Las paradojas de los estoicos
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Las paradojas de los estoicos

  1. 80 páginas
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Las paradojas de los estoicos

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Información del libro

Este libro es el texto filosófico más breve del autor, escrito en el año 46 a. C. en su finca de Tusculum. La palabra 'paradoja' evoca algo contradictorio, o al menos chocante, y así lo usa Cicerón al tratar sobre el contraste entre virtud y vicio, sobre el valor de la honradez, el lugar que ocupa lo práctico, la gloria humana, etc. Son mensajes serios, presentados con sentido del humor. Marco Tulio Cicerón (106-43 a. C.) fue uno de los grandes oradores de la Roma clásica. Jurista, político, escritor y filósofo, defendió la República romana contra la dictadura de César, creó un vocabulario filosófico en latín, y legó a la posteridad una extensa obra humanista y filosófica, sobre todo mediante diálogos, discursos y epístolas.

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Información

Año
2016
ISBN
9788432146787
Edición
1
Categoría
Filosofía

Las Paradojas de los estoicos

Sumario

PROEMIO
Paradoja I — Que solo lo honrado es bueno
Paradoja II — Al virtuoso no le falta nada para vivir feliz
Paradoja III — Son iguales las cosas mal hechas y las acciones rectas
Paradoja IV — Que todos los necios están locos
Paradoja V — Que solo el sabio es libre y todos los necios, esclavos
Paradoja VI — Que solo el sabio es rico

PROEMIO

PRESENTACIÓN
El Proemio, que se inicia como un carta dedicatoria, tiene en realidad estructura de discurso: aparecen en primer término los precedentes —personalizados en la figura de Catón— al tiempo que marca la distancia entre la sobria expresividad catoniana y el tono del escrito que Cicerón ofrece a su amigo Bruto.
Tras esta especie de narratio, expone el orador los rasgos que caracterizaron esta obrita, escrita en un tono casi lúdico, con carácter divulgativo y con la intención de hacer asequibles al vulgo algunas ideas tomadas del estoicismo y difícilmente alcanzables —sorprendentes— a primera vista.
Sigue la exposición de motivos, en la que se declara llanamente la finalidad persuasiva propia de la retórica. El motivo de fondo que justifica la obra es que estas cuestiones que se presentan como paradójicas tienen su razón de ser.
La conclusión es una llamada, en tono persuasivo, en la que el elogio del escrito va suavizado con un tópico de modestia. Cicerón se sirve para ello de un exemplum tomado del más famoso escultor de la Atenas de Pericles. La obra no tiene el carácter extraordinario de la Minerva de Fidias, pero encierra algo de la excelencia del gran maestro: puede reconocerse en ella la valía que corresponde al arte de un buen discípulo que sigue las directrices de un genio.
La estructura circular de esta pequeña pieza oratoria, subrayada por la doble referencia a la Minerva de Fidias, se sirve de una comparación con Catón —el sabio que protagoniza el diálogo De senectute— y hace un elogio encubierto: la obrita no será un importante escrito, pero es bella. Por otra parte, Cicerón subraya la justificación de este librito con una frase proverbial.
En la exposición domina el uso de la antítesis como procedimiento retórico: las palabras y las cosas; lo bueno y lo malo; y la oposición entre la verdadera razón y la opinión popular.
TRADUCCIÓN
1. Con frecuencia he notado, Bruto[1], que tu tío Catón[2], cuando expresaba su opinión en el Senado, abordaba argumentos de peso tomados de la filosofía, que se apartaban del uso común en el foro y en la política, pero —al hablar— conseguía sin embargo que aquellas ideas parecieran verosímiles incluso al pueblo.
2. Cosa de mayor mérito en él que en ti o en mí, porque nosotros nos servimos más de una filosofía que ha hecho nacer la elocuencia y en la que se expresan cosas que no se apartan mucho de la opinión popular; Catón, en cambio, perfecto estoico en mi opinión, no solo piensa cosas que difícilmente aprueba el vulgo, sino que está en una doctrina que no emplea ningún adorno del discurso ni amplía la argumentación (y) hace valer sus propuestas a base de interrogaciones brevísimas, como punzadas.
3. Pero nada hay tan increíble que no se haga aceptable cuando se expone bien; nada tan rudo, tan tosco, que no resplandezca y se embellezca con un discurso. Con este pensamiento, me he comportado incluso más audazmente que aquel de quien hablo. Porque, mientras Catón habla al modo estoico de la grandeza de ánimo, de la moderación, de la mente, de todo tipo de elogios a la virtud, de los dioses inmortales, del amor a la patria, aportando adornos retóricos, yo (en cambio) aquellas (sentencias) que los estoicos apenas abordan en la tranquilidad de la escuela las he lanzado a la calle, medio en broma.
4. Como son sorprendentes y van en contra de la opinión común, he querido ver si se podían sacar a la luz —esto es, al foro— y ser expuestas de modo que se las admita o si en cambio uno es el discurso erudito y otro, muy diferente, el vulgar. Y he escrito con especial gusto estos temas porque a mí estas que llaman «paradojas» me parece que son muy socráticas[3] y sumamente verdaderas.
5. Recibirás, pues, esta pequeña obrita elaborada en estas ya cortas noches (de primavera), puesto que aquel otro regalo de vigilias más largas ha aparecido con tu nombre y podrás paladear un género de ejercicios que suelo emplear cuando transfiero a nuestro género oratorio las cosas que se discuten en las escuelas a modo de tesis. No pido sin embargo que cuentes esa obra como un regalo; porque no es como para poderla poner en la necrópolis como la Minerva de Fidias[4], pero sí para que se vea que ha salido del mismo taller.

PRIMERA PARADOJA

QUE SOLO LO HONRADO ES BUENO

PRESENTACIÓN
Se inicia esta primera Paradoja, en la que Cicerón defiende la identificación entre el bien y la honradez de la conducta, aclarando diferencias entre lo que puede parecer y lo que realmente es: puede parecer que se limita a recoger una opinión de los estoicos, pero no pretende sino expresar su propio pensamiento con las menos palabras posibles, escuetamente. El tópico de la concisión en el discurso es común en la doctrina retórica: el buen orador no debe emplear más palabras de las necesarias para conseguir su objetivo.
Consiste en una diatriba contra la doctrina epicúrea, que pone el bien en el disfrute de los placeres.
La primera refutación se basa en la incompatibilidad entre el bien y el mal; no puede ser un bien lo que hace daño, ni se puede no ser bueno si se está colmado de bienes; como la experiencia muestra que los malos gozan de placeres de los que a veces carecen los buenos, la consecuencia es clara: el bien no puede estar en el placer. Apoya Cicerón esta tesis con un ejemplo tomado de la tradición griega sobre los Siete Sabios, y reproduce una famosa sentencia atribuida a Biante.
En la segunda parte, reafirma su tesis: bien es únicamente lo recto, lo honrado, lo virtuoso. Para la demostración prefiere servirse más de los hechos que de las palabras: recurre por eso —y ahora de un modo abundantísimo— a ejemplos tomados de la Historia de Roma; van desfilando personajes famosos, tanto de la época de los legendarios reyes como de la Roma republicana; el papel más destacado se atribuye a la familia de los Escipiones, héroes de las guerras púnicas.
La tercera parte es un ataque a la opinión contraria: la búsqueda del placer animaliza al hombre; no lo hace mejor, ni digno de gloria. La conclusión vuelve a afirmar la tesis, que se considera probada.
No es esta la única ocasión en que Cicerón desarrolla su concepto del bien, en estrecha conexión con la honradez de la conducta: El vir bonus es el ideal humano del pensamiento de Cicerón. Tácito (Hist. IV 5) señala siglo y medio más tarde que los estoicos incluyen en la categoría de “bueno” todo lo moralmente correcto, y en la de “malo” todo lo moralmente rechazable.
TRADUCCIÓN
6....

Índice

  1. Portadilla
  2. Índice
  3. Introducción
  4. Las Paradojas de los estoicos
  5. Notas
  6. Créditos