Historia sexual del Reino de Valencia
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Historia sexual del Reino de Valencia

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Historia sexual del Reino de Valencia

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"Historia Sexual del Reino de Valencia" lo desmitifica todo. Es un libro que desnuda el pasado de una forma literal y nos muestra a todos los personajes de nuestra mitología patria en paños menores, o incluso menos. Desde la Venus de la Valldigna hasta Bienvenida Pérez, todas las estrellas del firmamento valenciano brillan aquí con luz propia. La dama de Elche o la de Guardamar, los libros del "Collar de la Paloma" o el "Tirant", los reyes musulmanes y los cristianos, los héroes como Vinatea o el Palleter, todos guardan historias debajo de las sábanas que jamás antes habían sido desveladas.Un texto ameno, muy divertido, y sobre todo rigurosamente documentado, donde se citan las fuentes y se contrastan los datos para que, sin renunciar a la ironía, no resulte todo una broma.Atreverse a leer la "Historia Sexual del Reino de Valencia" es atreverse a comprender mejor que nunca como somos y como podemos ser los valencianos y las valencianas.Carles Reciomarca con este libro un antes y después en la historiografía valenciana, pues nunca antes se había intentado algo parecido, ni en Valencia ni en ningún otro territorio vecino. Si los libros de otros eruditos valencianos han marcado épocas pasadas, no cabe duda que el esfuerzo literario de Carles Recio concentrado en este volumen fructificaré en el gran libro de historia y comprensión de la Valencia del siglo XXI.Este ensayo está escrito desde la genitalidad más absoluta, buscando un punto de encuentro entre la razón y el corazón. Los valiosos conocimientos acumulados por el erudito en anteriores volúmenes como "Valencia: Historia de una Nacionalidad"( Carena, 1999) o la "Historia de la Comunidad Autónoma de Valencia"(Dival, 2006) son revisitados aquí desde la novedosa perspectiva de las relaciones personales y sus consecuencias sentimentales.

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Información

Año
2017
ISBN
9788416900299
Categoría
History
Categoría
World History
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Valencia, la Bella del Mediterráneo. Alegoría cuerpo-geográfica de la Tierra Valenciana
Esta es la primera aproximación erótico-histórica de Valencia y su comunidad autónoma, siempre “Paraíso” y tierra de promisión, estudiando las edades remotas del Pueblo Valenciano. Según un criterio esencialmente cronológico iremos recorriendo los distintos episodios históricos desde un prisma reflexivo novedoso que atenderá, en primer lugar, a las pasiones humanas. A lo largo del texto se señalan con bastante exactitud las fuentes que suministran las informaciones aportadas para evitar las notas a pie de página. Sobre las opiniones vertidas, como corresponde al género del ensayo, sólo cabe la responsabilidad de la autoría, errada o acertada. Aunque se ha renunciado a todo tono pedagógico o correctivo por no pretender sentar magisterio ni juzgar nada, creemos que es positivo observar las circunstancias históricas bajo iluminación un tanto obscena. Tal y como manifestó Quevedo: “Arrojar la cara importa, que el espejo no hay de qué”, o como se cantaba en la Transición democrática: “Folleu, folleu, que el món s’acaba”.
INTRODUCCION O PENETRACIÓN VALENTINA
Detente un momento, Valencia, y déjanos leer en tus ojos lo que no quieres contar a nadie. Tu mirada transmite serenidad madura, realzada con brillos lujuriosos de cada gesto deliberadamente inocente. Mujer con ademanes de niña, en cada uno de tus guiños hay un secreto inescrutable, mensaje que rescatamos entre los pliegues de tus pupilas claras antes de que vuelvas a ocultar con ropajes postizos la desnudez de tu verdad más inquietante. Nadie ha escrito la biografía de esos ojos belicosos. Eres mujer que sabe disimular sus deslices. Juegas entre el silencio y las dobles intenciones. Mujer de tierra fecunda, reposada lánguidamente entre los ríos Senia y Segura. La espuma del Mediterráneo besa repetidamente la lascivia de tus piernas abiertas. Tus pechos son montes irregulares que claman al Cielo la bendición de Venus mientras gime tu espíritu al son ancestral del tabalet y la dolçaina. Valencia, en tu manto de gloria incrustas las piedras preciosas de tus puntos erógenos: Ademuz, Alacant, Albaida, Alcoy, Alpuente, Altea, Alzira, Benicarló, Burriana, Castelló, Canals, Carcaixent, Crevillent, Denia, Elche, Gandia, Guardamar, Morella, Nules, Ontinyent, Peníscola, Sant Mateu, Segorbe, Vall d’Uxò, Vilarreal, Vinarós, Xàtiva y todas las villas y lugares habitados y sin habitar, teniendo como aglutinadora moral esa capital que te confiere nombre de valentía latina. Todas esas villas fueron sancionadas por los reyes que te violentaron con el título de feudos reales y obsequiadas con la libertades y privilegios que dichas deferencias ostentaban. Todos esos lugares aportan matices diferentes a tus tópicos más acendrados: la esmeralda de la huerta, la sangre de las rosas, el oro de los naranjos, el esmalte del cielo, la reciedumbre de las montañas, la flor de flores, la luz de luces y el color de los colores. Eres una mujer fácil, Valencia, escasas veces asumes la virtud valerosa de tu nombre. Pero eres bellísima y eso disculpa todos los pecados. Madre, novia o amante, subyugas a los humanos que nacieron o se cobijaron en tu suelo. Siempre dama, esa “a” de tu denominación no permite los equívocos, sujeta a la lógica gramatical latina. Valentia, Valentiae. Indiscutible fémina, mujer a carta cabal. Excelsa señora, coronada legal y simbólicamente por los hombres que quisieron consagrarte en “Reino”. Aunque pudo lo femenino sobre lo masculino y triunfó más el nombre que el título. Se distorsiona tu presente en entelequias comunitarias que hacen de la región un país y del pasado una rémora nostálgica. Sin embargo, sólo nos queda la memoria cuando nos atrevemos a lanzarnos adelante, y ese tesoro es el único acicate que puede permitirnos renacer desde la nada. Tu personalidad colectiva dará alas a nuestra identidad personal, en secreta simbiosis que une lo humano y lo terreno. Por eso, dama caliente y subversiva, respetemos tu corona. El escudo, forma de cairo por tu género femenino, nos lo exige. Las banderas son lo de menos. Cuando imaginaste la Senyera Real pusiste detrás suyo cien titanes ataviados con una pluma sobre el casco, los Ballesters del Centenar de la Ploma. El equilibrio entre lo masculino y lo femenino se respetaba en aquellas épocas a las que el romanticismo apasionado tiñó de idealismo. Muy poco se te ha adorado después a lo largo de los siglos. Todo ha sido oropel y fachada, falsa modestia y pacato puritanismo. A veces habitamos una permanente comedia de situación. Los que con más tesón han jurado defenderte son los que con más ahínco te mancillan. Líderes de cuchufleta, corifeos y charlatanes te extorsionan escandiendo aromas de azahar sobre tus secretos ancestrales. Quien no acepta el cambalache perece en un ostracismo social más poderoso que el de la vieja Atenas. Todos te traicionan y nadie te entiende, o será que tú misma eres la traición que a todos engaña sin resultar engañada. O será que el enigma que encuartelan tus ojos es un fruto prohibido demasiado dulce como para saborearlo libremente. La libertad de expresión es maravillosa metáfora del silencio. Nadie se atreve a hablar, nadie se atreve a decir. Para subsistir en la jungla cotidiana recurrimos a la mordaza en la boca. Pueden escribirse nimiedades pasmosas maquilladas con trazos de contundente trascendencia o simplemente fruslerías copiadas de líneas anteriores que fueron básicamente timoratas. A eso juegan tus hijos desde los acantilados de la nada. Mira porque te miro, porque de tu rostro sincero emerge la repulsa del tabú. Cambiemos el entretenimiento. Juguemos a buscar la verdad. La tuya es una historia olvidada pero existente, merecedora de ser desnudada con la sicalipsis contenida de un amante que esperó mil años el privilegio de poder desgarrar el velo. Igual lo sintió el caballero Tirant despojando de sus prendas a la princesa Carmesina, buscando en cada tramo de piel un respingo cómplice en el atrevimiento. Cada seda que cae sobre el suelo descubre un matiz contradictorio en esta piel ajada pero tersa. Tus ojos muestran una niña caprichosa en el esplendor de la infancia. Tus carnes, una joven pícara con feroz adolescencia. Tu corazón es el fruto maduro donde triunfa la provocación de la experiencia. Incluso se te contempla anciana, cuando la belleza de lo antiguo cubre tus gestos. En cada arruga florece un atractivo y en cada lunar, una promesa. Eres una mujer completa, que conjuga todas las edades y obtiene el omnímodo poder de la sagrada sacerdotisa de todos los placeres. Tan bella y tan promiscua, contrasta tu existencia tan inocente con una trayectoria tan fatal. Esa eres tú, dama enigmática que a veces semeja un varón travestido. Confusión de sexos y de actitudes. Quisiéramos que la lengua actual mantuviera el abolido género neutro para definirte, oh, dulcísima criatura que te revelas como un impetuoso torrente bisexual, bilingüe y bífido. Por eso nos es indiferente el idioma, Patria casquivana, porque tú no tienes lengua sino sexo. Lo idiomático queda postergado al dominio de tu interés, y cualquier lenguaje te resulta válido mientras obtengas el ansia requerida. Tu sexo iluminado, Valencia, soslaya la feminidad y la masculinidad. Eres puro y vero sexo, esquina donde erotismo y amor confluyen como idénticas manifestaciones del mismo fenómeno que es la Vida. Para entender la trayectoria vital de esta Valencia que es pueblo, nación y entelequia, nada mejor que penetrar en su cavidad genital, eje de la geometría pasional que condensa las sublimaciones y las perversiones. Penetrar el sexo con Amor, siquiera sea con las evidencias de esa mirada y con las limitaciones de la palabra humana, es el motivo último de esta biografía inédita de la voluptuosa Valencia.
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Adan y Eva, según La Fénix Troyana, fueron valencianos de Chelva, pues allí estaba ubicado el Paraíso Terrenal

1. VALENCIA ANTES DE VALENCIA: LA GESTACIÓN

LLENA ERES DE FE
Valencia, toda llena eres de Fe. Antaño fue devoción pagana abocada a la magnificencia de la Gran Diosa. Hoy tus hijos se arrodillan ante la católica Virgen María, multiplicada poliédricamente en cientos de advocaciones de nombres rimbombantes en incluso inverosímiles: el Don, la Salud, el Remedio, Sales, el Carmen, y un largo etcétera. Pero por encima de todas esas vírgenes que se aproximan a las once mil bíblicas está la Virgen de los Desamparados, Madre oficial de todos los regnícolas por mandato expreso de Su Santidad el Papa Pío XII. Así lo ratificaron en sus visitas apoteósicas los pontífices Juan Pablo II, en 1982, y Benedicto XVII, en 2006. Este último Papa nunca fue XVI, pues hurtaba en su cronología el digno puesto y escalafón del Cardenal don Pedro, Papa Luna de Peñíscola, que nunca fue reconocido pese a su legitimidad evidente. Allá arriba, en compañía de la Madre de Dios, debe estar el propio Dios, sentado en un trono un poco más elevado para realzar su estatus. Lástima que esta circunstancia sea cosa que ya muchos valencianos y valencianas dudan, porque el Señor no ha tenido la deferencia de venir a visitarnos envuelto en unos saragüells y con una manta morellana al hombro. Abismal diferencia que los separa a ambos, pues la Virgen de los Desamparados luce desde su aparición hace más de 500 años unas barrocas vestimentas que evidencian su genuina esencia valenciana.
La riqueza de las ropas de la Perla del Turia, y de todas esas otras perlas que jalonan los santuarios regnícolas de norte a sur, no desentonan con las galas de fallera, gayatera, bellea del foc o sultana de filada mora o cristiana. No en balde el himno oficial de la Geperudeta recalca que “La Patria Valenciana s’ampara baix ton mant” y coloca el manto por encima de toda consideración. La riqueza que ostenta nos la hace nuestra, original de un Reino que tuvo Colegio Mayor del Arte de la Seda, pues no soportaríamos una Virgen pobre y desaliñada. Aquí la Virgen María triunfa antes de existir, pues mucho antes de sus desventuras en Jerusalén nuestros antepasados ya la representaban magníficamente, con su niño en los brazos y los querubines tocando el caramillo y revoloteando a su alrededor, como en la escultura de la Diosa Madre de la Serreta de Alcoy (siglo V antes de Cristo); o también con el pequeño en el regazo y en la otra mano una blanca palomita del Espíritu Santo, tal y como se ve en la terracota femenina de la necrópolis de la Albufereta de Alicante (S. III antes de Cristo). Dios, tan hosco y enigmático, es un personaje olvidado por los habitantes de esta tierra. Se le exilia de la memoria popular con la misma diligencia que se expulsó a los otros dioses que nos crearon antes, los dioses clásicos y de diversos nombres ya finiquitados. Grave pecado constituye este olvido pues nadie le puede sustraer a Dios el mérito de haber ideado nuestro escenario vital, Valencia, el primer paso para que pudiéramos existir valencianas y valencianos. Dios es el creador de Valencia y su idiosincrasia, de nuestro territorio geográfico, de las piedras y las montañas, de los ríos y de los árboles, de las cuevas y de las simas. Luego nosotros los valencianos intentamos hacernos a nosotros mismos, y de aquí surgieron las evidentes taras de fabricación que nos distinguen a nivel humano, pese a las cuales continuamos viviendo porque confiamos en su divina misericordia. Dios es lo máximo. Toda la tierra que pisamos está hecha por Él con su invencible pensamiento. Además, contamos con el aliciente de ser la primera tierra que creó entre todas las otras tierras, pues en Valencia colocó el Paraíso Terrenal, como alguno de nuestros más preclaros eruditos advirtieron hace ya muchos años.
EL PARAÍSO TERRENAL
Valencia, centro primigenio del universo, es el glorioso territorio donde Dios instaló el famosísimo y controvertido Paraíso Terrenal. En consecuencia, nuestros primeros padres, Adán y Eva, fueron valencianos. Esta afirmación que puede sorprender por su contundencia tiene unas sólidas bases bibliográficas que enumeraremos sin tardanza para que no quede ninguna duda sobre su veracidad. Ya en época de la primera dominación musulmana, entre los siglos IX y X, los autores autóctonos nos describen las delicias paradisíacas del Reino de Valencia. Abú Abdalà Al Sagundí, hacia el 1154, escribía: “Valencia es conocida, por los muchos jardines que en ella hay, como el Paraíso Terrenal. Su ruzafa es uno de los más bonitos lugares de placer de la tierra. Está en esta región la célebre Albufera, llena de luz y brillo, y se dice que, a causa del reflejo del sol en esta Albufera, es tan abundante la luz en esta tierra, hasta el punto de caracterizarse por ello”. Los versos de Ibn Al Zaqqaq insistían en esta idea: “Valencia es un paraíso excelso, con sus árboles llenos de hojas y frutos, y fuentes de vino generoso, como la de Salsabil…”. Finalmente podemos aportar el testimonio de Ibn Jafaya, el Ausiàs March musulmán natural de Alzira: “¡Oh, gentes de Valencia, que gozo el vuestro! / Tenéis agua, sombra, ríos y árboles. / El paraíso eterno no está sino en vuestras moradas / y si hubiese de elegir, con este me quedara.”. El erudito Francesc Eixemenis, sacerdote católico del siglo XIV, coincidía con esta teoría al afirmar en su libro Regiment de la Cosa Pública que “dicen que los que viven aquí que si hay un paraíso en la Tierra, en el Reino de Valencia está”. El predicador Blai Arbuxech en el Sermón de la Conquista del año 1666 afirmaba que “lo paraís és Valéncia, paraís de roses, paraís de lliris…” y hasta diez veces repetía la palabra “paraíso” en el mismo folio.
El mejor escritor valenciano, Joanot Martorell, reitera esta opinión en el Tirant lo Blanch cuando, sin que venga a cuento, ya bien avanzada la novela, en el capítulo 329, saca un personaje valenciano, un fraile de la Orden de la Merced, y aprovecha para hacer un homenaje a su patria calificándola de paraíso terrenal por razón científica de reverberación solar: “Valéncia, la qual ciutat fon edificada en pròspera fortuna d’ésser molt pomposa e de molts valentíssims cavallers poblada, e de tots béns fructífera; excepta espècies, de totes les altres coses molt abundosa, d’on se traen més mercaderies que de ciutat en tot lo món sia”. Recurriendo a la alabada traducción española de Mario Vargas Llosa: “la causa por la que es tan fructífera aquella región y tan templada es porque cuando la esfera del sol da al paraíso terrenal, reverbera en la Ciudad y Reino de Valencia, porque cae frente a él; y de ahí el viene todo lo bueno que tiene”.
Si el clásico valenciano por antonomasia, Joanot Martorell, es tan taxativo en esta cuestión, no lo es menos un maestro castellano como Lope de Vega, quien habitó aquí cierto tiempo. En su obra El Grao de Valencia insiste en esta idea exaltadora de lo valenciano. Cuando la gentil Leonora visita a su amiga Crisela en la capital valenciana, y esta la lleva a dar una vuelta por los alrededores, la visitante exclama alborozada: “Aquí todo el año entero / parece sereno abril / pues tenéis árboles mil / más copiosos por enero…”, para acabar sentenciando: “Sin duda que aquesta tierra / debe ser paraíso / donde el cielo, en parte, quiso / mostrar el poder que encierra”. Toda nuestra literatura clásica, en uno u otro idioma, coincide en resaltar la “paraisidad” de Valencia. La explicación y constatación definitiva de la ubicación valenciana del Paraíso Terrenal nos la da el doctor Vicent Marés, que estudió profundamente las Sagradas Escrituras y que como resultado categórico de sus investigaciones, publicó en el año 1681 el libro titulado La Fénix Troyana. En este documentado volumen, una especie de historia general de la Humanidad, el doctor Marés asegura que el Paraíso Terrenal y el Reino de Valencia son una misma cosa, solo que antes y después del pecado original. Concreta además el emplazamiento exacto del Edén bíblico en los límites jurisdiccionales de su propia parroquia en la Villa de Chelva. Los argumentos presentados por el doctor Marés son irrefutables. Chelva, según su cura, “tiene mucho de paraíso” y además, “yace en la mejor parte del orbe, que es Europa; en la zona más templada y heroica, que es España; y en el reino más florido, que es Valencia”. En conclusión, la sensual historia de Adán y Eva, el primer romance de la trayectoria de la Humanidad, tuvo lugar en el bello vergel de Chelva, a orillas del río Turia, en el corazón de la Serranía valenciana. La historia del Amor humano empieza con la misma historia de Valencia.
El nombre de “Valencia” no existía, por supuesto, pero el Edén estaba ubicado en tierra pre-valenciana, y por ello podemos considerar a la primera pareja humana como compatriotas nuestros. Su tragedia es bien conocida. Después de ser creados perfectos, a imagen y semejanza de Dios, tuvieron la valentía de comer del fruto del árbol prohibido y a continuación raudo acudió el ángel vengador a expulsarlos de la vega chelvana, teniendo que exiliarse “en los montes de Chelva al ser arrojados de aquel jardín de las delicias”. No cabe duda de que la primera familia del mundo huyó después por aquellas montañas inhóspitas y acabaron con sus huesos en la Cueva del Bolomor de Tavernes de Valldigna. En este lugar se halló un diente de adolescente que es la prueba de vida humana más antigua del continente y que seguramente corresponde a Adán, a quien por su peculiar inocencia podemos considerar afectado de “Síndrome de Peter Pan”, y de aquí su detectado carácter de jovencito. Confirma definitivamente esta tesis el hecho de que ...

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