Los diálogos del Doctor Oxo y Míster Eskein
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Los diálogos del Doctor Oxo y Míster Eskein

Keynes en el banquillo de los acusados

  1. 194 páginas
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Los diálogos del Doctor Oxo y Míster Eskein

Keynes en el banquillo de los acusados

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Un economista ortodoxo (doctor Oxo) pone a Keynes (míster Eskein) en el banquillo de los acusados para plantear las diferencias y coincidencias entre el pensamiento económico clásico y el keynesiano, recorriendo todas las teorías macroeconómicas. Aunque en términos operativos los economistas tienen en general bastantes puntos en común respecto a los grandes temas de la Economía (formación de precios en diferentes mercados, inflación, desempleo, déficit fiscal), existen, no obstante, diferencias entre quienes siguen la tradición clásica y quienes adhieren al pensamiento prístino de Keynes.Para poder abordar, al menos en parte, esta temática controversial, el autor propone a los lectores diversos diálogos entre el Doctor Oxo, un representante de la tradición clásica, y Míster Eskein, quien defiende el pensamiento del propio Keynes, que, como se verá, no necesariamente es el pensamiento de algunos (o muchos) "keynesianos".Sin el empleo de matemáticas y mediante un glosario de términos específicos de la disciplina, el libro pretende ser de interés y comprensión tanto de economistas como de aficionados en general. El pensamiento keynesiano es presentado en esta obra a manera de diálogo, con agudos y certeros interrogantes, confrontando las teorías dominantes del campo económico con la realidad. Aporte al entendimiento de la teoría económica y su aplicación.

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Información

Año
2019
ISBN
9789506231705
Categoría
Economía
LA DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO I
La distribución del ingreso era considerada en tiempos de los primeros clásicos como el principal problema de la Economía. En la etapa más avanzada del pensamiento clásico (los neoclásicos), se asoció la distribución del ingreso a los aportes contributivos que hacían los factores de la producción, básicamente, el trabajo, que recibe salarios, y el capital, que se remunera con beneficios. Keynes, por su parte, observó dificultades para definir sin ambigüedad el concepto de capital, al ser los bienes de capital heterogéneos y requerir de precios que se conforman con salarios y beneficios. Por lo tanto, Keynes simplemente supuso que la distribución del ingreso estaba dada. Los economistas keynesianos del Cambridge (UK) objetaron más directa y explícitamente la teoría neoclásica de la distribución, pero no ofrecieron una teoría satisfactoria en su lugar.
Dr. Oxo: —Un área donde Keynes brilló por su ausencia es el de la distribución del ingreso…
Mr. Eskein: —En efecto; Keynes en su General Theory considera dada —junto a otras variables— la distribución del ingreso, aunque más rigurosamente debería decirse que no se ocupa del tema, ya que la distribución del ingreso a fortiori se modifica con cambios en el producto y las demás variables. Sin embargo, desde la ortodoxia hay también muy poco para decir sobre este tema y lo poco que hay tiene errores que han sido muy criticados.
Dr. Oxo: —No estoy de acuerdo con usted. La TNC proporciona una explicación de la distribución del ingreso basada en la productividad marginal de los factores, que se remonta a Ricardo. Per contra, la teoría keynesiana carece por completo de una teoría en tal sentido. Por otra parte, claro que se verifican cambios en la distribución del ingreso aun cuando permanezca constante el producto, lo que se pone de manifiesto en los giros sobre una misma isocuanta e isocoste cuando cambian los precios relativos de los factores.
Mr. Eskein: —Comenzando por su último comentario, considero que está usted en un error, porque en un esquema de maximización de beneficios, o bien el producto es variable con una disponibilidad de recursos dada y con ella se procura alcanzar el más alto producto posible, o bien, al revés, este último está dado y se busca la combinación de mínimo coste; sin embargo, ambos, la disponibilidad de recursos y el producto no pueden ser constantes al mismo tiempo. Por otra parte, coincido con usted en que, desde el keynesianismo, comenzando por el propio Keynes, como le admitía hace un momento, no ha habido desarrollos sólidos sobre este tema, aunque hay que rescatar el planteamiento de Kaldor y los refinements posteriores de Pasinetti, los que quizás son algo toscos y comparten a su vez algunas críticas que los propios keynesianos le efectúan a la TNC con relación al capital. Sin embargo, la explicación de la distribución del ingreso basada en la productividad marginal de los factores tiene dos críticas muy importantes.
Dr. Oxo: —Permítame que me detenga en lo de la maximización de beneficios y los cambios en los precios relativos, luego le preguntaré por las críticas que usted señala. No estoy de acuerdo con que no se puedan mostrar los efectos de cambios en los precios relativos sobre una misma isocuanta. Justamente, ese razonamiento es el que explica cómo las empresas reemplazan capital por trabajo o, recíprocamente, ante cambios en los precios relativos de los factores.
Mr. Eskein: —Sin duda, cuando cambian los precios relativos se modifica la relación capital/trabajo, pero esto no habilita a proponer que los cambios se producen con el mismo nivel de producto. Es una cuestión que se relaciona con la idea de Ricardo, luego abandonada, de que la distribución y la producción no pueden separarse.
Dr. Oxo: —Me extraña. Justamente, el análisis microeconómico, tanto en el caso de la oferta de trabajo como en el planteamiento de la producción y otros más, muestra que en el punto de tangencia de la recta de restricción y la isocuanta (o la curva de indiferencia) se verifica el óptimo.
Mr. Eskein: —Sin duda. La cuestión es que, como le decía recién, o es variable el mapa de isocuantas (o curvas de indiferencia, para el análisis de los agentes que maximizan su bienestar) para una disponibilidad de recursos dada, o al revés, pero usted no puede considerar que ambos son fijos.
Dr. Oxo: —Pero esa es la forma de mostrar que, con un mismo nivel de producto, pueden emplearse diferentes combinaciones de recursos.
Mr. Eskein: —Le insisto en que no está en discusión el concepto de isocuanta. Usted puede trazar, como se propone en los textos, líneas que representan una determinada combinación de recursos, en una relación constante, que alcanza a una dada isocuanta y deducir cómo deberían ser los precios relativos para que la empresa elija esa combinación de factores u otra que correspondiere si la recta fuera una diferente. Sin embargo, usted no puede sostener que si los precios de los factores son otros, distintos de lo que son, la técnica elegida se aplicará al mismo nivel de producto, o que si el nivel de producto se mantiene, la recta de isocostes, con los nuevos precios relativos, será la misma.
Dr. Oxo: —Pero estamos diciendo lo mismo…
Mr. Eskein: —No. Una cosa es sostener que, para un determinado radio vector, en el plano en que se mide el capital y el trabajo (suponiendo que estos son los dos únicos factores intervinientes), la tangente a la isocuanta en el punto en que el radio vector la corta mide los precios relativos e indica el nivel de uso de los factores, dada una restricción presupuestaria de las empresas, y otra muy distinta es proponer que, si cambian los precios relativos, la tangente a esa misma isocuanta la genera una recta que representa la misma restricción presupuestaria del caso anterior. Cuando cambian los precios relativos y se pretende mantener sin cambios la producción, la empresa lo puede lograr con una nueva técnica (combinación de capital y trabajo) pero no le va a costar lo mismo.
Dr. Oxo: —¿Y por qué no?
Mr. Eskein: —Por lo que venimos planteando. No se puede fijar la recta de presupuesto y de la producción; una de las dos debe ser variable.
Dr. Oxo: —Sinceramente, no veo por qué.
Mr. Eskein: —No es posible, porque suponiendo un producto y dos factores, para una situación de óptimo con una restricción presupuestaria (una optimización condicionada), se añade luego la ecuación que propone la función de producción —podemos suponerla homogénea lineal (HL)— y a continuación las tres ecuaciones que plantean las condiciones de primer orden, suponiendo cumplidas las de segundo. Eso le da cinco ecuaciones que se contraponen con las nueve incógnitas: la correspondiente al óptimo buscado; el precio del producto; el propio producto; el multiplicador de Lagrange; los precios de los factores; los factores de producción, y la dotación de recursos. Si se considera dada esta última, lo mismo que los precios de los factores, resta un grado de libertad; sin embargo, el precio del producto —la incógnita faltante— se resuelve con la inclusión de la curva de demanda. Por lo tanto, el modelo es determinado con esta última inclusión (la curva de demanda).
Dr. Oxo: —Pero usted, en lugar de considerar dado el precio del producto, puede fijar la isocuanta —que es lo que usted sostiene que no se puede hacer— y también resuelve el modelo.
Mr. Eskein: —No es así. Usted puede o no fijar el precio; eso no es muy relevante, porque al eliminar el multiplicador de Lagrange cuando se dividen las productividades marginales de los factores entre sí para resolver el modelo, también se elimina el precio del producto. Sin embargo, si usted fija el producto se presenta una sobredeterminación del modelo, porque el cociente de las productividades marginales, junto con la ecuación de la restricción presupuestaria, le da toda la información que necesita para determinar la cantidad de los factores, y al reemplazar estos valores en la función de producción, obtiene el producto. Vale decir, si se fija el producto, se obtiene este dos veces, lo que no tiene sentido.
Dr. Oxo: —Pero, entonces, ¿cuál es la base matemática para proponer el giro sobre la misma isocuanta cuando cambian los precios relativos manteniendo además la restricción presupuestaria?
Mr. Eskein: —La única forma matemática para ello es la función de producción, con un valor dado para el producto (una isocuanta), con lo que la función proporciona solamente una relación entre los factores junto con la ecuación de restricción que también propone una relación entre los factores, puesto que la restricción presupuestaria, lo mismo que los precios de los factores, se suponen dados. Se tiene, entonces, un sistema de dos ecuaciones con dos incógnitas que son precisamente los dos factores. Por supuesto, si usted cambia los precios relativos, va a cambiar la relación de uso de factores. Sin embargo, esto no implica que el ejercicio surja de un esquema de optimización: se deriva solamente de este par de ecuaciones.
Dr. Oxo: —Voy a repensar sus argumentos. Mientras tanto, volvamos al tema de las críticas a la explicación de la TNC de la distribución del ingreso.
Mr. Eskein: —De acuerdo. Usted conoce una de ellas: que para explicar la distribución del ingreso se apela al concepto de función de producción agregada, el cual requiere que se pueda precisamente agregar, cuanto menos, el capital y el producto, en un escalar.
Dr. Oxo: —Usted se refiere por supuesto a la crítica de Cambridge (CC). Sin embargo, esa crítica no condujo a ninguna parte, lo mismo que la casi totalidad de los desarrollos de esa escuela, incluyendo a Sraffa y otros. Esa crítica fue completamente estéril, porque se limitó a plantear algunas cuestiones formales, pero fue incapaz de proporcionar alternativas, con lo que no tiene sentido pretender eliminar una herramienta de análisis sin proporcionar ninguna salida.
Mr. Eskein: —Nuevamente la doy la razón, pero en parte. En efecto, es cierto que la CC se quedó a mitad de camino, y en el caso de la obra de Sraffa, está llena de limitaciones y es además presuntuosa, porque se plantea como un preludio a una crítica a la TNC que nunca se concretó. Sin embargo, hay otros aspectos de la vasta tarea intelectual de Cambridge que son pertinentes; se refieren, como señalaba recién, al error metodológico —y lógico también— en que incurre la TNC al pretender explicar la distribución del ingreso empleando el concepto de capital agregado —junto con el producto también a escala agregada—, siendo que el capital y el producto a escala macroeconómica requieren, para su agregación, multiplicarse por sus respectivos precios.
Dr. Oxo: —Pero esa es una dificultad menor. Los precios que se emplean cumplen la mera función de ponderadores para poder, precisamente, expresar en un escalar lo que en la realidad es un conjunto de bienes inevitablemente heterogéneos.
Mr. Eskein: —Lo que usted señala es cierto en parte, y ya volveremos sobre eso. El problema es que los simples ponderadores son nada menos que precios, y los precios incluyen, obviamente, salarios y beneficios, con lo que la TNC explica la distribución del ingreso empleando ¡la distribución del ingreso! Eso es razonar en círculos, por esto decía anteriormente que la TNC incurre en errores lógicos.
Dr. Oxo: —Yo creo que lo que usted plantea —en realidad, lo que objeta la CC— es hilado extra fino. Insisto en que los precios que se emplean son solo ponderadores y, por lo general, consisten en precios de algún remoto período base. Sin embargo, lo que se consigue no es poca cosa, con una —le concedo— mínima pérdida de rigor, cual es la de explicar la distribución del ingreso, que para Ricardo era el principal problema de la Economía.
Mr. Eskein: —Por supuesto que la distribución del ingreso debería ser una de las más importantes cuestiones de la Economía, y no solo para Ricardo. También podría aceptarle —si lo señalara— que para conformar la función de producción agregada que se emplea en macroeconomía, igualmente se utiliza la técnica que usted señala, lo que no impide que la función de producción agregada de corto plazo se constituya en una valiosísima herramienta que ayuda a explicar nada menos que el nivel de producto, de precios y demás variables macroeconómicas, hazaña que —como ha sido objeto de discusión con usted anteriormente— le correspondió inicialmente a Keynes. Sin embargo, y como el propio Keynes se ocupó de destacar y recién se ha mencionado, la distribución del ingreso en este caso se toma como dada, vale decir, no se pretende explicar la distribución del ingreso por este mecanismo. El problema con la TNC es que fuerza, por así decirlo, el concepto de función de producción agregada para que ofrezca algo que no puede proporcionar, que es precisamente una explicación de la distribución del ingreso: no tiene ningún sentido sostener que los salarios y beneficios son lo que ahora son, porque eran lo que fueron en el período base.
Dr. Oxo: —Me sorprende que usted sea tan severo con la función de producción, cuando Joan Robinson, la pionera en la CC, señalaba que no se puede abandonar la idea de función de producción sin rescatar el poderoso elemento de sentido común que contiene.
Mr. Eskein: —Efectivamente. Robinson se refiere a que, de algún modo, el hecho de que los beneficios por unidad de capital empleado (midiendo ambos en unidades monetarias corrientes) sean eventualmente más elevados en una economía menos desarrollada —lo que sugiere menor dotación de equipos— comparativamente con otra economía de mayor desarrollo en la que, también tentativamente, estos beneficios podrían ser menores, sería indicativo de que la economía menos desarrollada dispone de menos capital, como quiera que se lo mida. Sin embargo, esto no necesariamente lleva a la conclusión de que la tasa de beneficios esté explicada por la productividad marginal del capital (PMgK), que no hay cómo medirla conforme con lo que venimos discutiendo.
Dr. Oxo: —Pero usted, evidentemente, está confundiendo dos cosas completamente distintas. Una cosa es que resulte difícil medir algo, por las razones que fueren, y otra muy diferente es que las implicancias de ese concepto, como quiera que en definitiva se pueda medir (si es que se lo consigue), sean incorrectas o inaplicables.
Mr. Eskein: —Es cierto lo que usted dice, y eso remite a una crítica propia que se presenta, en este caso, contra las conclusiones de CC, de la que hablaremos más adelante, si le parece. Sin embargo, existe un problema con la interpretación que usted y la TNC proponen en cuanto a que los beneficios por unidad de capital puedan ser más altos en la economía menos desarrollada en comparación con la de mayor desarrollo. Ante todo, comparto la idea de que la más desarrollada con relación a la menos desarrollada dispone de más capital, como quiera que se lo mida. Sin embargo, no es cierto —o no necesariamente, al menos— que ello se deba a que el capital sea más o menos productivo, por dos razones. La primera es que —como se está señalando desde el principio—, a diferencia de la mano de obra cuya productividad puede medirse, el capital no está en esa situación, y aunque puede concederse que, de alguna manera, la economía más desarrollada tiene más capital que la menos desarrollada, pretender mostrar los aportes respectivos del capital en cada una, sin instrumentos de...

Índice

  1. Portadilla
  2. Presentación
  3. Guía del lector
  4. Siglas empleadas
  5. La Ley de Say
  6. El ahorro y la inversión
  7. Salario real y desempleo
  8. La teoría cuantitativa del dinero
  9. La distribución del ingreso I
  10. La distribución del ingreso II
  11. La teoría del capital y la inversión
  12. La teoría del crecimiento
  13. Expectativas racionales y las nuevas escuelas clásicas
  14. La nueva economía keynesiana
  15. Fundamentación microeconómica de la macroeconomía
  16. Otras escuelas económicas
  17. Economía, política, ciencia y metodología
  18. Estado, mercado y política económica
  19. ¿Hay puntos en común entre las dos escuelas?
  20. Glosario
  21. Referencias bibliográficas