El camino del Tao
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El camino del Tao

  1. 184 páginas
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El camino del Tao

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Inspirándose en los antiguos textos de Lao-tzu, Chuang-tzu, el libro de Kuan-tzu y el I Ching, así como en los estudios de Joseph Needham, Lin Yutang y Arthur Waley -entre otros-, Alan Watts ha escrito, con su inimitable estilo, un libro destinado a convertirse en el texto occidental básico sobre el Taoísmo.El libro comienza con un capítulo acerca del lenguaje chino -que, según Watts, pasará a convertirse en el segundo idioma internacional después del inglés-, para explicar, a continuación, lo que significa el Tao (el fluir de la naturaleza), wu wei (la no-acción) y te (el poder que emana de ello). Cuando le sorprendió la muerte, a fines de 1973, Watts se proponía completar su obra escribiendo acerca de las implicaciones políticas y tecnológicas del Taoísmo y sobre su significado actual. Aunque no pudo terminar el libro, un amigo y colega, el maestro de t'ai chi Al Chung-liang Huang -que asistió y codirigió las últimas conferencias y seminarios que escribió Watts, y que dieron pie al presente libro- completó el texto y proporcionó, además, muchas de las caligrafías chinas que componen el material ilustrativo.El camino del Tao no es únicamente una introducción a la esencia del Taoísmo sino, en cierto modo, la opera magna que recapitula la vida y obra de Alan Watts.

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Información

Año
2020
ISBN
9788499888378

1. EL LENGUAJE CHINO ESCRITO

Un proverbio chino frecuentemente citado dice que una figura equivale a mil palabras, ya que a menudo es más fácil mostrar que decir.
Como es sabido, la escritura china es singular, en el sentido de que no emplea un alfabeto, sino caracteres o ideogramas que originalmente fueron dibujos o signos convencionales. Con el correr de los siglos, los pictogramas grabados en hueso o bambú se convirtieron en dibujos hechos a pincel sobre seda o papel, algunos de los cuales presentaban una semejanza con las formas primitivas –o con lo que éstas solían indicar– y crecieron enormemente en número y en grado de abstracción.
Muchos occidentales –la mayoría de ellos alfabetizados–, e incluso algunos chinos, tienen la impresión de que esta forma de escribir resulta difícilmente compleja y poco eficiente. En los últimos años se ha hablado mucho de «racionalizar» el chino mediante la introducción de un alfabeto similar, quizás, al japonés hiragana y katakana.1 Pero considero que esto sería desastroso. Además, tal vez no tengamos conciencia de hasta qué punto las personas alfabetizadas utilizan actualmente ideogramas. Los aeropuertos internacionales y las carreteras muestran profusión de ellos, debido a que su significado es inmediatamente obvio, cualquiera que sea la lengua que uno hable. La tabla 1 es una lista parcial de dichos símbolos y la tabla 2 sugiere cómo podrían ser empleados para construir oraciones.
Dad rienda suelta a la imaginación y comprobaréis cómo a partir de estas imágenes –que, sin demasiada dificultad, pueden ser comprensibles para casi cualquier persona sin necesidad de que aprenda una nueva lengua hablada– se puede desarrollar un rico lenguaje visual. Uno lo pronunciará en su propia lengua. Pero hará falta mucho tiempo para que este idioma desarrolle una literatura y evolucione hasta el punto de poder expresar matices sutiles de pensamientos y sentimientos. De cualquier modo, las computadoras vencerán este obstáculo con facilidad y, como se demuestra en la tabla 2, tales ideogramas podrán comunicar relaciones complejas o configuraciones (Gestalten) más rápidamente que las interminables oraciones alfabéticas. El ideograma proporciona más información a simple vista y en menos espacio que la forma de escritura lineal y alfabética que, para que resulte comprensible, debe ser pronunciada. ¿Existe acaso alguna conexión entre el tiempo que lleva «completar» una educación y el kilometraje total de letras impresas que el ojo debe examinar?
Tabla 1
Una selección de ideoagramas occidentales
Tabla 2
Ideoagramas occidentales utilizados como lenguaje
El mundo natural no es un sistema lineal. Éste implica una infinidad de variables interactuando simultánea mente, de modo que llevaría una cantidad incalculable de eones expresar un solo momento de su funcionamiento en un lenguaje alfabético y lineal. ¡Dejemos en paz al universo! Tomemos por ejemplo el caso del planeta Tierra, o incluso lo que hay en un pequeño estanque o, ¿por qué no?, la estructura del átomo. En este punto es donde los problemas de lenguaje se relacionan con la filosofía taoísta porque, como comienza diciendo el libro de Lao-tzu, el Tao que puede ser expresado no es el Tao Eterno (o Absoluto). Continúa mostrando que existe un modo de comprender y acompañar el proceso de la naturaleza distinto al de expresarlo en palabras. Después de todo, el cerebro –el verdadero órgano de la inteligencia– desafía incluso las descripciones lingüísticas de los más grandes neurólogos. En consecuencia, un lenguaje ideográfico resulta más próximo a la naturaleza que uno estrictamente lineal y alfabético. En todo momento la naturaleza es una simultaneidad de modelos. El lenguaje ideográfico configura una serie de modelos y, hasta este punto, es todavía lineal, aunque no tan trabajosamente lineal como el lenguaje alfabético.
Este punto crítico –el que nuestros organismos posean hábiles formas de conocimiento que van más allá de las palabras y de la atención consciente, modos que pueden manejar un número desconocido de variables al mismo tiempo– será discutido más adelante. Baste recordar ahora que la organización y regulación de miles de procesos corporales a través del sistema nervioso puede estar absolutamente más allá de la reflexión y de la planificación deliberadas, para no mencionar las relaciones de esos procesos con el mundo «exterior».
Como ya he dicho, harían falta años y años para que un lenguaje ideográfico, nuevo y artificial, desarrollara una literatura. ¿Pero para qué planteamos esta preocupación si ya existe el idioma chino? Éste es leído por 800.000.000 de personas que lo pronuncian por lo menos en siete dialectos o modos diferentes –sin incluir el japonés–, y que difiere de cada uno de ellos aún más radicalmente que el inglés imperial del cockney o de la jerga del jazz de Nueva Orleans. Más aún, ha conservado sustancialmente la misma forma durante por lo menos 2.500 años, de modo que, actualmente, cualquier persona de habla inglesa tiene más dificultades para comprender a Chaucer que un chino moderno para comprender a Confucio. Hasta cierto punto, el inglés –una lengua increíblemente compleja e idiomática– se ha convertido en el idioma internacional más importante, si bien el español es más simple. ¿No podrá acaso el chino convertirse, en su forma escrita, en la segunda lengua de importancia internacional?
Apuntar esta posibilidad no es en modo alguno tan absurdo como muchas personas imaginarán, ya que nuestra habitual frustración con respecto a los ideogramas chinos no es más que un prejuicio determinado por la ignorancia. Se supone que son exóticos, fantásticos y tortuosos, y tan falsos como «el misterioso Oriente». Si bien el diccionario de K’ang-hsi del año +1716 registra alrededor de 40.000 ideogramas, una persona razonablemente alfabetizada necesita alrededor de 5.000, y un occidental comparativamente alfabetizado seguramente conocerá la misma cantidad de palabras en su propio idioma. La dificultad que presenta reconocer e identificar los ideogramas seguramente no es mayor que la que ofrecen otros modelos complejos, como las diversas clases de flores, plantas, mariposas, árboles y animales salvajes.
En otras palabras, el chino es más simple de lo que parece y, en general, puede ser escrito y leído más rápidamente que el inglés. La palabra inglesa MAN (hombre) exige diez trazos de la pluma, mientras que la palabra china jen exige sólo dos. TREE (árbol) requiere trece, pero mu sólo cuatro. WATER (agua) necesita dieciséis trazos, pero shui cinco. MOUNTAIN (montaña), dieciocho, y shan cuatro. Incluso si tomamos una realmente complicada: CONTEMPLATION (contemplación) requiere veintiocho trazos, mientras kuan requiere veinticinco. Las mayúsculas romanas son los equivalentes más adecuados de los ideogramas mostrados y aunque nuestra escritura corrida es acelerada, esto no es nada comparado con su equivalente chino. Comparad nothing [nada] con wu 无. Para ver el contraste existente entre nuestra escritura y la china, en cuanto a su relativa complejidad, simplemente voltead esta página formando un ángulo de noventa grados... ¡y luego mirad la versión inglesa!
Tabla 3
Evolución de la escritura china
Columna 1: Cursiva arcaica.
Columna 2: Estilo pequeño sello.
Columna 3: Clásica y moderna (uso del pincel).
Con el objeto de simplificar las cosas aún más, el chino no establece distinciones rígidas entre las partes del discurso. Los sustantivos y los verbos a menudo son intercambiables y también pueden cumplir la función de adjetivos y adverbios. Cuando cumplen la función de sustantivos no es necesario tener en cuenta el género –con el cual los adjetivos deben concordar– y no son declinados; cuando se los utiliza como verbos, no se los conjuga. Si es necesario, se utilizan algunos ideogramas simples para señalar si la situación es pasada, presente o futura. No hay dificultades con respecto a es, era y será, ni a is, was, were y will be, y mucho menos con respecto a suis, es, est, sommes, êtes, sont, fus, fûmes, serais y sois, las diversas formas de los verbos ser, to be y être. Cuando se traduce literalmente al inglés, el chino se lee como un telegrama:
Virtud superior no virtud está siendo virtud.
Si elaboramos la frase, la traduciremos así: «La virtud superior no es intencionalmente virtuosa; justamente por eso es virtud». El idioma chino es más chocante y obliga a pensar.
Por esta razón, resulta difícil ser exacto en el idioma chino o establecer con claridad esas distinciones que son necesarias y propias de los análisis científicos. De cualquier manera, el chino cuenta con la ventaja peculiar de que es capaz de decir muchas cosas al mismo tiempo y darle significado a todas, motivo por el cual se han realizado por lo menos setenta traducciones de Lao tzu al inglés. Por otra parte, cuando es necesario ser más exacto, se utilizan palabras compuestas. Así, sheng 生, que significa entre otras cosas «nacer», puede especificarse como parto; 生出世 nacer del mundo; 生下 o 生成养 engendrado, teniendo esta última, además, el significado de crianza. Luego uno distingue 胎生 nacido de un útero; nacido de un huevo o nacido por metamorfosis, como en el caso de la mariposa.
El orden de las palabras es un aspecto importante de la gramática china. Aunque en muchos sentidos está relacionado con el idioma inglés y, por ejemplo, no traslada los verbos al final de la oración –como en el latín y el alemán–, uno debe tener el cuidado de distinguir 手背 palma de la mano, de 背手 las manos en la espalda; y mientras 皇上 es el emperador, 上皇 es su padre, o el difunto emperador. Esto no es tan diferente de → ↑ gire a la derecha y suba, y ↑ → suba y gire a la derecha.
Durante mucho tiempo he reivindicado la enseñanza del idioma chino en las escuelas secundarias no sólo porque inevitablemente tendremos que aprender a comunicarnos con los chinos sino porque, de todas las culturas superiores, la suya es la que más difiere de la nuestra en sus modos de pensamiento.
Todas las culturas se basan en supuestos y dan por sentado que éstos son apenas conscientes y sólo cuando estudiamos culturas y lenguajes altamente diferenciados tomamos conciencia de ello. El promedio standard de las lenguas europeas, por ejemplo, cuenta con oraciones construidas de modo tal que el verbo (acción) debe ser puesto en marcha por el sustantivo (cosa), con lo cual se plantea un problema metafísico tan tramposo, y probablemente tan carente de sentido, como es el de la relación de la mente con el cuerpo. No podemos hablar de «conocimiento» sin dar por sentado que existe algún «alguien» o «algo» que conoce, sin comprender que no se trata más que de una convención gramatical. La suposición de que el conocimiento exige un conocedor no se basa en una regla existencial sino en una regla lingüística que se vuelve obvia cuando consideramos que para que llueva no hace falta un llovedor y para que se nuble no hace falta un nublador. Por eso, cuando un chino recibe una invitación formal, responde simplemente con la palabra «Enterado», indicando que está informado y que irá o no.2

Consideremos, además, el sorprendente experimento llevado a cabo por Rozin, Poritsky y Sotsky, de la Universidad de Pennsylvania, que descubrieron que los niños del segundo curso que estaban atrasados en el aprendizaje de la lectura podían aprender a leer el chino con facilidad y, en el lapso de cuatro semanas, lograban construir oraciones simples.3 No sé si alguien ya ha aplicado este método a los niños sordos, pero parece obvio que un lenguaje ideográfico sería el medio de comunicación por escrito ideal para ellos. A menudo uno nota que, en sus conversaciones, tanto los chinos como los japoneses dibujan ideogramas con sus dedos en el aire o en la mesa, para aclarar la ambigüedad o vaguedad de la palabra hablada. [¡Es un ardid dibujarlos de atrás para adelante o de arriba hacia abajo en beneficio de la persona que se encuentra frente a ti!]
En ocasiones se dice que la escritura china (al igual que la pintura) contiene un «alfabeto», en el sentido de que posee un número determinado de componentes tipo.4 También se dice, no muy correctamente, que el ideograma yung,5 «eterno», contiene todos los trazos básicos utilizados en la escritura china, aunque no logro ver que incluya el fundamental «bone stroke» (trazo de hueso) o formaciones tales como . Tan pronto como uno se familiariza con los trazos elementales y las formas que componen los ideogramas, éstos son reconocidos y recordados con más facilidad, incluso antes de conocer su significado en inglés. La lectura china es, fundamentalmente, lo que los técnicos de la comunicación denominan «reconocimiento de los...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. PRÓLOGO
  5. PREFACIO
  6. PROLEGÓMENA
  7. 1. EL LENGUAJE CHINO ESCRITO
  8. 2. LA POLARIDAD YIN-YANG
  9. 3. TAO
  10. 4. WU-WEI
  11. 5. TE: VIRTUALIDAD
  12. UNA VEZ MÁS: UN NUEVO COMIENZO
  13. BIBLIOGRAFÍA
  14. NOTAS
  15. Contracubierta