Arte flamenco del Renacimiento

Ernesto Ballesteros Arranz

• Editorial: Hiares
• Año: 2015
• ISBN:
  9788416014088
• Edición: 1
• Categoría: Arte
• Categoría: Historia del arte

eBook Interactivo. Ya hemos dicho que Flandes es la otra zona europea en donde surge el Renacimiento artístico, tanto desde el punto de vista cultural y filosófico, como puramente estético. Italia y Flandes son las cunas del Renacimiento europeo y en consecuencia también lo son del arte europeo de esta época. Como ocurre con la Baja Edad Media, ambas zonas mantienen sin embargo su personalidad de un modo muy específico. No se puede confundir una obra italiana y otra flamenca de la misma época, aunque ambas resultan revolucionarias y sorprendentes comparadas con las de anteriores periodos.

PINTURA ALEMANA DEL RENACIMIENTO

La invención de la imprenta dio mucha importancia al arte del grabado. Grabador muy importante del siglo XV, y que mencionamos aquí como directo precedente de los grabadores alemanes del XVI, es Martín Schongauer (1430-1491), que en su juventud fue orfebre y luego debió de permanecer mucho tiempo en Flandes, según re-vela su perfecto conocimiento de las composiciones de Van der Weyden. Los grabados de Schongauer (FIG. 23) son excepcionales, porque su maravillosa técnica para conseguir la profundidad espacial o el rigor de los gestos y actitudes confieren a sus obras un valor estético similar al de las tablas al óleo. En estas obras anticipa Schongauer lo que va a ser el signo más característico del genio artístico alemán, la expresividad a todo precio, la exuberante fantasía puesta al servicio de los estados de ánimo más íntimos. Schongauer ejerce mucha influencia en la pintura europea porque sus grabados se extendieron por todos los ámbitos y sirvieron posteriormente como estudios de composición. Su iconografía se repite incansablemente durante el siglo XVI, no sólo en Alemania, sino también en España, Francia, Inglaterra, Italia, etc...

La pintura alemana había sido de escasa importancia hasta el siglo XVI. Los pocos pintores que hubo en el XIV y XV estuvieron influenciados en grado sumo por la pintura flamenca. En el siglo XVI, el primer fenómeno que se advierte en el arte alemán es un cambio de orientación en las influencias. A partir de 1500, son los artistas italianos los que captan la admiración de Centroeuropa, mientras que los propios flamencos, como hemos visto anteriormente, vuelven también la mirada a Italia en busca de inspiración. El siglo XVI es de predominio italiano en Europa, al menos en el terreno del arte. Los precedentes del arte alemán en el XV, tales como Schongauer, no anuncian la maravillosa floración del siglo XVI. La explosión del espíritu germánico en el terreno religioso y político -Lutero y Federico de Sajonia- son simultáneas con este renacimiento artístico, que produce firmas de primer orden en el plano internacional.

Un pintor realmente excepcional, revalorizado en nuestra época y casi desconocido en el pasado, es Mathis Gothart Nithart, conocido como Matías Grunewald, y muerto en 1528. No conocemos la fecha de su nacimiento, que debió de ocurrir en el último tercio del siglo XV. Su obra cumbre es el famoso «Retablo de Isenheim» (FIG. 24), pintado entre 1510-1515 para la iglesia conventual de San Antonio, en Isenheim (Alsacia). Actualmente se conserva en el museo de la cercana ciudad de Colmar. Este retablo fue atribuido durante mucho tiempo a Durero, de modo incomprensible, como podremos ver, pues el estilo de éste no se parece en nada al de Grunewald. Es un altar con alas movibles que consta de tres escenas independientes. La escena exterior representa la Crucifixión; una Crucifixión imposible de olvidar, con los personajes retorcidos por el dolor y la muerte. Grunewald es un autor medieval que posee un expresionismo enorme, pero al mismo tiempo es un autor renacentista que sabe dotar a sus obras de una grandiosidad ideal y trascendente. La composición es clara y rotunda, la expresividad desgarrada de las figuras no tiene igual en el Renacimiento. El paisaje que vemos detrás del Crucificado es siniestro y azulado, el más apropiado para poner énfasis en el asunto. En el interior hay otras tres escenas. Anunciación, Concierto de los ángeles en honor de la Virgen y Resurrección (FIG. 25). Por un lado, parecen pinturas góticas o primitivas flamencas: por otro, sorprendemos un inusitado movimiento de las formas, una composición clara y simple, unos paisajes sofisticados y muy elaborados; todo en la obra tiene esa dicotomía contrastada que caracteriza a las obras de Grunewald. Las escenas se inflaman en colores vivos con predominio del rojo, naranja y amarillo cálido. Las tablas parecen arder en una hoguera de fe sobrenatural y física al mismo tiempo. El movimiento de los personajes no produce, como en los Van Eyck, una flexión quebradiza de las vestiduras, sino que las telas se estructuran ahora de una manera caediza y sorprendente, que no es natural, pero tampoco ficticia. Parece la manera más realista posible para que el conjunto no pierda cierta apariencia de irrealidad que le es innata.

Grünewald, como buen renacentista, tiene grandes conocimientos de anatomía y cuando retuerce los cuerpos de sus personajes (como en el Crucificado), no lo hace por desconocimiento de la anatomía, sino para subrayar la expresividad del dolor. También en el manejo del color se revela Grünewald como un consumado maestro. Utiliza los tonos con una iridiscencia propia que no volvemos a encontrar en ningún maestro flamenco. Sólo se puede comparar su riqueza colorista a la pintura veneciana y abre un capítulo de horizontes inusitados en la pintura alemana.

Su obra es tan personal -como la del Bosco o Brueghel- que parece no deber nada a las obras maestras italianas, pero lo cierto es que Grunewald conoce perfectamente las grandes conquistas renacentistas italianas, que no conocían los maestros alemanes anteriores, y, por tanto, tuvo que ...

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