Breves historias inspiradoras para los emprendedores y líderes del Siglo XXI
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Breves historias inspiradoras para los emprendedores y líderes del Siglo XXI

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Breves historias inspiradoras para los emprendedores y líderes del Siglo XXI

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Este libro recoge de forma resumida las biografías de grandes personajes de la Ciencia, Medicina, Política, Música, Deportes, Negocios,. con el fin de que sirvan de modelos cercanos a imitar por los nuevos emprendedores y líderes del siglo XXI. Sin ser excesivamente exhaustivo en los datos, el libro recoger los hechos principales que conforman la vida de estas personas que, superando numerosas dificultades y con gran esfuerzo, lograron reconducir su vida hacia el éxito y la felicidad. En ningún caso el camino fue fácil ni sencillo. Pero todos han demostrado poseer una gran determinación para modelar su propia vida, trabajando y luchando por alcanzar sus sueños. Que estas vidas ejemplares sirvan de modelo a imitar.

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Información

Año
2014
ISBN
9788468649672
Categoría
Business
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HISTORIAS INSPIRADORAS EN LA MEDICINA
SANTIAGO RAMóN Y CAJAL, UN MAL ESTUDIANTE QUE GANÓ EL PREMIO NOBEL
Don Santiago nació en Petilla de Aragón (Navarra) el 1 de mayo de 1852. Vivió su infancia entre continuos cambios de residencia por distintas poblaciones aragonesas (de hecho, él siempre se consideró aragonés) acompañando a su padre, que era médico cirujano. Santiago era de carácter muy travieso y juguetón.
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¡Vaya niño!
Según me contó mi amigo Carlos Salas, la infancia de Ramón y Cajal no tiene desperdicio. El lector interesado puede profundizar en la propia obra de Ramón y Cajal Mi infancia y juventud.
Desde muy niño sus travesuras eran constantes: le encantaba lanzar piedras a sus amigos, asaltar viñas, robar melocotones, y por supuesto, romper cristales y farolas. El padre, con un carácter más recto, le daba soberbias palizas, pero el chico no se enderezaba. Además le encantaba pintar y dibujar. Embadurnaba tapias con la misma facilidad que pintaba cualquier pared, fachada o puerta. El padre repudiaba esta manía. Y en casa, en lugar de estudiar, el chico pasaba el tiempo haciendo garabatos y pintando.
Los padres pensaron que a lo mejor era su vocación y consultaron con un conocido, que era especialista en restaurar obras de arte. Le enseñaron las obras de Santiago, figuras humanas, y el experto respondió: «¡Vaya mamarracho!». «¿De veras no tiene aptitudes para el arte?», preguntaron los padres. «Ninguna —respondió el otro—. Es un pintamonas.» El chico estaba presente y volvió a su casa aplanado. Fue entonces cuando el padre tomó la decisión de que Santiago estudiaría medicina cuando fuera mayor.
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Pero en la escuela, el chico resultó ser muy mediocre. Se escapaba, no iba a clase y a veces pasaba varios días en el monte sin aparecer ni por la escuela ni por su casa. El padre, que era un hombre antiguo y atrasado en la educación, le daba continuas palizas.
Durante las clases, Santiago hacía caricaturas y la pasaba a los compañeros, que se reían a gusto. Pero a los maestros no les gustaban nada esas caricaturas, y como era un pueblo con una escuela muy atrasada, encerraban al niño en el cuarto oscuro para intimidarlo. Allí, él se ponía a pintar, pues la habitación era una cámara oscura gracias a los hilos de luz que se filtraban del exterior y formaban figuras invertidas en el techo.
El padre al fin lo trasladó a una escuela mejor cuando entró en bachillerato. Seguía con la convicción de que su hijo estudiase medicina, pero Santiago discutía diciendo que eso sería perder tiempo y dinero, porque lo único que le gustaba era pintar, ya fuese en paredes o en cuadernos, pero solo pintar. El padre intentó disuadirlo refiriéndole la cantidad de artistas que habían fracasado. Era más práctico estudiar idiomas y aprender medicina que ser artista.
Así las cosas, el padre lo llevó a un colegio religioso para que hiciera el bachillerato, pero advirtió a los curas de que su hijo era «corto». Así lo dijo. «No le exijan lecciones al pie de la letra porque es corto.» El padre añadió que el chico tenía problemas de expresión y no sabía explicarse muy bien.
El chico fue abochornado en público delante de sus compañeros, castigado y humillado. La única forma que Santiago tenía de evadirse de aquel rebajamiento era pintar y dibujar. Se convirtió en un chaval huraño, pues su otra afición era dar paseos y excursiones en solitario
Por más que lo intentaban, los curas no eran capaces de meter la gramática en su cabeza y los idiomas se le daban fatal. Como era un internado y Santiago no mejoraba, los profesores decidieron castigarlo con la pena del ayuno, ya que los correazos no servían. Pero el chico reaccionó con violencia: hablaba y enredaba en clase, tramaba burlas y desafiaba a los profesores.
Nada servía. Lo encerraban en una especie de celda, y Santiago aprendía la forma de violar la cerradura. Lo llevaban a otra celda y se escapaba por la ventana, escalando por la pared.
En vacaciones, cuando regresó a su pueblo, el chico no mejoró. Se dedicó al boxeo con los amigos, y un día, en su tiempo libre, fabricó un cañón de madera, lo reforzó con alambre y hojalata, y lo ensayó contra la puerta de un cercado. El estampido dejó un enorme boquete en la puerta. Por supuesto, el labriego dueño de la puerta lo denunció a la Guardia Civil, y Santiago acabó en la cárcel. Tenía 11 años. Y pasó las noches acompañado de pulgas, chinches y piojos. El padre no movió un dedo. «Pero el chico no mejoró» porque… al salir, se dedicó a las armas de fuego: le encantaban la pólvora, las escopetas y los fusiles.
Los padres lo cambiaron de colegio pero al ver que no tenía aptitudes, decidieron que volviera al pueblo y que se pusiese a trabajar. Lo metieron en una peluquería y luego en una zapatería. Pero en sus ratos libres se emborrachaba e iba de juerga y se enfrentaba a la policía. Lo tenían fichado. Como le seguía gustando la pintura logró matricularse en una academia, donde sí destacaba. El profesor reconoció que era el discípulo más brillante que había pasado por allí.
De padre médico, hijo médico
Pero los designios de su padre eran inviolables. Al terminar el bachillerato, se dedicó a la medicina. Santiago se sumió en una profunda decepción. Nunca sobresalió en la carrera. Pero finalmente, en 1873, tras licenciarse en medicina a los 21 años, fue llamado a filas.
Los primeros meses en la milicia transcurrieron en Zaragoza, y al poco tiempo sacó una oposición para el Cuerpo de Sanidad Militar. Fue destinado como médico segundo (teniente) al regimiento de Burgos, acuartelado en Lérida. En 1874 Santiago marchó destinado a Cuba con el grado de capitán, ya que el paso a ultramar conllevaba el ascenso al empleo militar inmediato. Su padre le había conseguido, para disfrutar de un destino más favorable, algunas cartas de recomendación, pero él rehusó utilizarlas, lo que causó que lo enviaran al peor destino posible: la enfermería de Vistahermosa, en el centro de la provincia de Camagüey, una de las más peligrosas de la isla. Las experiencias con el sistema administrativo y militar vividas por Ramón y Cajal en esa estancia ultramarina fueron para él tan amargas como las enfermedades allí contraídas. Experiencias difíciles que lo llevaron a solicitar la licencia para abandonar Cuba, atendida el 30 de mayo de 1875, tras ser diagnosticado de «caquexia palúdica grave» y declarado «inutilizado en campaña». El regreso a España y los cuidados que le prodigaron su madre y sus hermanas devolvieron progresivamente a Santiago Ramón y Cajal la salud.
Y por fin nace el gran investigador
El año 1875 marcó también el inicio de su doctorado y de su vocación científica. Se doctoró en junio de 1877, a la edad de 25 años. Ganó la cátedra de Anatomía Descriptiva de la Facultad de Medicina de Valencia en 1883. En 1887 se trasladó a Barcelona para ocupar la cátedra de Histología creada en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona. Fue en 1888, definido por el propio Ramón y Cajal como su «año cumbre», cuando descubrió los mecanismos que gobiernan la morfología y los procesos conectivos de las células nerviosas de la materia gris del sistema nervioso cerebroespinal.
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Su teoría fue aceptada en 1889 en el Congreso de la Sociedad Anatómica Alemana, celebrado en Berlín. Su esquema estructural del sistema nervioso como un aglomerado de unidades independientes y definidas pasó a conocerse con el nombre de «doctrina de la neurona», y en ella destaca la ley de la polarización dinámica, modelo capaz de explicar la transmisión unidireccional del impulso nervioso.
Su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias, Reglas y consejos para la investigación biológica. Los tónicos de la voluntad es de lectura obligada para todo investigador de cualquier rama de la ciencia. Resulta ser el más literario de sus libros científicos, pero también la más científica de sus obras literarias.
En 1892 ocupó la cátedra de Histología e Histoquímica Normal y Anatomía Patológica de la Universidad Central de Madrid. Logró que el gobierno creara en 1902 un moderno Laboratorio de Investigaciones Biológicas, en el que trabajó hasta 1922, momento en el que pasó a prolongar su labor en el Instituto Cajal, en donde mantendría su labor científica hasta su muerte.
Entre 1897 y 1904 publicó, en forma de fascículos, su obra magna Histología del sistema nervioso del hombre y de los vertebrados.
«Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro.»
Premio nobel
Además de numerosos premios, medallas y reconocimientos nacionales e internacionales, su trabajo y su aportación a la neurociencia se verían reconocidos, finalmente, en 1906, con la concesión del premio Nobel en Fisiología o Medicina, galardón que compartió con el médico italiano Camilo Golgi.
Según Wikipedia, en la medianoche del 6 de octubre de 1906 Santiago Ramón y Cajal recibió un telegrama desde Suecia. Se le comunicaba que había recibido el Nobel de Medicina ex aequo con Camilo Golgi. Pero su reacción no fue otra que comentar: «Esto es una broma de los estudiantes», y siguió durmiendo. Solo se convenció de que era verdad cuando, al día siguiente, leyó el diario.
Si deseas conocer una biografía de la parte científica e investigadora de don Santiago, te sugiero la serie de RTVE Ramón y Cajal: historia de una voluntad.
BEN CARSON, DE TONTO DE LA CLASE
A LÍDER MUNDIAL EN NEUROCIRUGÍA PEDIÁTRICA
El doctor Benjamin S. Carson es un médico neurocirujano, psicólogo, escritor y filántropo adventista nacido en Estados Unidos. Es el actual director del Departamento de Neurocirugía Pediátrica del Hospital Johns Hopkins de Baltimore, Maryland (Estados Unidos) y probablemente el mejor neurocirujano infantil del mundo. Es profesor de neurocirugía, cirugía plástica, oncología y pediatría, y ha escrito más de noventa artículos sobre neurocirugía. Ha recibido 27 doctorados honoris causa. En 2008 fue galardonado con la Medalla Presidencial de la Libertad en Estados Unidos (condecoración otorgada por el presidente de los Estados Unidos, equivalente a la Medalla de Oro otorgada por el Congreso, y concesión civil más alta en el país). Es una de las 89 «leyendas vivientes» elegidas como tales por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos y CNN, que lo han reconocido como uno de los 20 médicos y científicos más destacados de la actualidad.
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De familia pobre y afroamericano
Benjamin Solomon Carson nació en Detroit (Michigan) el 18 de septiembre de 1951. Su madre, Sonya Carson, abandonó la escuela en tercer grado. Con solo 13 años Sonya se casó con Robert Solomon Carson, un ministro bautista procedente de Tennessee. Pero cuando Ben tenía 8 años su madre se separó, pues descubrió que su marido tenía otra familia y que vendía drogas. Así que la pobre señora Carson asumió la responsabilidad de sostener a Benjamin y su hermano mayor, Curtis, trabajando en dos (y a veces tres) puestos de trabajo simultáneos.
Un problema adicional para la familia era que la señora Carson se deprimía constantemente. La familia de Ben no podía ser más disfuncional (monoparental, pobre, con madre depresiva, afroamericana…). Era el perfecto caldo de cultivo para que los niños se convirtieran en pandilleros.
El más tonto de la clase
Ben Carson manifestó numerosas dificultades escolares desde la educación primaria, llegando a ser el peor alumno de su clase. No sabía leer adecuadamente. Era objeto de insultos y burlas por parte de sus compañeros, lo que lo llevó a desarrollar un temperamento agresivo e incontrolable. Ante la constante humillación de sus compañeros, Ben llegó a pensar que no solo era el niño más tonto de la escuela, sino del mundo entero. En síntesis, su vida estudiantil fue complicada porque, aparte de la antipatía y exclusión expresada por sus pares, al ser una escuela predominantemente blanca, continuamente era ignorado por sus maestros. A pesar de todo, su madre constantemente le decía: «Ben, todos lo pueden hacer, pero nadie mejor que tú».
Menos tele y más libros
Un día, mientras la madre de Ben hacía labores de limpieza en la biblioteca de la casa donde trabajaba, se quedó admirada por la cantidad de libros allí reunidos. En ese momento de contemplación, súbitamente entró a la habitación el viejo profesor dueño de la casa, y entonces la mujer se atrevió a preguntar: «Profesor, ¿acaso ha leído todos esos libros?». El hombre contestó: «Casi todos».
Esta breve experiencia fue suficiente para la madre de Ben. En ese momento intuyó con toda claridad los pasos a seguir con sus hijos. Así fue que tomó una sencilla pero trascendental decisión que habría de cambiar el futuro de los niños: con...

Índice

  1. Portada
  2. Prólogo
  3. Introducción
  4. 1. Historias inspiradoras en la medicina
  5. 2. Historias inspiradoras en la literatura
  6. 3. Historias inspiradoras en la música
  7. 4. Historias inspiradoras en la política
  8. 5. Historias inspiradoras en los negocios
  9. 6. Historias inspiradoras en la ciencia
  10. 7. Historias inspiradoras en el deporte
  11. 8. Historias inspiradoras en el cine
  12. 9. Historias inspiradoras personales