1. Reminiscencias de China milenaria
Antecedentes
La República Popular China (RPC), conocida simplemente como China (中国, Zhōngguó), o República Popular, tiene un área aproximada de 9 600 000 km2 y es el tercer país más grande del mundo después de Rusia y Canadá. En China vive la cuarta parte de la población del mundo. La población de China en 2014 era de 1 360 763 000 habitantes, en su gran mayoría (90%) de la etnia Han, conocida en la antigüedad como «gente de cabellos negros». El resto de la población pertenece a otras 56 etnias. En China se encuentran algunas de las ciudades más grandes del mundo, como Shanghai, Beijing, Chongking y Tianjin, todas ellas con más de diez millones de habitantes.
Los tres ríos principales de China, que corren de oeste a este y desaguan en el Pacífico, son de norte a sur: el Hoang-ho (río Amarillo), el Yangzijiang (río Azul), el Sikian (río Perla de Cantón). El río Amarillo tiene su origen en el altiplano tibetano y fluye a través de las llanuras del norte de China, centro histórico de la expansión de esta cultura. Sus suelos aluviales muy ricos han sido cultivados desde la prehistoria. La llanura es una continuación de la de Manchuria hacia el suroeste, a pesar de que está separada por el Mar de Bohai. El Yangtze es el río más largo de China, el tercero más largo del mundo después del Nilo y del Amazonas. Es navegable en la mayor parte de su recorrido y en él se encuentra la presa de las Tres Gargantas. Nace en el Tíbet y recorre 6300 kilómetros, atravesando el centro de China; drena una cuenca de 1 800 000 kilómetros cuadrados antes de desembocar en el mar de China. La cuenca de Sichuan tiene un clima templado y húmedo y una larga temporada de crecimiento, por lo que es propicia para numerosos cultivos. Es también una importante productora de seda y una rica región minera e industrial. El río Perla se forma en la provincia de Guangdong por la confluencia de los ríos Xi y Bei; corre hacia el este, pero luego se dirige al sur, pasando por Guangzhou y la isla Huangpu, para formar el gran estuario que se encuentra entre Hong Kong y Macao. En las áreas marítimas jurisdiccionales de China hay 5440 islas e islotes que tienen un área total de 80 000 kilómetros cuadrados. Las islas más grandes de China son Taiwán (de 35 700 kilómetros cuadrados) y Hainán (34 000), ambas tienen el status de provincias. En el gran pueblo-continente asiático llamado China nació mi padre en una familia de la etnia Han.
Desde niño he tenido gran interés por la cultura de mis antepasados paternos y maternos. Comencé a aprender el idioma chino en un libro de texto tradicional, cuya primera lección memoricé en casa, ayudado por mi padre. Durante mi adolescencia continué con otros textos en las clases nocturnas de lunes a viernes (diurnas los sábados) de la escuela sino-peruana que funcionaba en la Sociedad de Beneficencia China en Trujillo, Perú. Diariamente leía en los periódicos o escuchaba por onda corta las noticias de la invasión de China por los imperialistas japoneses. Asimismo, para complementar las lecciones aprendidas en el hogar y en la escuela, dedicaba varias horas por semana a leer libros y revistas sobre la civilización china. En mi juventud continué los estudios del idioma chino en el colegio San Man (San Min, en mandarín), de Lima (cfr. Chang-Rodríguez, 2000, pp. 251-258). En esa época escribí las 130 páginas mecanografiadas de mi tesis «La filosofía china: Confucio y Lao Tse» para recibir el grado de bachiller en Filosofía, Historia y Letras, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en agosto de 1946. Unas semanas después, Dora Mayer de Zulen, autora de La China, silenciosa y elocuente (1924), publicó en la revista Oriental, de Lima, un artículo sobre mi tesis universitaria. Durante decenios en los Estados Unidos, he continuado investigando y escribiendo sobre el Lejano Oriente.
En el Instituto de Asuntos del Lejano Oriente de la Universidad de Washington, dirigido por el sinólogo inglés George Taylor, de 1951 a 1956 seguí cursos de posgrado sobre historia, lengua y filosofía chinas, y sobre relaciones internacionales transpacíficas. Aprendimos mucho en la cátedra de historia antigua china dictada por Helmut W. Wilhelm, hijo de Richard Wilhelm (1873-1930), traductor alemán del clásico I ching (Libro de los cambios). En su clase, nos encantaron las obras de Herrlee Glessner Creel (1905-1994), sinólogo de la Universidad de Chicago, de reconocida autoridad en historia, filosofía y literatura chinas antiguas. Tras recibir varios grados en la Universidad de Chicago y estudiar en Beijing en 1936, Creel fue nombrado instructor en su alma máter, donde estableció el Programa de Estudios del Lejano Oriente y en 1939 ayudó a adquirir 75 000 volúmenes para la biblioteca de su universidad, famosa por su colección de literatura china clásica. En la década de 1930, este experto en los escritos chinos antiguos y modernos descubrió unos huesos-oráculos de tres mil años de antigüedad, sumamente importantes en la interpretación del comienzo de la civilización china. En reconocimiento de sus investigaciones y publicaciones, en 1949 fue ascendido a catedrático principal (full professor) y en 1964 fue nombrado Martin A. Ryerson Distinguished Professor of East Asian Languages and Civilization. En 1984, Creel se jubiló con el título de Profesor Emérito. Sus libros más conocidos son The Birth of China (1937) y Confucius: The Man and the Myth (1949). El primero, basado en sus exploraciones en la Gran Ciudad Shang, en el río Huanghe, es fundamental para el estudio del período formativo de China. En el segundo, escrito tras veinte años de pesquisas, concluye que Confucio fue un genio revolucionario democrático. Otros libros de Creel, reimpresos y editados varias veces, son The Origins of Statecraft in China: The Western Chou Empire (1970), What is Taoism? (1970), Chinese Thought from Confucius to Mao Tse-Tung (1971) y algunos textos universitarios de literatura china.
En la Universidad de Washington también estudié con el profesor Stan Spector Historia moderna de China y tomé dos cursos de filosofía china dictados por el profesor Ven Shih. Otra asignatura fascinante de mi programa de posgrado en esa universidad versó sobre derecho internacional e historia de las relaciones transpacíficas de China y Japón con Estados Unidos, México y Perú, dictada por el Dr. John Maki, profesor norteamericano de ascendencia japonesa. Además, asistí a los seminarios y conferencias del catedrático alemán Karl August Wittfogel (1896-1988), autor de la famosa teoría sobre el modo de producción asiático que generaba un estado despótico, poderoso, estable y próspero (cfr. Wittfogel, 1957; Ulmen, 1978a; 1978b). Complementé estos cursos con pláticas académicas en casa del lingüista chino Lee Fang Kwei, experto en treinta lenguas del área del Pacífico. Durante los fines de semana escribía crónicas, reseñas y traducciones de libros solicitados por algunas publicaciones norteamericanas y la revista Oriental, de Lima. Por recomendación del erudito mexicano Silvio Zavala (n. 1909), entonces profesor visitante en la Universidad de Washington, la Revista de Historia de América publicó en 1958 mi artículo en inglés sobre las diásporas chinas a Latinoamérica en el siglo XIX (Chang-Rodríguez, 1958).
Después de obtener mi Ph.D. por la Universidad de Washington, enseñé cinco años (1956-1961) en la Universidad de Pennsylvania. En esta casa de estudios, fundada por Benjamin Franklin, me relacioné con los distinguidos sinólogos Schuyler (Ky) Van Rensselaer Cammann (1991-1912) y Derk Bodde (1909-2003), cuyas oficinas se encontraban en Bennett Hall, muy cerca de la mía y de la de mi colega Arnold J. Toynbee (1989-1975) (Chang-Rodríguez, 1962), entonces profesor visitante en esa casa de estudios.
Ky Van Rensselaer Cammann, políglota, experto en el arte chino y su influencia en otras culturas, era profesor de Estudios de Asia Oriental. Las separatas de artículos suyos que me obsequió con generosas dedicatorias manuscritas confirman su amplio conocimiento de las culturas asiáticas. Esas separatas contienen muchos datos sobre su extensa biografía. Tras graduarse en la Universidad de Yale, el programa de esta universidad en China lo llevó a enseñar dos años en Changsha, capital de la provincia de Hunan. Tan embebido estaba en sus estudios, que prolongó su estadía por un año más para recorrer, en gran parte a pie, varias provincias sureñas vecinas a Hunan. De este modo reafirmó su vocación dedicada al estudio de la civilización de China mediante el conocimiento vivencial de quince de sus provincias.
El profesor Van Rensselaer Cammann volvió a visitar China durante la Segunda Guerra Mundial como teniente de la marina de guerra estadounidense. Durante esta visita adquirió la mayoría de las insignias cuadradas de seda de los siglos XVII al XX que integran su colección personal. Las insignias, bordadas en forma cuadrangular, comenzaron a usarse en la corte china desde que gobernaban los mongoles, tal como lo cuenta Marco Polo en los relatos acerca de su residencia en Beijing. Alrededor de 1390, un emperador de la dinastía Ming ordenó mediante un edicto imperial que las túnicas de las altas autoridades civiles y militares mostraran esas insignias distintivas bordadas en seda. Ese decreto estuvo en vigor durante cinco siglos, hasta la dinastía manchú. Los cuadrados bordados, de catorce pulgadas, representaban imágenes de animales, especialmente pájaros, todos en brillantes colores imbuidos de significado sociopolítico. Al final de la dinastía manchú las insignias fueron, primer...