Maestras y maestros de la democracia
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Maestras y maestros de la democracia

Historias de vidas profesionales

  1. 321 páginas
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Maestras y maestros de la democracia

Historias de vidas profesionales

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El libro se abre con tres entrevistas imaginadas. Las dos primeras, a Marta Mata i Garriga y a Luis Gómez Llorente, simbolizan el puente hacia la educación de la Segunda República salvando el trauma del franquismo. La tercera, la dedico a Xavier Melgarejo i Draper, que investigó durante más de 10 años el sistema educativo finlandés para buscar la manera de mejorar la educación (...).Soy consciente de que unas pocas vidas profesionales no pueden reflejar lo conseguido por cientos de miles de docentes —la mayoría mujeres— a lo largo de casi cinco décadas. Se podrían hacer muchos libros, y animo a hacerlos, sobre otras vidas igualmente comprometidas. A pesar de eso, confío en que las 14 experiencias contadas ayuden a descubrir que la generación que ha entregado el testigo a los jóvenes dedicaron muchas energías a impulsar comunidades educativas, renovando métodos, poniendo a los alumnos en el centro de sus preocupaciones y animándolos a formarse como ciudadanos.

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Información

Editorial
Laertes
Año
2018
ISBN
9788416783625
Edición
1
Categoría
Education
Pío Maceda Granja

MAESTRAS Y MAESTROS DE LA DEMOCRACIA

HISTORIAS DE VIDAS PROFESIONALES

Presentación

Desde hace tiempo le venía dando vueltas a la idea de reflejar la labor de las maestras y maestros de la democracia. Tenía claro que no podía hacer esa tarea solo. La voluntad de hacerlo se había acrecentado al ver la película documental Las maestras de la República y leer el libro del mismo título, editado por Elena Sánchez de Madariaga.
En la Sección de Educación del Ateneo de Madrid, donde la propuse, acordamos utilizar grupos de trabajo a los que invitaríamos a personas con experiencias interesantes. Pero aparcamos esa iniciativa para brindar el espacio a los debates sobre el pacto educativo.
Jaime Ruiz, presidente de la Sección, me sugirió entrevistar a personas amigas. Me gustó la idea y llegué a la conclusión de que el mejor camino sería conseguir que los entrevistados reflejasen sus inquietudes, sus proyectos... su implicación en los centros y en su entorno...
Decidí entrevistar a personas cuya trayectoria conozco bastante bien, para aproximarme a lo que hacían Gerda Taro y Robert Capa: «Si tus fotos no son lo suficientemente buenas, es que no te has acercado lo suficiente». Intuí que lo esencial era escuchar bien sus experiencias ya que condensan muchas horas de reflexión sobre la práctica —propia y compartida— que es la que ayuda a mejorar. En las entrevistas descubrí aspectos que no conocía y me conmovieron algunos detalles. ¡Ojalá acierte al reflejarlo!
Los maestros y profesores que nos fuimos incorporando a las aulas en los años setenta coincidimos con otra generación que había educado a los niños y niñas en los valores del nacional-catolicismo. Aquellos años vivimos el final de un régimen y el nacimiento de otro, con las esperanzas, las dudas y los retos que supuso dicho cambio.
Los jóvenes de entonces habíamos nacido en los años cuarenta y cincuenta, muchos en poblaciones rurales, en aquella España pobre y falta de libertades. Sólo el 30% de los alumnos de Primaria comenzábamos el Bachillerato a los 10-11 años tras superar un examen de ingreso. Esa minoría era mucho más acentuada en el mundo rural. Según datos del Libro Blanco de 1969 que sirvió de base a la Ley General de Educación, de 100 niños hijos de trabajadores del campo que iniciaban Primaria, sólo el 4,2% cursábamos la enseñanza media y el 0,2% una carrera superior. En el caso de los obreros manuales los datos eran del 15,4% y el 2,6%, respectivamente, mientras que los hijos de profesionales liberales estudiaban Bachillerato un 50% y estudios universitarios un 6%.
Dado que había pocos institutos de Bachillerato, sólo un 22% estudiaba en ellos y el resto lo hicimos en colegios religiosos o academias.
Aunque estos porcentajes cambiarían bastante, sobre todo en los ochenta, es bueno recordar que los maestros y profesores de nuestra generación formamos parte de aquella minoría que pudo seguir estudiando después de la Primaria.
Nos tocó acercarnos en las aulas a los grandes cambios culturales que han transformado la manera de vivir: revolución feminista, revolución digital, consumismo, contaminación, conciencia ecológica, facilidad de acceso a la información, relativización de los valores... Los maestros y maestras —el profesorado en general— intentamos que los niños y las niñas entendieran estos cambios. Lo hicimos con más voluntad que habilidades porque nos faltaba formación. A pesar de las limitaciones, les ayudamos a crear hábitos de trabajo y de vida, a relacionarse...
En estas historias de maestras y maestros de la democracia, quienes cuentan su vida profesional nos acercan a ella a través de una senda que recorre las últimas décadas.
El libro se abre con tres entrevistas imaginadas. Las dos primeras, a Marta Mata i Garriga y a Luis Gómez Llorente, simbolizan el puente hacia la educación de la Segunda República salvando el trauma del franquismo. La tercera, la dedico a Xavier Melgarejo i Draper, que investigó durante más de diez años el sistema educativo finlandés para buscar la manera de mejorar la educación en su centro y en otros centros de nuestro país y compartió con generosidad sus hallazgos.
Soy consciente de que unas pocas vidas profesionales no pueden reflejar lo conseguido por cientos de miles de docentes —la mayoría mujeres— a lo largo de casi cinco décadas. Se podrían hacer muchos libros, y animo a hacerlos, sobre otras vidas igualmente comprometidas. A pesar de eso, confío en que las experiencias contadas ayuden a descubrir que la generación que ha entregado el testigo a los jóvenes dedicó muchas energías a impulsar comunidades educativas, renovando métodos, poniendo al alumnado en el centro de sus preocupaciones y animándolos a formarse como ciudadanos.
Varias entrevistas reflejan la renovación de la etapa Infantil; otras, muestran el trabajo en colegios e institutos de Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional. Explican el esfuerzo de construir y renovar equipos en torno a un proyecto. Un entrevistado cuenta cómo utilizó la metodología activa con su alumnado en la Universidad. También aparecen cambios relevantes para la vida de los menores protegidos. Varios docentes plantean la necesidad de educar en contacto con la naturaleza y de enfrentarnos al cambio climático. Otros muestran un buen uso de la política en los municipios y en la Consejería de Educación.
Cuando pensaba que estaba haciendo un trabajo original descubrí, gracias a Consuelo Uceda, el libro Vivencias de maestros y maestras. Compartir desde la práctica educativa (2005), coordinado por Francisco Imbernón, en el que ella, junto a docentes de diferentes ciclos de la enseñanza obligatoria, reflejaron su experiencia por escrito, aunque en ese caso las entrevistas aparecen acompañando los distintos apartados que desarrolla el autor.
He añadido un breve Epílogo en el que recojo los cambios legislativos y culturales que han afectado a la escuela en las últimas décadas para que, quien lo desee, pueda completar el contexto.
Leganés, junio de 2017

Tres entrevistas imaginadas

Marta Mata i Garriga (1926-2006)

Impulsora de la formación permanente
No me costó conseguir que Marta Mata aceptara la entrevista. «Eso sí —me dijo—, ya no estoy para viajar a Madrid. Le pediré a una amiga que me lleve a la casa familiar de Saifores, para que no tengas que llegar tú a Barcelona. Allí nos veremos».
—Bienvenido a mi pequeño pueblo —me dijo Marta con una sonrisa.
Le comenté que mis primeros recuerdos de contacto con ella son la Escuela de Verano de 1974 y también una charla que dio en la Seo de Urgell a la que acudí cuando pasé allí cuatro meses de mi servicio militar.
—¿En qué fecha fue aquello? —preguntó Marta.
En 1975, unos meses después de que la asamblea de la Escuela de Verano de Rosa Sensat votase la «Alternativa por una nueva Escuela Pública», que se completaría el año siguiente con el documento «Per una nova Escola Pública Catalana», le respondí.
—Fue un documento muy debatido —resumió Marta— con el que pretendimos retomar los valores de la escuela de la república teniendo como el horizonte la democracia por la que luchábamos. Otros documentos similares fueron debatidos en Madrid y Valencia. Éramos conscientes de que esa nueva escuela pública sólo sería posible en una situación de cambio democrático que garantizase las libertades, mientras que para la reelaboración que se hizo para la Escola d´Estiu de 1976 recurrimos a grupos de trabajo centrados en el ámbito de Cataluña.
A los lectores les interesará conocer cómo recuerda sus años escolares, le pregunté.(1)
—Recuerdo a mis maestros en el Grupo Escolar «Pere Vila»: la asturiana Ángeles Echavarri en párvulos que se esforzaba por entenderme en catalán; Teresa Vila —que nos hacía observar las manos del cuadro La primavera de Boticelli «manos que señalan, recogen, piden, juegan, sostienen, dan, acarician...» (con ella «hice la primera poesía de cuatro líneas sobre una golondrina que se va y una hoja que cae»). En primer curso, con mi madre, Ángels Garriga, visité el primer museo y ya hicimos excursiones.
¿Qué recuerda del Bachillerato?
—Del Instituto-Escuela recuerdo a Angeleta Ferrer Sensat que nos daba ciencias naturales, trabajos manuales, danza, humanidad... que luego sería la primera profesora de la Escuela de Maestros «Rosa Sensat»; al doctor Josep Estalella —un físico prestigioso que había dado clases en el Instituto Escuela de Madrid y era director del nuestro— que daba unas explicaciones muy sugestivas: nos hacía observar la Física que se aprende andando en bicicleta, el sabor de las bellotas del Montseny, nos hacía observar el polvo del Sáhara tras la lluvia... Me hizo amar las ciencias. En el Instituto-Escuela no había solución de continuidad entre una actividad y otra, ni entre el compañerismo en el estudio y en el juego... la formación cívica los enlazaba.
Ese período coincidió con la guerra civil.
—En 1937 tuvimos por compañeros a niños refugiados a causa de la guerra, algunos del Instituto Escuela de Madrid. Yo me encargué de la hija del profesor Puig Adam, Emilita, que era frágil y de una belleza melancólica. El final de la guerra civil puso fin a aquella hermosa experiencia.
¿Cómo pudo continuar?
—Terminé el Bachillerato en el Instituto «Verdaguer» en 1943 y me matriculé en los Estudios de Ciencias Naturales de la Universidad de Barcelona. Antes de acabar el primer curso me puse enferma (tuberculosis). Pasé una larga convalecencia de cuatro años en la casa familiar de Saifores. Leí mucho en aquella época. Mi enfermedad acabó curándose. Quien no tuvo esa suerte fue mi madre que, imposibilitada por una parálisis, se instaló también en la casa de Saifores en 1946. Pasaríamos 20 años juntas.
Vd. dedicaría ese tiempo a cuidarla.
—Sí. Lo viví de forma muy natural —mi padre había fallecido mucho antes, en un accidente laboral en 1934—. Mi madre no podía andar pero en lo demás era una mujer muy fuerte que me transmitió día a día su amor a la escuela y sus vivencias pedagógicas.
Me gusta una fo...

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