Los códices mesoamericanos
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Los códices mesoamericanos

Registro de religión, política y sociedad

  1. 342 páginas
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Los códices mesoamericanos

Registro de religión, política y sociedad

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Los códices mesoamericanos se crearon en el Centro de México desde la época prehispánica. Estos documentos, mal llamados códices, aseguran los autores, fueron uno de los soportes que permitieron la transmisión y preservación de la cultura y la cosmovisión mesoamericanas durante siglos. Recalcan que, a la llegada de los españoles, su producción no desapareció, sino que se trató de adaptar a las novedades. Por ello, la mayor parte de los códices que se conservan corresponde a la época colonial.Destacan que estos manuscritos pintados constituyen una de las mejores fuentes para el estudio de la historia prehispánica y buena parte de la colonial. Consideran también que este hecho resulta más importante si se toma en cuenta que muchas de las crónicas y obras escritas durante el siglo XVI y comienzos del XVIII también recurrieron a ellos para su elaboración. Tal es el caso de los trabajos de fray Bernardino de Sahagún, fray Diego Durán o Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, entre otros.Subrayan que los códices mesoamericanos son repositorios de información con una gran riqueza, que permiten distintos acercamientos, así como una perspectiva metodológica multidisciplinar tal y como el lector especializado se podrá percatar en libro que nos ocupa: Los códices mesoamericanos. Registros de religión, política y sociedad, el cual reúne investigaciones de especialistas consolidados y de quienes están iniciando su carrera, pero con aportes de nuevas miradas a la investigación.

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Información

Año
2021
ISBN
9786078509102
Edición
1
Categoría
History
Categoría
Mexican History

III

Política, sociedad y economía en los códices

Cuauhtitlan entre dos imperios.
El sistema político azteca a través de la evolución histórica de un altepetl

Carlos Santamarina Novillo
Universidad Complutense de Madrid
Introducción: el sistema político azteca en el posclásico tardío
Nuestro conocimiento del sistema político azteca,1 referido al periodo posclásico tardío, aproximadamente entre 1370 y 1520, se ha beneficiado en los últimos años de una serie de trabajos importantes (Carrasco, 1996; Hassig, 1988; Berdan y Anawalt, 1996; Rojas y Smith, 2007) con los cuales podemos obtener una síntesis bastante completa de su funcionamiento. Nuestro propio trabajo de tesis doctoral (Santamarina, 2006) en parte elabora dicha síntesis, al llevar a cabo un análisis del sistema de dominación azteca fundamentado en el modelo de imperio hegemónico o gobierno indirecto y al tratar, entre otras cosas, de tipificar la variedad de estrategias tanto de conquista como de posconquista utilizadas por el centro hegemónico para articular su dominación sobre los altepetl que caían bajo su control. Nuestra interpretación es que dicho sistema puede reconocerse en las dos fases hegemónicas de dicho periodo. Tanto el imperio tepaneca (1370-1428) con su centro en Azcapotzalco, como el mexica-tenochca (1428-1520) con su capital en Tenochtitlan, presentan una misma estructura y un funcionamiento similar, con las evidentes diferencias que implica el mayor desarrollo temporal y territorial del imperio mexica-tenochca.
A partir de tal consideración genérica del sistema político azteca, en el presente trabajo nos proponemos analizar el caso de Cuauhtitlan cuyo estudio adquiere especial interés por la relativa riqueza de la información que nos ofrecen las fuentes, siendo además un altepetl cuya historia atraviesa ambos periodos hegemónicos: el tepaneca y el mexica. Además de los códices y crónicas que nos relatan la historia azteca, generalmente centrados en mexicas y acolhuas, como resultado directo de la influencia del imperio mexica sobre las fuentes coloniales, en este caso contamos con un documento en náhuatl integrado en el llamado Códice Chimalpopoca Anales de Cuauhtitlan (1992). Se trata de una recopilación de carácter fragmentario e irregular que nos ofrece una perspectiva particular —incluso un notable sesgo etnocéntrico—, con el añadido de que ofrece en cierta medida un punto de vista regional de la evolución política del área central, contrastante con otras fuentes.2
Pero además de esa perspectiva local, en los Anales de Cuauhtitlan se advierte un evidente sesgo derivado de su cercanía con los mexica-tenochca. Hay que señalar que, como tantas fuentes etnohistóricas del Centro de México, se trata de un documento recopilado en la época colonial temprana, en el contexto de los trabajos de Bernardino de Sahagún y sus colaboradores indígenas, y por tanto acusa la influencia directa del último periodo prehispánico de hegemonía tenochca. En consecuencia, estos anales sustentarán el punto de vista del imperio mexica, y no perderán ocasión de subrayar la antigüedad y fortaleza de los lazos que unían a Cuauhtitlan con Tenochtitlan. Como veremos, lo anterior tiene mucho de anacrónico, pues la alianza y estrecha cercanía de ambos altepetl —o de las facciones dinásticas gobernantes en cada uno de ellos— sólo representa el último periodo hegemónico mientras que, tiempo atrás, la posición política de Cuauhtitlan fue diferente.

El altepetl de Cuauhtitlan y su composición étnica

Cuauhtitlan se localiza en el margen noroccidental del área lacustre central (véase la figura 1), al norte del área nuclear tepaneca, cerca del Lago de Xaltocan. Su población era multiétnica y se hablaban al menos dos lenguas: otomí y náhuatl. Como veremos, las fuentes se refieren a él como altepetl chichimeca, aunque es sabido que tal denominación es genérica y no significa una adscripción étnica precisa (Davies, 1973: 22). En todo caso, hemos de referirnos a la tradición histórica según la cual los pueblos que protagonizaron el último periodo prehispánico —y el colonial temprano— fueron asentándose en el panorama político del área central, luego de la disolución del imperio tolteca, afirmando su legítima ocupación del territorio.
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Figura 1. Principales altepemeh del área central mesoamericana en el posclásico tardío. Elaborado por el autor.
De acuerdo pues con una tradición compartida con otros pueblos aztecas, la fuente local se refiere a una etapa primigenia en la cual los chichimecas parten de Chicomoztoc (Anales de Cuauhtitlan, 1992: 3) y pasan por una serie de avatares históricos —cuyo relato tiene mucho de mitológico— hasta llegar a ser en el posclásico tardío el señorío que conocemos, bien documentado en nuestras fuentes. De acuerdo con esta tradición, en un principio los chichimecas desconocían los refinamientos de la alta cultura mesoamericana:
[...] murió Huactli, que era rey de Cuauhtitlan y que estuvo reinando sesenta y dos años. Este fue el rey que ignoraba que se siembra el maíz comestible, y cuyos vasallos no sabían que se hacen mantas y entretanto sólo se vestían de una de pieles por curtir; su comida no era más que de aves, culebras, conejos y venados; tampoco tenían aún casas, sino que andaban de aquí para allá (Anales de Cuauhtitlan, 1992: 7).
El carácter legendario de esta versión se evidencia por el hecho de que se habla de un tlatocayotl y sin embargo se afirma que desconocían la agricultura, vivían de la caza y eran nómadas.3
Respecto a la población de Cuauhtitlan tenemos en las fuentes, además, algunas menciones de lo que denominaremos intrusión étnica, es decir, migraciones a menudo dirigidas desde un poder hegemónico, de modo que parte de ciertos grupos étnicos son trasladados para establecerlos como parcialidades de otro altepetl El resultado será lo que Carrasco ha tipificado como entreveramiento de poblaciones (Santamarina, 2006: 157-160) con fines variados como el desarrollo económico, la explotación de recursos, la aculturación de un altepetl o su división política con el fin de articular el control hegemónico, así como su control militar. De este modo, el poder dominante dividía el altepetl sometido y debilitaba su cohesión interna, consolidando su influencia y reduciendo el peligro de rebeliones. Aunque con frecuencia las fuentes se refieren a ello como si fueran sucesos fortuitos, consideramos que con frecuencia se trata de estrategias políticas aplicadas desde el poder hegemónico, donde la potencia dominante impone a los vencidos el destino que conviene a sus intereses, en aplicación de lo que llamamos política posconquista
En efecto, los Anales de Tlatelolco mencionan Cuauhtitlan como uno de los lugares en donde se establecieron temporalmente los mexicas antes de hacerlo en donde sería su asentamiento definitivo. El contexto en el que encontramos el dato, sin embargo, hace pensar como decíamos en que el suceso tiene lugar luego de ser dispersados por otros grupos, pues se dice que “los envolvió una niebla espesa durante 80 días; allá se extraviaron los mexicas, y algunos se fueron a Chalco, otros a Huexotzinco, y otros a Matlatzinco. Partieron para establecerse en Cuauhtitlan” (Anales de Tlatelolco, 2004: 57).4
Más adelante, en la historia mexica, encontramos menciones de que nuestro altepetl recibió un contingente de mexicas de los derrotados en Chapultepec. Los Anales de Cuauhtitlan (1992: 18) así lo afirman, aprovechando la ocasión para añadir un característico sesgo políticamente dirigido, con dos finalidades reconocibles: la primera, afirmar su antagonismo con el vecino Xaltocan, altepetl que había participado en la coalición formada para expulsar a los advenedizos mexicas del estratégico cerro de Chapultepec; la segunda, establecer la supuesta amistad antigua de Cuauhtitlan con los mexicas, pues rechazaron participar en dicha coalición, y luego los rescataron de la cautividad a la que los sometían los xaltocamecas. Hay razones, sin embargo, para no conceder credibilidad a tal relato, pues la alianza de Cuauhtitlan con los mexicas sólo tuvo lugar posteriormente, luego de la victoria de Itzcoatl y la hegemonía tenochca. Se trata más bien de una proyección hacia el pasado histórico del contexto político de la última fase prehispánica, realizada en el contexto colonial. Más verosímil, entonces, es pensar que la misma amplia coalición que desbarató a los mexicas de Chapultepec dispuso del destino de los vencidos, repartiéndolos entre los señoríos que habían integrado dicha coalición y entre los que se encontraría el propio Cuauhtitlan.5
Asimismo la fuente local refiere otro claro caso de intrusión étnica, aunque esta vez podemos reconstruir mejor el contexto político, que no es otro que la expansión de Azcapotzalco, el desarrollo del imperio tepaneca.
Fue el antiguo y antaño poderoso altepetl de Colhuacan, al sur de la cuenca lacustre, uno de los primeros centros importantes en caer bajo el empuje tepaneca. Una de las posibles consecuencias de la victoria de Azcapotzalco, tal y como es característico en la historia política azteca, es la dispersión al menos parcial de los vencidos, que se reparten entre los territorios controlados por el centro hegemónico tepaneca; además de Azcapotzalco, Coatlichan, Huexotla y Cuauhtitlan, según la fuente local (Anales de Cuauhtitlan: 1992, 30).
Es así como podemos entonces interpretar que Cuauhtitlan era uno de esos centros bajo control tepaneca, aliado subordinado de Azcapotzalco, pues nuestro altepetl recibió un grupo del colhuas como inmigrantes forzosos. El relato que se nos ofrece tiene mucho de estere...

Índice

  1. Siglas, acrónimos y abreviaturas
  2. Presentación
  3. I. El sistema de comunicación gráfica en los códices
  4. II. Cosmovisión y religión en los códices mesoamericanos
  5. III. Política, sociedad y economía en los códices