Amar, pero ahora en serio
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Amar, pero ahora en serio

  1. 128 páginas
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Amar, pero ahora en serio

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Índice
Citas

Información del libro

Los jóvenes parecen saturados de tanto consejo técnico sobre sexualidad. Muchos saben todo, lo han visto todo, incluso lo han probado todo, pero esperan a que alguien se atreva a proponerles un ideal capaz de saciar realmente esa sed. En el fondo, piden a gritos, que alguien les ayude a construir un amor verdadero, aunque sea exigente y costoso.El autor se reúne con jóvenes desde hace años, los escucha y los conoce bien. Ha recogido aquí lo mejor de su experiencia, para responder a sus preguntas. No es este libro una clase de moral, ni un código de conducta. Solo busca transmitir a los jóvenes unas convicciones que les ayuden a crecer y les preparen para amar.

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Información

Año
2015
ISBN
9788432145193
Categoría
Pedagogía

Tres máximas útiles

Todo esto es hermoso. ¿Pero es posible? Cristianos o no, sentís todos en vuestro corazón esta aspiración al gran amor… Un día, unas jóvenes estudiantes vinieron a verme para charlar al terminar una conferencia. Al comenzar, se mostraron bastante reivindicativas… ¡Habían tenido ya sus experiencias! A menudo con muchachos mayores. Daban la impresión de haberlo visto todo, probado todo, de estar por encima de todo. Se habían entregado con frecuencia… y encajaban mal que yo pudiese ver en eso una dificultad. Querían tranquilizarse poniendo en discusión lo que yo había podido decir. A medida que hablábamos, la fachada comenzaba a agrietarse. Acabé por plantear esta pregunta a una de ellas: «Pero, en el fondo del fondo, ¿cuál sería tu sueño, si todo fuese posible?». «Encontrar a un chico que me sea fiel, que me ame y me respete… ¡fundar una familia que dure!». En una frase, todo lo que ella no había conocido —pero que no dejaba de esperar— salía a la superficie. Sí, a pesar de las apariencias, soñaba con este gran Amor. Simplemente, no creía que fuese posible. «¡Eso no existe!» o «¡Ya es demasiado tarde!»… Por eso intentaba convencerse de que encadenar las relaciones bastaría para llenar su corazón. Para encontrar la ternura tan deseada, lo daba todo y se daba ella, hasta ya no creer en eso…
La Iglesia conoce los corazones. Incluso bajo una montaña de heridas o de faltas perdura un deseo de verdad: esta sed de amar y de ser amado. Sería terriblemente cruel por parte de Dios haber depositado ese deseo en el fondo de nosotros, sin que fuera posible lograrlo.
«¡Es grande, pero es duro!». «¡Nunca lo conseguiré!». «¡Eso es ir contra corriente!»… ¡Cuántas veces he oído esos lamentos! Permitidme daros tres pistas concretas para ayudaros a avanzar. Tres máximas simples para que las recordéis y las meditéis. Las tomo prestadas una vez más del padre François Potez, desarrollándolas con mis palabras.

¡NO DEMASIADO PRONTO!

Hay un tiempo para todo.
Hay primero un tiempo para construirse uno mismo, antes de construir algo entre los dos. ¿Cómo vamos a construir algo sólido juntos, si no estamos construidos nosotros mismos?
Se puede estar sinceramente enamorado a los 15, 18 o 20 años. Eso no está mal. Al contrario, es en principio algo hermoso. Pero, ¿se está entonces preparado para amar, es decir, para elegir al otro a esa edad? Eso no está claro. Porque no se está aún formado. Porque el otro no es aún el hombre o la mujer que se tendrá que elegir. Eso es normal. ¿Estáis enamorados a esa edad? Está bien. Guardad eso en vuestro corazón y dejadlo madurar. Y haced lo mejor que podéis hacer por la persona a la que queréis aprender a amar: tomaos el tiempo de construiros, de formaros. De realizar los estudios seriamente —los chicos tienen dificultades para atender dos cosas a la vez—. De afianzar vuestro carácter. De desarrollar vuestra personalidad. De madurar vuestra capacidad de compromiso siendo fiel a los que ya tenéis: escultismo, asociación, etc. Intensificad vuestra vida de oración, ejercitad vuestra voluntad, aprended a dominaros. En resumen, preparad al hombre o la mujer que pronto se ofrecerá para ser amado. Aquella persona de la que estáis enamorados os lo agradecerá. Tiene necesidad de alguien maduro y construido, capaz de comprometerse. Cuando os declaréis, estaréis en condiciones de hacerle ver que no se trata de un deseo de adolescente, generoso pero frágil, sino de la proposición madura y consciente de una mujer o un hombre libre.
Vuelvo a pensar en aquel chico de 20 años que venía a lamentarse: no llegaba a estabilizarse, pasaba de una chica a otra, enamorándose cada vez de una nueva. Le pregunté: «Desde tus 14-15 años, ¿cuánto tiempo has estado solo?». «Nunca más de cuatro meses». «¡Ese es tu problema, viejo! Siempre has necesitado una muleta afectiva. Tómate el tiempo de construirte. Luego serás capaz de amar a una muchacha, no por lo que ella te da, sino por lo que ella es».
¡No demasiado pronto! Los años escolares, el principio de la vida de estudiante están ahí para construiros y formaros. ¡Cuántos no los viven plenamente, prisioneros de sus historias de corazón a repetición o de una sola historia demasiado pasional! Veo demasiadas parejitas que dan la impresión de ser ya matrimonios mayores. A los 20 años, ya pasan fines de semana juntos, o semanas de vacaciones «en pareja» en el extranjero… ¿Qué os quedará por descubrir cuando estéis casados? Es triste ver a jóvenes de apenas 18 años pegados el uno al otro, incapaces de dejarse en paz, prisioneros de sus dosis diarias de sms. Sus amigos son los primeros en quejarse. «Nunca se les puede ver sin su parejita», dicen. Recuerdo a un chico de 18 años que me explicaba, un poco quejoso, que estaba en unos 100 sms diarios con su «amiguita». Cada noche se llamaban durante más de una hora, porque hay «tarifa plana», para «dormirse juntos». ¡Cada noche! A la espera de encontrarse cada week-end… ¡Qué relación tan agobiante y asfixiante! ¿Cómo creer un solo instante que eso puede durar mucho sin desgastarse?
¡Ah, y esa expresión tan usada en Francia!: «Mi amiguito», «mi amiguita»… ¿Por qué ese «mi»? ¿Es que te pertenece? ¿En qué te has comprometido tú? ¡No hace ni seis meses que estabas con otra, y estarás con otra en un año! Y además, ¿por qué esos diminutivos? Claro que, en una relación así, todo es «pequeñito».
Notad que no me refiero enseguida al pecado. Todo eso puede ser muy casto —la experiencia muestra en todo caso que resulta algo difícil que siga siéndolo durante años…—, ya volveré sobre eso. Estas de ahora son «pequeñas historias», como suelen llamarse… Pero no estáis hechos para «pequeñas historias». Estáis hechos para el gran Amor. No estáis hechos para amiguitos, sino para vivir grandes amistades. La edad del estudiante no es la edad de los amiguitos, sino de los grandes amigos. De la amistad más hermosa, más liberadora y más constructiva. La edad de esas amistades viriles entre los chicos, y amistades profundas entre las chicas, la de esas buenas amistades entre los del grupo de amigos, que os llenarán y os quitarán el gusto de los amoríos decepcionantes.
No demasiado pronto, quiere decir: no «zapear» este tiempo de la amistad. ¿Estás enamorada de ese chico? Muy bien. No le conviertas en un amiguito, haz de él uno de tus buenos amigos, dentro de un grupo de amigos más amplio. ¿Te has fijado en esa chica? Muy bien. Comienza por construir una amistad gratuita con ella. ¿Por qué? Porque este tiempo de las buenas amistades es precioso: no es un tiempo perdido. La mejor manera de aprender a conocer a esa persona es justamente el grupo de amigos. En un grupo, cada uno se manifiesta como es de verdad. Aprendemos a conocernos con toda libertad. Porque la amistad no es exclusiva. No nos encerremos demasiado pronto, demasiado rápido, en una relación de seducción o de pareja. La amistad es gratuita: purifica lo que puede haber de egoísmo en un primer impulso amoroso. La amistad no reclama nada, no impone nada. Enseña la gratuidad.
Por supuesto, un día esa afección particular se hará explícita. Habrá que dar el paso y arriesgarse. De hecho, no hay una edad precisa para eso. Todo depende de la madurez de cada uno. Pero la experiencia dice, sin embargo, que las historias que comienzan muy pronto no son fáciles de construir, ni de vivir tranquila y limpiamente. ¿Por qué? Porque si se sale juntos a los 16 o 18 años, pero no podemos casarnos hasta los 24 o 25, enseguida va a parecernos un tiempo muy largo. La espera será difícil. Aunque el corazón y la cabeza comprenden que se necesita tiempo (uno no se ve casado a los 16 años… incluso no se tienen ganas de pensar ahora en eso), el cuerpo pide muy pronto llegar más lejos. ¡El deseo no espera a la edad conveniente, arde antes! Habrá que echar mano de un cierto heroísmo para vivir esos largos años manteniendo el mismo ideal.
Mi experiencia de confesor me dice que eso es… ¡bastante raro! Un día asistí al matrimonio de una pareja que salían juntos desde los 14-15 años. Les dije que me rompían un poco los esquemas, ofreciendo un precioso contraejemplo de lo que solía decir en mis conferencias. Se han reído y me han confirmado: «Al contrario, el estar juntos desde tan pronto no nos ha facilitado nada la tarea de discernimiento. Cuando teníamos 15 años, nos hubiera gustado dar con un sacerdote que nos aconsejara aflojar un poco y tomarnos un tiempo». Señalaban bien la dificultad: ¿cómo discernir cuando se es tan joven? Pues las etapas que se queman tan pronto suelen crear vínculos que no estarán precisamente al servicio de la libertad y el discernimiento, cuando se esté preparado para decidir.
Me acuerdo de tres muchachas. Estaban terminando el bachillerato, me parece. Cualquiera supondría que tenían cinco años más. A la salida de la conferencia, vinieron a hablarme, bastante tocadas por lo que habían oído. Todas salían con un chico.
La primera me dijo: «Padre, me ha gustado mucho lo que ha dicho. Le querría pedir un consejo. Tengo la impresión de que mi chico y yo tenemos problemas de comunicación en nuestra pareja. No conseguimos tomarnos el tiempo de escucharnos tranquilamente, nos atropellamos al hablar…».
La segunda toma el relevo: «Lo mío es a nivel de la sexualidad. En mi pareja, con mi amiguito, tengo la impresión de que no nos encontramos verdaderamente. De hecho, no vamos al unísono en cuestión del deseo y tengo la impresión de…».
La interrumpí: «¡Para, para… stop! Parecéis mujeres de 40 años que vienen a contarme sus problemas de pareja. ¡Tenéis 16 años! ¡Este no es el momento! ¡Os metéis en historias complicadas, en laberintos! ¡Os encontráis así con dificultades que no son propias de vuestra edad! ¡Recuperad vuestra libertad, vuestra despreocupación, vuestro natural! ¡Recuperad los afanes y prioridades de vuestra edad! ¡No os perdáis estos años!».
¡No demasiado pronto! A los 15-20 años, se sueña con descubrir el mundo; uno se entrega a los demás en la sencillez de un campamento scout; se comparten grandes proyectos para sacarlos adelante entre amigos; se descubre la riqueza de cada uno; nos apasionamos por tal o cual causa; se cultivan los propios talentos… pero uno no se encierra en una pequeña burbuja afectiva muy confortable, que nos separa de los demás o hace que pasemos de largo por estos años.
Siempre me ha chocado esta impresión que dan algunos jóvenes de estar ya «usados». Muy pronto, lo han hecho todo, lo han probado todo, se consideran muy liberados. Ellos han «vivido». Yo los veo sobre todo hastiados y un poco de vuelta de todo. Ávidos de experimentar nuevas sensaciones porque todo les parece insulso. Recuerdo a un joven de 17 años que me decía estar «harto» de las boîtes parisienses y de los «planes c…». ¿Qué le quedaba por descubrir? Estaba «gastado». Tan pronto. Muchos se consideran muy libres: al final no son más que «liberados», pero no libres. Detrás de esa fachada, ¡cuántos me han dicho que han llegado a depender completamente de la necesidad de agradar o de seducir! ¡Cuántos dependen de los «planes» de una tarde en que se tranquilizan fácilmente al ver que saben «ligar» y llevarse a una chica a su cama! ¡Cuántas chicas se encuentran tan pronto prisioneras de una necesidad de ternura a cualquier precio, una necesidad que les costará toda clase de sacrificios, incluido el de su pureza! ¡Cuántos jóvenes no conocen ya la alegría sencilla de esas tardes entre amigos, donde no se necesitan excesos para pasar «una buena tarde» y divertirse!
Los corazones envejecidos por el pecado, por la adicción, por esos hábitos, son con frecuencia de una infinita tristeza. Se la oculta con desenvoltura, se ha aprendido a mantener una fachada tranquila ante los padres y el entorno. Nunca se les diría a los demás —que nos toman por un chico simpático y desenvuelto, seguro de sí y juerguista, o por una chica tranquila, cool y abierta— que se sale con demasiada frecuencia disgustado de esas historias sin mañana, de esas fiestas con demasiada bebida y de esos «patinazos» de repetición. Hasta el día en que se atreve uno a reconocerlo a un verdadero amigo, que no le reprocha nada. O en el secreto de una confesión, con un sacerdote con corazón de padre. ¡Qué liberación poder, al fin, ser verdadero…!
No se trata de ser rígido o tímido, triste y apocado. La vida no es binaria. Sencillamente hay que tomar conciencia de lo que uno vale. Nada puede justificar que se desperdicie eso. Hay un desafío importante: mostrar que se puede ser feliz, alegre y abierto al mundo sin que eso vaya en detrimento del tesoro que se tiene. ¡Al contrario! Es eso tan valioso que tienes lo que debe lucir —tu ideal, tus convicciones, tus grandes deseos, tu sed de vivir…— en cualquier situación que te encuentres.
No demasiado pronto… para tomar el tiempo de anclarse en las verdaderas alegrías. Para aprender a educar el deseo y robustecer la voluntad. No demasiado pronto, para permitir a ese tiempo de las grandes amistades hacer de ti una persona que sabe lo que quiere. Fiel a lo que cree, a lo que lleva en sí. Y por eso mismo una persona más abierta y amable para los demás.
No permitáis que nada ni nadie os robe este tiempo de la juventud. Dejaos libres unos a otros. Regalaos ese tiempo de gratuidad. Es un tiempo de echar los cimientos. Una casa no es sólida si sus cimientos no lo son. Ya se pueden construir muros fuertes, que si los cimientos no aguantan, la casa se derrumba. Tomaos el tiempo necesario de poner los cimientos. Aunque tengáis prisa para ver elevarse los muros, cubrir aguas y decorar la casa…

¡NO DEMASIADO RÁPIDO!

No demasiado rápido significa esto: acepta que nada importante se hace sin emplear el tiempo necesario....

Índice

  1. Portadilla
  2. Índice
  3. Dedicatoria
  4. Prefacio
  5. Introducción
  6. Aprender a amar
  7. Tres máximas útiles
  8. Amistades de calidad
  9. ¿Dónde está Dios en todo esto?
  10. Conclusión
  11. Créditos