Muchas vidas, nuevas voces, dolores persistentes
Notas sobre la violencia política, las miradas de género y los trabajos de memoria
Narda Henríquez
Durante las conflagraciones y guerras que ha padecido la humanidad, el dolor, el aislamiento y la indefensión son vividas de un modo singular; por ello hablamos de compartamentalización de la experiencia y de memorias fragmentadas. Esto es más evidente en un país como el Perú, donde la desarticulación social y la fractura cultural han sido parte del orden social, lo que ha hecho más hondas las distancias históricas —cimentadas en el legado colonial y aristocrático— y nos han convertido en una sociedad en constante proceso de construcción democrática, aspiraciones de justicia y demandas de respeto por los derechos humanos.
Durante el período de violencia política el Perú pasó por cruentos y dolorosos acontecimientos y tribulaciones cotidianas de muchas personas que aún hoy buscan justicia. Estos acontecimientos también interpelan las instituciones, los modos de relacionarnos con el pasado y de reconocernos en el presente.
Este libro se refiere a aquellas vidas y narrativas que en medio de la violencia despliegan agencia para hacerse escuchar desde pueblos alejados, como nos narra Mercedes Crisóstomo; o se hacen presentes en las audiencias de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), como los testimonios analizados por Sofía Macher. Victoria Guerrero analiza las representaciones de género desde la otra orilla, en la iconografía senderista. Existen otras voces que resuenan desde la primera mitad del siglo XX y ponen también en evidencia el valor del testimonio oral: en el texto de Eduardo Huaycán las palabras de Agustina y Asunta emergen desde la segunda línea; las conocemos porque fueron las compañeras de Huillca y Mamani, y el autor pone en cuestión las representaciones indigenistas de la época. Hay un hilo conductor en este libro que nos remite a la historia oral de voces y vidas que transcurren en los márgenes.
En este texto presentamos reflexiones y estudios que forman parte de un largo y dramático recorrido. Debates políticos, textos académicos, testimonios de parte y narrativas de experiencias vividas remiten a un período de nuestra historia que se resignifica en el presente como parte de una tensa relación entre memoria y poder. Nos referiremos sobre todo al período de conflicto armado interno y a los trabajos de memoria analizados desde las ciencias sociales, poniendo atención a la relación entre memoria y género.
Tomar la palabra y hacerse visible fue un esfuerzo laborioso; a veces personal, a veces colectivo. A comienzos del siglo XX, mientras movilizaciones campesinas y luchas obreras ponían de manifiesto demandas de amplios sectores marginales en el escenario público nacional, y corrientes indigenistas protestaban por el abandono y el maltrato de poblaciones indígenas, poca atención se prestó a sus voces.
En ese período también encontramos mujeres destacadas que recorren difíciles caminos en la literatura y en la política, aunque son escasos los trabajos que dan cuenta de la participación de las mujeres en las luchas sociales. Décadas después, la presencia de las mujeres en el tejido social irrumpe masivamente y son sus voces colectivas, las de las dirigentes de base, de gremios o de colectivos feministas las que cobran protagonismo, aunque de modo errático e irregular. Es un período en que se observa creciente interés por hacer oír las voces de las mujeres, la literatura de la época da cuenta de la vida cotidiana de mujeres de sectores medios y populares.
Estos sectores —campesinos, mujeres, luego poblaciones afectadas por la violencia política, poblaciones originarias y colectivos de la diversidad sexual— no solo reclaman reconocimiento, sino que demandan justicia en sus varias dimensiones: justicia distributiva, de reconocimiento, reparativa y jurídica. Estos procesos trascienden sus dinámicas específicas y repercuten en la producción de conocimiento y en el reconocimiento de saberes, suscitando interrogantes necesarias sobre desde dónde y cómo abordamos la subalternidad y las diferencias, y cómo nos relacionamos con las voces confluyentes y disidentes.
Las relaciones de poder en las guerras, en los mercados capitalistas, en las comunidades patriarcales, en las mentes y pueblos colonizados modulan ese día a día en formas a menudo poco visibles, con violencia sutil o brutal hacia las mujeres. No debe sorprender que los trabajos que se incluyen en este libro pongan especial atención sobre esas vidas y voces. Este libro está anclado en la vida de las mujeres, en su condición de dirigentes y activistas de derechos humanos, en su condición de familiares de víctimas de la violencia política o esposas de dirigentes. Ello a la vez da cuenta de las asimetrías en las relaciones sociales, del olvido histórico de poblaciones rurales en general y de las mujeres de zonas rurales en particular.
Las cuestiones de género permiten una «otra» comprensión de los procesos sociales y políticos, exploran los sujetos, requieren de la escucha y permiten auscultar la complejidad de lo ocurrido, aun cuando en el discurso o en el lugar de enunciación no se proponga de modo explícito trabajar desde esta perspectiva. «Género» es una construcción conceptual que alude a los procesos de elaboración histórica, social y cultural de la diferencia sexual, que se expresa tanto en la subvaloración de lo femenino como en los arquetipos de la masculinidad, en develar la corporeidad de varones y mujeres, en las normas, valores y costumbres que organizan la vida cotidiana, la maternidad y las relaciones de parentesco, y en las pautas enraizadas en instituciones, creencias y subjetividades.
Los proyectos autoritarios de fines del siglo XX encontraron un territorio minado por estas fracturas, el racismo y la discriminación. En ese contexto, se desenvuelve una guerra cruenta entre peruanos. ¿Qué lecciones hemos aprendido de esa dolorosa experiencia, tanto los actores de la guerra como las élites, las poblaciones afectadas por la violencia y la población en general? Ha sido necesario que, durante el gobierno de transición (2002), se tomara la decisión política de acometer la monumental tarea de crear la CVR para recuperar las voces y la escucha de una parte de la población —que tenía sus propios proyectos familiares y comunales— que había sido subalternizada y discriminada a lo largo de la República. El informe final de la CVR es una obra fundamental sobre la historia reciente y una obra humana susceptible de ser resignificada y leída desde diversos ángulos, y es un relato necesario que se constituye en plataforma para nuevas miradas. Sin duda es el trabajo de la CVR, anclado en miles de testimonios, el que otorga reconocimiento simbólico a gran parte de estas poblaciones afectadas por la violencia política.
A lo largo de más de cuatro décadas se han dado cambios significativos en el país: hemos pasado de hiperinflación y guerra en la década de 1980 al boom de la minería y, en la actualidad, a los reclamos por el derecho a la consulta previa por parte de comunidades de sierra y selva. En medio de acelerados procesos de politización en el campo, seguimos dependiendo de materias primas, y aunque hay mayor conectividad tecnológica, se reproducen las jerarquías y la racialización del otro entre prop...