Exigencia y ternura
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Exigencia y ternura

Cartas pedagógicas para acompañar una vida en crecimiento

  1. 192 páginas
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Exigencia y ternura

Cartas pedagógicas para acompañar una vida en crecimiento

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Este libro nace de dos convicciones: la primera es que la exigencia junto a la ternura debería ser el criterio pedagógico fundamental en el acompañamiento de los alumnos e hijos en su crecimiento como personas. En efecto, este criterio, aplicado con constancia y de forma simultánea, logra más fácilmente objetivos positivos cuando se aplica correctamente; es decir, cuando hay que ser exigente, se hace con ternura, y la ternura ha de ir acompañada de firmeza más que de permisividad. La exigencia y la ternura parecen actitudes educativas contradictorias o que se excluyen. Sin embargo, en la vida de cada día, la exigencia sin ternura o la ternura sin exigencia hacen deficitaria la intervención educativa. La segunda convicción es que un buen acompañante educativo, tanto en el colegio como en la familia, ha de intentar hacer su tarea desde la síntesis entre el maestro que es, el educador que propone y el pedagogo que sabe aplicar la dosis conveniente en el momento oportuno.Estas cartas han sido amasadas poco a poco, con los ingredientes de la experiencia personal y a través de múltiples charlas y encuentros con profesores, y en las Escuelas de Padres y Madres que el autor ha dirigido durante estos últimos casi veinte años. Su mirada se vuelve hacia los educadores que trabajan en la construcción de personas adultas tanto en el colegio como en la familia, dos lugares pedagógicos y educativos fundamentales cuya implicación y apoyo mutuo son imprescindibles para caminar en la misma dirección y para que el alumno-hijo advierta que, tanto en el colegio como en la familia, el norte está en el mismo sitio.

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Información

Editorial
PPC Editorial
Año
2010
ISBN
9788428822824
1

Comienza, maestro Goro, «soñando» a tus alumnos o hijos

El cuento de Pinocho comienza con la existencia de un leño de madera que lloraba y reía como un niño.
Érase una vez un tronco de madera. Pero no un tronco de madera de lujo, sino sencillamente un leño de esos con que en el invierno se encienden las chimeneas para calentar la casa... Cierto día, el leño de mi cuento fue a parar al taller de un viejo carpintero, cuyo nombre era maese Antonio, a quien todo el mundo le llamaba maese Cereza, porque la punta de su nariz, siempre roja y reluciente, parecía una cereza madura. Cuando maese Cereza vio aquel leño, se puso más contento que unas pascuas, tanto que comenzó a frotarse las manos, mientras decía para su capote:
–¡Llegas a tiempo, porque voy a hacer de ti la pata de una mesa!
Cogió el hacha para comenzar a quitarle la corteza y desbastarlo, pero, cuando iba a dar al primer hachazo, se quedó con el brazo suspendido en el aire, porque oyó una vocecilla que decía con tono suplicante:
–¡No! ¡No me des tan fuerte!
Los ojos asustados de maese Cereza recorrieron el taller entero para ver de dónde podía venir aquella vocecilla, y no vio a nadie. Miró debajo de su banco de trabajo, y nada... abrió la puerta del taller y salió a la calle, y tampoco encontró a nadie.
–Ya comprendo –dijo rascándose la peluca–. Esa vocecilla ha sido una ilusión mía.
Y, tomando de nuevo el hacha, arreó un formidable hachazo en el leño.
–¡Ay, me has hecho daño! –dijo con dolor la vocecilla.
Esta vez, maese Cereza se quedó de piedra. Cuando pudo hablar dijo temblando de miedo:
–Pero, ¿de dónde sale esa vocecilla que ha dicho ¡ay!, si aquí no hay nadie? ¿Será que este leño ha aprendido a llorar y a quejarse como un niño? ¡No puedo creer lo que me está pasando! Este leño es como todos los leños, bueno para la chimenea...
En aquel momento llamaron a la puerta.
–¡Adelante! –contestó maese Cereza con voz débil por el miedo que llevaba dentro.
Entonces entró en la tienda un viejecillo muy vivo, que se llamaba maese Goro, pero a quien los críos le llamaban maese Fideos, porque su peluca amarilla parecía que estaba hecha con fideos de los finos.
–Buenos días, maese Antonio –dijo al entrar.
–¿Qué le trae por aquí? –preguntó maese Cereza.
–Esta mañana se me ha ocurrido una idea. He pensado hacer un magnífico muñeco de madera que sepa bailar, dar saltos mortales, disparar con el arco... Con ese muñeco me dedicaré a recorrer el mundo para ganarme el pan... y un traguillo de vino. ¿Qué le parece?
–Me parece una idea genial.
–Pues por eso vengo a verle a usted. ¿No tendría un leño de madera para hacer ese muñeco que le he dicho?
Maese Antonio se puso contentísimo porque por fin iba a liberarse de aquel bendito leño que le daba tantos sustos. Y cuando iba a entregárselo a maese Goro, el leño dio un salto, se le escapó de las manos y fue a dar un tremendo golpe en las pantorrillas de maese Goro, que muy molesto dijo a su amigo:
–¡Pues vaya una manera que tiene usted de regalar las cosas! ¡Por poco me deja cojo!
–Pero, si no he sido yo.
–¡No, habré sido yo entonces!
Después de discutir un rato entre los dos, maese Goro tomó el leño bajo el brazo y, dando las gracias a maese Cereza, se marchó cojeando a su casa.
Querido maestro Goro: el educador-soñador no es un iluso, sino un profeta.
Quiero comenzar esta primera carta felicitándote y reconociendo que eres un verdadero maestro, porque en tu mente y en tu corazón bullen, al calor de tu creatividad, unas ganas inmensas de dar vida, una ilusión y un proyecto de hacer un muñeco vivo nada menos que a partir de un inquieto leño que te saluda con un golpe en tus pantorrillas.
Sabes «mirar» a Pinocho
Te sientes soñador, creador, y quieres hacer de tu inquieto leño un muñeco maravilloso. Con la acogida incondicional del leño pones de manifiesto tu talla de maestro educador, ya que la acogida es el primer paso para convertir tu afán y tu sueño en afecto entrañable y deseoso de lo mejor.
La mirada que diriges al leño es una mirada ilusionada, creadora, positiva, llena de dignidad, paciente, innovadora. Se te ve maestro con percha de maestro, porque sabes dónde colgar tu tarea educativa: en tu interior, en tu riqueza como persona, en tu identidad de maestro.
Algunos rasgos que me llaman la atención de tu percha de maestro
De los muchos aspectos que perfilan tus actitudes educativas y soñadoras me llaman la atención tres, que me parecen sobresalientes.
1) Tomas como punto de partida de la educación de Pinocho al tronco de madera tal como es, rico y complejo.
2) Asumes el reto creador con la seguridad de que tu leño es educable, es decir, crees en él.
3) Tienes la lucidez de comprender que la clave del éxito está en ti como educador de Pinocho.
Con estas actitudes educativas señalas caminos, asumes compromisos, trabajas tus sueños. Como maestro, apuestas y arriesgas por el leño hasta el final, porque sabes que siempre hay camino, también para un leño.
Quiero comentar contigo brevemente cada uno de estos ejes educativos que aprendo de tu identidad.
Tomas como punto de partida de la educación de Pinocho, el tronco tal como es: rico y complejo
Sabes, maestro Goro, que como educador has de tener en cuenta que Pinocho, en cuanto persona viva que es, ha de ser comprendida como una realidad «polar», integrada por contrarios; es decir, una persona que sabe e ignora, que ama y es egoísta, que acoge y rechaza, que tiene interés y es apática, que es trabajadora y vaga, con luces y sombras: hecha y por hacer.
Comprender así a Pinocho puede ayudarte a comprender la educación como vida en crecimiento, inacabada, haciéndose. Efectivamente, maestro Goro, nadie es maduro del todo, sabedor de todo, consciente de todo, coherente en todo, bueno del todo, justo del todo, siempre solidario, siempre seguro, siempre honrado, universal del todo. Nadie es tampoco nada, nada consciente, ignorante de todo, nada coherente, nada bueno, nada justo, nada solidario, nada seguro, nada confiado, nada honrado. Nadie es todo como nadie es nada. Esta comprensión de Pinocho puede ayudarte a situarte ante su vida y su educación con más realismo, con menos presunciones, con menos incomprensiones; te hace menos perfeccionista y más trabajador, menos derrotista y menos resignado. Todo lo contrario: esta comprensión de Pinocho te hace más posibilista y más implicado en la tarea de...

Índice

  1. Portadilla
  2. Citas
  3. Contenido
  4. Presentación
  5. 1. Comienza, maestro Goro, «soñando» a tus alumnos o hijos
  6. 2. Maestro Goro, has de llegar a ver toda la riqueza que encierra la persona de Pinocho
  7. 3. El estilo educativo de acompañamiento
  8. 4. Las necesidades básicas de Pinocho-niño
  9. 5. Cuando Pinocho se hace púber. Cómo es y qué necesidades educativas tiene
  10. 6. Cómo es y qué necesidades educativas tiene Pinocho-adolescente
  11. 7. La autoridad educativa enseña a Pinocho la obediencia y la responsabilidad
  12. 8. Crecer supone lágrimas. Qué hacer con las lágrimas de Pinocho
  13. 9. La importancia de saber qué hacer con los sentimientos
  14. 10. Educar la agresividad de Pinocho
  15. 11. Educar el miedo paralizante de Pinocho
  16. 12. Educar la envidia destructiva de Pinocho
  17. 13. La herencia de la autoestima
  18. 14. Cómo educar a Pinocho en la asertividad
  19. 15. Pinocho puede aprender a vivir con alegría
  20. 16. Pinocho necesita aprender a dar sentido a su vida
  21. 17. Educar a Pinocho en el estudio
  22. 18. Educar a Pinocho en el consumo
  23. 19. Educar a Pinocho en el ocio
  24. 20. Educar a Pinocho en valores ricos en humanidad
  25. 21. Educar a Pinocho en el respeto a los otros
  26. 22. Educar a Pinocho en la sociabilidad
  27. 23. Educar a Pinocho a ser solidario. Cuando el corazón no siente, los ojos no ven
  28. Posdata. Nunca dejes de soñar y de trabajar, maestro Goro, por tus sueños educativos
  29. Bibliografía consultada y aconsejada
  30. Créditos