Pequeño tratado de Oikonomía
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Pequeño tratado de Oikonomía

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Pequeño tratado de Oikonomía

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En 1755, la Enciclopedia arrojaba una "o" a la basura: lo que hasta ese entonces se había llamado, en francés, "oeconomie" (oikonomía) se convierte en "économie" (economía). Al perder la "o", la economía va perdiendo progresivamente la memoria de su sentido original (oikos, casa, nomos, ley), y se independiza de la gestión del resto de la sociedad, hasta el punto de presentar las leyes que enuncia como si fueran leyes naturales a las que sólo podemos suscribir.Pero en la actualidad, la humanidad se ve confrontada con una exigencia apremiante: garantizar el bienestar de todos respetando los límites del planeta. Sólo un retorno a la oikonomía puede permitirnos conciliar las necesidades económicas con el hecho indiscutible de que los recursos naturales son limitados. Tal es el objeto de este pequeño tratado. Asumiendo plenamente su etimología, la oikonomía se convierte en la rama de la gobernanza que se aplica a los ámbitos particulares de la producción, la circulación y el consumo de bienes y servicios. Pierre Calame demuestra que, volviendo a ella, se hará posible garantizar a la sociedad el manejo colectivo y democrático de su propio destino.

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Información

Año
2019
ISBN
9786070309908
Edición
1
Categoría
Business
SEGUNDA PARTE
LA INVENCIÓN DE LA OIKONOMÍA
INTRODUCCIÓN
Y CONCEPTOS BÁSICOS
Para inventar juntos la oikonomía del siglo XXI hay que partir de la definición que damos y de su pliego de condiciones generales.
“La oikonomía es una rama de la gobernanza. Tiene por objeto crear actores y ordenamientos institucionales*, procesos y reglas que apunten a organizar la producción, la distribución y el uso de bienes y servicios con miras a garantizar a la humanidad todo el bienestar posible, sacando el mejor provecho de las capacidades técnicas y de la creatividad humana, con una preocupación constante por la preservación y el enriquecimiento de la biosfera, la conservación de intereses, derechos y capacidades de iniciativa de las generaciones futuras, en condiciones de responsabilidad y de equidad que despierten la adhesión de todos.”
Esto nos invita a aplicar la teoría de la gobernanza a la producción, la distribución y el uso de los bienes y los servicios, lo cual, en muchos puntos, nos llevará a modificar por completo la mirada: los elementos preexistentes se reorganizarán; lo que era accesorio se tornará central, lo que era central se convertirá en anexo. Así, por ejemplo, el bienestar de todos y la preservación de la biosfera se convertirán en objetivos centrales, mientras que el crecimiento material quedará subordinado a ellos. Si la competencia ocupa ahora el centro de la economía y la cooperación es un anexo, en la oikonomía sucede lo contrario; de igual modo, la transacción* suplantó hoy en día a la relación, que es central para la oikonomía.
Comenzaremos por esbozar en esta parte los fundamentos de la oikonomía, utilizando una vez más la grilla de lectura de la gobernanza (2). Luego, una vez planteados esos fundamentos, profundizaremos en varias dimensiones importantes: los regímenes de gobernanza, la moneda y las finanzas, las cadenas de producción, los territorios y los pactos sociales (3).
I. LA OIKONOMÍA PONE EN PRÁCTICA
LA TEORÍA DE LA GOBERNANZA
LA OIKONOMÍA SE APOYA EN EL NUEVO TRÍPODE
La economía actual se apoya en un trípode antiguo: instituciones, competencias y reglas. Las empresas y las instituciones públicas tienen, cada una, su estatuto y sus reglas; las presuntas leyes de la economía son intemporales. La oikonomía, por su parte, se apoyará en un nuevo trípode: objetivos compartidos, una ética en común, procesos colectivos de resolución de problemas. Lejos de ser intemporal, se basa en aprendizajes. Lo veremos a propósito de los regímenes de gobernanza de los bienes y los servicios: éstos no están definidos una vez y para siempre sino que deben ser objeto de un esfuerzo colectivo de invención, de perfeccionamiento, de adaptación permanente. Lo mismo ocurre con los ordenamientos institucionales. La oikonomía no nace ya armada, como Minerva de la cabeza de Júpiter: requiere una deliberación de sus reglas y su calidad depende del capital intangible* de las sociedades, que a su vez ella misma enriquece.
LA OIKONOMÍA PRACTICA EL ARTE DE LA GOBERNANZA
El arte de gestionar las relaciones y la coproducción
del bien público
De la Competencia a la Cooperación
En el gran vaivén histórico de la relación entre la comunidad de los humanos y el resto de la biosfera, la edad moderna priorizó la separación (sujeto/objeto) y la subordinación (de la comunidad de los no humanos a la comunidad de los humanos). Según la vulgata de la economía, la eficiencia se alcanza mediante la separación clara de los papeles entre actores privados y públicos. El progreso y la eficiencia deben resultar de la competencia y de la lucha: según Spencer, fundador del “darwinismo social” apreciado por la burguesía del siglo XIX, la eliminación de los menos aptos, que justificaba también que algunos pueblos europeos, supuestamente más aptos genéticamente para la ciencia y la técnica, dominaran o reemplazaran a las sociedades “menos aptas”; según Marx, la lucha de clases. En la esfera de lo público se atribuyen competencias exclusivas a cada nivel de gobernanza, eximiéndolos en teoría de cualquier tipo de cooperación.
Aun cuando la cooperación obviamente está presente en la realidad –cooperación entre empresas, entre niveles de gobernanza, entre actores privados y públicos–, existe como por efracción, con un tufillo a trampa, a arreglo ilícito, renta o clientelismo. Tanto es así que la Unión Europea está basada en la “competencia libre y no falseada entre actores”. Asimismo, por ejemplo, en Francia, los legisladores tratan de eliminar las superposiciones de competencias de distintos niveles de gobernanza.
La oikonomía requiere invertir la mirada. La cooperación será central, tanto si se trata de las relaciones entre la humanidad y la biosfera como de las relaciones entre los actores. Esto no excluye ni la realidad ni la utilidad de la competencia –para evitar la esclerosis y las rentas de situación–, pero la ubica en segunda posición.
Actores Pivote aptos para gestionar las relaciones
Los actores pivote del siglo XX, Estados y grandes empresas, encarnan las ideas de separación de los roles, de competencia –entre los Estados, entre las empresas– y de transacción –entre las empresas dominantes y sus socios, ligados por contratos comerciales más que por relaciones a largo plazo–. Los del siglo XXI, en cambio, son los que mejor encarnan la organización estable de las relaciones y de las cooperaciones. Serán los territorios para la cooperación horizontal y las cadenas de producción para la cooperación vertical.
Nuevos pactos sociales de corresponsabilidad
Una cosa es disponer de ordenamientos institucionales que se presten a la organización de las relaciones, como los territorios y las cadenas de producción, y otra cosa es gestionar las relaciones. En los territorios, actualmente, sigue siendo muy frecuente que las políticas públicas estén sectorizadas y que las relaciones entre los distintos tipos de actores sean limitadas. En las cadenas de producción, asimismo, los actores dominados, subcontratados, proveedores, suelen ser explotados y puestos en competencia. Por último, a escala mundial, los diagnósticos catastróficos que se suceden y amplifican sobre la evolución del planeta no generaron, hasta el día de hoy, el surgimiento de una movilización colectiva seria de todos los actores. Ahora bien, la relación se entiende en los dos sentidos del término: por oposición a la sectorización, es la capacidad para vincular las cuestiones entre sí; por oposición a la transacción, es la capacidad de definir relaciones estables, condiciones para la confianza mutua y una estrategia en común. Del nivel mundial al nivel local, unos pactos sociales deben definir lo que cada actor* puede esperar de los demás y su corresponsabilidad con relación a los objetivos de la sociedad.
El arte de combinar unidad y diversidad y la articulación de las escalas de gobernanza
En la era del antropoceno, la oikonomía no es mundial por el mercado globalizado sino porque la biosfera misma es mundial y debe ser preservada. La oikonomía rural de antaño tenía que permitir administrar la finca agrícola como “un buen padre de familia”; hoy, el mundo entero es lo que hay que administrar de esta manera. Tal como lo demuestra el fin de la primera “mundialización económica”, con la primera guerra mundial, o la desintegración del sistema económico del COMECON tras el desmembramiento de la Unión Soviética, la globalización de los mercados es reversible. En cambio, las interdependencias entre las sociedades y de ellas con la biosfera no lo son.
Como los ecosistemas mismos, oikonomía mundial no significa oikonomía indiferenciada, mercado perfecto sin grumos. Al contrario, para reconciliar de la mejor manera unidad y diversidad, en conformidad con el arte de la gobernanza, esta oikonomía mundial debe concebirse como la articulación de distintos niveles de intercambio: la oikonomía es una gobernanza multiniveles*.
El nivel territorial, a menudo descuidado en la economía actual, es particularmente importante, tal como ya lo hemos destacado en las prefiguraciones de la oikonomía: rehabilitación de los circuitos cortos, economía de la funcionalidad*, economía circular, producción descentralizada de electricidad, bolsas de intercambio de productos y servicios, community interest companies, polos territoriales de cooperación económica, monedas locales, reciclado o reacondicionamiento de los residuos y materiales usados, desarrollo de “fab lab24 con las impresoras 3d que permiten que los habitantes fabriquen ellos mismos piezas de recambio, vehículos y máquinas de uso compartido, etc. Todas éstas son las formas que toma una nueva oikonomía territorial. Esto justifica unificar localmente políticas que suelen estar sectorizadas y definidas por el Estado e incluso afirmar el derecho de los territorios a concebir sus propias normas para reflejar la cultura de cada sociedad. Ya desde este primer nivel, la oikonomía unifica lo que hasta ahora estaba diversificado y diversifica lo que estaba uniformizado.
La evolución necesaria para refundar Europa va en sentido inverso. La Unión Europea se construyó, tras el fracaso de la Comunidad Europea de Defensa en 1954, sobre la unificación del mercado interno y, para conseguirlo, creó las 40 000 normas que mencionábamos anteriormente: normas que se imponen tanto a los artesanos, a los productos destinados al mercado local, como a los productos industriales distribuidos a escala mundial. Paradójicamente, la Unión no dispone de un poder político comparable al de los Estados Unidos, pero sus Estados miembro tienen menos libertad que los estados de los Estados Unidos para establecer sus propias normas y para todo lo referente a los intercambios internos. En muchos casos, la trazabilidad del origen de los productos es imposible, como si indicar una procedencia pudiera falsear la competencia, influyendo en los consumidores. Paradoja tanto más asombrosa cuanto que la Unión Europea está legítimamente orgullosa de su propia diversidad de culturas, paisajes, ciudades o usos alimentarios. Ahora bien, el objetivo de los padres fundadores de Europa no era para nada unificar así el mercado europeo y aplanar las identidades locales, sino construir una paz duradera. La unificación del mercado era sólo un medio temporal para ir más allá de las soberanías y evitar el retorno de los nacionalismos que habían estado a un palmo de destruirla. Pero hoy en día esa unificación del mercado se convirtió en un fin en sí misma. A ojos de las jóvenes generaciones, que sólo han conocido la paz, el objetivo primordial de la construcción europea quedó olvidado; ellas sólo ven una burocracia al servicio de los lobbies y de las grandes empresas europeas, norteamericanas o chinas, principales beneficiarias de esa normativización y esa uniformización a ultranza. Esta evolución le abre camino a los populismos y a los nacionalismos, cosa que justamente la construcción europea tenía como objetivo evitar.
Lo característico de esta normativización desmesurada es crear una diversidad engañosa. La famosa frase de Henry Ford “mis clientes son libres de elegir cualquier color para su Ford T, siempre y cuando sea negro” sigue siendo el símbolo de las economías de escala de la industria. Desde ese entonces, las empresas han aprendido a combinar esa exigencia con el deseo de diferenciación de la clientela, pero la lógica fundamental sigue siendo la misma. El modelo agrícola productivista acarrea una dramática reducción de la biodiversidad doméstica y, de modo indirecto, de la biodiversidad salvaje. Quedamos reducidos a bancos de semillas o a conservatorios de variedades antiguas para evitar una erosión irreversible de la biodiversidad, que privaría a nuestras sociedades de una capacidad de adaptación a la diversidad de los contextos y a las evoluciones climáticas. La Alianza internacional de editores independientes creó el concepto de bibliodiversidad para subrayar que, con la concentración de las editoriales en manos de grandes grupos mundiales, a pesar de que haya numerosas publicaciones, la diversidad de enfoques y opiniones se reduce.
La oikonomía no tendrá menos normas que la economía actual, pero las normas abordarán temas diferentes. Tendrán que permitir una verdadera economía circular, un cierre de los grandes ciclos naturales de la biosfera: normas de interoperabilidad que posibiliten un remplazo de piezas de repuesto de productos, normas de duración de vida útil, normas de eco-concepción para facilitar el desmontaje y el reciclado, obligación de trazabilidad de los consumos de energía y de materia. Todo tendrá que ir en dirección de la producción industrial a gran escala de componentes, en la cual la lógica de las economías de escala conserva su valor, reinsertando al mismo tiempo en la escala territorial las actividades de montaje, reparación, etc. Las piezas del “Mecano” industrial pueden pensarse a escala mundial, pero cada territorio puede concebir las combinaciones de piezas más adecuadas. La fábrica del futuro podría derivarse de este nuevo modelo.
La gobernanza multiniveles encarna este otro modelo de conciliación de la unidad y la diversidad. Conforme al principio de subsidiariedad activa*, en el nivel local es donde se inventan soluciones adaptadas a cada contexto, pero respetando los principios directivos comunes surgidos de la confrontación de las experiencias de un territorio a otro. Se trata pues del fruto de un aprendizaje colectivo que hace que se sucedan confrontaciones de experiencias, búsqueda de principios directivos comunes y perfeccionamiento de las soluciones adoptadas localmente, a la luz de esos principios rectores. Así progresará la oikonomía: los territorios se alimentarán mutuamente de la experiencia de los demás y las cadenas de producción harán lo mismo, enriqueciendo a su vez –y por esto mismo– el capital intangible de las sociedades.
LA OIKONOMÍA PERSIGUE LOS OBJETIVOS DE LA GOBERNANZA
Estos objetivos son tres: construir una comunidad mundial; garantizar la cohesión social; preservar el equilibrio a largo plazo entre la humanidad y la biosfera.
La oikonomía contribuye al surgimiento
de una comunidad mundial
Sería un contrasentido asociar la oikonomía con un repliegue proteccionista y soberanista que desembocaría después en una competencia mortífera entre las potencias por el control de las riquezas naturales que escaseen y la renuncia a toda idea de bien común. Si el primer objetivo de la gobernanza fue históricamente la preocupación de las sociedades por protegerse contra las agresiones externas, el aumento de las interdependencias irreversibles lo modifica en su naturaleza misma: el reto para garantizar la paz, hoy en día, es el de lograr que emerja una comunidad mundial solidaria. Ahora bien, la economía mundializada actual no lo permite, como tampoco lo permite el mercado único europeo. Peor aún, la incapacidad de la economía para evitar el aumento de las desigualdades dentro de cada país y la división entre ganadores y perdedores de la mundialización alimentan actualmente las tendencias al populismo y al repliegue: la pérdida de control de las sociedades sobre sus economías nacionales, la competencia, el fraude fiscal, la ausencia de regulaciones mundiales a la altura de las interdependencias, el retraso que tiene el derecho internacional en relación con las necesidades de una gestión en común del planeta pueden hacer que esos repliegues sean irreversibles si la oikonomía no les aporta una respuesta. Desde estas páginas proponemos tres: el desarrollo de un derecho internacional de la responsabilidad; una distribución transparente y justa del valor agregado a lo largo de las cadenas de producción; la gestión colaborativa de los bienes comunes mundiales.
Un derecho internacional de la responsabilidad
Una comunidad se define como el conjunto de las personas que asumen la responsabilidad del impacto de sus actos sobre el resto de la comunidad. Por ende, no puede haber comunidad mundial sin un derecho internacional de la responsabilidad, que actualmente no existe, ya que los sistemas jurídicos siguen siendo esencialmente nacionales. La organización de los intercambios a escala mundial debería tener como contrapartida la adopción, por parte de la Asamblea General de la ONU, de una Declaración Universal de las Responsabilidades Humanas que sirva de contrapeso a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Una distribución transparente y justa del valor agregado dentro de las cadenas de producción
Hoy en día, los actores de las cadenas de producción y distribución son interdependientes pero no están vinculados por relaciones duraderas de confianza ni son, por ende, corresponsables y conjuntamente solidarios de su accionar común. En este sentido, dos evoluciones se hacen indispensables: la evolución de las reglas de corresponsabilidad solidaria de los actores, en proporción al poder que cada uno tiene; y la evolución de las reglas de transparencia y de distribución justa del valor agregado.
La jurisprudencia de la esfera de influencia levanta un poco el velo jurídico y contable que reducía la responsabilidad de las empresas a su accionar propio. Al reconocer la realidad de la influencia ejercida por las empresas que dan órdenes a sus filiales, subcontratistas y proveedores, dicha jurisprudencia abrió el camino hacia la corresponsabilidad. El movimiento del comercio justo se inscribe, por su parte, en la perspectiva de una justa distribución del valor agregado ...

Índice

  1. CUBIERTA
  2. ÍNDICE
  3. PORTADA
  4. COPYRIGHT
  5. NOTA BENE
  6. AGRADECIMIENTOS
  7. PRÓLOGO DE Edgard Morin
  8. INTRODUCCIÓN: OIKONOMÍA, EL GRAN RETORNO
  9. PRIMERA PARTE. DE LA ECONOMÍA A LA OIKONOMÍA
  10. SEGUNDA PARTE. LA INVENCIÓN DE LA OIKONOMÍA
  11. CONCLUSIÓN
  12. GLOSARIO
  13. ANEXO: ESCENARIOS IMAGINABLES PARA EL GRAN RETORNO HACIA ADELANTE DE LA ECONOMÍA A LA OIKONOMÍA