LA INJUSTICIA SOCIAL Y LA POBREZA,
DESAFÍOS ACTUALES A LA EVANGELIZACIÓN.
NOTAS PARA UN DIÁLOGO PASTORAL
Y MISIONERO
LUIS ALBERTO NAHUELANCA MUÑOZ, OFM
CEMIS-Obras Misionales Pontificias
Chile
1. Una nota introductoria
El papa Francisco ha invitado a la Iglesia entera a una verdadera «transformación misionera» 1, la cual significa concretamente el éxodo de una Iglesia profética hacia la conflictividad del mundo, siendo ella allí la más epifánica expresión del acontecimiento del Reino y su justicia; una «Iglesia sinodal» que se autocomprende como compañera de camino y de viaje con todas las personas y sus realidades cotidianas, especialmente con los más pobres y excluidos de la sociedad: «los pequeños», los humildes, los sencillos, los pobres, los marginados, los sin voz, los que están cansados y oprimidos, a los que Jesús ha llamado «benditos»; una Iglesia de una vida misionera activa con la fuerza protagónica del Espíritu Santo, con la valentía evangélica (parresía) de cruzar a «la otra orilla» de las nuevas periferias antropológicas, sociológicas y culturales; de las nuevas situaciones misioneras emergentes en la pluralidad de contextos en los cuales hoy nuestras comunidades cristianas se encuentran insertas. Frente a esta desafiante tarea, nadie puede quedar indiferente; al contrario, «ningún creyente en Cristo, ninguna institución de la Iglesia puede eludir este deber supremo: anunciar a Cristo a todos los pueblos» 2.
2. Una pregunta desafiante
El papa Francisco, en su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2015, ha preguntado a la Iglesia: «¿Quiénes son los destinatarios privilegiados del anuncio evangélico hoy?». Y él mismo afirma: «La respuesta es clara, y la encontramos en el mismo Evangelio: los pobres, los pequeños, los enfermos, aquellos que a menudo son despreciados y olvidados, aquellos que no tienen cómo pagarte (cf. Lc 14,13-14)». La evangelización, dirigida preferentemente a ellos, es signo del Reino que Jesús ha venido a traer: «Existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos» 3. Esto debe ser claro para todos los bautizados, cualquiera que sea su vocación específica en la comunidad, muy particularmente de los laicos –hombres y mujeres– que, desde su profunda experiencia de eclesialidad y secularidad, viven su misión propia. En razón de esta consagración estamos llamados, desde el dinamismo fecundo de una misión compartida, a «seguir a Cristo en esta preferencia suya, no ideológicamente, sino como él, identificándonos con los pobres, viviendo como ellos en la precariedad de la vida cotidiana y en la renuncia de todo poder para convertirse en hermanos y hermanas de los últimos, llevándoles el testimonio de la alegría del Evangelio y la expresión de la caridad de Dios» 4.
3. Las injusticias sociales y la pobreza: desafío a nuestra evangelización. Tiempos nuevos para mirar y escuchar
Nuestros obispos, en Aparecida, nos han invitado a «discernir los signos de los tiempos» en esta nueva época de la historia, la cual nos interpela con sus cambios vertiginosos. Son cambios que ciertamente nos afectan, y afectan igualmente a los destinatarios de nuestra evangelización; sus alcances son globales y sus impactos son directos hacia los ámbitos de la vida social, la economía, la política, la educación, la religión, etc. 5
Este proceso acelerado de cambios, llevado adelante por un fenómeno que ha venido cambiando el rostro de la geografía cultural, social, económica y religiosa de nuestros pueblos, ha afectado a las aspiraciones más profundas de las personas y de las familias; el complejo fenómeno de la globalización lamentablemente ha tenido su cara más extendida y exitosa en su dimensión económica, sobreponiéndose y condicionando las otras dimensiones de la existencia humana. Esta dinámica absolutista del mercado, con sus banderas de lucha de la eficacia, la productividad, el lucro y la competitividad, como valores reguladores de todas las relaciones humanas, ha significado un verdadero propulsor de iniquidades e injusticias múltiples, dejando a grandes grupos humanos al margen de este proceso, supuestamente de desarrollo, en donde los recursos físicos y económicos se concentran en manos de unos pocos, generando así desigualdades que marcan tristemente la vida de nuestros pueblos y que mantienen en la pobreza a multitudes 6.
Frente a este proceso productor de iniquidades sociales y económicas, la evangelización de la Iglesia, con la diversidad ministerial y carismática de sus comunidades locales, está llamada asumir el desafío contracultural y profético de otra globalización marcada por la solidaridad, por la justicia y por el respeto a los derechos humanos y a la casa común, que nos lleve no solo a contemplar, sino a comprometernos con las aspiraciones más profundas de humanidad nueva de tantos cuyos rostros concretos reconocemos en el caminar cotidiano de nuestros pueblos. Es elocuente el n. 65 de Aparecida.
Junto a estas iniquidades sociales y económicas, de cuyos rostros concretos habla Puebla, Santo Domingo y Aparecida, encontramos también las injusticias laborales y la precariedad de las condiciones en las cuales viven muchos trabajadores, especialmente los trabajadores informales y subcontratados, muchos de ellos desprotegidos en su seguridad social y previsional. En muchos países, ellos son mano de obra barata, dada su condición de emigrantes e indocumentados 7.
Otro foco de injusticia lo encontramos en el mundo rural. Muchos pequeños campesinos sin tierra viven en la pobreza y la exclusión frente al poder de los grandes terratenientes, los cuales cada día dominan grandes extensiones territoriales con el afán de usar los suelos en los monocultivos más rentables, pero los más dañinos para la vida de la Madre Tierra y sus ecosistemas 8.
La Madre Tierra habla hoy y clama por la justicia frente a los grandes atropellos, la voracidad y la devastación. La «injusticia ecológica» es fruto de la degradación de las relaciones humanas, las cuales generan violencia y desarmonía. Asistimos hoy a la violencia que generan las grandes transnacionales, con la voracidad en la extracción indiscriminada de los recursos naturales: agua, minería, bosques, mares, etc. Necesitamos hoy asumir el reto evangelizador del cuidado y la salvaguardia de la casa común 9.
Constatamos hoy que la pobreza, las injusticias, la fragilidad de las democracias de nuestros pueblos, entre otros factores, han tenido como consecuencia un creciente proceso de movilidad humana, con enormes consecuencias a nivel personal, familiar y cultural. Las injusticias sociales engendran multitudes de empobrecidos y marginados. Son los rostros de una sociedad que los deja al margen de la vida. Ellos son hijos de la casa común, a los cuales nuestras Iglesias deben...