El barroco en los Países Bajos y Europa Central
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El barroco en los Países Bajos y Europa Central

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El barroco en los Países Bajos y Europa Central

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eBook Interactivo. Aunque los Países Bajos, como Inglaterra, tenían suficiente con ocuparse de su extraordinario desarrollo comercial a lo largo y ancho de este mundo, también tuvieron oportunidad de destacar con grandes monumentos y geniales autores barrocos que han quedado inscritos para siempre en la memoria universal, como el incomparable Rembrandt van Ryn.

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Información

Editorial
Hiares
Año
2015
ISBN
9788416014149
Edición
1
Categoría
Art
Categoría
History of Art

PINTURA

La pintura centroeuropea es pobre. A diferencia de la arquitectura y la escultura, que encuentran en Alemania, Austria y Praga un territorio creador y original, la pintura de esta zona sólo repite los modelos italianos sin conseguir nunca la frescura técnica y la intuición expresiva de éstos. Las obras de pintores como Asam, antes mencionado en escultura, Gran Schopf y Troger, son simples imitaciones de Pozzo y Cortona, sin llegar a dominar la técnica pictórica como estos grandes artistas romanos. El siglo XVII no es un siglo creador para la pintura de Europa Central. En cambio, hemos de estudiar con gran detalle la pintura de los Países Bajos, que en este siglo constituye no sólo la más importante de la época y de toda la historia holandesa, sino incluso uno de los momentos estelares de la historia de la pintura universal. Nos hemos referido en la introducción a los aspectos socioeconómicos que determinan esta pintura y el mundo donde está inserta. Ahora procuraremos dar una visión somera de las obras más importantes. Holanda no brilla en esta época por su arquitectura y escultura, y se limita a copiar con mayor o menor fortuna los modelos italianos, franceses y alemanes, cuando no sigue haciendo edificios plenamente góticos y arcaizantes. Sin embargo, desarrolla todo su genio en la pintura, consiguiendo un momento estelar en la historia plástica universal.
Los pintores holandeses sienten problemas comunes con los pintores europeos de su tiempo. Entre ellos hay que destacar el problema de la luz, que había dado lugar al tenebrismo italiano y español. Pero lo resuelven de modo distinto y original. Los holandeses descubren en la luz el elemento conjuntivo que da unidad a los distintos elementos del cuadro: forma y color. En este sentido se opera un fenómeno similar al que mueve a los arquitectos europeos a unir todos sus elementos decorativos en función de una unidad de conjunto. Este deseo de unidad es típico del arte barroco, como ya hizo notar Wölfflin en su famoso estudio.
Los pintores renacentistas habían dominado la forma hasta un grado muy enco-miable, pero divorciada, casi siempre, del color. Habían utilizado estos dos elementos de forma autónoma. Sólo los venecianos (Tiziano, Tintoretto) habían prestado al color una atención especial y habían intentado resolver el problema de disyunción que plantea el binomio forma-color. Estamos aún muy lejos de soluciones integristas definitivas, como la de Cézanne, para quien forma y color son la misma cosa, porque sólo se puede conseguir la forma tratando convenientemente el color. Pero Cézanne es un hombre de nuestro tiempo, mientras que los holandeses vivían tres siglos antes. Resuelven el problema, sin embargo, de modo fundamental y definitivo, por medio de la luz. Emplean la luz como elemento unificador y homogeneizador de los distintos elementos espaciales que componen la obra de arte.
Los temas escogidos por estos pintores son los temas de la vida diaria, nada heroicos y, por tanto, propicios a conceder escasa importancia a la anécdota y a concentrar el esfuerzo del artista en los problemas técnicos y psicológi-cos que le plantea la pintura. El holandés, a diferencia del italiano y el español, es un pintor enfrentado directamente con su pintura. En el caso de Francia, España e Italia, entre el pintor y su materia pictórica hay todo un cúmulo de convencionalismos temáticos, religiosos, heroicos, áulicos o cortesanos.
A finales del siglo XVI y principios del siglo XVII existen ya algunos pintores holandeses que pintan escenas fuertemente iluminadas que podríamos clasificar de tenebristas, como Gerard Honthorst, más conocido como Gerardo della Notte.
En el Museo del Prado se conserva un cuadro de este autor, titulado «La incredulidad de Santo Tomás».
El artista más interesante del primer cuarto de siglo es Frans Hals, que nace en 1584 y muere en 1666. Dotado de una agilidad técnica impresionante, se adelanta varios decenios a la pintura europea. Pinta con pinceladas sueltas, llenas de color, carga sus pinceles de pasta abundante y consigue un «ductus» que nos recuerda, a veces, a Van Gogh. Es un impresionista en un mundo donde aún no se conoce el impresionismo. No debe entenderse que es «deliberadamente» impresionista, como lo son los europeos de finales del siglo XIX, sino que su técnica anticipa y previene el arte impresionista por lo que tiene de soltura en la ejecución y decisión en el trazado. Consigue, como quería Cézanne, la forma a través del color y es uno de los grandes coloristas de todos los tiempos.
Es un gran pintor de retratos, porque analiza de un modo intuitivo, visual y plástico, la psicología de los retratados. Debe recordarse el estupendo retrato de Van Haythuysen (FIG. 16), que es uno de los mejores retratos barrocos europeos. Obras como «la Gitana» gozan de un fervor y una admiración que perdura y crece con los años (FIG. 17). Sin embargo, fue artista poco cotizado, en vida, y pasó constantes apuros económicos, porque la sociedad burguesa holandesa prefería obras más recatadas y armónicas, menos agresivas. Hemos de entender que la pintura de Hals es agresiva, no sólo superficialmente, en los temas, sino técnicamente en el trasfondo pictórico de su ejecución. Sus pinceladas gruesas, decididas e hirientes, son demasiado impulsivas para un público tan racionalista como era el holandés del siglo XVII. Debe tenerse también en cuenta, para comprender este aspecto, las consideraciones socioeconómicas que hemos anticipado en la introducción. Es el creador del retrato agrupado, uno de los géneros más fecundos de la pintura holandesa, tanto por su prolongación posterior como por su significado democrático y social. Antes se habían hecho retratos en grupo, pero jamás se habían coordinado los distintos personajes de forma tan magistral. Cada uno tiene vida de por sí y, además, todo el conjunto tiene vida por separado, vida estructural, agrupada. De los Arcabuceros de San Jorge tiene varias réplicas. La más conocida es la del Museo Haarlem, mientras charlan en torno a una mesa. Casi veinte años después hace los Arcabuceros de San Adrián, que es una pieza maestra del estilo. Todavía posterior son los retratos en grupo de los Regentes del Asilo y los Patronos del hospital de Santa Isabel (FIG. 18). La maestría técnica y la perspicacia psicológica que estas obras evidencian no tienen parangón en la pintura holandesa de su tiempo. Muy distinto a Hals es ...

Índice

  1. ARQUITECTURA
  2. ESCULTURA
  3. PINTURA
  4. OTRAS PUBLICACIONES