Contrafactuales
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¿Y si todo hubiera sido diferente?

  1. 192 páginas
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¿Y si todo hubiera sido diferente?

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Gran Bretaña no participa en la Segunda Guerra Mundial. Hitler conquista Moscú. Churchill pierde las elecciones y nunca llega a convertirse en primer ministro… La historia alternativa siempre ha sido un divertimento, una excusa para los juegos de mesa o un argumento para la ciencia ficción, pero en las últimas décadas ha empezado a llamar también la atención de los historiadores más serios.¿Por qué? Si la labor de la historia es establecer qué ocurrió, ¿qué sentido tiene preguntarse por lo que pudo haber sido?Evans examina con ojo crítico la nueva afición de los historiadores, y de los lectores, por los contrafactuales, atendiendo tanto a su importancia para la comprensión de la historia como a los motivos ocultos de los académicos para explorar esta faceta.

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Información

Editorial
Turner
Año
2020
ISBN
9788417866341
Categoría
Historia
iv
mundos posibles
L os escenarios contrafactuales, o lo que algunos historiadores califican de escenarios contrafactuales, adoptan muchas formas distintas y es importante distinguirlas antes de llegar a una conclusión sobre su utilidad o inutilidad. Por mucho que se crea en ellas, las fantasías políticamente motivadas que se centran, por ejemplo, en la supervivencia en búnkeres subterráneos secretos de nazis que conspiran para construir un nuevo orden mundial autoritario, en realidad no son contrafactuales porque no tienen ningún interés en las relaciones de causa-efecto. Como tampoco lo tienen las investigaciones pseudohistóricas que, con todo lujo de detalles, pretenden demostrar que Hitler no murió en el búnker de Berlín o que huyó a Argentina: en este caso el interés está en el supuesto hecho, no en sus posibles consecuencias. Encontramos una modificación más siniestra del pasado en el intento de Stalin de borrar a su antiguo rival Trotski de las fotografías tomadas durante la revolución bolchevique en Rusia e inmediatamente después, y en el de los historiadores estali­nistas de eliminarlo del registro histórico… una práctica sobreco­gedoramente representada en la novela de George Orwell 1984, donde el trabajo de Winston Smith, el protagonista, es reescri­bir periódicos viejos para borrar pruebas que pudieran compro­meter a sus jefes políticos en el momento actual. Sin embargo, la falsificación histórica retrospectiva no es verdaderamente contrafactual, porque se centra sobre todo en reescribir todo el registro factual, no en plantear una alternativa que deriva de un pequeño cambio que se introduce en él. El relato de Nathaniel Hawthorne “La correspondencia de P.” entra en una categoría relacionada y parecida: imagina una situación en que personalidades como Napoleón, Shelley o Byron han vivido hasta el momento en que Hawthorne escribe –1845– en lugar de morir antes, como realmente ocurrió.1 En este caso simplemente se imagina otra realidad, de forma parecida a como se imagina en Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift o en la Utopía de Tomás Moro y en otras narraciones del mismo tipo. La supervivencia de los personajes de Hawthorne en realidad no altera la situación general del mundo en 1845, simplemente es interesante por sí misma, del mismo modo que los mundos satíricos alternativos, como Brobdingnag o Liliput, no cambian el mundo real en el que vivía su autor, sino que simplemente colocan un espejo irónico delante de él.
Las novelas históricas pueden dar la impresión de entrar en la categoría de lo contrafactual, y en su introducción al volumen If It Had Happened Otherwise… de sir John Squire, sir John Wheeler-Bennett analiza lo que llama “historia imaginaria”, incluidas las ficciones parlamentarias y políticas de Anthony Trollope y Benjamin Disraeli. Estas se sitúan en un mundo histórico que puede reconocerse como contemporáneo o reciente –en su caso, la Inglaterra victoriana– con instituciones reconocibles como el parlamento y figuras reconocibles como primeros ministros y obispos, pero narran acontecimientos ficticios que no ocurrieron y retratan a personajes ficticios que no existieron. Lo mismo podría decirse de muchas novelas del género iniciado por las influyentes ficciones medievales de sir Walter Scott. Sin embargo, no se trata de novelas contrafactuales, porque no plantean una influencia causal determinada que creara el mundo paralelo que describen, tal como señaló acertadamente Wheeler-Bennett. Además, ni estas obras ni el género mucho más amplio de la novela histórica introducen cambios significativos en el contexto histórico básico; inventan diálogo, rasgos de los personajes y algunos personajes, pero no los grandes acontecimientos, estructuras o instituciones de la historia; de hecho, los escritores de novela histórica suelen hacer notables esfuerzos para acertar en este ámbito mediante la lectura y consulta de obras históricas de referencia sobre el periodo escogido; las novelas de gran éxito de Hilary Mantel sobre el estadista y político de la época Tudor Thomas Cromwell, por ejemplo, han cosechado numerosos premios y muchos lectores no solo por la brillantez de su estilo, caracterización y estructura, sino también por la pátina de autenticidad histórica con la que adorna la acción.2
Por la misma razón, no podemos clasificar como contrafactuales las múltiples novelas escritas en Inglaterra antes de la Primera Guerra Mundial que advertían de las consecuencias de la complacencia británica ante el rearme alemán: novelas en las que Gran Bretaña es invadida por ejércitos alemanes y termina gimiendo bajo la bota de hierro del káiser, o ficciones parecidas escritas en los años treinta, o las novelas euroescépticas de los años noventa como The Aachen Memorandum de Andrew Roberts, que predice un futuro en que la dominación de Gran Bretaña por parte de la Unión Europea en el siglo xxi no es distinta a lo que hubiera podido ser la dominación de Gran Bretaña por parte de Alemania en el xx. El futuro distópico imaginario de Roberts se basa claramente en un pasado distópico real, pero la condición de posibilidad se sitúa en el futuro y no exige que se modifique de ninguna forma lo que ya ha ocurrido.3 De forma parecida, las novelas o ensayos que invierten la realidad histórica para dar pie a un comentario satírico sobre el presente, como, por ejemplo, mediante el descubrimiento y la conquista imaginarios de Europa por parte de los mayas o los incas, el objeto de fantasías de escritores en español como Unamuno o Fuentes, no dependen de desviar el flujo del tiempo, sino simplemente de darle la vuelta a la realidad.4 Los verdaderos escenarios contrafactuales, ya sean históricos o ficticios, siempre implican sacar consecuencias históricas, a menudo de gran alcance, a partir de causas históricas modificadas.
A menudo lo que esto da como resultado es extremadamente banal. El libro de Jeremy Black, por ejemplo, está dedicado por entero a explicaciones de cómo las cosas habrían podido acabar de forma distinta a como acabaron, lo que, afirma el autor repetidamente, muestra que los contemporáneos no sabían qué iba a pasar después, y que por tanto tenían una considerable libertad de elección. De hecho, “gobernantes y ministros –afirma– gozaban del libre albedrío que les permitía desafiar el carácter normativo de las políticas derivadas de la comprensión de los intereses nacionales”,5 o quizá mejor dicho, su visión de los intereses nacionales no necesariamente era el mismo que el de otras personas. Pero lo importante es que al excluir los factores que restringían su libertad de elección, presentamos una imagen completamente falsa de esa elección como si no hubiera tenido restricciones. Gobernantes como Catalina la Grande de Rusia se permitían en efecto cambios abruptos de política, pero siempre dentro de los límites de lo que era aceptable: a un buen número de zares rusos los asesinaron porque transgredieron esos límites. Para tomar otro ejemplo, a saber, el análisis de Ferguson del estallido de la Primera Guerra Mundial, Aviezer Tucker observa que “Ferguson construye actores históricos descontextualizados, aislados de contextos culturales y económicos más amplios que excluían el tipo de decisiones que él habría tomado” si él hubiera sido miembro del gobierno de Asquith. De nuevo en este caso, para que funcione la hipótesis contrafactual, hay que presentar a los individuos que toman las decisiones, de manera poco plausible, como actores en el vacío. Los contextos más generales en los que sir Edward Grey tomó la decisión de ir a la guerra en 1914 hacen probable que incluso si el gobierno liberal hubiera caído como resultado de la dimisión de los ministros que estaban en contra de ir a la guerra con Alemania, tarde o temprano los británicos habrían intervenido igualmente.6
La versión de Black de lo “contrafactual”, que no viene a ser más que la posibilidad de que las cosas hubieran podido acabar de otra manera, no nos ayuda de ningún modo a explicar cómo o por qué acabaron como acabaron, en buen parte porque Black prefiere “los escenarios contrafactuales que ofrecen complejidad e indeterminación”, antes que los que ofrecen “respuestas”. En última instancia, sus escenarios contrafactuales no lo son en absoluto, o mejor dicho, no son escenarios contrafactuales en el sentido utilizado por la mayoría de exponentes del género. Si lo único que puede decirse en su favor es que “nos hacen mucho más conscientes del papel de lo contingente”, eso no es mucho, y una vez más se confunde contingencia y contrafactualismo.7 Otras contribuciones a volúmenes contrafactualistas van en la dirección contraria y evitan especular; así, por ejemplo, Tucker señala que el ensayo basado en investigaciones en archivos de Michael Burleigh en el volumen de Ferguson sobre los planes nazis para Europa no es contrafactual porque no dice qué debería haber cambiado en la historia de la guerra para que esos planes se hubieran llevado a la práctica.8 Una categoría mucho más amplia de escritura especula a un nivel demasiado limitado para que valga la pena analizarla como contrafactualismo, a saber, el gran número de ensayos de historia militar que analizan cómo una batalla que fue de una manera podría haber sido de otra. Sin duda la más exhaustiva de estas obras es el volumen publicado en 1997 por Dennis E. Showalter y Harold C. Deutsch, If the Allies Had Fallen [Si los aliados hubieran perdido]. En nada menos que sesenta ensayos distintos, algunos historiadores militares consideran escenarios contrafactuales que van desde qué habría pasado si los británicos no hubieran conseguido descifrar la radiocomunicación alemana hasta “qué habría pasado si Stalin hubiera aceptado la presunta propuesta de Sháposhnikov de concentrar las defensas a lo largo de la línea Stalin”. Muchos de estos escenarios son poco realistas (por ejemplo, qué habría pasado si Hitler hubiera dejado que sus generales trabajaran a su aire en lugar de interferir todo el rato). Fundamentalmente los textos, muchos de los cuales son muy breves, se dedican a volver sobre la estrategia y las tácticas de la Segunda Guerra Mundial con la intención de rectificar los errores o de subrayar de vez en cuando las decisiones correctas tomadas por los contendientes.
Bastante distinta en estilo e intención es otra subcategoría de lo contrafactual, extrema...

Índice

  1. prólogo
  2. I La expresión de un deseo
  3. II La historia virtual
  4. III Ficciones futuristas
  5. IV Mundos posibles