La llave maestra
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La llave maestra

  1. 86 páginas
  2. Spanish
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La llave maestra

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Índice
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Información del libro

Una historia que se repite en el tiempo, más allá de la cultura y los avances de la vida. Un problema arraigado en el pensamiento y en la educación. ¿Ocurre solo hoy? Ocurre desde siempre, pongámonos manos a la obra para cortarlo de raíz. Un drama o una realidad en el que muchas personas se verán reflejadas.

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Información

Año
2018
ISBN
9788417467012
Categoría
Literatura
CAPÍTULO III
VUELTA AL PASADO
Gloría, sentada en su dormitorio, recuerda todos los maltratos físicos y psíquicos que su querida nieta ha sufrido de manos de ese miserable. Y ahora ni María ni Antonio estaban ahí para socorrerla. Aurora estaba sola, pues ella solo era una anciana y de poco iba a servirle.
Por eso Gloria ha decidido sacar su viejo diario de ese cofre cerrado con llave y dárselo a su nieta para que viera que ella también había sufrido malos tratos y como pudo superarlo y seguir hacia adelante no sin miedo, después de muchos años de soledad y disimulos ante los demás.
Lo ocultó tan bien que ni tan siquiera su hija María se enteró nunca de nada y jamás pudo odiar a su padre, pues siempre lo recordó como un buen hombre, que traía regalos a su madre y a ella, que acompañaba siempre a su madre a todas partes cogida del brazo.
Lo que María nunca supo ni pudo imaginar, es que mientras su padre abrazaba a su madre por la calle o la llevaba del brazo o la cintura, dejaba marcas en su cuerpo de algún pellizco que apretaba y apretaba mientras ella aguantaba en silencio, para que nadie se diera cuenta.
Que los regalos que su padre hacia a su madre solo eran por remordimientos o para que lo perdonara por la paliza de la noche anterior y así aliviar su conciencia, si es que la tenía.
Porque claro, Diego, el médico, o Don Diego como todo el mundo lo llamaba, no podía ser tan mala persona ni tan cruel, él, que dedicaba su vida a curar a los demás no podía ser ese ser despreciable que en realidad era, y aunque así hubiera sido, en aquellos años, ¿qué mujer iba a denunciar a su marido por malos tratos?
Gloria, aun temblorosa por lo que allí hay, abre el cofre y saca un diario de pastas rojas, gastadas por el uso y el paso del tiempo y lo abraza contra su pecho y llora. Llora una vez más, abrazada a su viejo amigo de confidencias como tantas veces lo hizo en los 14 años que duró su matrimonio.
Después de este momento íntimo, mezcla de pena y dolor, Gloria, abre el diario por cualquier página y lee. Las letras están algo borrosas, seguramente por las lágrimas derramadas sobre ellas.
¨ Hoy, temo que llegue mi marido, María ha entrado en su despacho, no sé cómo lo ha hecho, me he descuidado solo un momento y ha roto el pisapapeles de cristal que Diego tiene en el escritorio.
Cuando llegue y lo vea me va a matar, no sé cómo decírselo, era un regalo de Italia que le había hecho un amigo suyo. No temo por mi hija, sé que a ella no le hará nada, temo por mí, ¡Dios mío! No lo quiero ni pensar.¨
Gloría se estremece al recordar lo que pasó después, cuando su marido llegó a casa y entró en el despacho. No tiene ni que leerlo, lo recuerda como si hubiera pasado ayer mismo.
Es extraño, hacia tanto que no pensaba en aquellos días, y ahora parecen tan recientes, que puede sentir el mismo miedo que aquel día.
Cuando Diego llegó a casa, se fue directamente al despacho, como hacia cada día al llegar a casa, no tardó ni cinco minutos en salir hecho una furia, se acercó a su mujer, que estaba en la cocina y con mucha tranquilidad, sin dar ni siquiera una voz, le susurró al oído, para que su hija no pudiera oírlo, aquellas palabras que tantas veces oía Gloria: esta noche me explicaras como ha ocurrido y sonriendo a su hija, siguió amenazando a su mujer. Yo te daré tu merecido.
Y vaya si esa noche le dio su merecido. Primero y ya en su dormitorio, Diego le preguntó cómo había roto el pisapapeles, a lo que Gloria contestó que, en un descuido, María había entrado en el despacho y se le había caído al suelo. No había terminado de hablar cuando recibió la primera bofetada, sin levantar la voz, para que nadie pudiera oírle, ordenó a su mujer que se desvistiera y una vez desnuda, le ordeno que se pusiera en el suelo a cuatro patas. Que humillante era aquello para Gloria y cuantas veces lo había aguantado ya.
Una vez en el suelo, Diego cogió su cinturón y azotó una y otra vez el cuerpo de su mujer, no sin antes haberla amordazado para ahogar sus gritos y sus lamentos.
Una vez más Gloria recibía una paliza brutal, sin gritos ni marcas visibles porque él ya se ocupaba de que no se le viera ni un cardenal ni un rasguño, sabía dónde pegar para no dejar huella y si algún día se descuidaba y pegaba fuera de los límites, Gloria se pasaba varios días en casa sin dar señales de vida. Él se encargaría de excusarla diciendo que tenía un ataque de ciática o cualquier otra dolencia, al fin y al cabo él, era el médico del pueblo.
Gloria casi temía más a lo que venía después de la paliza, más que a los palos que molían una y otra vez su cuerpo. Lo que más le dolía y la humillaba era que después de la paliza la tomaba en sus brazos, la llevaba a la cama y allí la tomaba como una bestia, a la fuerza, hasta quedar satisfecho.
Gloria no podía más, estaba tan cansada de aguantar paliza tras paliza, pero era tanto el miedo que le tenía a su marido que no se atrevía a marcharse de su casa, su pueblo, sus pocas amistades.
Además nadie conocía la verdad de su matrimonio y dudaba mucho que nadie la creyera y mucho menos la ayudara a salir de aquella situación. Si al menos estuvieran sus padres o algún familiar pero no, estaba sola, sola ante el bestia de su marido. Nunca hubiera pensado que aquel hombre del que se enamoró fuera el monstruo que hoy era. ¿Qué haría ella sola con su hija?, porque de lo que si estaba segura era que si alguna vez se iba se llevaría a su hija con ella.
De esta manera pasaron los años, sin cambios en el comportamiento de Diego, aguantando y aguantando hasta que al llegar a su décimo cuarto aniversario, viendo que su hija ya tenía 8 años y empezaba a hacer preguntas que no sabía o no quería responder, Gloria tomó la decisión de dejar a su marido, de escapar de esta miserable vida que le había tocado en suerte. No sabe cómo lo hizo, ni como lo planeo, en aquella época no era nada fácil, máxime pensando que era la mujer del médico. Una pareja ejemplar y envidiada por todos en el pueblo y en los alrededores.
Lo que nadie sabía ni sospechaba era lo cruel que era Diego con su esposa, todo era motivo de enfado y cólera, una toalla mal colocada, un libro fuera de su sitio, una comida algo fría o demasiado caliente, una mirada inexistente de algún vecino al pasar ella, quizás una sonrisa por parte de Gloria hacia algún hombre y que nunca era tal…. Todo acababa en una monumental paliza sin gritos, todo con la máxima discreción y para rematar la faena con su vejación.
Gloria decidida a abandonar a su marido, sacó todas las fuerzas que aún le quedaban y una mañana que Diego salió a visitar a un paciente a un pueblo algo alejado del suyo, cogió a su hija, tres o cuatro cosas, algún dinero y solo dejó detrás de ella, una nota en el escritorio: ¨ No me busques, si lo haces todos sabrán la clase de monstruo que eres.¨
Salió con su hija de la mano con la idea de decirle a quien le preguntara, que iban a visitar a una prima suya, la misma excusa que su marido había utilizado tantas veces para justificar su ausencia delante de los vecinos, detrás de alguna de sus palizas en las que se le había ido la mano y había fallado en el golpe.
No sabe cómo tuvo valor, aún hoy se lo pregunta, el caso es que llegó a la estación de tren, compró dos billetes para algún pueblo lejano donde nadie la conociera, y allí compró otros dos billetes, esta vez para una lejana ciudad, Zaragoza,, bien lejos de su vida, sus pocos amigos y sobre todo bien lejos de su marido.
Gloria sabía bien que el orgullo de Diego le impediría ir tras ella o eso esperaba, ¿cómo iba a sufrir la vergüenza de contar a todo el mundo, que su mujer lo había abandonado, que se había ido por las múltiples palizas recibidas?, eso jamás lo haría Diego.
Con el corazón en un puño, Gloria hizo aquel viaje interminable hacia ningún sitio, en aquel viejo tren, junto a su hija.
No sabía que haría en aquella ciudad desconocida, las dos solas, sin amigos ni familia y sin ningún trabajo que le permitiera mantener a su hija y a ella misma y sin un techo donde cobijarse. Ahora Gloria empezó a tener verdadero pánico a esta nueva situación que ella misma había creado. El miedo la estaba haciendo arrepentirse de su decisión de abandonar a Diego, con él al menos no le faltaba que comer ni un techo donde vivir ni a ella ni a su hija.
Sabía que Diego le compraba lo necesario, él, personalmente, se encargaba de comprarle la ropa y los zapatos para que no fueran demasiado llamativos, o cualquier cosa que pudiera necesitar. Con su hija era distinto, para María, él le daba dinero para que ella comprara lo que la niña necesitara, al menos para eso le dejaba libertad.
De esta manera fue como Gloria pudo reunir algún dinero, sisándole a su marido de lo que le daba para las necesidades de María, siempre era más que generoso. Dinero que fue ahorrando por si algún día era valiente y se decidía a dejar aquella ho...

Índice

  1. CAPÍTULO I LA LLAVE
  2. CAPÍTULO II LA LLEGADA DEL AMOR
  3. CAPÍTULO III VUELTA AL PASADO
  4. CAPÍTULO IV LA DECISIÓN
  5. CAPÍTULO V EL DIARIO DE GLORIA
  6. CAPÍTULO VI AL FIN, ESPERANZA
  7. CAPÍTULO VII LA VERDAD
  8. CAPÍTULO VIII DIEGO Y LA REALIDAD
  9. CAPÍTULO IX EL FINAL
  10. CAPÍTULO X DESCUBIERTO
  11. CAPÍTULO XI ANGUSTIA
  12. CAPÍTULO XII EN LA MADRIGUERA
  13. CAPÍTULO XIII EL CAZADOR CAZADO
  14. CAPÍTULO XIV EL DESPERTAR
  15. CAPÍTULO XV MIEDO
  16. AGRADECIMIENTOS