Las cadenas de la subjetividad: un estudio de los dispositivos de control de la vida social
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Las cadenas de la subjetividad: un estudio de los dispositivos de control de la vida social

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Las cadenas de la subjetividad: un estudio de los dispositivos de control de la vida social

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La pertinencia de Las cadenas de la subjetividad de María Rocío Arango reside en reconocer la fuerte presencia de los mecanismos de control que, en contextos como el nuestro, tienen la capacidad de dominar los procesos de creación, consolidación y ocaso de las reglas formales de las organizaciones públicas y privadas pero que también permiten descifrar el encuadre de actores con capacidad de imponer reglas al margen de la institucionalidad, todo lo cual permite conjugar socialmente los verbos incluir y excluir. De allí la importancia de avanzar, por ejemplo, en la comprensión empírica de estos mecanismos de control en las ciencias de la administración y en las ciencias de las políticas.

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Información

Año
2018
ISBN
9789587205091
Categoría
Sociologie

DISPOSITIVO DEL ADN

Paul Virilio (1997) plantea un modo novedoso para ayudarnos a comprender las profundas transformaciones que han modificado el énfasis del capitalismo, de la producción a los servicios y la información. Basado en el concepto de velocidad, Virilio propone el análisis de estas transformaciones a partir de tres revoluciones: transportes, transmisiones y trasplantes. La primera, que podríamos denominar la revolución que ya pasó, hace énfasis en la aceleración de los medios de transporte y el encogimiento del Mundo como uno de sus efectos más importantes, no solo por la sensación de confinamiento de la que se queja una parte ínfima pero adinerada de la población mundial, ni por el incremento del intercambio de bienes y servicios provenientes de todos los rincones del planeta, sino, y sobre todo, por la radical transformación de los sistemas de producción. A esta revolución le debemos, en buena medida, el fenómeno de la deslocalización de la producción: mientras el diseño del producto se hace, la mayor parte de las veces, en países desarrollados, la producción y ensamble de sus piezas se realiza a miles de kilómetros de distancia, y de allí se distribuye a la mayoría de países del planeta; todo ello sin contar con que los cuarteles generales donde se planea la estrategia y se manejan las finanzas pueden migrar con relativa facilidad según se transformen las condiciones impositivas globales. Esta revolución plantea también el desplazamiento del énfasis que la política había puesto en la geografía para centrar su atención ahora en lo que el urbanista francés denomina “cronopolítica”, ligada en parte con el concepto tradicional de biopolítica y entendida como el esfuerzo realizado por las distintas instituciones públicas y privadas para mejorar el uso del tiempo. A pesar de su importancia, es cierto que esta revolución ha agotado sus posibilidades. Si bien los medios de transporte tradicionales han logrado un incremento impresionante en velocidad, lo cierto es que el último siglo no ha presenciado la invención de un nuevo medio. Cosa distinta pasa con las otras dos revoluciones. La de las transmisiones, que podríamos llamar la revolución del presente, ha convertido las formas de vida en modos imposibles de imaginar en las postrimerías del siglo XIX. Si hubiese que elegir sus dos hitos más importantes, sin duda serían seleccionados el incremento en la capacidad de vigilancia descrito por Lyon (1995) y los desarrollos tecnológicos propiciados por el Internet. De otro lado, la revolución de los trasplantes, a la que apenas nos estamos acercando, se puede sintetizar en la colonización del cuerpo vivo por parte de la tecnología informática y, más recientemente, en el fenómeno conocido como el Internet de las cosas.
Otro modo de acercarnos a las transformaciones ocurridas en el último siglo, las cuales justifican la propuesta de un nuevo dispositivo de control, proviene del tránsito de la “anatomía política del cuerpo” (Foucault, 1989: 198) a la biopolítica, y de esta a la psicopolítica, propuesta por Han (2014), y a lo que considero es la formación de un nuevo dispositivo que podría denominarse genoma-política. Mientras el primero se centraba en hacer un uso político de las fuerzas del cuerpo para promover un adecuado empleo del tiempo, el segundo, según Serrano (2011), va más allá: utiliza la ciencia y la producción de saber para diseñar los espacios, para colonizar y constituir las conciencias en torno a la obediencia de los mandatos de un poder cada vez más lejano y automático. La propuesta en torno a la psicopolítica implica que el poder se apropie, de manera muy sutil, de la vida emocional y afectiva de individuos que, tal como lo afirma Bauman (2015), están cada vez más librados a su propia suerte, sujetos a la presión por el rendimiento que, al menos en apariencia, solo ellos se imponen, y frustrados por ver difuminados sus sueños y ambiciones. La genoma-política que pretendo esbozar aquí constituye un paso más hacia la ambición de control total, hacia el sueño, demasiado humano, de eliminar las incertidumbres cotidianas mediante la apropiación del código genético, lo cual permitirá no solo optimizar algunas funciones corporales y mentales, sino, y sobre todo, definir los nuevos patrones de normalidad que regirán a las próximas generaciones.
Según propongo, el dispositivo del ADN se estructura a partir de tres componentes: la biopolítica, la psicopolítica y la genoma-política. Su génesis puede encontrarse en la biopolítica, cuyas raíces, si bien se encuentran en el régimen disciplinario, se han fortalecido gracias a las profundas transformaciones emanadas de la revolución de la información. Su desarrollo actual puede ubicarse en el terreno de la psicopolítica propuesta por los análisis de los fenómenos del cansancio y la transparencia que le han permitido a Byung-Chul Han (2012 y 2013) acuñar esta noción para significar cómo los métodos de control social, especialmente el marketing y la presión por el rendimiento individual, se apoderan no ya de los procesos metabólicos que regulan las fuerzas físicas del cuerpo, sino de las capacidades mentales y de la estructura psíquica. Por último, lo que he dado en llamar la genoma-política se funda en el ejercicio del poder a través del aprovechamiento de dos tipos de códigos que definen al sujeto contemporáneo: el informático y el genético. Ambos tienen en común una concepción antropológica según la cual los seres humanos estamos hechos de información, lo que conlleva pensar que el modo más expedito para transformar o eliminar las costumbres y conductas proclives al desorden social podrá ser la reprogramación de dichos códigos.

Biopolítica

Bajo el término biopolítica se agrupan aquellos instrumentos del control social encargados de producir vida en abundancia. Es una forma de dominio de la naturaleza que, como lo afirma Serrano (2011), concede especial importancia a la creación, la organización y el control de la vida a partir del artificio. Otrora considerada como una “práctica gubernamental” (Foucault, 2008: 359), en la actualidad ha pasado a ser una herramienta eficaz para la defensa de la economía de mercado capitalista y de la libertad económica como su valor fundamental. Es una práctica que redescubre al hombre forjado por la disciplina y lo convierte en un sujeto de rendimiento, que somete los ámbitos de la vida humana, incluidas la política, la producción cultural e incluso las religiones, a la lógica de la producción y del marketing.
Ligada al “dispositivo de la sexualidad”, en el siglo XIX la biopolítica tuvo como objeto el manejo de las poblaciones. Asuntos como la natalidad, la morbilidad, el tiempo de la vida, la salud y la enfermedad, los modos de alimentación y las condiciones de la vivienda giraban directa o indirectamente alrededor del sexo (Foucault, 2007) o de lo que Paula Sibilia denomina “medicalización de la existencia” (2006: 82). Sus desarrollos posteriores, soportados en la llamada revolución digital, no solo se ocupan de lo biológico en sentido estricto, sino que hacen suyo el entorno virtual en el que tienen lugar la mayoría de las interacciones sociales. Así, la biopolítica contemporánea se sirve de la estadística y de la demografía para establecer nuevos patrones de normalidad orientados a “dominar el inefable azar que afecta a toda la población de seres vivos” (Sibilia, 2006: 205) y anula la antigua oposición entre lo natural y lo virtual, reconociendo que son dos ámbitos no tan claramente distinguibles de la vida humana.
Siguiendo a Deleuze (1995), en su célebre “Posdata a la sociedad de control”, podemos afirmar que una primera fase del tránsito del “dispositivo de la sexualidad” al “dispositivo del ADN” comienza con el derrumbamiento de los moldes impuestos por la disciplina y por la colonización del espacio abierto y del tiempo de ocio, mediante la homogeneización de las capacidades y habilidades requeridas para el manejo de la información, la seducción del consumo y la vigilancia ejercida por sistemas de marketing, fundados en la diferenciación de los productos y la segmentación del mercado, además de efectivos sistemas financieros que promueven el endeudamiento como herramienta para obtener una vida plena y feliz.
Para comprender el influjo de este nuevo dispositivo de control biopolítico es necesario entender el cambio producido en la naturaleza del trabajo, gracias a la influencia de las tecnologías de la información y la comunicación en las sociedades contemporáneas. La mecanización y posterior automatización de los procesos fabriles hicieron posible prescindir de la fuerza física de los trabajadores centrando su atención en la máxima utilización de sus fuerzas intelectuales y creativas. Este cambio de énfasis implicó reconocer que las herramientas disciplinarias tradicionales no surtían los efectos deseados cuando se trataba de normalizar el trabajo intelectual, pues estas tareas no requerían ya ni del encierro ni de la vigilancia constante sobre la eficacia de los movimientos del cuerpo físico. En adelante sería necesario instituir un control al aire libre más suave en apariencia pero más totalizador en su propósito.
A partir de allí, el valor del trabajo se mediría por la optimización de las capacidades cognitivas necesarias para hacer frente al trabajo contingencial y al innovador6 (Echeverría, 2000), cuyos elementos comunes son el uso de competencias comunicativas genéricas y el manejo de herramientas computacionales, bien sea para la identificación y resolución de problemas ocasionados por alteraciones de los planes o por imprevistos no contemplados en los análisis de riesgos, o para la creación de nuevos productos o servicios que engrosarían los portafolios empresariales. Este cambio puede ilustrarse haciendo mención a dos fábricas de automóviles que marcaron sendos hitos en la producción industrial: Ford y Toyota. Como es sabido, la implantación de la cadena de montaje le permitió al capitán de industria norteamericano transformar el automóvil de un bien de lujo en un bien de consumo masivo. En este caso, el factor generador de valor fue la eficiencia de la producción y el desconocimiento, casi completo, de las voces o deseos de los consumidores. Es conocida su consigna según la cual el cliente podía tener el carro que desease siempre y cuando este fuera Modelo T y negro. En cambio Toyota, para alcanzar el éxito que lo mantiene como la marca de automóviles más valiosa del mundo (Romojaro, 2016), invirtió la lógica de la producción al refinar sus habilidades de interacción con sus consumidores por medio de una estrategia duradera de servicio al cliente, y al flexibilizar la producción mediante la introducción de técnicas novedosas como el justo a tiempo y la política de cero inventario, para lo que requería una permanente interacción con sus proveedores. Mientras que el éxito del modelo de la Ford radicaba en la aplicación de la llamada administración científica, cuyo eje central era el estudio de los tiempos y los movimientos del trabajador, el de Toyota se caracterizaba por la informatización permanente no solo de la producción, sino, y sobre todo, del contacto con su entorno, particularmente con los clientes y proveedores de autopartes. En suma, en el modelo fordista, cerrado y centrado en la fuerza física de los trabajadores y en la eficiencia de sus plantas de producción, imperaba el control disciplinario del trabajo mientras que el modelo toyotista basó su éxito en el trabajo inmaterial que privilegia el conocimiento y la comunicación con su entorno, para lograr convertir un producto material en un bien cultural e inmaterial.
El uso de información como recurso estratégico para la creación de valor requiere de una transformación de las habilidades y conocimientos de aquellos que se encuentran en la base de la pirámide organizacional. No se precisan más obreros dotados de una increíble destreza física; ahora es necesario que la masa trabajadora esté capacitada para el manejo de herramientas informáticas y de comunicación, bien sea para garantizar la captura del mayor número de datos posibles o para convertir esa información en conocimiento útil para aumentar el valor de la empresa en el mercado. De este modo, el otrora llamado trabajo no calificado, que incluía una miríada de oficios catalogados por las destrezas físicas necesarias para su realización, se va haciendo más homogéneo al requerir de las mismas habilidades y conocimientos referidos al manejo de máquinas informáticas que convierten al ordenador en “la herramienta central, a través de la cual podrían realizarse todas las actividades” (Hardt y Negri, 2015: 315-316). No solo el trabajo no calificado se ha transformado, también las labores profesionales han sido objeto de mutación puesto que la economía de mercado, al informatizar la producción, requiere del desarrollo de competencias comunicativas y de análisis de datos que mantengan la cercanía con clientes y usuarios, de habilidades cognitivas relacionadas con la creatividad y la resolución de problemas para hacer frente a las contingencias ocasionadas por el incremento de la complejidad de los entornos, y de conocimientos y actitudes que permitan no solo la producción, sino también la manipulación económica de los afectos.
El cambio en la naturaleza del trabajo hace posible la atomización de las unidades productivas que bajo el régimen disciplinario se encontraban agrupadas en la figura central de la fábrica. La nueva lógica de la producción mundial se sirve de la tercerización como un medio para trasladar las actividades rutinarias y de bajo impacto en las ganancias empresariales a poblaciones pobres con poco potencial de desarrollo económico. Este fenómeno no implica solo el traslado de plantas de producción a países pobres, sino también la transferencia de los riesgos a sectores productivos con menores capacidades para hacer frente a las contingencias propias del trabajo manual. De este modo, las grandes corporaciones gestionan más fácilmente sus utilidades por cuanto no tienen que ocuparse por la protección del trabajador ni por aquellos riesgos que afectan directamente al proceso productivo. La antigua solidaridad que por razones de necesidad mantenía unidos al trabajador y al empresario y que hacía que este último corriera con los riesgos asociados con el proceso de generación de riqueza se ha roto, y ahora el trabajador está llamado a correr con los riesgos propios de su labor mientras el empresario queda protegido. Esta ruptura conlleva, además, la aparición de nuevos modelos laborales exentos de garantías y de protección por parte de los patronos como del Estado. El trabajo a destajo y por contrato, las jornadas laborales flexibles, el free lance y el teletrabajo son las modalidades actuales de un trabajo que obliga a quien lo realiza a someterse a su propia vigilancia y normalización.
Más allá de la eficiencia laboral, la biopolítica pretende “tomar la vida a su cargo” (Foucault, 2007: 174), someterla a patrones de normalidad acordes con la lógica capitalista y con las leyes del mercado. El instrumento utilizado para el control de la vida en toda su extensión es ahora el consumo. Como bien lo dice Deleuze (1995), el encierro ha dejado de ser necesario para poder crear un entorno favorable al control y a la dominación de la fuerza de trabajo mediante el establecimiento de incentivos salariales que privilegien la rapidez y la eficiencia. En su lugar, el endeudamiento se erige como medio favorecedor del control de la vida. A través de la libertad de elección de productos en el mercado y de la incitación al consumo, las poblaciones se mantienen sujetas a los mandatos de la producción del trabajo como mecanismos que permiten acceder a la felicidad que proporciona el mejoramiento de la calidad de la vida, entendida como poder gozar de las comodidades y beneficios producidos por los bienes y servicios a los que se puede acceder, gracias al incremento de la capacidad de endeudamiento proporcionada por el sistema financiero. Si para la sociedad disciplinaria una persona sin trabajo era considerada como potencialmente peligrosa, para la sociedad de control es sospechoso aquel que no haya usado o no mantenga ciertos niveles de endeudamiento como instrumento para incrementar su capacidad de consumo. Paulatinamente, el control ejercido por capataces y supervisores ha sido reemplazado por el acompañamiento y asesoramiento de ejecutivos comerciales de las instituciones financieras que promueven el consumo y la inversión mediante planes de financiación, que logran una mayor sujeción al trabajo por el miedo a perder los beneficios monetarios provenientes del sistema crediticio. La consigna según la cual era preferible ahorrar en el presente para disfrutar de un futuro más seguro ha sido cambiada por “disfrute ahora y pague después”, que mantiene al trabajador bajo una coerción ininterrumpida, gracias a la modulación y a la eliminación de las fronteras y los límites, y menos inmediatamente violenta por el uso de la seducción, la motivación y el endeudamiento como herramientas útiles para apoderarse del tiempo de ocio como objeto adicional de los sistemas de control y para reducir las posibilidades de resistencia ante el poder.
Aunque pudiera pensarse que el desmoronamiento de los límites disciplinarios trajo consigo la penetración de los valores empresariales en todos los ámbitos de la vida social y política, lo que sucede es más bien una mezcla de los valores que antes estaban asignados a cada centro de encierro. Así, a pesar de lo mucho que se habla de la crisis de la familia como institución social, lo cierto es que “los discursos y las prácticas de los ‘valores de la familia’ parecen estar presentes en todos los ámbitos del campo social” (Hardt y Negri, 2015: 218). Por ejemplo, los discursos administrativos que pretenden instalar ciertos tipos de solidaridad de los empleados en épocas de crisis no cesan en insistir en la importancia de considerar el lugar de trabajo como una gran familia regida por un padre exigente, riguroso y justo que requiere de la sumisión de los hijos para sacar la empresa adelante. Tampoco es extraño encontrar la figura del padre protector y salvador en los discursos de políticos populistas, tanto de la izquierda como de la derecha, que invocan los valores familiares como pilares de la autoridad democrática y de la necesaria obediencia a las instituciones del Estado. Por otro lado, también es fácil observar los distintos modos en que el lenguaje empresarial se va apropiando de ámbitos propios de la vida afectiva y social de los individuos, propugnando por ganancias afectivas, productividad afectiva, pérdidas emocionales, etc..
La ampliación del blanco del control ha traído consigo una democratización de los mecanismos de dominio y un mayor automatismo del poder. De un Dios lejano sin rostro se pasó al cuerpo del rey que, como ya sabemos, no solo era un cuerpo físico identificable según unas señas particulares, sino además un cuerpo simbólico, una figura de autoridad capaz de decidir sobre la vida y la muerte. Después de la Revolución Francesa, el mundo occidental creó la figura del Estado como una red de instituciones a la que los ciudadanos, considerados libres e iguales, otorgaban el pod...

Índice

  1. CUBIERTA
  2. PORTADILLA
  3. PORTADA
  4. CRÉDITOS
  5. DEDICATORIA
  6. CONTENIDO
  7. PRESENTACIÓN
  8. INTRODUCCIÓN
  9. DISPOSITIVO DE LA ALIANZA
  10. DISPOSITIVO DE LA SEXUALIDAD
  11. DISPOSITIVO DEL ADN
  12. CONCLUSIONES
  13. BIBLIOGRAFÍA
  14. NOTAS AL PIE
  15. CONTRACUBIERTA