El periodista como parte de la comunidad deportiva
[Ponencia presentada en el Foro «La responsabilidad social del periodismo deportivo en el desarrollo, la promoción y la masificación del deporte, la recreación y la actividad física». 12 y 13 de agosto de 2010, Universidad de Armenia, departamento del Quindío, Colombia].
INTRODUCCIÓN
«Las audiencias de televisión no son el único termómetro de cómo nos encontramos [para medir el éxito del baloncesto], hay que mirar la repercusión social. El año pasado dimos 30.000 licencias más de jugadores. Esto supone muchos más niños, padres, entrenadores, ciudades, árbitros, etcétera, alrededor de este deporte», comentaba en una entrevista Ángel Palmi, director deportivo de la Federación Española de Baloncesto (FEB), un año después del Mundial de Baloncesto celebrado en Japón en 2006. La respuesta venía al hilo de un debate abierto sobre los éxitos del baloncesto español y las bajas audiencias de televisión que generaba su campeonato nacional, el segundo en importancia y calidad a nivel profesional tras la NBA.
Ángel Palmi, al igual que otros representantes del baloncesto español, creía que medir la importancia social de un deporte en función de su repercusión mediática no era justo, y ponía datos encima de la mesa. El baloncesto, tras los éxitos de la selección, había crecido significativamente más que cualquier otro deporte. La fractura radicaba en que para muchos medios de comunicación los éxitos del combinado español no suponen un mayor foco de atención hacia el baloncesto, ni en su competición profesional –la ACB– ni en lo referido a la formación, desarrollo, promoción u otros aspectos vinculados.
Hablamos de baloncesto, pero podría aplicarse a otras prácticas deportivas. Mención aparte del fútbol, que merece un capítulo independiente, la promoción mediática del deporte pocas veces se ajusta a la sensibilidad social que genera en sociedades cada vez más multideportivas, y donde la práctica del deporte, al menos en España, ha aumentado considerablemente. Jaime Lissavetzky, secretario de Estado para el Deporte en España entre 2004 y 2011, señalaba durante su etapa de responsable del Consejo Superior de Deportes que «el deporte tiene que ver con la educación, con los valores, con la salud…, y los buenos resultados absolutos han hecho que aumente la práctica deportiva asidua, de 12 millones se ha pasado a 14, se ha aprovechado el tirón. El deporte también es una herramienta para la integración y la cohesión social».
Pero es cuanto menos dudoso que desde los medios de comunicación estemos trabajando en esa línea, y rara vez el foco de atención se proyecta sobre otra cosa que no sean los éxitos concretos y los nombres propios. Sin embargo, la sociedad avanza en la práctica deportiva y lo que ello representa. En este nuevo paradigma, donde el deporte y la salud gozan de un protagonismo impensable hace una década en muchos países, es donde los medios de comunicación han trabajado a un ritmo mucho más lento que el del conjunto de la sociedad.
Si hablamos de la «responsabilidad social del periodismo deportivo», solo podemos situarnos como parte de esa comunidad deportiva que incluye diversos estadios de participación, nodos necesarios para una correcta construcción del espacio deportivo en la sociedad. El deportista, su entorno familiar, los entrenadores, las ciudades, los clubes... y también, por qué no, los medios de comunicación.
La línea editorial que la mayoría de los medios han aplicado hasta el día de hoy con el deporte no difiere mucho de la que puede aplicar la CNN a la hora de informar sobre un suceso. Si miramos el canal de información norteamericano, veremos que en la parte baja del televisor aparece una leyenda que señala: «Lo está viendo, está pasando». Todo aquello que el espectador no ve en su pantalla parece que ni ocurre ni tiene consecuencias. Podemos ver la entrada de tropas de Estados Unidos en Bagdad, destruir la estatua de Sadam Husein, y no tener ni idea de lo que ocurre a unos pocos metros de lo que nos muestra la cámara. Con independencia de lo que nos parezca la política informativa de la CNN, el modelo muestra limitaciones. Es evidente: ver algo no significa necesariamente entender o comprender qué ocurre.
En el caso de la información deportiva ocurre algo parecido: solo ocurre aquello que nos muestran las cámaras, y si creemos que los medios de comunicación deben reflejar las pulsiones sociales, observaremos que, más allá de los grandes acontecimientos profesionales –incluyendo los Juegos Olímpicos–, la presencia de la práctica deportiva en los medios es anecdótica.
EL ACONTECIMIENTO DEPORTIVO Y EL FOCO INFORMATIVO
La primera cuestión a resolver es tratar de establecer qué es noticia, qué es un acontecimiento y qué situaciones pueden generar interés en el público. La reflexión no es fácil, toda vez que desde los medios de comunicación más clásicos (radio, televisión y prensa) el discurso ha sido bastante homogéneo.
Pepu Hernández, conocido entrenador de baloncesto español y seleccionador del combinado que consiguió la medalla de oro en el Mundial de Japón del 2006, señalaba después del éxito logrado, en una entrevista que le hice para el periódico Diagonal: «Yo pongo en duda la sensibilidad de algunos medios con lo que la sociedad está demandando. Creo que todos tendríamos que revisar qué es lo que estamos haciendo bien y mal, con autocrítica. En algunos casos los medios actúan de forma mecánica con determinadas situaciones y creo que de verdad no están siguiendo al día la sensibilidad que puede tener la gente con nuestro deporte», y añadía: «Tenemos la responsabilidad al estar acercándose gente al baloncesto, y hay que hacer que la gente se divierta y vea que es un deporte atractivo, que las chavalas y los chavales que jueguen estén cómodos, bien atendidos, que se sientan bien en este deporte independientemente de hasta dónde lleguen».
John Branch, periodista deportivo en The New York Times, sin duda el periódico más importante del mundo, con una media de 12,5 millones de visitas únicas al mes en su página web, escribe sobre deporte desde otro punto de vista. Sabedor de que la inmediatez de los resultados deportivos ha llegado a todos los rincones del planeta, desde Times Square hasta cualquier rincón del mundo con una televisión, radio o conexión a Internet, pone el enfoque informativo en otros asuntos deportivos no siempre relacionados con la actualidad más conocida.
Branch es capaz de dedicar cuatro páginas del periódico para hablar del baloncesto de un pequeño pueblo de Indiana, Medora, que, azotado por el desempleo y una difícil situación social, cuenta con un pequeño equipo de baloncesto en su instituto: «Los jugadores del Medora High School han llegado a la cancha vistiendo botas de trabajo porque sus familias no podían comprar botas de baloncesto. La mayoría fuma. Algunos hablan abiertamente de drogas. Casi todos vienen de hogares rotos. De las cerca de cuatrocientas escuelas de Indiana que juegan en la liga masculina de baloncesto, ninguna ha perdido tantos partidos como los Medona Hornets (0-22), en el primer año del entrenador Marty Young, el más joven del Estado. Ahora tiene 23 años, sin muchas expectativas de lograr victoria alguna en la temporada que comenzó a finales de noviembre. Pero él cuenta las victorias y las derrotas de forma diferente a la mayoría. “Si están en el gimnasio esas dos horas, entonces sé que no están por ahí metiéndose en problemas”, dice Young».
¿Interesa a un público global lo que pueda ocurrir en un pequeño pueblo de quinientos habitantes del Estado de Indiana? Por encima de otras consideraciones, Branch expone a los lectores una información absolutamente desconocida y de un lugar informativo, a priori, de escasa trascendencia. Un trabajo que para su desarrollo requiere un cuidado proceso de elaboración: acudir allí, hacer entrevistas, investigar sobre el entorno de este precario grupo de deportistas... Hacer trabajo de campo. Aquí entra en juego un tema fundamental en el contexto que estamos hablando, el tratamiento de la noticia. La importancia de la seriedad con la que debemos acercarnos a la noticia y sus protagonistas, el respeto que merece el asunto sobre el que vamos a informar. No es un tema menor, el caso de Medora no debe ser tratado como un caso singular –un equipo que pierde todos sus partidos– sino como un ejemplo de deporte por encima de las difíciles circunstancias en que se encuentra su entorno.
En julio de 2010, en un viaje organizado por el Consejo Superior de Deportes y el Comité Olimpico de Palestina, el Club Estudiantes de Madrid visitó los territorios ocupados palestinos con el equipo sub-21 para jugar algunos partidos de baloncesto e impartir talleres de baloncesto a los más jóvenes. No es habitual que Palestina sea noticia por el deporte, muy al contrario, la imagen que se transmite de allí está vinculada a la miseria, el fanatismo, la guerra y la destrucción. Un artículo de la periodista de El País Ana Carbajosa señalaba, en referencia a las impresiones de los jugadores: «Al margen de las visiones propias de los territorios ocupados cisjordanos, lo que de verdad les ha sorprendido es darse cuenta de que los jóvenes palestinos son unos forofos del deporte español –“¿Real Madrid o Barcelona?” es la primera y obligada pregunta antes de entablar la mínima conversación– y de que se comportan de forma muy parecida a los chavales de cualquier parte del planeta. “¡Son como nosotros!”, se sorprende otro jugador, Juan Molina. Y en seguida añade: “Nos han dicho que nos van a enseñar dónde está la discoteca”». Esta vez, la noticia que llegó era que los palestinos también juegan al baloncesto, disfrutan con el deporte y que puede ser útil en un cotidiano tremendamente complicado.
A su vez, los jóvenes deportistas madrileños señalaban lo diferente que les resultaba la imagen que tenían de los territorios palestinos por los medios de comunicación y la que percibían estando allí. Una anomalía que demuestra, por un lado, que hay un déficit informativo (los medios no transmitimos lo que luego la gente ve sobre el terreno) y, por otro, que el deporte puede ser un vehículo excelente de encuentro al tratarse de un lenguaje común desde el que entendernos.
Boadilla del Monte es un municipio de Madrid que tiene la mayor renta per cápita de toda España. Las instalaciones deportivas privadas son numerosas y en el entorno de este pequeño pueblo tienen su residencia algunas de las grandes fortunas del país, incluyendo a varios de los famosos galácticos del Real Madrid de fútbol. Las noticias sobre este pequeño grupo de exitosos deportistas son numerosas y diarias, la atención mediática va más allá de su trabajo en el campo de juego, abarca sus relaciones y vida social. Todo relacionado con su alto poder adquisitivo y su condición de estrellas del deporte.
No muy lejos de allí, en el barrio de Hortaleza, uno de los más castigados socialmente de la ciudad de Madrid, existe una asociación deportiva sin ánimo de lucro llamada La Torre. En sus estatutos fundacionales se recoge lo siguiente:
– Formar en la técnica del baloncesto y desarrollar la adaptación corporal al dominio de la técnica básica del baloncesto.
– Ofrecer alternativas positivas de ocio y tiempo libre.
– Formar en la participación como equipo, crear un sentimiento de equipo.
– Estimular la participación en las actividades del distrito, sobre todo en las deportivas.
– Fomentar las relaciones entre los niños y niñas de la Asociación y con los de otros entornos sociales.
– Aprovechar los recursos que el equipo ofrece para educar.
– Potenciar la escuela de entrenadores de la cantera.
– Crear un lugar de acogida para que la familia comparta con sus hijos/hijas aspectos importantes de su educación.
En contadas ocasiones los medios han reflejado una labor social de suma importancia, que está en conexión con aspectos que antes señalábamos: salud, educación y responsabilidad social. La paradoja es que algunos de los ahora galácticos vienen de ambiente sociales similares a los del barrio de Hortaleza. Pero entonces nadie consideró que su trabajo ni su esfuerzo fuesen noticia. Solo lo son ahora, cuando la cultura del éxito y el dinero les ha colocado en el primer plano informativo.
Si damos por sentado que este vacío informativo, el de las situaciones deportivas cotidianas alejadas de los grandes focos, es una realidad, ¿dónde podemos encontrar información más allá de lo que reflejan los medios de comunicación? La respuesta es cada vez más visible, la emergencia de otros protagonismos en la comunicación, como los blogs o las redes sociales, ha abierto enormemente el abanico de lugares desde los que informarse e informar.
Ocurre en las calles de Bagdad, ignoradas por la CNN, y en las pistas de entrenamiento deportivas invisibles para los grandes medios. Blogs, foros y redes sociales (como Facebook y Twitter) sirven de altavoz de la ciudadanía. El periodismo está cambiando, la información es accesible desde muchos lugares y los informadores se han extendido enormemente, incluyendo...