De frontera natural a límite político
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De frontera natural a límite político

La demarcación de la Puna de Atacama (1881 - 1905)

  1. 300 páginas
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De frontera natural a límite político

La demarcación de la Puna de Atacama (1881 - 1905)

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"Materia de discordia entre cóndores y zorros" fue la expresión que el geógrafo inglés, Thomas Holdich, utilizó para referirse a la Puna de Atacama, una meseta desértica que se disputaron Chile y Argentina a fines del siglo XIX. Si bien la altiplanicie atacameña era considerada como un espacio hostil, el contexto del conflicto fronterizo entre ambos países transformó la visión negativa que se tenía sobre la Puna de Atacama, pasando de ser una geografía adversa a un objeto de disputa por el valor estratégico que se le atribuyó. Este libro explica cómo se fijó el límite chileno-argentino en la Puna de Atacama entre 1881 y 1905, indagando en la forma en que la cordillera de los Andes, entendida originalmente como una frontera natural, fue dando paso a la definición de un límite político basado en líneas rectas. El litigio por la Puna de Atacama se transformó en una controversia por el conocimiento debido a la necesidad de identificar cuál era la "verdadera" cordillera de los Andes. Un saber que adquirió las características de flexible y moldeable a los intereses nacionales de uno y otro país. El problema fronterizo en la Puna de Atacama constituye un ejemplo de la configuración del territorio que permite reflexionar sobre el carácter social y cultural de este, y sobre uno de sus elementos principales, como lo son los límites internacionales. Un caso histórico que pretende mostrar que, antes que realidades fijas e inamovibles, los deslindes también han sido construcciones sociales dinámicas, discutidas y modificadas a lo largo de la historia.

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Información

Editorial
Ediciones UC
Año
2019
ISBN
9789561423879
Categoría
History
Categoría
World History
IV. La creación de la 6ª Subcomisión de Límites.
Explorar sin demarcar
En 1896, a través de la firma de un nuevo acuerdo, las autoridades de Chile y Argentina intentaron poner fin a las demoras que había originado la demarcación del límite internacional. Este convenio amplió hacia el norte la frontera septentrional entre ambos países. Si hasta entonces se había decidido que la demarcación se haría desde San Francisco hacia el sur para no tocar territorios de soberanía boliviana, con el nuevo acuerdo se incorporó formalmente toda la Puna de Atacama a los trabajos de demarcación que estaban dirigiendo los peritos chileno y argentino. También, este convenio definió la condición en la que la altiplanicie desértica se integró a la disputa internacional: como una región de escaso interés. Sin embargo, durante las negociaciones que dieron origen al acuerdo, la Puna de Atacama se transformó en una zona que, si bien no interesaba en sí misma, podía ser transada por otros territorios que habían sido el principal objeto de disputa a lo largo del conflicto internacional: las regiones patagónicas. Si bien finalmente el Acuerdo de 1896 estipuló que los trabajos de demarcación se extenderían hasta los 23°S, el papel marginal que ocupó la Puna durante las negociaciones que dieron origen al convenio se mantuvo a lo largo del proceso de deslinde en la meseta. La posibilidad de obtener beneficios a partir de la demarcación de la altiplanicie, junto con el precedente del hito de San Francisco, habían transformado a la Puna de Atacama en un espacio accesorio pero decisivo.
La extensión hacia el norte de los trabajos de demarcación en las cordilleras del desierto motivó la creación de la 6ª Subcomisión de límites, integrada por chilenos y argentinos encargados de definir el límite internacional. La organización de esta subcomisión reflejó la gestión que ambos Gobiernos emprendieron con el objetivo de asegurar las condiciones que permitieran el trazado material de la línea de frontera; sin embargo, los esfuerzos estatales por equipar a la subcomisión y asegurar los elementos indispensables para sus exploraciones en las alturas del desierto constituyeron solo una apariencia. Desde la organización de la 6ª Subcomisión se manifestó la intención de que sus funciones fueran el reconocimiento geográfico de la altiplanicie antes que la ejecución de los trabajos de demarcación. Un propósito que los comisionados cumplieron durante sus viajes por la Puna de Atacama.
Este capítulo pretende explicar las negociaciones que dieron origen al Acuerdo de 1896, la forma en que este se implementó a través de iniciativas como la creación de subcomisiones destinadas exclusivamente a cumplir sus estipulaciones y el modo en que en el quehacer de los hombres de ciencia se proyectaron los objetivos del ámbito político. Si bien la gestión de los distintos Gobiernos presentó la imagen de que se intentaba acelerar la demarcación para poner fin a la disputa internacional, en las prácticas de los comisionados es posible apreciar la forma en que se mantuvieron los mecanismos de aplazamiento. El trabajo de los demarcadores en las cordilleras del desierto fue una prolongación de las acciones diplomáticas y mediante su quehacer no solo se dilató la resolución del litigio, sino que también se confirmó el escaso valor que la meseta tenía para los Estados involucrados. En tanto la 6ª Subcomisión exploraba las cordilleras del desierto, se mantuvo presente la posibilidad de que la disputa por la Puna de Atacama no fuera solucionada a partir del trabajo de los expertos, sino que por medio de negociaciones diplomáticas. Una vía que constituía una posibilidad frente a las proyecciones que se atribuían al deslinde en la Puna de Atacama para la determinación del límite internacional a lo largo de toda la frontera entre Chile y Argentina233.
El Acuerdo de 1896: la extensión de la frontera chileno-argentina
Los resultados de la primera demarcación, así como los debates que esta había suscitado y las revisiones del hito de San Francisco, dieron origen a una controversia que se desarrolló en el ámbito político y diplomático, y que también alertó a la opinión pública de ambos países. Para 1896 la polémica por el lindero se había trasladado de las cordilleras de Atacama a los artículos de prensa y otras publicaciones de Chile y Argentina. En estos escritos no solo se manifestaron las diferentes interpretaciones de los convenios internacionales y la dificultad de lograr un consenso entre los peritos y Gobiernos, sino también la suspicacia que habían originado los trabajos de los demarcadores. Ya se preveía entonces que el quehacer de los hombres de ciencia incluía intereses y expectativas ajenos a la supuesta objetividad de la práctica científica. Así lo demuestran, por ejemplo, las obras que se publicaron en Argentina en las que se cuestionó el interés chileno por no remover el hito de San Francisco; un intento que era observado con sospecha, pues el levantamiento se emplazaba en la Puna de Atacama, territorio desprovisto de los “atractivos que contribuyen a despertar la codicia de los pueblos conquistadores”234. Los esfuerzos chilenos por erigir este hito como un punto definitivo de la frontera reflejaban el intento de “suprimir la barrera de los Andes para adquirir posesiones al sur y no al norte de la República Argentina, como se piensa”235.
La desconfianza que se reflejó en este tipo de publicaciones fue acompañada de la carrera armamentista, que ambos países habían emprendido desde 1881. Paralelo a la firma de acuerdos internacionales en los cuales se ratificaban mecanismos para llegar a soluciones prácticas y pacíficas, como el nombramiento de peritos y el establecimiento del arbitraje, Chile y Argentina realizaban grandes inversiones navales destinadas a acrecentar el poder de sus flotas. Para ese objetivo, los dos Estados no escatimaron en gastos, llegando a adquirir una acumulación de armamentos que resultaba discordante tanto con la población como con la historia de ambos países236. La guerra por la disputa fronteriza parecía una posibilidad siempre latente que, además, era incitada por los sectores belicistas existentes tanto en Chile como en Argentina, que azuzaban el nacionalismo y la posibilidad de poner fin a la disputa internacional por medio de la vía armada237.
Desde 1894 se adoptaron nuevas medidas que apaciguaran a la opinión pública y permitieran acelerar la demarcación. Entre estas se cuentan la organización de dos nuevas subcomisiones que trabajaron en la demarcación de la zona centro-sur de la cordillera y la firma de un nuevo protocolo en 1895 [véase Anexo]. El acuerdo, firmado por el ministro de RR.EE. chileno Claudio Matte y el representante argentino en Chile, Norberto Quirno Costa, pretendió terminar con las interrupciones que hasta entonces habían caracterizado el quehacer de los ingenieros en la cordillera y las discusiones entre los demarcadores y peritos. El Protocolo de 1895 estableció la fecha de salida de las próximas subcomisiones, estipulando que estas debían retomar sus trabajos en los puntos en que los hubieran dejado durante la última temporada. Más importante aún, el texto determinó el procedimiento que tendrían que seguir los demarcadores si se presentaban desacuerdos respecto a la fijación de un hito: los comisionados debían levantar un plano de la región y remitirlo a los peritos para que estos solucionaran la divergencia. Si los expertos no llegaban a acuerdo, presentarían los antecedentes a los respectivos Gobiernos para elevarlos a arbitraje. Mientras tanto, el Protocolo establecía que los comisionados debían continuar la demarcación en terreno desde el punto más inmediato a aquel en que se hubiese producido el desacuerdo, recalcándose en el documento oficial que el objetivo de los Gobiernos era que los trabajos no se interrumpieran “hasta su terminación en toda la línea divisoria”238. Una determinación que tiene como antecedente las instrucciones entregadas por el Gobierno argentino al perito Quirno Costa, en las cuales se señalaba que este procedimiento de las subcomisiones significaría “un aplazamiento de las cuestiones que se susciten, pero por él se conocería la importancia de las pretensiones de cada uno de los interesados”239.
En el caso chileno, la idea de dilatar la definición del límite internacional fue una estrategia que también respondió a la situación económica que entonces imperaba en el país. Así lo refleja la comunicación que en mayo de 1895 envió Augusto Matte al ministro de RR.EE. chileno, informándole del vínculo que entonces se estableció entre la disputa con Argentina y las preocupaciones del Ministerio de Hacienda y el de Guerra y Marina. Si ya había sido costoso asegurar el equipamiento para la defensa nacional —informaba Augusto Matte— era necesario preocuparse del crédito al que habría que acudir para financiarlo, objetivo para el cual era indispensable que las relaciones con Argentina estuvieran calmas. Para lograrlo, el diplomático proponía un plan de acción consistente en “aplazar las dificultades de carácter serio que pudieran sobrevenir”, de manera que, si estas se presentaban, ya estuviera asegurado el financiamiento de la defensa nacional y el material de guerra se encontrara efectivamente en posesión chilena240. Meses después de esta misiva, Claudio Matte firmaba un nuevo acuerdo con Quirno Costa.
La firma del Protocolo de 1895 reflejó así el interés por ganar tiempo para efectuar la demarcación, una práctica que fue útil para anticipar las pretensiones de uno y otro país, y para consolidar la defensa nacional. Sin embargo, el documento manifestó nuevamente la poca conexión que existió entre la redacción de las disposiciones y la experiencia que hasta entonces se había acumulado respecto del proceso de demarcación. Si los comisionados no estaban de acuerdo en terreno, difícilmente los peritos alcanzarían una solución, pues el origen de los disensos continuaba siendo que no se había optado por un solo principio de demarcación. Así lo demostraron los trabajos que se emprendieron en las temporadas siguientes, en los cuales el desacuerdo entre los comisionados se proyectó en las conferencias de los peritos, produciendo una paralización de los trabajos en ciertas zonas de la cordillera241. Una consecuencia que fue prevista y a la vez conveniente para ambos países.
En este contexto de trabajos interrumpidos, desconfianza y armamentismo, representantes chilenos y argentinos emprendieron nuevas negociaciones en 1896. En las reuniones por primera vez se abordó formalmente el problema de la Puna de Atacama. Si bien la meseta desértica fue incorporada al conflicto fronterizo chileno-argentino, extendiendo el límite entre ambos países hasta los 23°S, las conferencias reflejan la intención de acordar las fórmulas que permitieran la transacción de territorio entre los dos países en distintos sectores de la frontera, antes que el intento por resolver sobre las normas que debían guiar la demarcación.
Las conversaciones se iniciaron en Santiago en enero de 1896 entre Adolfo Guerrero, ministro de RR.EE. chileno, y el plenipotenciario de Argentina en Chile, Norberto Quirno Costa, que para entonces además ocupaba el cargo de perito de límites. También en Argentina se realizaron reuniones en las cuales participaron el ministro de Relaciones Exteriores argentino, Amancio Alcorta, y plenipotenciario de Chile en Montevideo, Carlos Morla Vicuña, a quien se le ordenó el traslado a Buenos Aires para negociar las propuestas chilenas e informar al gobierno de Chile sobre lo que aconteciera en la capital argentina. La incorporación del diplomático, que entonces contaba con un acabado conocimiento respecto al estudio del conflicto chileno-argentino desde el punto de vista histórico, especialmente en lo que se refiere a la región patagónica, fue acompañada del alejamiento de Barros Arana durante las conferencias242. Una decisión que podría explicarse por las dificultades que habían surgido entre los peritos durante los debates que dieron origen al Protocolo de 1893. Nuevamente se intentaba evitar las desavenencias entre los expertos243.
Durante las discusiones se delinearon tres temáticas fundamentales: el reconocimiento de la soberanía argentina sobre la Puna de Atacama; la determinación de las condiciones en las que se establecería el arbitraje...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Contenido
  5. INTRODUCCIÓN
  6. I. LA FRONTERA ESCRITA : EL TRATADO DE 1881 Y LA DISPUTA POR LA PUNA DE ATACAMA
  7. II. LA COMISIÓN DE LÍMITES CHILENO-ARGENTINA
  8. III. UN HITO Y DOS LÍNEAS FRONTERIZAS: LA DEMARCACIÓN DEL PASO DE SAN FRANCISCO
  9. IV. LA CREACIÓN DE LA 6ª SUBCOMISIÓN DE LÍMITES. EXPLORAR SIN DEMARCAR
  10. V. EL NEGOCIO DE LA PUNA DE ATACAMA
  11. CONCLUSIÓN
  12. ANEXO. LISTADO DE LOS INTEGRANTES DE LA COMISIÓN DE LÍMITES CHILENO-ARGENTINA ENTRE 1891 Y 1898
  13. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS