Sexualidades disidentes en el teatro: Buenos Aires, años 60
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Sexualidades disidentes en el teatro: Buenos Aires, años 60

  1. 160 páginas
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Sexualidades disidentes en el teatro: Buenos Aires, años 60

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El recorrido histórico de este libro visibiliza, en diferentes contextos, la presencia escénica de cuestionamientos al binarismo de género imperante y destaca un elemento ignorado por las historias teatrales hasta el presente: la emergencia de la disidencia sexual en las artes escénicas durante los años 60 y sus intentos por desplazarse de la patologización de décadas anteriores. Del mismo modo, propone reconocer los procesos de censura y la obstaculización a la visibilidad pública de las sexualidades disidentes en los discursos teatrales del período. A través del estudio de las experiencias producidas en los escenarios porteños, Ezequiel Lozano argumenta que durante esa década se opera una transformación novedosa en las artes escénicas que visibiliza la disidencia sexual de un modo nuevo, discretamente revolucionario respecto de la transformación de las normas afectivo-sexuales, pero transformador en lo que se refiere al pasaje desde matrices de representación heterosexistas hacia discursos teatrales que visibilizan otras sexualidades posibles fuera de la (hetero)norma.

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Información

Año
2015
ISBN
9789876914826
Categoría
Theatre
CAPÍTULO 1
Medio siglo de heterosexismo teatral
Trazar el periplo hacia una época de ruptura con la hegemonía de una matriz heterosexista en los discursos teatrales de la ciudad invita a preguntarnos por las formas en las que fueron representadas, dentro de ella, las sexualidades disidentes a lo largo de las primeras décadas del siglo XX. Siguiendo este camino, es preciso considerar que plantear un recorrido por la visibilidad de la disidencia sexual implica demarcar, también, un camino a través de su invisibilidad. En tanto lo que prima es la invisibilidad de todo aquello que no sea heteronormativo, se trata de poder señalar momentos en los cuales se concretan escenas que desbordan dicho marco. Desde una perspectiva histórica, se muestra la emergencia que las sexualidades disidentes tienen en el teatro en Buenos Aires durante la primera mitad del siglo XX y se justifica la vitalidad observada durante la década del 60 como concreción de un momento peculiar de cambios. Dado que la disidencia sexual puede hacerse visible en prácticas discursivas muy variadas, pretendemos enfocarnos en una serie de operaciones, procedimientos y modos de circulación, en el ámbito de la cultura, que escenifican las sexualidades disidentes desde algún ángulo específico, no necesariamente de modo intencional o apologético. Tal visibilidad está condicionada por las matrices representativas de un determinado paradigma y no es sinónimo de tolerancia ni, menos aún, de aceptación.
Durante el lapso comprendido desde los comienzos del siglo pasado hasta la década del 60 se suceden casos que, aun abordando las sexualidades disidentes, reproducen un paradigma dominante que llamaremos matriz heterosexista. Entendemos que el visionado en conjunto de las puestas y los textos que agrupamos en este primer capítulo darán cuenta de la vigencia de dicho paradigma así como de la presencia de grietas en él, fisuras que abrirán la puerta a la transformación que, según sostenemos, ocurre durante la década del 60 y en particular hacia su final. De hecho, el capítulo se cierra con algunos casos de puestas en escena que nos permiten argumentar que, hacia fines de los 60, el paradigma está en plena transformación y que la revolución, si bien discreta, se palpa en los escenarios.
1. Cimientos de un discurso persistente
En Médicos maleantes y maricas. Higiene, criminología y homosexualidad en la construcción de la nación Argentina (Buenos Aires: 1871-1914), Jorge Salessi (2000: 26) señala que desde fines del siglo XIX la política higiénica, mientras apela a intereses humanitarios superiores –sin fines partidarios–, provee “una forma clave de control disfrazada de modernización”. La noción psiquiátrica, por ejemplo, acerca de la homosexualidad –que data del siglo XIX– define la identidad por las prácticas sexuales marcando límites rigurosos entre lo normal y lo patológico. Según este paradigma médico, toda sexualidad disidente de la heteronorma es definida como patología. En diferentes prácticas políticas y discursivas del denominado higienismo científico se pueden rastrear concepciones vinculadas con el paradigma señalado.
Desde fines de siglo XIX, por ejemplo, se aplican rigurosos protocolos de higiene para con los inmigrantes que ingresan al país. Durante los festejos del primer centenario de la patria1 es notable observar que hay tres ámbitos estatales trabajando en conjunto: la salud pública, la Policía Federal y el Ejército. Salessi certifica (2000: 127) que “entre 1890 y 1910 coroneles y cirujanos del ejército, como Falcón y Veyga, junto con médicos psiquiatras y criminólogos civiles como Ingenieros y Ramos Mejía, colaboraron en la modernización de la policía de la capital federal y del ejército argentino”. José Ingenieros, fiel discípulo de su maestro José Ramos Mejía, construye el discurso positivista más difundido dentro del campo cultural argentino;2 en esta línea, y en alianza con Francisco de Veyga, funda Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, publicación que durante años mantiene vivo el nexo entre la Facultad de Medicina y la Policía Federal. Los Archivos… dan testimonio de la vida marica argentina, así como de la criminalización homo-lesbo-transfóbica3 con la que valora las acciones de las personas a las que persigue.4
En su estudio del período, el historiador Gabo Ferro (2010) analiza las tesis presentadas por los doctorandos de la época, aspirantes al título de doctor en Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA), dentro del período 1890-1910 (en particular, aquellas enfocadas en cuestiones referidas al crimen): todo ese corpus le resulta un sitio privilegiado para revisar la alianza médico-legal que señalamos. Su ensayo, titulado Degenerados, anormales y delincuentes, estudia a la dirigencia médico-político-intelectual que hacia 1880 gobierna la joven nación argentina y afirma que ésta define como degenerado a “todo aquel individuo cuyas anomalías físicas o morales atenten no solamente contra la especie y la raza, sino también contra los elementos propios del proyecto de elite: nacionalidad, clase, género, familia y sociedad” (Ferro, 2010: 22).
Asimismo, los reclamos por los derechos de las trabajadoras y los trabajadores que el pujante movimiento anarquista defiende (con muchas mujeres luchadoras en sus filas) son atacados y frenados por un clericalismo liberal significativo; en mayo de 1910, el grupo ácrata marcha desde el sur de la ciudad reclamando derechos y el grupo clerical se le opone con una marcha por calle Callao, en nombre de los intereses nacionales y verdaderamente masculinos tratando, así, de frenar el avance de los hombres y las mujeres de clase obrera. Como subraya Salessi (2000: 190), se evidencia “la construcción católica de una nacionalidad masculina en la que la presencia de la mujer obrera en la calle era indeseable y peligrosa”.5 Nos interesa señalar aquí que el movimiento de trabajadores es tildado de sodomita por la clase patricia liberal de bases católicas. Esta adjetivación descalificadora, que toma como imagen de su injuria una práctica sexual distinta a la heteronormativa, resulta conocida en nuestra historia: tanto los unitarios como los federales se acusaban unos a otros usando ese mismo adjetivo y, como éste, hay una serie de discursos de la injuria que atraviesan la literatura argentina y la cultura en general que se complejizan de modos específicos. El caso de El matadero de Esteban Echeverría resulta emblemático en este sentido.6
Como metáforas de la abyección, las sexualidades disidentes empiezan a nombrarse como esa otredad ajena al ser nacional; así ocurre a lo largo de varias décadas y se manifiesta en muchos campos, como resulta evidente hacia fines de los años 60, en los discursos del general Juan Carlos Onganía, por citar un ejemplo del período específico de estudio. Lo cierto es que, como afirma Adrián Melo (2011: 353):
Desde la génesis oficial de la literatura argentina, las imágenes sobre la homosexualidad o sobre el sexo entre hombres han servido como metáforas para dar cuenta de lo otro innombrable, de la barbarie, de lo abyecto, de lo anormal, de aquello que no puede formar parte del proyecto de Nación. Esas imágenes son fundantes de una tradición literaria que se desarrolla durante el siglo XX. A su vez, no puede obviarse el hecho de que el sexo peligroso, desbordante, animalizado y no reproductivo del cual el sexo homosexual es paradigma es ubicable o encuentra sus gérmenes en las clases populares o en los sectores subalternos. El sexo aparece, en ese sentido, también como subterfugio para esconder y para legitimar un problema de clases y de hegemonía y de explotación de una clase social sobre otra.
Esta afirmación de Melo podría extenderse para cualquier sexualidad disidente y no restringirse a la homosexualidad masculina; aun sin nombrarla, grafica la invisibilidad de otras identidades sexuales no heteronormativas que dan cuenta del mismo carácter disruptivo.
En los albores del siglo XX aparece otro elemento notable: una articulación entre la simulación7 como estrategia de integración al grupo (por parte de las clases más bajas y los inmigrantes) y el titeo8 como estrategia de exclusión de los grupos más tradicionales y poderosos de la sociedad. La comedia ¡Jettatore! (1904), de Gregorio de Laferrère, constituye un ejemplo emblemático de esa articulación, de lo que podríamos denominar “teatralidad social decimonónica”, siguiendo el texto de Salessi (2000). Simulación y titeo se articulan de tal modo que reafirman la pertenencia de clase entretejida con cuestiones de género. La tomadura de pelo, la tijereteada, la cargada, la becerrada, la choteada, tal los modos del titeo que describe Viñas (1965), dan cuenta no sólo de las dinámicas de integración/exclusión de cada grupo social, sino que, además, integran o repelen a mujeres y disidentes sexuales.
En una nota al pie, Salessi (2000: 143) opina algo que resulta central para repensar la vacancia en la cual este libro pretende dar batalla:
Creo que sería útil un estudio del teatro argentino finisecular que, además de incluir junto con obras y formas dramáticas tradicionales como la de Laferrère, obras y formas consideradas “menores” como el sainete, el circo y el café-concert insertas o vistas en el contexto de una modalidad teatral y cultural porteña específica, que incluya desde los personajes y las celebraciones del carnaval de las últimas décadas del siglo XIX hasta la simulación como forma dramática cotidiana individual y el titeo como forma dramática de distintos grupos de principios del siglo XX.
Aunque no nos ciñamos en particular al período histórico al que Salessi hace referencia, nuestra investigación se enfoca en un corpus de obras consideradas en muchos casos menores o bien en puestas ignoradas por la crítica. A pesar del favor del público que muchas de las propuestas que abordamos obtienen en su época, los intercambios de éstas con las concepciones sobre la sexualidad en la cultura argentina no han sido estudiados hasta el presente, de ahí la responsabilidad que cubrir esa vacancia nos impone.
Entonces, los cimientos del paradigma heterosexista se pueden rastrear en la teatralidad social decimonónica, en sus modos de excluir mediante la injuria, en sus construcciones de un imaginario literario estigmatizador y en la peculiar articulación del discurso médico con el policial, que, a la par que patologiza, criminaliza aquello que nombra.
2. Los invertidos, un paradigma extendido en el tiempo y sus grietas
El paradigma que persiste desde inicios del siglo XX, atado a principios médicos y legales, se expresa en los discursos teatrales que escenifican las sexualidades disidentes. De carácter moralizador, integra una matriz que denominamos heterosexista, por su exclusión de aquellas sexualidades que desbordan el orden normativo heterosexual hegemónico. Los invertidos (1914) de José González Castillo9 constituye un caso modélico de este paradigma. Una concatenación de puestas en escena lo llevan a los teatros de Buenos Aires, durante el siglo XX: Compañía Podestá Ballerini (1914), teatro Lasalle10 (1956), Homero Cárpena (1969), Alberto Ure (1990) y Mariano Dossena (2011). Por el recorte temporal de la presente investigación, las tres primeras ocupan centralmente nuestro análisis, aunque sin desmerecer los aportes ensayísticos del director teatral Alberto Ure, quien los produce en función del estreno del texto en la década del 90 (y que sirven de base, a su vez, para la posterior puesta de Dossena).
2.1. Sobre el autor
La vasta producción del dramaturgo tiene una veta nodal en la productividad que le otorga al sainete criollo pero, en la obra que nos incumbe, su intencionalidad autoral se alinea con el d...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Página de legales
  4. Agradecimientos
  5. Índice
  6. Introducción
  7. Capítulo 1. Medio siglo de heterosexismo teatral
  8. Capítulo 2. Modos de visibilizar la disidencia sexual
  9. Capítulo 3. Obstáculos a la representación teatral de las sexualidades disidentes
  10. Capítulo 4. Derivas, proyecciones, paradojas y desafíos
  11. Conclusiones
  12. Bibliografía