Escenas autobiográficas chilenas
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Escenas autobiográficas chilenas

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Escenas autobiográficas chilenas

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¿Qué significa estudiar la autobiografía en Chile en la actualidad? Contar la vida personal es como disfrazarse de sí mismo para mirarse al espejo en un momento crítico de la existencia. Gracias a estos escritos en primera persona nosotros, los lectores, descubrimos nuevos espacios de realización tanto individuales como comunitarios. El presente libro se estructura en tres escenarios: la familia, la comunidad y la escritura. Hablan los hijos, señalando la falta de un orden afectivo y simbólico de la pareja que los procreó. Habla la comunidad mapuche, que se concibe en un orden distinto al de la República de Chile. Todos escriben acudiendo de modo libre a muy diversas formas expresivas: la novela autobiográfica, el diario de vida, el testimonio, el relato de viajes, la biografía comunitaria, el libro-blog y el comic, logrando abarcar así la vida entera. Desde el siglo XXI, este libro da testimonio de una literatura autobiográfica que aspira a una relación más genuina con el prójimo.

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Información

Editorial
Ediciones UC
Año
2019
ISBN
9789561424395
V. Ejercicios monográficos
1. UNA TRILOGÍA AUTOBIOGRÁFICA. BRODSKY, ROBERTO. BOSQUE QUEMADO (2007), VENENO (2012) Y CASA CHILENA (2015)
En sus inicios como novelista, Roberto Brodsky escribió novelas de género policial que constituían una indagación valórica sobre la dictadura y sus consecuencias para la convivencia ética de una sociedad. Ahora bien, con la aparición de Bosque quemado (2007), inicia un giro muy estricto hacia la escritura autobiográfica, que se prolonga con Veneno (2012) y Casa chilena (2014) y que amenaza con contaminar retroactivamente toda su obra narrativa82.
Este texto crítico es una primera reflexión sobre estas tres obras de carácter autobiográfico, entendiéndolas como una sola unidad, aunadas por una misma voluntad de contar una vida desde alguien que dice yo, aun cuando este no aparezca con su nombre propio (pero sí como el hijo de Moisés Brodsky, en Bosque quemado) o se ausente desde la tercera persona a través de un nombre extraño (el escritor Shapiro, antifaz del hijo de Moisés, en Veneno) o se desplace hacia la segunda persona, generándose desde un desdoblamiento, en Casa chilena.
Ha sido el propio autor quien ha señalado que intuyó este movimiento en espiral en medio de su travesía autobiográfica, habiendo comenzado a escribir entonces su última obra con la plena convicción de estar hilando sobre el mismo cañamazo. En una entrevista reciente, realizada por María Teresa Cárdenas para el diario El Mercurio, Brodsky lo explica así:
Las tres novelas conforman mi travesía por el desierto, por decirlo de un modo dramático, porque cada una cuenta un capítulo, un clima propio de ese viaje único que dibuja la alegoría de la casa. Esto lo he pensado ahora, pero funciona así, porque en Bosque quemado, por ejemplo, el narrador regresa con el padre después de diez años de exilio, y eventualmente recupera la casa, su territorio, aunque no tenga nada que celebrar. Veneno en cambio es el abandono: las cosas salen mal, el narrador tira la casa por la ventana, se va y vuelve, pero la promesa está perdida, el mundo está roto y hay que irse del discurso y del espacio literario que lo sustentaba, desarraigarse, pero esta vez por mano propia. Y ahora Casa chilena, que es el puro desasimiento, donde el narrador entrega la casa y se desprende de ese espacio alegórico de la memoria (E11).
Precisemos que estas obras pueden ser interpretadas como una unidad, justamente porque están compuestas como una tríada; lo cual no anula que cada una tenga su propio registro y pueda leerse de modo independiente. Obviamente, el lector ideal de cualquiera de estas obras es el que las ha leído todas; pero no necesariamente en orden, pues cada una constituye a las otras desde la alusión, como una segunda mirada o una intuición primera, que desplaza constantemente el relato, manteniéndolo en movimiento perpetuo.
En este análisis haremos énfasis en el singular modo de constitución autobiográfico de cada una de estas obras y despejaremos el orden estructural que articula la tríada, la que sustenta la conformación de un sujeto en tránsito, testigo del derrumbe de las ilusiones modernas, ligadas en este caso al extravío de referencias simbólicas y afectivas en el plano familiar e ideológico.
Para la discusión sobre las Escrituras del Yo acudiremos a conceptos y definiciones pertinentes que nos ayuden a bosquejar una poética en ciernes sobre las relaciones entre literatura y vida propuesta en la obra de Roberto Brodsky83. En este sentido, las precisiones sobre la categoría de sujeto realizadas por Émile Benveniste serán muy valiosas para enunciar una identidad migrante desde el juego narrativo con la persona gramatical84.
La reflexión sobre la crisis existencial del sujeto, ligada a una pérdida de referentes afectivos e ideológicos en el marco del exilio y del regreso al lugar natal, será abordada teniendo presente discursos críticos sobre memoria y migrancia85.
Nuestra exposición le dedicará una sección a cada obra donde haremos una presentación descriptiva del texto en cuestión, haciendo énfasis en sus relaciones con los demás textos, para luego, en un acápite final, proponer las redes de parentesco más visibles que componen y proyectan el conjunto.
Bosque quemado: el hijo que va y viene
Esta obra autobiográfica gira en torno a la figura de Moisés Brodsky, padre del personaje, un médico comunista que debe partir en 1973 hacia el exilio, instalándose primero en Buenos Aires para pronto huir de allí por la Guerra Sucia y vivir precariamente en Caracas y calcinarse en un poblado oriental de ese país, denominado Lechería, para volver finalmente a Santiago de Chile luego de diez años de exilio, convertido en cadáver viviente. Morirá arrasado por el mal de Alzheimer en plena transición a la democracia durante los años ’90, despojado de todos sus quereres y con la memoria en blanco.
Un Moisés que ha extraviado su camino; no es esta, sin embargo, la historia del padre (nunca se nos habla desde su conciencia), sino la del hijo, aquel huérfano que lo sigue como guardián y emisario por esas cartografías migrantes, sirviendo de enlace afectivo y culposo con la familia y también con el proyecto utópico marxista, y convirtiéndose en el nuevo judío errante latinoamericano86.
La novela se abre con unos golpes en la puerta, como si el destino llamara al personaje a emprender nuevos derroteros. En el nuevo Chile de los años ’90, Moisés toca la puerta del departamento de su hijo menor, el que lo ha seguido a todas sus peregrinaciones, para que lo acoja: “Mi padre dice soy yo, tu padre, ábreme” (15). Irónico nudo de la orfandad: un hijo en busca de amparo debe acoger al supuesto guía de la tribu. Son los nidos vacíos de una familia en tránsito, cuyo supuesto drama se inicia años antes del Golpe Militar, cuando la mujer de Moisés se instala a vivir con otro hombre, de condición social menor y mucho más joven que ella.
Exilio marxista, errancia judía, sujetos suspendidos en el aire o girando en redondo. El hijo —que jamás pronuncia su nombre, que anda a tientas por el mundo—, le sigue los pasos al padre para que no se extravíe, reeditando antiguas redes familiares —la parentela judía bonaerense— y a la vez agregando él mismo puntos de fuga a esta cartografía latinoamericana: se instala por un tiempo en Barcelona, pero de allí sale expulsado, volviendo entonces a Santiago, donde recién se ha reinstalado su padre. Desde la escritura en el recuerdo, escuchamos: “mi padre era mi país, mi patria portátil. Yo sería del lugar donde estuviese él” (70).
En el amplio juego intertextual de esta primera obra con las siguientes, hemos elegido comentar tres aspectos: la itinerancia, una familia y un país, y la raigambre judía.
Si en Bosque quemado el personaje gira en redondo alrededor de su padre, quien ha perdido su centro, en Veneno y en Casa chilena sus personajes homólogos transitan entre Washington D.C. y Santiago de Chile, figurándose desde la vertical Norte/Sur, amparándose en dos casas, es decir, en dos países. No se piense, sin embargo, que esos personajes estén aquí más amparados, pues en realidad es como si vivieran en dos medias casas que no pueden juntarse. Como ya veremos, en Veneno el escritor Shapiro se siente desterrado de su querido Chile, refugiándose con su familia en el País del Norte. Y a su vez, el personaje de Casa chilena hace una breve visita a su tierra natal chilena para vender la casa de los padres, situada en el barrio de su infancia, lo cual no lo liberará de seguir retornando. Anotemos que en el caso de Veneno el juego entre dos espacios se exhibe claramente tanto en el ámbito de lo nacional (vivir separado de la patria) como familiar; en efecto, en el refugio extranjero la casa se parte en dos: está la propia (usada como taller de escritura) y la otra, donde ha ido a refugiarse su grupo familiar, para una mejor convivencia.
Volviendo a Bosque quemado, esta obra autobiográfica gira en torno al “desgüese familiar” (129) visto desde la perspectiva del hijo; desgüese que tiende a repetirse, cuando el hijo llega a ser padre en los siguientes textos. Ahora bien, esta primera obra revela una fortaleza, que se proyectará en el tiempo: la pertenencia del personaje a la familia judía, que se manifiesta en el amparo que le otorga en su huida la rama familiar bonaerense —el nostálgico recuerdo de “los almuerzos familiares de los días domingo” (168)—; lo cual lo hace regresar muchos años después donde sus primos porteños para la celebración del primer bar mitzva de la familia paterna en suelo latinoamericano.
Considero que este hijo logra concebir una identidad que se mantiene en sordina en las siguientes obras desde su adherencia al tronco judaico, que le permite resituarse en el mundo. ¿Cómo rescatar la figura debilitada del padre, cómo nombrarse a sí mismo? Desde el presente de la escritura, interpreta la vida de Moisés desde la tradición del pueblo elegido, a saber: la elección de la medicina como una disciplina sagrada, el abrazo del comunismo como un mandato mesiánico, su exilio como un círculo más de la espiral diaspórica, que en el ámbito familiar se inició con el viaje de la matriarca Ana Kotlowicz hace cien años desde la localidad de Dnipropetrovsk a una esquina perdida del mundo87.
Ahora bien, la medicina y el comunismo constituyen también cartas de asimilación en los discursos de la nación moderna, pero en el caso de Moisés no logran atajar el descalabro del Alzheimer, enfermedad que es explicada por el doctor con una metáfora escolar: “Imaginen que su cerebro fue víctima de un incendio que arrasó con recuerdos, referencias, memoria, todo […]. Un bosque quemado donde todavía quedan algunos árboles y ramas humeantes” (124). Y es aquí donde se desata otro ánimo judío: el miedo ancestral al daño88.
Los lazos judíos como único suelo; la vivencia desplazada de las persecuciones durante la Era Nazi y la Shoah (cuerpos quemados, almas cenicientas), y el miedo del ser humano a transformarse en una memoria extinta: estos son los derroteros de las letras migrantes chilenas en su rizo inicial, que luego se van desplazando hacia otros parajes, a saber, el artista escribiendo una obra que no tiene cabida (Veneno), el personaje viendo desaparecer una casa fantasma (Casa chilena); parajes que se superponen en el continuo desplazamiento del sujeto por la contrahecha realidad —un país, la literatura, el hogar—, que se le escapa.
Volviendo a la impronta judaica, ésta contamina Veneno desde su raíz, por el nombre del personaje: Shapiro. A su vez, este viajero que elige EE.UU. como un punto de residencia —al igual que el de Casa chilena— nos remite a una posible Tierra Prometida, una casa que no tiene lugar en Chile.
Siguiendo con los paralelismos entre las dos primeras obras, en ambas se experimenta el arte visual como un modelo de interpretación y resolución de los grandes enigmas de la vida: la creación, la muerte, el acogimiento. Así, el personaje de Bosque quemado comprende de golpe que su padre tiene el mal de Alzheimer ante la visión de la serie fotográfica del japonés Tatsumi Orimoto, que muestra a su madre con la mente en blanco, rodeada de marraquetas de pan de diversa forma y tamaño, objetos nutricios tras los cuales también se parapeta el artista nipón: “Me estremecí y el pavor me invadió. A mi mente acudieron relojes, paquetes, bolsas plásticas, ruidos de llaves, cucharas y tenedores abandonados en el baño [de mi departamento, donde vive actualmente mi padre] junto a un arsenal de movimientos en falso que percutían sobre los muros como el cadáver del arte moderno azotado en el aire retenido del museo” (87).
Este estremecimiento ante una exposición en el Museo de Bellas Artes, en Santiago de Chile, nos ...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Introducción
  6. I. La escena autobiográfica
  7. II. Familia: en el nombre del padre
  8. III. Comunidad: lazos primordiales
  9. IV. Escritura: cuerpos en marcha
  10. V. Ejercicios monográficos
  11. Epílogo
  12. Bibliografía