colombiana de Cerámica, S.A., empresa fabricante de los azulejos Corona, en donde los dos trabajaban. Corría el año de 1952 y ya Pacho, ejercía su profesión de economista de la Universidad de Antioquia como sub-gerente de esa empresa, y Mauricio lo hacía como administrador de la fábrica, situada en el municipio de Madrid, Cundinamarca. Tres años después yo me vincularía a la misma empresa como Secretario General.
Desde entonces se inició entre los dos una empatía que habría de convertirse en una sólida y franca amistad de la cual surgió una verdadera hermandad basada en el permanente respeto y en una firme lealtad entre los dos. Han sido más de cincuenta y cinco años durante los cuales hemos actuado y trabajado en múltiples actividades, hechos y sucesos relacionados con nuestros cargos en la Organización Corona, en donde durante quince años Pacho fue mi jefe inmediato con una característica no muy común: nunca se comportó conmigo, ni con los demás ejecutivos del Grupo Corona, como un superior jerárquico. Lo hacía como un compañero de equipo, siempre cordial, sincero, consejero y formador. Su lúcida y singular inteligencia, su sentido práctico para medir y resolver los problemas, su habilidad para dirigir a sus colaboradores y su enorme capacidad para tomar las decisiones acertadas, lo condujeron a convertirse en el alma de la Organización Corona y en su presidente por más de treinta años.
Esa experiencia sumada a sus conocimientos permanentemente incrementados por su interés en ser partícipe en el estudio y la solución de los grandes problemas nacionales, lo llevaron a convertirse no sólo en un empresario ejemplar sino en un consejero necesario y siempre atento, en las entidades e instituciones, privadas y públicas, donde en todas ellas dejó su inconfundible huella de orientador y dirigente de proyección nacional, como miembro de sus juntas directivas.
Es por todo ese valioso “bagaje” acumulado durante su meritoria existencia, por lo que ahora el país recibe el regalo de sus “planteamientos que dejaron huella en su momento”, como él decidió titular sus vivencias y su participación en la vida económica y empresarial colombiana. Y, también “para recordar”mucho de lo que pasó, se propuso y se realizó en el país, gracias a su visión, a su capacidad analítica y a su sentido práctico.
“Pacho”, como le decimos todos quienes lo queremos y nos beneficiamos de su sincera y desinteresada generosidad, quiere despertar en sus lectores la memoria para meditar y reflexionar sobre temas tan importantes y de permanente actualidad, como la devaluación del peso y la economía colombiana; sus pros y sus contras, lo que ella ha significado para los exportadores, los importadores y los consumidores, incluyendo en esos tres grupos (como es obvio) a los productores de renglones agropecuarios y de productos manufacturados. En “La Descentralización; una necesidad” se refiere a la preocupación y a las intenciones del gobierno de ese entonces, de llevar a cabo una verdadera y necesaria descentralización. Quienes sentimos este proceso como una necesidad inaplazable, nos alegra que los planteamientos de Mejía Vélez se agiten de nuevo en la actualidad para que nos sorprendamos de todo lo que en este aspecto requiere el país y en lo quedado que está para darle una solución adecuada con el fin de que sus resultados permanezcan y contribuyan al desarrollo y progreso equilibrado de todas las regiones nacionales.
Los siguientes textos contienen un buen número de inquietudes, propuestas y soluciones a una problemática que siempre ha preocupado a “Pacho”: la cuestión social. La educación, el empleo, los salarios, la salud, la vivienda y la seguridad social, son todos temas que él expone y explica con la propiedad de un empresario que, fuera de ser economista profesional, domina los alcances, significados y repercusiones que los problemas sociales significan dentro del proceso económico, político y cultural de la Nación.
Me parece necesario destacar que aunque sus reminiscencias alrededor de lo social las refiere al año 1977, esto no quiere decir que no le preocupara antes ni que todavía sea motivo de sus inquietudes patrióticas permanentes.
He experimentado gran alegría y complacencia al leer las fuertes pero juiciosas arremetidas del autor contra el conjunto de perjuicios que en muchas ocasiones les hacen las entidades oficiales, las que dilapidan y malgastan los recursos financieros que con dura brega ha creado con su esfuerzo productivo el sector empresarial privado. Particularmente atractivos e interesantes son “El Reto para el Nuevo Gobierno”: “Hacer la Perestroika Colombiana”; “El Porqué de la Apertura”; “Frente a la Pérdida de Competitividad Externa”;
“Mis Vivencias en la Andi”; y, “Carta al Ministerio de Hacienda Doctor Oscar Iván Zuluaga”. Y muchos más temas llamados a sensibilizar y a reflexionar responsablemente a todos los líderes nacionales, acerca de la situación presente, de las posibilidades en un futuro próximo o lejano, no sólo de toda la Nación sino de su población expectante y confiada en que sus descendientes lograrán una vida y un bienestar muy superiores a los actuales.
En nuestra Patria, en donde infortunadamente todavía se debaten en medio de la pobreza y la indigencia alrededor de dieciocho millones de colombianos, es evidente e imperioso que necesitemos análisis, tesis, argumentos y propuestas como los que se encuentran en el libro de Francisco Mejía Vélez y todo lo cual amerita una divulgación amplia y generalizada.
Extiendo una cordial invitación a quienes estén leyendo estos párrafos, para que se adentren con regocijo e interés en unos “planteamientos” que, a no dudarlo, les harán un enorme bien intelectual y los prepararán para que con juicioso patriotismo, emprendan la batalla por nuestro desarrollo económico y social, por la reducción al mínimo posible de la pobreza y por la erradicación de la miseria y la desigualdad. En definitiva, Francisco Mejía Vélez piensa, como pensamos muchos, que las políticas públicas y macroeconómicas pueden ser más que unas teorías académicas, unas herramientas efectivas para que nuestra sociedad, el sector gubernamental y los gremios empresariales privados colaboren y participen activamente en la búsqueda de un país más justo y más próspero.
Ignacio Aguilar Zuluaga
1963
LA DEVALUACIÓN Y LA ECONOMÍA COLOMBIANA
Intervención de Francisco Mejía en el primer Congreso Nacional de Economistas – Expositor invitado doctor Carlos Lleras Restrepo
Ha sido constante preocupación de quienes hacemos parte del actual Consejo Directivo de la Sociedad de Economistas, el que esta intervenga de forma activa en el planteamiento de soluciones a los más importantes problemas nacionales, con el fin de que aquellas no continúen siendo el fruto de la improvisación o la necesidad de medidas que tratan solo de salvar dificultades de momento.
Y es que la teoría económica no puede seguir siendo ignorada, ni menos despreciada, bajo la creencia a la cual vamos acostumbrándonos, (infortunadamente aún en los niveles más altos de nuestra clase dirigente), de que en nuestro medio las cosas son diferentes, de que aquí las leyes económicas no operan. Y bajo esta creencia falsa hacemos locuras, cometemos arbitrariedades e improvisamos, hasta el punto de que llevamos al país de tumbo en tumbo, solo por esa falta de consistencia, de derroteros fijos, de creer que la experiencia que han vivido otros no nos sirve a nosotros.
En un reciente e interesante artículo sobre Colombia anotaba el doctor Norman Baley, profesor de la Universidad de Nueva York:
Las leyes económicas son claras y sencillas y puede comprenderlas sin dificultad cualquier persona inteligente. No hay ningún misterio en ellas. El misterio está creado por ciertas personas con fines demagógicos o para reforzar su sentimiento de importancia personal, creyendo que tiene las llaves de la sabiduría negada a la mayoría de la gente. No solamente son sencillas las leyes económicas, sino además, son como las leyes físicas, es decir, van más allá de la voluntad humana. Si un día pasara el Congreso de Colombia una ley diciendo que de ahora en adelante el sol va a levantarse al Norte, el sol, a pesar de la voluntad del Congreso Colombiano, va a continuar levantándose por el Oriente. Lo mismo pasa con la leyes económicas.
En nuestro medio todos creemos entender de economía y, no obstante, no nos tomamos el tiempo para analizar algo tan racional y sencillo como es la teoría cuantitativa de la moneda, según la cual “los precios de los artículos tienden a variar en proporción al medio circulante”; ya que de antemano presumimos que aquí esa u otras teorías no operan y lo que es peor, actuamos como si ellas en realidad no tuvieran aplicación.
Siguiendo los principios de la “Ecuación de Cambio” de Irving Fisher, supongamos que en un momento determinado tenemos un índice de precios de 100 y un medio circulante de 500 millones. Si posteriormente los medios de pago se incrementan a 1.000 millones, sin un aumento proporcional en la producción y con la misma velocidad en la circulación de la moneda, el índice de precios será de 200. Tal vez la proporción no sea exacta, pero la tendencia indudablemente será esa. En Colombia las estadísticas de los últimos años son muy claras y comprueban ampliamente lo anterior.
Veámoslo:
En 1951 se devaluó el peso en Colombia de $1,95 a $2,51 por dólar. La siguiente devaluación se hizo en junio de 1957 a tipo de cambio inicial de $4,85 por dólar, la cual fue incrementándose hasta estabilizarse a $6,40 por dólar en 1958, como promedio en ese año. Es decir, el incremento fue del orden de 155% entre los años 1951 y 1958. El aumento general de precios en el mismo período fue del 60% y los medios de pago aumentaron en 224%, crecimiento éste que solo en parte muy limitada sirvió para atender al incremento de la producción, pero que en más alto grado causó la elevación de los precios y el aumento en el valor del dólar.
Si consideramos el período de 1958 a octubre de 1962, tenemos que el incremento en el medio circulante fue del 58%, al pasar de 3.460 millones a 5.466 millones. A la vez el aumento en el costo de vida fue de 25%. Ante esta expansión de los medios de pago, con la consecuente alza del costo de vida, el peso colombiano sufrió una nueva pérdida de valor, hecho que fue consagrado con la devaluación de fines de 1962 al modificar el tipo de cambio del 6,70 al 9,00, lo cual significó esta vez un reajuste del 34%.
¿Por qué los economistas hemos sostenido que en octubre pasado la devaluación estaba ya hecha? Sencillamente porque el efecto natural del incremento en los medios de pago se traduce en un aumento simultáneo del nivel general de precios, si no hay un crecimiento proporcional en la producción; el valor del dólar participa de ese aumento como cualquier otro artículo que es demandado. El costo de vida y el valor del dólar son dos efectos de la misma causa y por lo tanto el aumento de uno de estos factores no tiene por qué incidir necesariamente, y en forma directa, en el aumento del otro.
Así mismo, nos hemos hecho a la creencia de que en Colombia la ley de la oferta y la demanda no tiene aplicación. El hecho es que, aunque así lo pensemos, los artículos seguirán teniendo demanda según el precio. Un artículo tendrá la mitad de demanda a $ 10 que a $ 5, aunque en la práctica la proporción varíe según la elasticidad de dicha demanda. Si bien es cierto que todavía a un precio mayor del dólar muchos industriales seguirán demandando las materias primas que necesitan, igual que muchas otras cosas de demanda inelástica, también es cierto que si mantenemos bajo, a la fuerza, el precio del dólar para artículos importados, la propensión a consumir esos otros artículos irá en aumento, en razón al incremento general de precios, puesto que, como lo anotamos, el dólar guarda una estrecha correlación con el nivel general de precios del país. Si no fuera así, no habría necesidad de crearnos el problema de hacer devaluaciones que buscan frenar la demanda de artículos importados y fomentar las exportaciones. Lo grave de las devaluaciones es que por falta de una política económica estable y técnica, nos vemos obligados a hacerlas a tirones, causando graves traumatismos al dar saltos tan grandes como del 155% entre 1957 y 1958, y del 34% en noviembre pasado. Lo sensato es tener una política monetaria que no nos obligue a dar esos saltos, pero si ella no existe, como no ha existido en los últimos años, lo ideal es que el dólar se ajuste automáticamente al nivel general de precios.
De 1951 a 1962 el tipo de cambio pasó de $2,51 al $9 por dólar, lo cual equivale a una devaluación del 12% anual. Cabe preguntar entonces, ¿qué es mejor? si asimilar paulatinamente el remedio que este desajuste necesita, o tomarlo a grandes dosis cada tres o cuatro años.
Cuando se deja establecer el desequilibrio el problema está en que el gobierno no tiene otras medidas diferentes de las que se...

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