Terapia de grupo en niños
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Terapia de grupo en niños

Una alternativa de crecimiento emocional

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Terapia de grupo en niños

Una alternativa de crecimiento emocional

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Las terapias grupales psicoterapéuticas son un medio extremadamente eficiente para favorecer las competencias socioemocionales de los niños, ya que entregan el espacio indicado para expresar sentimientos que se mantienen guardado y permiten que los niños exploren, descubran y se comuniquen entre sí­ en un ambiente de contención y de apego seguro. Asimismo, la experiencia grupal y la interacción con otros, lleva a los niños a enriquecer y ampliar la construcción de su narrativa personal.Este libro es una obra única en su tipo, no solo por ser las autoras dos de las más destacadas psicólogas y educadoras en Chile, sino porque pone al alcance de los lectores casi treinta años de experiencia práctica en talleres de terapia grupal con niños y un marco teórico de excelencia y de absoluta vanguardia en este tema, donde destaca el uso del modelo sistémico en las terapias por parte de las autoras.La segunda parte entrega una descripción detallada de los objetivos y las experiencias psicoterapéuticas diseñadas para las diferentes etapas del grupo, con ejemplos de sesiones que permiten obtener una imagen gráfica de lo que sucede en ellos. En definitiva, una obra que todos los profesionales ligados a la psicologí­a y a la educación debieran tener en cuenta para el mejor tratamiento y desarrollo de los niños y niñas bajo su cuidado.

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Información

Editorial
Ediciones UC
Año
2016
ISBN
9789561425743
PRIMERA PARTE
Antecedentes teóricos
FUNDAMENTOS CONCEPTUALES DE PSICOTERAPIA DE GRUPO
Contexto e historia
Las terapias de grupo en niños son posteriores a las terapias de grupo en adultos, como ha sucedido con todos los enfoques terapéuticos, y se encuentran influenciadas fuertemente por las terapias de juego, que sin duda han sido un gran aporte. Shectman (2002) realizó una revisión de los estudios existentes en intervenciones grupales para niños y constató que prácticamente todo lo que se sabe del trabajo en grupo con niños está basado en grupos de adultos.
Con los trabajos de Caplan y Caplan (1974) y Ginott (1975) se observa un aumento significativo de las publicaciones sobre terapia de grupo a partir de los años ochenta, siendo especialmente relevantes los aportes de Sweeney y Homeyer (1999), de Berg y Landreth (1998) y de Van der Kolk (1985).
Sweeney y Homeyer (1995) plantean que los terapeutas de juego y los terapeutas de grupo comparten el compromiso con un proceso terapéutico creativo y dinámico y están centrados en el desarrollo y la mantención de una relación terapéutica segura.
Los grupos, según Berg y Landreth (1998), serían un microcosmos del mundo cotidiano del niño. En el espacio terapéutico los niños tienen la oportunidad de enfrentar las reacciones de sus compañeros y de aprender en forma vicaria otras modalidades de relación más adaptativas. En este sentido, muchos niños que asisten a terapia presentan estancamientos o regresiones en relación a la etapa evolutiva en que deberían encontrarse. La interacción con otros niños los estimula a pasar a la zona de desarrollo próximo. En este sentido no hay nada que sea tan estimulante para el desarrollo de un niño como lo es otro niño.
Para entender la terapia de grupo se hace necesario conocer cómo se gestaron los movimientos de dinámica de grupo, que son los orígenes de la terapia de grupo.
Existe consenso que una de las figuras más importantes es Kurt Lewin, quien trabajó en el MIT en Boston en 1946, realizando seminarios de grupos cuando recién terminaba la segunda guerra mundial, época en que el espíritu que impregnaba el mundo intelectual era trabajar en reconstruir y evitar nuevas guerras. Este movimiento generado a partir de la figura de Lewin, que se desarrolló en un pequeño pueblo llamado Bethel, originó una asociación llamada National Training Laboratories (NTL), cuyo objetivo era capacitar a monitores en ciertas habilidades básicas que les permitieran actuar como agentes de cambio. Kurt Lewin (1935), científico social, planteó una metateoría de la conducta humana. Desde su perspectiva, los procesos de grupo son campos estructurados que están constituidos por elementos que se relacionan entre sí. Él concibió el grupo social como una totalidad dinámica, donde observar cada elemento por separado carece de sentido. Para el autor, el conjunto y sus partes son igualmente relevantes y la totalidad posee características propias definidas (Lewin, 1951). Así, la conducta del grupo se distingue de la de sus miembros aunque funcionalmente se asocie a ella. Es común ver que los niños se comportan en un grupo de modo muy diferente a como lo hacen en otros contextos.
La teoría de campo y la Gestalt cambiaron la visión del grupo como un agregado, percibiéndolo como un sistema. Además, según la teoría de campo, la conducta de grupo está influida por la interacción con el medio ambiente, un subsistema dentro de una jerarquía de sistemas. Lewin( 1951) además subrayaba la importancia del contexto y del aquí y ahora para predecir un comportamiento.
Kaplan y Sadock (1996) señalan que la influencia de Lewin sobre la psicología social fue notable, sin embargo, su impacto no fue tanto sobre la psicoterapia. La mayoría de los psicoterapeutas de grupo no están influidos por la teoría de campo.
Por ese mismo tiempo, el psicoanalista británico Wilfred Bion (1961) formuló sus ideas acerca del grupo como totalidad. Bion postuló también que los conflictos intragrupales difieren de los conflictos propios de cada sujeto. Su supuesto básico en relación al comportamiento de los sujetos en el grupo es que la conducta es una defensa coherente frente a los conflictos del grupo y se manifiesta en respuestas de dependencia, emparejamiento y ataque-fuga.
Bion trabajó en la Clínica Tavistock tratando pacientes en grupo, donde el terapeuta atendía a la dinámica del grupo como totalidad. Las investigaciones señalaron que este método no daba los resultados deseados; al parecer, las interpretaciones estrictamente globales referidas al grupo como un todo les dejaban a los pacientes un sentimiento de deshumanización y minusvalía (Malan, Balfour, Hood y Shooter, 1976). Posteriormente los terapeutas modificaron las intervenciones apuntando a dar apoyo individual a la vez que hacían la interpretación en el grupo como totalidad y esta modalidad produjo los logros esperados en los pacientes, lo que contribuyó a fortalecer la práctica de la terapia grupal.
En los adultos, la terapia de grupo es una modalidad de intervención cuyo objetivo es solucionar en un contexto grupal problemas emocionales mediante recursos terapéuticos. En los niños, el objetivo de un grupo de este tipo es ayudar a sus participantes a lograr un cambio en la dirección de un normal desarrollo (Noshpitz, 1979).
Dinámica de los grupos
Cuando dos o más personas se reúnen y conforman un grupo siempre habrá fuerzas que operan y que afecten-influyan poderosamente lo que sucede al interior de ese grupo y, en gran parte, la conducta de sus miembros. Este conjunto de fenómenos que suceden en un grupo cualquiera recibe el nombre de dinámica de grupos.
A diferencia de las dinámicas de grupos, la psicoterapia de grupo es un tipo de terapia que moviliza las fuerzas que operan al interior de un grupo, con fines terapéuticos.
Fuerzas que operan en un grupo
Cartwright y Zander (1968) postulan que los grupos movilizan fuerzas muy poderosas que pueden producir efectos muy positivos o muy negativos en sus miembros.
Frente a la pregunta ¿qué hace que un grupo funcione como funciona? Las respuestas posibles son múltiples. Nos llama la atención que por muy semejantes que sean los grupos de niños que hemos realizado (en cuanto a las edades, la problemática que presentan, la distribución por sexo, el nivel socioeconómico y las actividades propuestas), la dinámica que se produce en cada uno es diferente y, por lo tanto, demanda de los terapeutas intervenciones y acciones distintas. Pero en todos los grupos se produce un aumento de los vínculos entre los niños, una sensación de aceptación y pertenencia que en alguna medida se transfieren a sus contextos familiares y escolares.
También se observa que los niños van desinhibiéndose progresivamente, que se descomprimen en relación a sus emociones negativas, sus miedos y sus ansiedades, lo que además de tener un efecto catártico mejora sus niveles de comunicación y favorece su capacidad de expresión emocional, tanto de las emociones positivas como de aquellas que son percibidas por ellos como conflictivas.
López-Yarto (1997), en su libro La dinámica de grupos cincuenta años después, basándose en las ideas que Cartwright escribiera en su clásico libro Groups Dinamics (1968), plantea que en todo grupo operan fuerzas muy poderosas que producen efectos en sus miembros. Por supuesto, los grupos de terapia infantil no son una excepción sino que muy por el contrario, en la medida que los terapeutas intencionan el cambio tomando en consideración estas fuerzas que actúan en el grupo, estos cambios se potencian y se orientan en una dirección positiva.
El modelo que se presenta a continuación describe el propuesto por López-Yarto (1997), basándose en las ideas Knowles y Knowles (1972).
Fuerzas interpersonales
En todo grupo la sola proximidad física genera necesidad de conectarse con los otros, lo que se produce desde los inicios del grupo. Prácticamente desde la primera sesión es posible visualizar que hay fuerzas de atracción y rechazo entre los distintos niños. Es necesario registrar la forma en que los niños interactúan en el grupo, ya que sin duda esta conducta tiene una alta correlación con la forma en que se comportan con sus compañeros en sus contextos naturales.
También se distinguen las fuerzas centrífugas o centrípetas que aglutinan al sujeto con otros o lo segregan. Estas fuerzas determinan la distancia física y psicológica con que los niños se sitúan unos de otros.
En las fuerzas interpersonales aparecen claramente las necesidades de cercanía o distancia de ciertas personas y las conductas de sumisión y dominio. Algunos asumen más activamente la búsqueda de comunicación con los otros y los que son solicitados tienden a asumir una actitud respondente.
Es posible encontrar situaciones de triangulación entre los miembros que generan conflictos y a las que es necesario estar alerta para lograr su utilización con fines terapéuticos.
Una situación a la que es necesario prestar especial atención es la de los niños que asisten al grupo derivados por un cuadro de inhibición. Estos niños tienden a repetir el sentimiento de sentirse excluidos, y la situación de grupo terapéutico debería constituir para ellos una experiencia emocional correctora y no una confirmación de sus temores a ser socialmente incompetentes. Estos niños, en nuestra experiencia, son los que experimentan mayor progreso en la medida en que ven normalizadas sus dificultades al conocer las emociones de los otros.
Fuerzas intrapersonales
Son fuerzas no biológicas que nacen de necesidades de carácter interno y que empujan desde dentro. Se relacionan con necesidades de aceptación, comunicación, seguridad y pertenencia, y marcan en forma importante los vínculos que las personas mantienen con el grupo. Por ejemplo, una persona con carencias afectivas que pueden impulsarla a asumir una actitud muy protagónica dentro del grupo, derivada de su inseguridad, o bien un niño podría tener mucha dificultad en compartir los juguetes y materiales con los otros miembros del grupo por haber sido muy consentido en su familia.
Estas fuerzas tienen que ver con las necesidades psicológicas individuales que el niño trae al grupo. Así, un niño que ha experimentado una sensación de rechazo, va a repetir los mismos comportamientos que utiliza en sus contextos habituales, a pesar de que esas conductas hayan mostrado no ser eficientes para conseguir la aceptación del grupo. Con sus acciones va a modificar la dinámica del grupo, por ejemplo, siendo muy disruptivo del trabajo de los otros en la búsqueda de no sentirse excluido, produciendo un efecto de desorganización en el grupo.
Lo mismo puede ocurrir en el caso de una niña con problemas de autoestima, que puede actuar en relación a sus compañeros en forma muy seductora en la búsqueda de seguridad, lo que genera en el grupo interacciones basadas en las capacidades de seducir y ser seducido, constituyéndose una dinámica en que el grupo se erotiza.
Otro ejemplo en relación a las fuerzas intrapersonales lo constituyen los niños con problemas de rendimiento escolar. Estos estudiantes, que por su historia de fracaso académico tienen mucha ansiedad en lo que se refiere a temas escolares, generan una actitud de evitación y rechazo frente a cualquier actividad de lápiz y papel u otra que aparezca levemente escolarizada, actitud a la que otros miembros del grupo pueden sumarse. En tanto que un niño en cuya identidad el conocimiento y lo que sabe es muy central, puede generar en el grupo una dinámica competitiva orientada a conocer quién sabe más.
Tener una actitud que visibilice y valore estas características, permite la utilización de estas fuerzas intrapersonales para los objetivos terapéuticos individuales y grupales.
Fuerzas grupales
Cualquier relación con un grupo se asemeja mucho a la relación que se tuvo en la primera experiencia grupal que, en general, es la familia y desde allí se configura la relación que se establece con el grupo. En otras palabras, se refiere a la transferencia que las personas tienden a realizar de sus primeras experiencias en el grupo primario que es la familia y que están registradas a nivel no consciente. Esta definición de las fuerzas grupales aparece dentro de la tradición psicoanalítica y a decir de López-Yarto (1997), en los grupos se re-viven antiguas y profundas experiencias infantiles. Sería como una matriz que fuerza a reproducir los conflictos individuales. Estos conflictos se pueden relacionar con represión de sentimientos, rivalidades no resueltas y conflictos con la dependencia.
Las relaciones con los padres como figuras que son fuente de afecto y de autoridad y la relación con los hermanos, tienen su impacto en cómo los niños se relacionan en el grupo con los terapeutas y con los compañeros. Así, por ejemplo, un niño sobreprotegido y dependiente va a estar constantemente demandando atención y guía de parte de los terapeutas, con lo que será poco autónomo y ocupará mucho del espacio y el tiempo de éstos, si no se realizan intervenciones terapéuticas orientadas a revertir esta situación. Otro ejemplo lo constituyen los hijos únicos, los que presentan habitualmente más dificultad para hacer alianza y asociarse con otros niños para hacer las tareas de grupo, compartir materiales, juguetes y dulces.
A modo de síntesis, a continuación se entrega el siguiente cuadro de la propuesta de Knowles y Knowles (1972) acerca de las fuerzas que mueven los grupos:
PSICOTERAPIA DE GRUPO
Speier (1977) identifica tres procesos en la psicoterapia grupal, que si bien no son separables, son posibles de distinguir:
1. Procesos propios de la psicoterapia en general:
Se refieren fundamentalmente a la disminución de la ansiedad, la catarsis, la solución de problemas de personalidad, fortalecimiento y desarrollo del yo.
2. Procesos propios de la interacción en el grupo:
Es posible observar una desinhibición más rápida, un clima emocional más intenso, una mayor rapidez en la resolución de la culpa, en la disminución de la ansiedad, en el encuentro de soluciones positivas y en el cambio a través de la percepción de un problema desde distintos puntos de vista.
3. Procesos basados específicamente en la vivencia y participación grupal:
Existen tres procesos que surgen particularmente en la interrelación grupal:
• La vivencia común: el sentimiento de compartir problemas aliviándose más rápi...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Introducción
  6. Primera parte: Antecedentes teóricos
  7. Segunda parte: Organización del trabajo grupal y descripción de las sesiones
  8. Bibliografía
  9. Índice de autores
  10. Indice temático