Hacer la revolución
eBook - ePub

Hacer la revolución

Guerrillas latinoamericanas, de los años sesenta a la caída del Muro

  1. 272 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Hacer la revolución

Guerrillas latinoamericanas, de los años sesenta a la caída del Muro

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

¿Cómo contar el ímpetu revolucionario de los años sesenta y setenta desde un tiempo que no es revolucionario? ¿Cómo capturar un clima de época radicalizado que todavía produce preguntas válidas en la discusión contemporánea? Siguiendo la trayectoria de militantes argentinos, chilenos, uruguayos, brasileños y bolivianos, Aldo Marchesi estudia el nacimiento y la expansión de una red de organizaciones de jóvenes militantes de izquierda que, al calor de la Revolución cubana y de la polarización ideológica de la Guerra Fría, promovieron la violencia política y las estrategias transnacionales como únicos caminos para alcanzar el cambio social.Los movimientos de la nueva izquierda estaban convencidos de que la izquierda tradicional era incapaz de generar situaciones revolucionarias y de resistir el avance del autoritarismo y la hegemonía estadounidense en América Latina. Así, confiaron en la lucha armada y construyeron repertorios de protesta y de acción colectiva novedosos, como la táctica de la guerrilla urbana o el exilio –en el Chile de Salvador Allende, en la Argentina peronista entre 1973 y 1976– como parte de una estrategia de lucha continental.Desde un enfoque originalísimo que lo convierte en una obra de referencia actualizada sobre el tema, Hacer la revolución ofrece piezas nuevas, decisivas, para entender la historia de la izquierda, el surgimiento del autoritarismo en la región, y el papel activo de las periferias en los países centrales. Porque no sólo cuenta los años de la épica revolucionaria, los años del fracaso y el repliegue, y el tiempo de la adaptación a la nueva coyuntura democrática, cuando las preguntas por la igualdad y el socialismo siguen vigentes, sino que además revela el lugar que ocupó el Cono Sur –sus figuras icónicas, sus debates, sus opciones políticas– en la revuelta global de los sesenta.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Hacer la revolución de Aldo Marchesi en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Historia y Historia de Latinoamérica y el Caribe. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2019
ISBN
9789876299039
1. ¿Cómo es la revolución sin la Sierra Maestra?
Los tupamaros y el desarrollo de un repertorio de disenso para países urbanizados (1962-1968)
En julio de 1967, mientras Ernesto “Che” Guevara intentaba crear, con poco éxito, un foco revolucionario rural en Bolivia, en La Habana se llevaba a cabo la I Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS).[30] Por primera vez en la historia, miembros de diferentes organizaciones de la izquierda latinoamericana se reunían para responder colectivamente a la pregunta: ¿cómo desarrollar una solidaridad real con los países que han derrotado al imperialismo, como Cuba, o con aquellos que han iniciado “un combate definitivo”, como Venezuela, Colombia, Brasil, Bolivia, Guatemala y Perú? Existieron dos posiciones. Por un lado, la posición cubana que decía que el único camino genuino para promover la solidaridad era implementar una estrategia continental de lucha armada. Por otro, los partidos comunistas más cercanos a los soviéticos defendían una visión más moderada que incluía la lucha armada como un posible camino entre otros medios de activismo político, entre ellos la lucha electoral o el sindicalismo. La primera posición se impuso al final de la conferencia, hecho que produjo un profundo impacto en las izquierdas del continente.
Sin embargo, el informe cubano inicial había propuesto excepciones a la lucha armada en América Latina: “Hablar hoy de la lucha guerrillera en Chile o en Uruguay es tan disparatado y absurdo como negar esta posibilidad en Venezuela, Colombia, Brasil, Guatemala o Perú”.[31] Este informe generó molestia entre aquellos sectores de la izquierda del Cono Sur que creían que OLAS acercaría los aires revolucionarios a sus países. En una de las fiestas que se daban tras las reuniones de la conferencia, dos periodistas cercanos a la nueva izquierda conosureña –Augusto Olivares, de Punto Final (Chile), y Carlos María Gutiérrez, de Marcha (Uruguay)– encontraron espacio para conversar el tema con Fidel Castro. A la pregunta sobre la imposibilidad de la lucha armada, por la que uruguayos y chilenos se sentían “algo vejados por una afirmación tan tajante”, Fidel respondió: “Pues yo no he escrito eso, no tengan pena”. Pero la conversación no terminó allí. “No se puede negar –dijo Fidel– que en Chile y en el Uruguay existen movimientos de masas. Pero además tienen que existir condiciones geográficas. Chile las tiene”. Ante la consulta sobre las condiciones en Chile, la respuesta fue directa: “Chico, eso depende de ustedes. Mira, si yo estuviera en Chile, me alzaría. Pero creo que todavía siguen ahí con eso de las elecciones”. Sobre Uruguay se expresó de otra manera: “Tu país no tiene condiciones geográficas para la lucha armada. No hay montañas, no hay selvas. Allí no puede desarrollarse una guerrilla”. Consultado sobre la posibilidad de otros modelos, como la insurrección armada urbana, dijo Fidel:
Bueno, teóricamente eso es posible. […] Ustedes tienen en el Uruguay una masa combativa y politizada. Yo creo que, visto así, ustedes poseen ciertas condiciones. Pero una insurrección armada, ahora, no duraría en tu país ni dos días. Están entre dos colosos; los hacen sándwich inmediatamente. No, en el Uruguay eso no puede hacerse.
¿Aceptamos entonces la tesis cubana de la OLAS?
Bueno –sonrió Fidel–. Si quieren hacer guerrillas las tienen muy cerca: ahí en Bolivia. Mira, la guerrilla, en toda América, es una sola: en todos lados siempre tiene el mismo objetivo. Cuando no existen condiciones en un país (y ahora se dirigía a los chilenos) hay que apoyar la lucha en los que las tienen.[32]
Al final de la conferencia, esta excepción fue retirada del documento definitivo. Sin embargo, la charla condensa algunos de los problemas y contradicciones que la relación con la Revolución cubana tuvo para una serie de grupos conosureños a mediados de los sesenta. Si bien estos grupos reconocían el liderazgo de la Revolución cubana y apoyaban la línea de revolución continental que proponía, las características de los países del Cono Sur no se ajustaban a la estrategia del foco rural que se había definido como modelo a imitar tras la revolución. Como lo expresó un ayudante de Guevara: “Nosotros estábamos absolutamente convencidos de que habíamos descubierto un método infalible para liberar la gente”.[33] Sin embargo, los militantes del Cono Sur comprobaron en carne propia que ese método no era tan infalible y que no se adaptaba a las condiciones geográficas, políticas y sociales de los países de esa región de Latinoamérica. Las diferencias entre Cuba y los países del Cono Sur eran demasiado notorias para ser ignoradas. Uruguay y Chile tenían democracias relativamente estables en el contexto latinoamericano; la Argentina, aunque con una marcada inestabilidad política, presentaba importantes diferencias en relación con los niveles de autoritarismo de dictaduras caribeñas como la de Batista. Aunque Cuba parecía ir en una dirección similar a los países del sur, estos tenían mayores niveles de urbanización y desarrollo de los sectores medios.[34] Militantes chilenos, argentinos y uruguayos comenzaron a percibir que las geografías, las demografías y las estructuras socioeconómicas de sus países eran diferentes al caso cubano.
Sidney Tarrow refiere a momentos históricos en los que un nuevo repertorio de protesta interpela tradiciones establecidas en una comunidad específica.[35] Algo de esto ocurrió con la Revolución cubana. A través de un efecto demostrativo, Cuba generó un nuevo escenario regional que reclamaba la renovación de los métodos de protesta. Sin embargo, las formas concretas de esta renovación en el Cono Sur no habilitaban trasplantes automáticos de la experiencia cubana. Esto llevó a que los grupos que se autoproclamaban como una nueva izquierda intentaran renovar su repertorio de protesta adaptando algunas ideas de la Revolución cubana a los discursos y las prácticas políticas radicales que se ensayaban desde fines de los cincuenta en sus respectivos países.
Interpretar la Sierra Maestra desde el Cono Sur
Como en su momento advirtió Guillermo O’Donnell, uno de los más sagaces analistas del fenómeno del nuevo autoritarismo, las crisis de los sesenta que culminaron en los golpes de Estado también tuvieron aspectos comunes entre los países conosureños. En todos ellos, los períodos previos estuvieron marcados por una activación de la movilización social de los sectores populares, vinculada a la fuertes pugnas redistributivas generadas en cada Estado nacional como resultado del impacto de la caída de los precios internacionales de las materias primas sobre el mantenimiento de los modelos de desarrollo hacia adentro y estatistas que desde la década de 1940 habían producido importantes niveles de crecimiento económico, desarrollo industrial y prosperidad para ciertos sectores populares urbanos.[36] Los Estados debieron enfrentar problemas fiscales y monetarios, que tendieron a solucionar a través de procesos inflacionarios. Debido a su importante papel en la economía y en las políticas monetarias, el Estado adquirió una centralidad importante como reasignador de recursos y se transformó en objeto de disputa de múltiples actores económicos y sociales.
Todo esto hizo que, a fines de los cincuenta, antes de que las olas de la Revolución cubana llegaran al sur del continente, los niveles de movilización social y la radicalización de la protesta anticiparan un período caliente. Entre marzo y abril de 1957, una serie de protestas recorrió Chile. Lo que surgió como una protesta de los estudiantes de Valparaíso contra los aumentos en el transporte urbano se extendió en un movimiento de protesta antigubernamental que recorrió las principales ciudades chilenas. Tras la muerte de una estudiante, el movimiento adquirió un mayor nivel de radicalización y enfrentamiento con las fuerzas policiales. El 2 de abril, Santiago de Chile se vio sacudida por protestas masivas. El gobierno intentó reprimir, pero la policía debió retirarse del centro de la ciudad debido a las dimensiones que había alcanzado la manifestación popular. Al día siguiente se declaró el estado de guerra y el ejército comenzó a participar activamente en la represión. La normalidad volvió a adueñarse de las principales ciudades del país doce días más tarde. Sin embargo, los sucesos habían marcado un quiebre en una sociedad poco habituada a esos niveles de violencia popular y estatal. Según las cifras oficiales, hubo más de veinte muertos y centenares de heridos. Los acontecimientos de abril de 1957 fueron un anticipo de varios de los dilemas, desafíos y debates que la sociedad en general, y la izquierda en particular, habrían de enfrentar en las próximas décadas. En palabras del historiador Pedo Milos, la revuelta reveló una crisis que no solo era económica, sino también política y moral.[37]
Un año después, en 1958, una intensa movilización de estudiantes secundarios y universitarios, pero también de sectores obreros, reclamó la aprobación de la Ley Orgánica para la Universidad de la República en Uruguay; ley que aseguraba la autonomía política de la universidad y un gobierno integrado por docentes, egresados y estudiantes.[38] La activa presencia en las calles de estudiantes, que en algunos casos se enfrentaron con la policía, marcó la entrada en escena de un nuevo actor con efectiva voluntad de participación política. Esta movilización demostró la potencialidad de la alianza entre estudiantes y sindicatos obreros, que además de apoyar la demanda estudiantil reclamaban una mejora en su nivel de vida debido a las consecuencias de la inflación sobre los salarios.
Más allá de las demandas concretas de la movilización, el movimiento estudiantil enmarcó su lucha en una perspectiva más general de denuncia contra la “desequilibrada e injusta estructura socioeconómica” que afrontaba Uruguay. El panorama no podía ser peor, como lo reflejan estas palabras: “Por la corrupción política y administrativa y la ausencia de planes de gobierno que permite las improvisaciones provechosas de los gobernantes, se tendrá casi completo el esquema desolador de nuestra hora presente”.[39]
Las dimensiones de la crisis también se expresaron en el ámbito electoral. En el campo político, la oposición supo capitalizar la sensación de descontento generalizado.[40] En 1958, por primera vez en casi cien años, el Partido Nacional acabó con el predominio electoral del Partido Colorado y el proyecto reformista del agotado neobatllismo cayó vencido. La protesta estudiantil y la derrota del Partido Colorado fueron la antesala de una nueva dinámica política y social marcada por el estancamiento, la crisis económica y la imposibilidad de los viejos liderazgos políticos para recuperar la prosperidad y el bienestar social de los cincuenta. En ese contexto, la ensayística y la literatura uruguayas comenzaron a hablar de la crisis moral y política de una élite incapaz de adaptarse a las nuevas circunstancias.[41]
1959 también fue un hito en la movilización sindical argentina. En 1958 el novel gobierno democrático de Arturo Frondizi, quien había logrado ganar las elecciones con un programa nacionalista y desarrollista apoyado por socialistas, comunistas y la mayoría de los sectores del peronismo pr...

Índice

  1. Cubierta
  2. Índice
  3. Portada
  4. Copyright
  5. Introducción. Acciones, ideas y emociones en la construcción de una cultura política de radicalismo transnacional
  6. 1. ¿Cómo es la revolución sin la Sierra Maestra? Los tupamaros y el desarrollo de un repertorio de disenso para países urbanizados (1962-1968)
  7. 2. Los lazos subjetivos de la solidaridad revolucionaria. De La Habana a Ñancahuazu (Bolivia), 1967
  8. 3. Dependencia o lucha armada. Intelectuales y militantes conosureños cuestionan el camino legal al socialismo. Santiago de Chile 1970-1973
  9. 4. “La partida decisiva de la revolución en América Latina”. Militantes bolivianos, chilenos y uruguayos en la Argentina peronista. Buenos Aires, 1973-1976
  10. 5. Sobrevivir a la democracia. La transición de la lucha armada a los derechos humanos (1981-1989)
  11. Conclusión. Revolucionarios sin revolución