Anunciar hoy a Dios como buena noticia
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Anunciar hoy a Dios como buena noticia

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Anunciar hoy a Dios como buena noticia

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Después de una obra dedicada a Recuperar el proyecto de Jesús, abordamos ahora un tema de importancia vital: "Anunciar hoy a Dios como buena noticia". El evangelista Marcos nos dice que Jesús recorría las aldeas de Galilea "proclamando la buena noticia de Dios". Sin duda, el relato evangélico recoge una experiencia real: en el mensaje y la actuación de Jesús, aquellos campesinos deGalilea captaban a Dios como algo nuevo y bueno. A los que vivimos en medio de una sociedad indiferente y descreída, el hecho no deja de sorprendernos. ¿Cómo pudo Jesús anunciar a Dios como buena noticia? ¿Qué tiene que suceder para que el misterio de Dios pueda ser experimentado hoy como algo nuevo y bueno? Es probablemente la pregunta clave para imprimir la dirección adecuada al acto evangelizador en la sociedad actual.

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Información

Editorial
PPC Editorial
Año
2016
ISBN
9788428830157
1

EN MEDIO DE UNA CRISIS SIN PRECEDENTES

Antes que nada parece necesario tomar conciencia de las nuevas condiciones en que la Iglesia ha de llevar a cabo hoy su misión evangelizadora. Condiciones insospechadas hace solo unos años. No es posible exponer aquí, ni siquiera de manera resumida, los análisis sociológicos y los ensayos que se están publicando sobre la sociedad contemporánea occidental. Nos limitaremos a tomar nota de algunos datos básicos que parece necesario tener en cuenta para pensar hoy de manera renovada la misión evangelizadora de la Iglesia.
1. Centralidad de la crisis
No es fácil analizar lo que está sucediendo. El momento actual es complejo y está lleno de tensiones y contradicciones. No todos hacen la misma lectura, pero casi siempre se pronuncia una palabra: «crisis».
Las filosofías modernas entienden que la crisis se ha convertido en el horizonte de comprensión del momento actual. La aparente armonía de un mundo unificado y coherente se está derrumbando. Todo aparece cuestionado. Se habla de «omnicrisis» o de crisis total. «La crisis es un fenómeno que se ha extendido a todos los dominios de la existencia humana, hasta el punto de que viene a designar simplemente nuestra condición de hombres modernos» 1.
La crisis afecta a todos los sectores de la vida: hay crisis metafísica, cultural, religiosa, económica, ecológica. Están en crisis la familia, la educación y las instituciones sociales de otros tiempos. Han caído en buena parte los mitos de la Razón, la Ciencia o el Progreso: la razón no nos está llevando a una vida más digna y humana; la ciencia no nos dice ni cómo ni hacia dónde hemos de orientar la historia; el progreso no es sinónimo de felicidad para todos.
Está en crisis la transmisión del patrimonio socio-cultural a las nuevas generaciones. Se va perdiendo la memoria histórica y religiosa. Emerge una cultura plural y difusa en la que las grandes tradiciones culturales, religiosas y políticas van perdiendo la autoridad que han tenido durante siglos. Se ponen en cuestión los sistemas de valores que configuraban en el pasado el comportamiento ético. Crece la indiferencia ante lo religioso, lo metafísico y lo político. Se ha dejado de creer en «las antiguas razones de vivir». Vivimos una situación inédita: los antiguos puntos de referencia parecen inadecuados y los nuevos no están todavía bien dibujados. La actitud más generalizada ante el futuro es la incertidumbre y una difusa inquietud. Para captar mejor la profundidad de esta crisis podemos recordar algunos rasgos básicos.
En primer lugar, el descrédito y la desconfianza. No resulta fácil creer en el pensamiento humano. Las grandes ideologías del siglo XX han conducido a la humanidad a las mayores tragedias de la historia: dos guerras mundiales, el Holocausto (Shoá), Nagasaki, Hiroshima, la era estaliniana, las guerras de Camboya, Yugoslavia o Ruanda, y en estos momentos el terrorismo del Daesh 2. No es fácil tampoco creer en el proceso humano cuando el cinismo económico de los países más avanzados mantiene en el hambre y la miseria a un tercio de la humanidad. En medio de la incertidumbre y la desconfianza solo queda el ser humano con su fuerza creadora y también con su poder destructor.
Por otra parte se experimenta como nunca la fragmentación. No se aceptan los grandes relatos de salvación, las grandes síntesis, los sistemas, las grandes religiones. Ya no es posible un mundo en común. En adelante se vivirá en el pluralismo. La existencia es hoy multiplicidad, diversidad, diferencia. La verdad está en el fragmento. No se busca un fundamento metafísico último, pues no se ve que sea necesario. Esta ausencia de marcos de referencia agudiza la existencia de cada individuo, pues le obliga a ahondar por sí mismo para encontrar sus razones para vivir y para dar sentido a su vida.
La crisis genera como fruto espontáneo el nihilismo, que podríamos considerar como la actitud que renuncia a buscar los «porqués» de la existencia. Ya F. Nietzsche anunció que el nihilismo sería la grave enfermedad de las sociedades modernas. El proceso es fácil de detectar: se vive con la sensación de que los valores, las normas y principios que regían en tiempos pasados la existencia ya no sirven; luego, una vez instalados en esta crisis, los individuos se deslizan cada vez más hacia actitudes impregnadas de nihilismo y pragmatismo.
Otro rasgo que hay que tener en cuenta es el fatalismo. Estamos inmersos en un proceso que nos parece imposible detener o modificar. No se cree apenas en la capacidad de intervención del ser humano. La historia parece sometida a fuerzas anónimas que nos superan. La crisis de la tradición, de la educación y de la transmisión de cultura indica que ya no se cree en el pasado, pero, por otra parte, no se sabe qué es lo que podría devolver la esperanza a esta humanidad desencantada. Solo queda la libertad frágil del ser humano. De ella depende el futuro.
Al tratar de buscar algunas claves para la evangelización hoy parece necesario pensar, antes que nada, en cómo hemos de situarnos ante esta crisis tan global y profunda. ¿Qué ha de ser y cómo ha de actuar la Iglesia de Jesús en esta crisis? ¿Cómo ha de entender y vivir su misión?
2. La «crisis de Dios»
Dentro de la crisis general que se vive en la sociedad occidental es fácil detectar la crisis de la religión y, en concreto, la crisis del cristianismo. Desde el interior de la Iglesia, nosotros tendemos a subrayar los hechos más cercanos y preocupantes para nosotros: el descenso de la práctica religiosa, la disminución de vocaciones para el ministerio presbiteral y la vida consagrada, el alejamiento masivo de los jóvenes, el envejecimiento de las comunidades...
Sin embargo, bajo estos indicios visibles de crisis religiosa se está produciendo algo mucho más radical: lo que J. B. Metz llama la «crisis de Dios» (Gotteskrise). El hecho ha sido captado de muchas formas: «Dios ha muerto» (F. Nietzsche), estamos viviendo «el eclipse de Dios» (M. Buber), nos hemos quedado «sin noticias de Dios» (M. Fraijó). Se sigue hablando de él, pero «Dios» se ha convertido para muchos en una «palabra fósil»: testigo de la fe de otros tiempos, pero casi privada hoy de significado real para muchos.
Dios ha dejado de ser el fundamento del orden social y el principio integrador de la cultura. De una afirmación social masiva, pública e institucional de Dios se ha ido pasando a una situación de indiferencia cada vez más generalizada. La cuestión de Dios apenas atrae o inquieta: sencillamente deja indiferente a un número cada vez mayor de personas. La fe en Dios parece diluirse en la conciencia del hombre moderno. Se diría que está desapareciendo del horizonte de cuestiones y respuestas posibles al sentido de la existencia. Dios no interesa. Cada vez son menos los que piensan en él como principio orientador de su comportamiento.
Según el análisis de no pocos expertos estamos entrando en una «era poscristiana» (Émile Poulat). De hecho, es fácil constatar la pérdida creciente de la «memoria cristiana». Cada vez son más los que ignoran el hecho cristiano, incluso como fenómeno histórico y cultural. Cada vez es más difícil la transmisión de la tradición cristiana a las nuevas generaciones 3. Más aún, según algunos observadores, estamos saliendo del «orden de las creencias», en que los individuos actuaban movidos por alguna fe que les servía de criterio, sentido y norma de vida, y estamos pasando al «orden de las opiniones», en que cada uno tiene su propia opinión sin necesidad de fundamentarla en ningún sistema ni tradición. Todo ello en el marco de un escepticismo y desencanto cada vez más generalizado.
Esta «crisis de Dios» no parece un hecho pasajero. H. Küng lo califica de «crisis epocal», J. B. Metz lo considera el «hecho nuclear» que está repercutiendo decisivamente en la configuración del hombre moderno. Recientemente, J. Martín Velasco ha hablado de una «metamorfosis de lo sagrado» 4. Se comienza a pensar que estamos viviendo una época que puede tener para el futuro del cristianismo y de las religiones repercusiones tan profundas como las que tuvo el llamado «tiempo eje» (K. Jaspers) durante el primer milenio antes de Cristo, cuando nacieron las grandes religiones y el pensamiento filosófico que han tenido vigencia hasta nuestros tiempos (Lao Tse y Confucio en China; las Upanishads y Buda en la India; Zaratustra en Persia; los grandes profetas en Israel y el pensamiento filosófico de los presocráticos, Sócrates y Platón en Grecia). R. Panikkar va más lejos y llega a afirmar que el «período axial» que estamos viviendo significa que «el pasado período de seis mil años está siendo sustituido progresivamente por otras formas de conciencia» marcadas por la secularidad 5.
La proliferación de nuevas corrientes religiosas o de espiritualidad ha podido hacer pensar que «Dios vuelve». No es así. Las nuevas tendencias religiosas no remiten, en general, a una trascendencia que el ser humano ha de reconocer, sino que encierran al individuo en sí mismo (adquisición de una nueva conciencia, iluminación, iniciación esotérica, vacío mental...). La salvación no es aquí gracia que el ser humano recibe de Dios, sino proceso de autorrealización de la propia conciencia. Según J. Martín Velasco, estos movimientos «operan tal transformación de la religión que, más que respuestas a la crisis religiosa, representan la culminación de la misma» 6. Se trata de verdaderas «religiones sin Dios» (J. B. Metz), pues lo reemplazan ocupando su lugar y confirmando así la ...

Índice

  1. Portadilla
  2. Presentación
  3. 1. En medio de una crisis sin precedentes
  4. 2. Acoger el misterio de Dios en la noche
  5. 3. Anunciar a Dios desde un horizonte nuevo
  6. 4. Experiencia de Dios y evangelización
  7. 5. Vivir y comunicar la experiencia de un Dios Amigo
  8. 6. Testigos del Dios de la vida
  9. 7. Recuperar la espiritualidad de Jesús
  10. Contenido
  11. Créditos
  12. Notas