El Quattrocento italiano
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El Quattrocento italiano

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El Quattrocento italiano

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eBook Interactivo. Suele denominarse así el siglo XV (o mil cuatrocientos), que representa el estallido de la inteligencia artística italiana puesta al servicio de la Iglesia y de la nobleza. Aunque durante mucho tiempo se conservaron las formas góticas, el nuevo estilo transforma radicalmente los elementos arquitectónicos y decorativos de este siglo. En esta breve colección hemos mostrado los mejores ejemplares de esta época que siguen valorarse entre los resultados artísticos más magníficos de toda la historia humana.

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Información

Editorial
Hiares
Año
2015
ISBN
9788416014064
Edición
1
Categoría
Storia
Categoría
Storia mondiale

PINTURA DEL QUATTROCENTO

La pintura florentina que habíamos dejado detenida en Fra Angélico en el tema anterior, encuentra ahora un innovador en Tomasso Masaccio, que trabaja en el primer tercio del siglo XV. Aunque su existencia es contemporánea de Fra Angélico, su estilo es totalmente distinto y progresista, introduciendo muchos elementos antes desconocidos en la pintura italiana. Es lamentable que Masaccio, cuya vida estaba marcada por el signo del genio, viviera solamente veintisiete años. Nació en 1401 y murió en 1428. Colabora desde muy temprana edad con un pintor de segundo orden, Masolino de Panicale, en los frescos de la iglesia del Carmen. Su primera obra singular parece ser -aunque no todos los críticos están de acuerdo- el fresco de Sta. María Novella, que algunos sitúan en 1423 y otros en 1425. Representa a la Santísima Trinidad (FIG. 18) en un fondo de arquitectura plenamente renacentista que pare-ce sacada de un palacio de Brunelleschi o Michelozzo.
La monumentalidad de estas figuras, su peso y su volumen, no han sido conocidas por pintor anterior alguno. Podríamos compararlo en cierto modo a los van Eyck, pero su estilo es mucho más épico y grandioso que el intimista flamenco. No son hombres que pueden verse todos los días, sino personajes inusitados y grandiosos. Giotto es el único precedente de Masaccio en Italia. Todos los adelantos de la perspectiva lineal están sabiamente aplicados en la Santísima Trinidad de Sta. María Novella.
Unos años más tarde (1426-1427), hace Masaccio los frescos de la capilla Brancacci, de Sta. María del Carmen.
Son la obra más completa que se conserva del joven pintor. Son escenas del Antiguo y el Nuevo Testamento. Algunas como Adán y Eva, «El Tributo de la Moneda», etc..., son obras maestras del arte universal. En «El Tributo de la Moneda» (FIG. 19), Masaccio imagina una narración continua al estilo gótico medieval, es decir, sitúa en el mismo mural tres escenas consecutivas del mismo suceso, acaecidas una después de la otra. Se nos presenta Masaccio en la misma línea que Della Quercia como el más grande precedente de la «terribilita» miguelangelesca, el hombre de tremendas actitudes y poderosas proporciones.
Los frescos de la capilla Brancacci no son terminados por Masaccio, que muere en plena obra, sino por Filipino Lippi, del que hablaremos posteriormente. Algunos críticos creen que fueron comenzados por Masolino, aunque nunca descubrimos en las obras documentadas de éste ninguna de las características de los frescos de Brancacci. La mano de Masaccio es poderosa e insustituible, quizá el pintor más progresivo y genial del siglo XV. No se limita al mural, sino que hace pinturas en tabla, como el Políptico para los carmelitas de Pisa, que hoy se encuentra repartido en diversas colecciones europeas. La Virgen entronizada que ocupa el motivo central está inspirada en las de Giotto, pero consigue volumen y monumentalidad superiores. Masaccio es un maestro del dibujo, pero no lo es menos del color y del claroscuro. El volumen incomparable que sabe infundir a sus figuras procede de su estupenda iluminación, del estudio genial de luces y sombras que rodea la contextura total del cuadro. Masaccio sintió la importancia de la luz, como elemento pictórico conjugador, el único capaz de imponer armonía a los colores, pero no tenía los elementos técnicos capaces de expresar perfectamente este concepto. El sentido lumínico necesita un tercio de siglo más para encontrar hombres, como Della Francesca, que desvelen sus misterios técnicos.
Sólo conocemos a un pintor que tuviera contacto y amistad con Masaccio: Fra Filippo Lippi. Carmelita por tradición más que por vocación, se dedica a actividades poco relacionadas con la vida eclesiástica. En una ocasión es procesado por falsificar una firma. En otra rapta a una novicia del convento donde actúa como capellán. Esta novicia, Lucrecia Butti, es el modelo casi constante del pintor. El Papa le releva de los votos y finalmente lleva una vida civil dedicada a la pintura. Su “Virgen entronizada”, de 1437, recuerda mucho la de Masaccio, aunque presenta ya la originalidad de Lippi en los estudios femeninos. Este cuadro tiene influencia flamenca, quizá de la visita que Filippo hizo al norte de Italia en 1425. Tiene mucha influencia de Masaccio, pero aún más de Donatello y Ghiberti, de quienes aprende la perspectiva y el sentido del volumen. Las Vírgenes de Fra Filippo son incomparables de belleza sensitiva femenina. En el Nacimiento», del Museo de Berlín (FIG. 20), se complace el pintor en describir con todo lujo de detalle las pequeñas cosas que sirven de fondo a la escena central. En ello podemos ver la influencia flamenca. La Coronación de la Virgen, de los Oficios de Florencia, es quizá su obra más ambiciosa y compleja y parece inspirada en la de Fra Angélico. La composición está bien resuelta y los rostros de las figuras gozan de gran naturalismo y son auténticos retratos de la Florencia del XV. Incluso se incluye su autorretrato en un ángulo.
También cultiva la pintura mural al fresco. El más importante es el que decora la catedral de Prato, titulado «Banquete de Herodías», que parece inspirado en el relieve de Donatello del mismo tema. Tanto en la composición como en la expresividad de sus personajes se nota la honda influencia del escultor florentino. Ello es explicable si tenemos en cuenta que, muerto Masaccio, no había ningún pintor genial en Florencia y, en cambio, había varios escultores que merecian por sus obras este nombre.
La diferencia entre las pinturas de los dos frailes florentinos de este momento (Fra Angélico y Fra Filippo) es bien notable. El primero es tierno y dulce, casi místico, como corresponde a un estilo medieval; el segundo es sentimental y humano, amante de la vida y sus placeres. Todo ello se refleja en sus obras de una manera patente.
Otro pintor que merece ser recordado entre los florentinos del segundo tercio de siglo es el llamado Domenico Veneciano. No sabemos exactamente la fecha de nacimiento (hacia 1410), pero procede de Venecia y se instala en Florencia hacia 1439. Su “Virgen con Santos” (FIG. 21) es una muestra de la captación de la perspectiva renacentista y su importancia consiste en anticipar un nuevo tipo de retablo que será muy imitado en el siglo XVI. Es lo que luego va a llamarse “Sagrada conversación”. Sus figuras recuerdan las de Masaccio, cuya obra debió estudiar con cierto detalle Domenico. Pero también revelan la poderosa influencia de Donatello en el dibujo minucioso de los músculos y las posturas. Su colorismo es quizá de procedencia veneciana o desconocida, pues no sabemos dónde hizo sus primeros oficios, pero lo evidente es la disparidad de colorido con los maestros florentinos del momento. Sólo Fra Angélico pudo servirle de base para algunas armonías.
Discípulo de Veneciano es otro pintor de...

Índice

  1. ARQUITECTURA DEL QUATTROCENTO
  2. PINTURA DEL QUATTROCENTO
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