Sor Juana: teatro y teología
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Sor Juana: teatro y teología

  1. 200 páginas
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Sor Juana: teatro y teología

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Hay que tener presente que el proyecto intelectual de sor Juana Inés de la Cruz no fue precisamente el de escribir versos y comedias, sino el de alcanzar un estudio profundo de la teología. Ella misma así lo expresó en la "Respuesta a sor Filotea de la Cruz" cuando se quejaba de su autodidactismo. El presente libro titulado "Teatro y teología" tiene la honra de ser el primer opúsculo mayor que se publica sobre sus tres autos sacramentales, con la presentación de un nuevo encauce crítico para su mayor entendimiento y una consecuente revaloración. En el siglo XVII el estudio y la enseñanza de la teología era aspiración intelectual imposible para una mujer, aun si estaba como sor Juana dedicada a la vida monacal; en consecuencia, la disposición que mostró por las letras respondía más a las numerosas peticiones que recibía, que a sus deseos personales, ya que se comprueba que la monja poseía mayor avidez intelectual por la ciencia y, como coronación de la pirámide cognoscitiva, la indagación teológica. Por una vía más personal, el lector descubrirá que la Belleza era para nuestra paisanita un camino teológico.

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Información

Año
2018
ISBN
9786078560066
Categoría
Literature
Categoría
Drama
Más teología que teatro
Cuando iba acercándose el año 1690, la monja de San Jerónimo vivía un período de excepción. Acababa de ser estrenada su comedia Amor es más laberinto, el 11 de enero de 1689, una comedia sobre el amor humano. Inundación castálida había salido de una imprenta madrileña en 1689 (cuya fe de erratas fue fechada el 17 de noviembre), y que al inicio del año siguiente lo tendría en sus manos la autora –era el primer libro editado por una mujer en el Imperio español–. El Auto del Divino Narciso acababa de salir de su pluma y había deseos de imprimirlo en México para poder representarlo en Madrid. Había dado el punto final a Primero sueño, largo poema que con 975 versos narraban un viaje para probar la capacidad humana de alcanzar la sabiduría total. En 1689 había compuesto los Villancicos de Navidad que fueron cantados en la Catedral de Puebla de los Ángeles; tan cercana estaba la terminación de Primero sueño que en el estribillo del Villancico V quedaron múltiples coincidencia de ideas.1 En 1690 se cantaron los Villancicos de San José, el 19 de marzo, en la Catedral de Puebla de los Ángeles, y el 15 de agosto los Villancicos de la Asunción, en la Catedral de México. Fue en ese entonces cuando se distribuyó la Carta Atenagórica, sin el consentimiento de la monja, edición que incluía una misiva del obispo de Puebla con fecha 25 de noviembre de 1690. ¡Qué año más fructífero!
La teología de sor Juana: la cristología
Había cumplido veinte años de religiosa el 23 de febrero de 16892 y acaso la monja considerara necesaria una reflexión. ¿Cuál sería en su mente el balance de lo aprendido? Una paleta de posibilidades le ofrecía su encrucijada: ¿a dónde dirigirse y cómo seguir? Fue entonces que el obispo Fernández de Santa Cruz envió su carta ―la ahora llamada Carta de Puebla―, misiva que porta la fecha de 20 de marzo de 1691. ¿Pertinente o impertinente? Más pertinencia no podía haber para la Décima Musa, su Primero sueño era una salmodia al desencanto del pensar humano, su Narciso era nada menos que Cristo y la Atenagórica elaboraba sobre la mayor fineza del mismo Cristo. ¿Cómo se sentiría sor Juana? Como memorial de sus sentires quedaron los Villancicos de Santa Catarina, que fueron cantados el 25 de noviembre de 1691. Al no haber ningún asedio en contra de sor Juana ―suposición hoy desarticulada por la información veraz de los documentos de Puebla―, tampoco podría haber ningún castigo; ni ella era víctima, sino una mujer en plenitud, y “despierta”; la sociedad novohispana la admiraba y la Iglesia no establecía obstáculos para disminuir su libertad intelectual. Mientras ella meditaba, se dio inicio al último lustro de la vida de la monja. Su dedicación a un nuevo campo de estudio parecía tentarla, no la teología conceptual, ni menos la astronomía o la geometría, tampoco la música y la historia, sino daría seguimiento a la sugerencia de su amigo y mentor espiritual, don Manuel, de no desear la sabiduría humana, sino también alcanzar la sapiencia de la teología mística.
Al ser creyente, sor Juana estimaba la teología como la disciplina que estudia la persona de Dios, su naturaleza, atributos, carácter, revelación y propósitos (RAE). Cuando utilizaba el adjetivo “santa”, hacía referencia a ser “perfecta y libre de toda culpa” (RAE) como en la Carta de Monterrey cuando afirma: “¿Había de ser santa a pura fuerza? Ojalá y la santidad fuera cosa que se pudiera mandar, que con eso la tuviera yo segura”. Nunca hizo referencia al segundo significado de santidad: en el mundo cristiano, se dice de la persona a quien la Iglesia declara tal, y manda que se le dé culto universalmente (RAE). Sor Juana fue altamente religiosa, como lo ha probado Benassy-Berling (1983), pero no experimentó el misticismo, es decir, el estado extraordinario de perfección religiosa que consiste esencialmente en cierta unión inefable del alma con Dios por el amor, y va acompañado accidentalmente de éxtasis y revelaciones (RAE). Comprendía la monja que la teología estudia en sentido amplio las relaciones de Dios con su creación ―en especial con la raza humana―, y el plan divino de salvación. Sabía que hay una teología natural, basada en lo que puede saberse de Dios a partir del orden creado; y una teología bíblica inspirada en textos de las escrituras en que Dios se ha revelado a sí mismo, y discernía que hay un camino de salvación. Particularmente, la monja estaba interesada en un campo de la teología cristiana calificada de cristología; es decir, la teología sobre la segunda persona de la trinidad que se humanizó y murió en la cruz. Ella misma había escogido como su nombre de religiosa uno que recordara a Cristo en la cruz. Como testimonio están las 206 menciones de la palabra “Cristo” en el total de su obra; de las cuales, 121 se localizan en la Carta Atenagórica y 11 en la Respuesta a sor Filotea de la Cruz.3 Ser sabia, sor Juana lo era, pero podía aprender aún más, sobre todo de teología.
En su prosa religiosa abundan las consideraciones teológicas. En sus Ejercicios devotos para los nueve días antes de la Purísima Encarnación van intercalados párrafos que leídos en forma independiente alcanzar significación teologal:
Si el ser de Dios, por infinito, por inmaterial, por invisible, no es apropiado para nuestros rudos entendimientos, ni sabemos meditar las infinitas perfecciones de su inmutable, inmenso o inalterable ser (líneas 684-87).
no sólo qué admiración, pero qué ternura causa la consideración de este misterio [la encarnación]! ¿Qué entrañas no se enternecen, qué corazón no se deshace y qué ojos no se humedecen al repetir: El Verbo se hizo carne y habitó con nosotros? ¿Qué nación hay tan grande que goce a sus dioses tan familiares como nuestro Dios se hace con nosotros? ¡Oh misterios de la Encarnación! ¡Oh encarnación de Dios y el hombre! ¡Oh unión, para nosotros la más feliz, de Dios y el hombre! ¡Oh bodas que el Rey Eterno celebra de su Unigénito con la naturaleza humana! (líneas 1141-47).
En el primer texto, la teóloga elabora sobre la inefabilidad de la esencia divina y, en el segundo, sobre la relación del Dios trinitario con la humanidad, con acentuación de los elementos cristológicos; la última exclamación resulta concomitante de Divino Narciso/Cristo enamorado del personaje Naturaleza Humana. La importancia de la mariologí...

Índice

  1. 1ª de forros
  2. Portadillas y página legal
  3. Contenido
  4. Proemio
  5. Dramaturgia anhelante de ser teología
  6. El mártir del Sacramento, San Hermenegildo, auto historial alegórico
  7. El cetro de Joseph, auto historial alegórico
  8. Auto del Divino Narciso, por alegorías
  9. Consideraciones supletorias
  10. Más teología que teatro
  11. Colofón
  12. Bibliografía
  13. Sobre los autores
  14. 4ª de forros