Piratas
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Piratas

Filibusterismo y piratería en el Caribe y en los Mares del Sur (1522-1725)

  1. 432 páginas
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Piratas

Filibusterismo y piratería en el Caribe y en los Mares del Sur (1522-1725)

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La historia de la piratería se divide en tres períodos diferenciados; la mayor parte de los libros publicados hasta la fecha hacen referencia principalmente a uno de ellos, el período del dominio pirata inglés en el Caribe, sin embargo, estos libros dejan de lado los otros, que son igual de importantes en la historia de la piratería, e incluso excluye una buena parte de la geografía de la misma.En este libro se exploran los distintos períodos y las circunstancias cambiantes de la historia de la piratería a través de las fuentes y testimonios de las distintas épocas, a fin de ilustrar la identidad de cada uno y las personas que lo vivieron, de forma que se pueda comprender mejor el mundo en el que se movían. Dejando de lado lo imaginario, las ideologías desde las que se han contemplado, las ideas preconcebidas y los clichés para centrarse en un ambicioso mosaico que sorprenderá a más de un lector. Aunque la obra se centra en la lucha de filibusteros y piratas contra, principalmente, los españoles, también se analiza la importancia que éstos tuvieron en la organización territorial, social y política del Caribe, las relaciones entre las grandes potencias de ultramar y el destino que acabaron teniendo muchos de ellos.

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Información

Año
2015
ISBN
9788491140771
Edición
1
Categoría
Historia

PRIMERA PARTE Del filibusterismo a la piratería (1522-1725)

Capítulo I Orígenes ponanteses y guerras de rivalidad (1522-1559)

Apenas unos pocos años después del descubrimiento por Cristóbal Colón de lo que se convertirá en América, los navegantes franceses ya estaban preparados para probar la aventura de las nuevas rutas marítimas así abiertas. Los bretones se activaron muy pronto. En el Norte se los encuentra en las proximidades de la futura Terranova. Los primeros archivos se refieren a 1508, pero se puede pensar que ya se dedicaban a pescar allí en 1504. Terranova, descubierta en 1497 por el italiano al servicio de los ingleses Giovanni Caboto, fue explorada por el portugués Corte Real en 1501. En el Océano Índico, el corsario Pierre de Mondragon rondaba desde 1508 por el canal de Mozambique, donde se adueñó al menos de una nave portuguesai. Más allá, fue hacia Brasil donde se documentó de manera temprana la presencia francesa. La tierra de Santa Cruz, bautizada más tarde como Brasil –en referencia a la madera de teñir de rojo o palo brasil–, había sido encontrada probablemente por casualidad por el portugués Álvares Cabral en 1500, en ruta hacia las Indias orientales. En enero de 1504, Paulmier de Gonneville, oriundo de Honfleur, tomaba tierra igualmente por azares del mar en la costa brasileña, en el emplazamiento de la futura São Francisco do Sul. En su diario de a bordo indicó que «desde hace algunos años ya, los diepeses, los maloineses y otros comerciantes normandos y bretones van en busca de madera de teñir de rojo, algodón, monos y loros...»1, o en otras palabras, que había franceses que frecuentaban asiduamente esos parajes.
LOS FRANCESES EN BRASIL
De los productos brasileños, la madera de teñir de rojo era directamente explotable por la industria textil ruanesa, así como las plumas y los animales exóticos. A pesar de las considerables distancias (más de 5.000 km. de costas) y la escasa presencia portuguesa, hubo encontronazos, y hablaron las armas. En 1504 y en 1508 hubo enfrentamientos. En 1516, el portugués Christovam de Jacques destruía los asentamientos franceses con una escuadra. Otro signo de un tráfico bastante desarrollado es que el pequeño puerto de Jumièges, en el Sena, estaba preparando ya en 1518 el Martine para Brasilii. A pesar de las operaciones portuguesas, los franceses seguían estando presentes en 1521iii, y así permanecerán durante todo el s. XVI, con excepción de los años 1531-1538, durante los cuales se prohibió a los barcos franceses ir a Guinea y a Brasiliv. La explicación es sencilla: el Almirante de Francia Chabot (en el cargo de 1526 a 1543), que promulgó esa prohibición, habría sido sobornado por los portuguesesv, o al menos eso es lo que aseguraban sus detractores. Probablemente se trataba de apaciguar las tensiones existentes entre las dos naciones. La prohibición la alzó en 1540 Francisco I a demanda de los comerciantesvi, para luego entrar en vigor de nuevo de la mano de Enrique II el 20 de octubre de 1547, en el momento de su advenimientovii.
Durante los primeros decenios, los intercambios no se efectuaron directamente con los portugueses, sino con los amerindios, mediante el trueque. Se dejaban en el lugar unos trujamanes* que se instalaban con los indígenas, compartían su modo de vida, aprendían su lengua, y de este modo facilitaban las futuras transacciones.
Aunque es cierto que fue en la zona de Brasil donde los franceses hicieron sus primeras incursiones en la América tropical, no fue en esa región donde se desarrolló el filibusterismo. Ciertamente se atacaron algunas embarcaciones y se saquearon algunos asentamientos portugueses, quienes, por su parte, hundían sin piedad los barcos franceses que encontraban en aquellas costas. Pero las riquezas brasileñas estaban poco más o menos que al alcance de la mano. A cambio de unas pocas fruslerías (collares de cristal, hachas...) ofrecidas a los jefes indígenas, era posible obtener plumas, animales exóticos y cortar o hacer cortar madera de teñir. No ocurría lo mismo en el Caribe. Las escasas venas (yacimientos naturales) y minas de oro de Santo Domingo, los bancos de ostras perlíferas de las islas Margarita y Cubagua, las plantaciones de caña de azúcar..., todo aquello estaba ya bajo control, ya tenía dueño. Ya fuera la Corona española o un concesionario privado, ¡allí no había manera de cambiar un marco* de perlas por unas baratijas! De hecho, el acceso a las Indias españolas –y con mayor razón, el comercio de cualquier clase– estaba vedado a cualquier extranjero al imperio de Carlos V. Para nuestros franceses no quedaba sino una vía: apropiarse de las riquezas arma en mano. ¿Acaso no había dicho el propio Francisco I que el sol brillaba para todo el mundo? El contexto diplomático de las guerras sucesivas que enfrentaron a Francia con España o Portugal entre 1520 y 15592 se prestaba, y la epopeya del filibusterismo podía comenzar.
LAS PRIMERAS INCURSIONES PONANTESAS
Algunos buques franceses pasaban por el Caribe de regreso de Brasil, y otros, seguramente, iban allí todo derecho desde las Canarias. Es probable que los primeros casos de filibusterismo ejercidos por los ponanteses contra los españoles vieran la luz en ese contexto. En 1513, la autoridad española dio órdenes a la Casa de Contratación (institución a un tiempo administrativa y judicial que gestionaba la navegación en la ruta de las Indias, la famosa «Carrera de las Indias») de enviar dos carabelas* para vigilar las costas de Cuba y proteger su navegaciónviii. El mismo año, Don Diego de Muros sugería al rey de España, Fernando el Católico, que reuniera de ocho a diez navíos –punto de partida del sistema de flotas– para hacer frente al peligro que representaban los franceses en la ruta de las Indiasix. En 1514, las instrucciones enviadas al nuevo gobernador de Panamá eran aún más directas: ¡atacar y castigar a los buques franceses que se hallaran en las Indias!x
El filibusterismo se estaba desarrollando en los nuevos espacios abiertos por los descubridores ibéricos. Y lo hacía con tanta más facilidad por cuanto que a menudo los asentamientos de la época no eran aún de gran tamaño, y todavía se hallaban poco o nada fortificados.
En 1520, los españoles ya estaban instalados en Puerto Rico: San Francisco de Aguada y San Germán; en Santo Domingo: Puerto Plata, Azua, Santo Domingo (su principal asentamiento), Puerto Real y Salvaleón de Higüey; en Cuba: Santiago, La Habana, San Salvador de Bayamo, Sancti Espíritu, Puerto Príncipe, Asunción de Baracoa; en Jamaica: Sevilla la Nueva (desde 1509); en Tierra Firme*: Panamá (fundada en 1517), Santa Marta (desde 1524); en las islas Perlíferas: Cubagua y Margarita, pronto explotadas; en Cartagena (después de 1533) y en Caracas en 1560. Muchos de esos asentamientos estaban aislados los unos de los otros por inmensas comarcas salvajes aún poco visitadas, como las Pequeñas Antillas, donde los predadores sólo iban a avituallarse, a carenar y a descansar antes de precipitarse sobre los navíos españoles. Hay que añadir que allí se encontraban riquezas increíbles (oro, perlas y en breve plata y esmeraldas) sin comparación con la mayoría de los «pobres» cargamentos de telas, vinos, carbón, hierro o bacalao a los que nuestros filibusteros podían echar el guante normalmente, a lo largo de las costas francesas.
El primer ataque filibustero conocido por los archivos de que disponemos tuvo lugar en 1522. Su objetivo: la ciudad y fortaleza de Santo Domingo. Ese ataque lo relata Francisco Quiñones, alcalde de La Habana y capitán de su fortaleza, pero que entonces se hallaba en esos parajes en busca de unos presidiarios que se habían escapadoxi. El 10 de enero de 1522 escribía desde Bayaha que, aparte de tres embarcaciones que habían sido hundidas en el río para impedir que avanzasen los navíos enemigos, la defensa no fue activa en absoluto. Según ese capitán, había no obstante en el lugar tres mil hombres que hubieran podido tomar las armas y rechazar a los asaltantes. Pero incluso los trescientos hombres de la fortaleza se desbandaron, dejando las puertas de la ciudadela abiertas. ¡Menudo contratiempo! Cierto es que los atacantes –aparentemente franceses, aunque su nacionalidad no se menciona en ningún momento– eran alrededor de seiscientos, todos ellos bien armados. Además los guiaba una veintena de tránsfugas españoles.
Esos asaltantes de Santo Domingo eran con toda probabilidad diepeses. Por entonces, la guerra de los Cuatro Años llevaba ya dos años enfrentando al rey de Francia, Francisco I, con el imperio dirigido por Carlos V. Y es sabido por fuentes anejas que los filibusteros franceses rondaban por esos parajes en esa época: Jean Fleury comandaba el Dieppe con Michel Féré como segundo de a bordo; los acompañaba Silvestre Billes, capitán del Romaine, Jean Fain, capitán del Marie, Guyon d’Estimauville, capitán del Cigogne y Nicolas de Crosmare. En total, se trataba de una flota de cuatro navíos y cinco galeonesxii, que atacó el archipiélago de las Canarias, desde donde no estaba después más que a cuatro o cinco semanas de navegación de Santo Domingo. Es por ello que se les puede atribuir razonablemente esa acción ofensiva, tanto más por cuanto que estaban al servicio de Jean Ango, el gran armador de Dieppe de la época. Éste, habiendo comprendido muy pronto el interés de los descubrimientos ibéricos, marcó los primeros decenios del s. XVI por su voluntad de hacer respetar la libertad de los mares y de oponerse al monopolio luso-hispánico de las Indias orientales y occidentales. Para ocupar un puesto mejor en el lucrativo comercio de las especias, financió o ayudó a financiar grandes viajes de exploración. Uno de los objetivos, por ejemplo, era encontrar un paso del Atlántico al Pacífico. Con este fin, los hermanos Giovanni y Girolamo Verrazano bordearon las costas de América del Norte, desde Florida hasta Cabo Bretón en marzo-julio de 1524; su segundo periplo los condujo a las Indias orientales. Se citan también las empresas de los hermanos Parmentier, que tomaron la dirección de Sumatra desde 1529. Pero Ango no era un comerciante pasivo. Armó también algunas embarcaciones para hacerse justicia por las violencias ejercidas por los portugueses contra sus barcos. Y de hecho con éxito, pues en Bayona se reunió una conferencia en la que se supo que el montante de las pérdidas sufridas por los portugueses ascendía a dos millones de ducados*, ¡de los que la mitad le era imputable!
En ese periodo los ingleses hicieron una aparición en el Caribe, breve pero notoria, aunque sin continuidad. Fue en 15273.
El segundo ataque filibustero conocido fue rochelés. En 1528, tras una refriega en las pesquerías de perlas de Cubagua, la expedición que guiaba el piloto portugués Diego Ingenios, a bordo del Sainte Anne del comerciante Morison, ejerció represalias sobre Puerto Rico.
Con los vascos, que comenzaron a intervenir en 1537, ya tenemos los rostros de los tres protagonistas modelo de los ataques filibusteros de ese periodo: normandos, rocheleses (y ciudades vecinas: Olonne, Marennes) y vascos (de San Juan de Luz y de Bayona).
Todas esas embarcaciones partieron del Ponant, con excepción de Marsella, que armó un barco llamado Pèlerine con destino a Brasil en 1531. El Pèlerine, de ciento veinte toneladas*, al mando de Jean Duperret –o Jean Barrau, según otras fuentesxiii –, tomó tierra hacia Pernambuco (actualmente la ciudad de Recife), pero fue apresado a la vuelta. Después de ese contratiempo, la ciudad focia se consagró esencialmente al Mediterráneo, a África y al Oriente. Habrá que esperar prácticamente hasta 1603 para toparse con otros armamentos para las Indias Occidentales4. Con esa curiosa expedición de 1531, tal vez tratase Marsella de romper el monopolio ponantés sobre la madera de Brasil.
NORMANDOS, ROCHELESES Y VASCOS
Volvamos a esos puertos franceses que armaban en corso en la época. Aunque de los archivos notariales de Burdeos se hayan desprendido recientemente algunos nombres de embarcaciones armadas desde Burdeosxiv para América, se considerará ese fenómeno como marginal, ya que todos esos navíos estaban relacionados con vascos.
Por parte de los normandos, tres puertos dominaron los armamentos: Dieppe, Honfleur y Le Havre. Armaron sin tregua con mayor o menor intensidad en función de la evolución política y económica local y general.
Por el contrario, las flotas vascas estuvieron presentes esencialmente en la primera mitad del s. XVI. Se les menciona en el Caribe en 1537-1538, 1542-1543, 1553 y 1558-1559.
La Rochelle y las ciudades de su entorno también armaron de manera puntual. Fueron reseñadas a su salida de Francia o en el Caribe en 1528, 1539, 1543-1544, 1548, 1550 y 1555-1556.
Las ciudades bretonas estuvieron prácticamente ausentes del filibusterismo durante el siglo XVI. Llegado el caso Nantes practicó el corso en aguas europeas, como se menciona en un documento de 1570 en que aparece asociada a La Rochelle para salir a hacer presasxv, pero nada indica que cruzase el océano para ello. Y es que al igual que Ruán, esa ciudad exportaba telas a España, con quien tenía unas relaciones privilegiadas. Saint Malo, que también tenía interés en cuidar sus relaciones comerciales con España, de las que se beneficiaba desde mediados del s. XVI, no armó en corso en aquella dirección. La mención de la captura de un barco maloinés por una galera española es un error: se trataba de un barco de Le Havre5. La única información que lo contradice se encuentra en una carta de 1615 que menciona la construcción en Brouage y Saint Malo de dieciocho navíos para salir a piratearxvi, o en ese rumor sin confirmar tocante a la construcción en 1621 de buques para rondar las costas de Brasilxvii.
La situación parecía algo distinta en Le Croisic, sobre todo si se atiende a ese español que acusaba a la ciudad de ser nada menos que una guarida de «ladrones». En efecto, se conserva el recuerdo de ese episodio en el curso del cual el capitán Menjouyn de la Cabane se asoció hacia 1550 con unas embarcaciones de Le Croisic para el corsoxviii, o de esos oriundos de Le Croisic que, en el momento de la tentativa de instalación de los franceses en Florida en 1564, prefirieron ir en busca de presas al mar Caribexix. En realidad se trata de casos aislados, incluso cuando en 1625 algunos filibusteros bretones utilizaron el archipiélago de Les Saintes como base para ponerse al acecho y adueñarse de los buques de pasoxx.
Esta actividad de corso bretón en el Caribe parece haber sido ocasional, sin comparación con la de los normandos. Aparte de la pesca en los grandes bancos de Terranova, parte de la actividad de los grandes puertos bretones se consagraba a la construcción de barcos para las flotas oficiales. Así, fue Saint Malo la que preparó la expedición de Jacques Cartier hacia Canadá. Por el contrario, es evidente que muchos bretones formaron parte del filibusterismo a nivel individual, como pilotos, marineros o soldados.
¿«EN GUERRA» O «EN MERCANCÍA»?
En este primer periodo filibustero del s. XVI, al margen de los viajes de descubrimiento, se distinguían dos tipos de armamento con destino a las Indias Occidentales. En palabras de la época, se hablaba de armar «en guerra» o «en guerra y mercancía». Si bien el armamento en guerra anunciaba claramente de qué se trataba –salir a corso–, el armamento en guerra y mercancía era mixto: comercio o corso, en función de las circunstancias.
Como la navegación y el comercio le estaban vedados a los franceses en la América española, algunos practicaban el rescate*: hacían desembarcar a cierto número de arcabuceros para hacer una demostración de fuerza, y así trataban de obligar a la población que habían tomado como rehén a comerciar. Cuando las autoridades locales rechazaban rotundamente los intercambios, los «enérgicos» comerciantes cogían las mercancías que querían, y al...

Índice

  1. Advertencia
  2. La sala de los mapas
  3. Prefacio
  4. Prólogo
  5. Introducción
  6. Glosario
  7. PRIMERA PARTE DEL FILIBUSTERISMO A LA PIRATERÍA (1522-1725)
  8. SEGUNDA PARTE DE LOS PUERTOS Y LOS HOMBRES
  9. TERCERA PARTE LO QUE DEBE SABER UN FILIBUSTERO ANTES DE HACERSE A LA MAR
  10. CUARTA PARTE MITOS Y REALIDAD
  11. ANEXOS
  12. Notas
  13. Fuentes y bibliografía