Soñar la realidad
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Soñar la realidad

Ensayos psicoanalíticos

  1. 160 páginas
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Soñar la realidad

Ensayos psicoanalíticos

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En Sueño de una noche de verano, Shakespeare dice que a medida que la imaginación avanza, encarnando en formas desconocidas, la pluma del poeta las transforma en figuras y da a la etérea nada un lugar donde habitar y un nombre. Hay una afinidad entre el análisis y la poesía: ambos requieren de la capacidad negativa, "la de un hombre capaz de existir entre incertidumbres, misterios, dudas, sin encarnizarse en el hecho y la razón" (Keats). "Soñar la realidad" es un intento de pensar que el análisis es no sólo una cura, sino que implica desarrollar potencialidades de la personalidad que necesita de un proceso de simbolización: de una "transformación onírica". Las diferentes perturbaciones de los procesos de simbolización son el hilo conductor de este libro. Algunos capítulos contienen ideas inspiradas en el "último Bion", y se refieren al desarrollo de pensamientos y a sus diferentes usos, diferenciación que se hace necesaria para el momento cultural que atravesamos donde el desarrollo tecnológico permite la difusión cada vez más extendida de lo que parecen pensamientos y son vacíos publicitarios, modos de inoculación, manipulación y adoctrinamiento. Los vínculos negativos que Bion describió abren camino para pensar una relación parasitaria manifestada en hipocresía, cinismo y fanatismo. El capítulo dedicado a "Una memoria del futuro" formula una pregunta: ¿podemos considerar la intuición psicoanalítica como una pre-concepción o una "memoria del futuro"?

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Información

Año
2020
ISBN
9789878362151
Categoría
Psicología
Categoría
Psicoanálisis

CAPÍTULO 1
Del cuerpo al símbolo revisitado. Algunos desarrollos y en homenaje a David Liberman

David Liberman era un hombre que se adelantó a su tiempo con un pensamiento original, capaz siempre de mostrar una perspectiva inesperada y de formulaciones que estimulaban el pensar. Así, cuando hablábamos de la sobreadaptación de los pacientes con perturbaciones psicosomáticas, decía “estos pacientes padecen de cordura”.
A modo de homenaje quiero traer algunas de sus ideas centrales, que desarrollamos conjuntamente en el libro Del cuerpo al símbolo, sobreadaptación y enfermedad psicosomática. Estas ideas me evocan lo creativo de tener el privilegio de trabajar con él y este trabajo además contiene nuevos desarrollos, actuales, logrados a partir del trabajo junto a David.
A renglón seguido voy a referirme a esos términos y sus implicancias psicoanalíticas.
1) Sobreadaptación. Este término se generó en nuestro grupo y tuvo una amplia difusión en el medio psicoanalítico. En su momento lo concebimos como una excesiva adaptación a la realidad, no por respeto al principio de realidad sino por sometimiento a un Ideal del Yo tiránico. Hoy diría que se trata del funcionamiento del principio de realidad puesto al servicio de la parte psicótica de la personalidad. Es un uso del principio de realidad al servicio de la omnipotencia, la omnisciencia y los ideales, principio que muchas veces tiene una connotación de reparación maníaca con un Ideal del Yo que no toma en cuenta la relación entre necesidades, deseos y posibilidades.
Sobreadaptación equivale a generar una prótesis para la personalidad, un exoesqueleto. Esther Bick (1968) lo describiría como una “segunda piel”. Implica transformaciones de la experiencia emocional en las que se produce una escisión de lo emocional que, en lugar de ser digerido, queda relegado a los funcionamientos neurofisiológicos, protomentales (Bion, 1962). Es una adaptación a la realidad externa a costa de disociar las implicancias emocionales que, en lugar de ser elaboradas, permanecen sin la transformación necesaria para ser asimilados a la personalidad y se manifiestan a nivel de síntomas somáticos. Dicho en otros términos, lo que se enferma es el cuerpo.
2) Estructura caracterológica y su relación con el Ideal del Yo patológico. Esta sobreadaptación va acompañada de una estructura caracterológica peculiar relacionada con un Ideal del Yo patológico que distorsiona la interpretación de la realidad: es una distorsión semántica (Liberman, 1970). Tomando como modelo la lingüística, Liberman diferencia las patologías como: a) una distorsión sintáctica, en caso de las neurosis; b) una distorsión semántica: el problema radica en una distorsión de la interpretación de la realidad; y c) una distorsión pragmática, como en las psicopatías, que opera directamente para distorsionar la realidad.
3) Símbolo fachada a diferencia de la simbolización auténtica. Los trastornos de los procesos de simbolización en el paciente sobreadaptado que somatiza implican que se ha desarrollado una simbolización por copia e imitación y no a partir de la transformación de las experiencias emocionales en elementos aptos para ser digeridos, es decir pensados soñados. Las experiencias emocionales permanecen como “bocados no digeridos” y no pueden ser asimilados a la personalidad. Las experiencias emocionales digeridas pueden articularse y desarticularse abriéndose a una evolución a partir de experiencias nuevas. La digestión de las experiencias emocionales posibilita transformarlas a un nivel de simbolización auténtico, digestión enraizada en las experiencias emocionales y da lugar al crecimiento mental. La no digestión implica evacuación hacia canales neurofisiológicos, protomentales, talámicos o subtalámicos o transformaciones en alucinosis (Bion, 1965). En el paciente sobreadaptado que somatiza, las experiencias emocionales son escindidas. La escisión puede pensarse con el modelo de una casa a la que se le hubieran cortado sus recursos más evolucionados: agua corriente, gas, etcétera, y tiene a su disposición los recursos más primitivos. (Hay procesos biológicos como la apoptosis1, que están al servicio de controlar el desarrollo y crecimiento mientras que se dan otros procesos biológicos que implican patologías somáticas: enferma el órgano).
4) Transformación en síntoma somático. En la sobreadaptación lo emocional escindido aparece como síntoma somático; las emociones no han llegado a inscribirse en el psiquismo. El síntoma somático aparece como lo más auténtico del funcionamiento de esa personalidad y equivale a la señal de angustia que el paciente no puede tener, dando la posibilidad de una transformación hacia un nacimiento psíquico de la experiencia emocional. Considerarlo así es brindar una posibilidad de lectura que hasta ese momento el paciente era incapaz de hacer, precisamente por la escisión. Lo que parece más enfermo equivale a una señal de que el paciente no puede seguir así pues el riesgo es enfermarse más y mejor.
5) El trastorno de los procesos de simbolización. Es lo que llamamos “símbolo fachada”, significa que ese símbolo carece de un proceso auténtico de transformación de la experiencia emocional. Lo que parece un símbolo es una fachada que carece de interioridad y de significado emocional. Es una simbolización al servicio de la adaptación al mundo externo, escindiendo las emociones que quedan relegadas a nivel protomental o prenatal, en el sentido de su nacimiento psíquico. El contacto con la realidad en ese sentido está a un nivel predominantemente fáctico, prescindiendo del significado emocional, que es escindido y queda relegado al funcionamiento somático.
Para el abordaje técnico de esta problemática consideramos necesario el desarrollo de una auténtica simbolización como una herramienta necesaria para establecer contacto con la realidad externa, pero sobre todo con el mundo interno, de un modo no sólo pragmático.
Una viñeta clínica para ejemplificar esto: a una paciente de alrededor de 50 años, muy exitosa profesionalmente pero con un serio fracaso matrimonial, que siempre me decía que ella se cuidaba, de repente le diagnostican un cáncer y tiene que ser operada de urgencia. Se trataba de una persona con la cual era muy fácil tener un diálogo convencional pero con la cual era muy difícil hablar de sus vivencias emocionales. Llegó al análisis debido a su fracaso matrimonial, pero cuando yo intentaba aproximarme a alguna cuestión relacionada con lo afectivo se ponía violenta y me llevó bastante tiempo poder confrontarla con hechos evidentes, puesto que la irritación violenta constituía una especie de barrera que parecía infranqueable. Había una contradicción manifiesta entre su exitosa adaptación al mundo externo, su éxito profesional y el fracaso de su vida emocional. Casi era una cuestión caracterológica el hecho de transitar sólo por caminos seguros. Pero el crecimiento emocional no puede aprenderse en los libros y es necesario poder aprender de los errores, ese no era un camino seguro y por eso era evitado. Ahora, cómo se hace para evitar la cuestión de las emociones en un análisis, salvo con la complicidad de la analista, cosa que no iba a ocurrir. Los silencios prolongados en los que a veces transcurrían las sesiones eran matizados con irritaciones violentas cada vez que yo intentaba alguna descripción de esa problemática. La paciente se había aislado mucho en todo lo referente a su vida emocional y con el tiempo se encontró cada vez más sola; si bien tenía un sufrimiento por su soledad, tampoco dejaba mucho que en el análisis pudiéramos aproximarnos a las cuestiones de los estados emocionales y tampoco podía, debido a la misma problemática, curar del todo las heridas que había dejado su fracaso matrimonial. Correspondía, en cuanto a ciertos rasgos de la personalidad, a lo que describimos en relación a estos pacientes con D. Liberman: muy cumplidores en lo formal, –por ejemplo en cuanto a horarios y honorarios– pero al mismo tiempo con una violencia apenas contenida cuando yo intentaba aproximarme al campo emocional. Al cabo de unos años apareció el cáncer con una indicación urgente de cirugía. No puedo decir que el cáncer –una enfermedad inmunológica, cuyas causas no se conocen hasta hoy en día– haya tenido como causa su disociación de lo emocional, pero sí que esta disociación no le permitía un crecimiento mental en cuanto a los vínculos emocionales. Tengo sí la impresión de que esta disociación de lo emocional puede haber sido un factor que podría haber incidido en la aparición de una enfermedad somática tan grave. El conflicto, que lamentablemente no puede llegar a manifestarse como conflicto, entre la sobreadaptación “eficiente” a la realidad externa y el rechazo, a veces muy activo, hacia todo lo referente a lo emocional, es el núcleo central en este análisis, puesto que si no podemos encarar esta cuestión no hay manera de crecer auténticamente en lo referente al crecimiento mental-emocional.
Después de esta breve digresión por el campo de una ilustración clínica voy a continuar refiriéndome a ciertas características del análisis con estos pacientes sobreadaptados que somatizan. Dentro del contexto de la situación analítica, nuestra caracterización de la problemática clínica nos llevó a una diferente concepción de la alteración del encuadre, cuando esto ocurre con estos pacientes. Pensamos que en el caso de estos pacientes que suelen ser “tan cumplidores”, cuando se da alguna alteración del encuadre como por ejemplo una llegada tarde, esto equivale a una señal de que el proceso analítico ha llevado a una ruptura o quiebre de la rígida estructura caracterológica. Estas llegadas tarde son casi el equivalente de un acto fallido, que como sabemos requiere un alto grado de simbolización de lo emocional y un mínimo de control defensivo. Podríamos considerarlo como un cambio en la relación continente-contenido: como si ese continente de sobreadaptación ya no diera para más en relación a los contenidos emocionales. La ruptura del encuadre puede entenderse desde un vértice psicoanalítico como un contenido a la búsqueda de un continente diferente.
Desde esta perspectiva, nuestro trabajo clínico con pacientes psicosomáticos trata de cómo construir o ampliar un continente diferente para contenidos en evolución. Este es un modelo para pensar el problema de cómo generar un espacio para dar cabida a la realidad psíquica. El paciente sobreadaptado que somatiza suele vivir en un mundo fáctico, en un mundo de datos opuesto al mundo de significados, sobre todo de significados emocionales. A un sueño, a una asociación, a un poema, a un mito se le puede encontrar un significado emocional. A un hecho fáctico no: es “una realidad”, “una cosa en sí”. Nuestra mente y nuestro desarrollo emocional se nutren de significados.
Estas ideas están inspiradas en mi práctica clínica y son un intento de enfrentar algunas de las dificultades con las que me he encontrado. En ese sentido intento el desarrollo de algunas ideas que me han sido útiles para pensar la clínica y que voy a presentar a continuación.
1) La revolucionaría idea de Bion de que los pensamientos son anteriores al pensar y que estimulan el desarrollo de funciones para pensarlos fue la base de muchas evoluciones. Una idea muy fecunda es la postulación de aspectos prenatales de la mente. En este capítulo propongo ampliar la conjetura imaginativa de aspectos prenatales de la mente y esta extensión tiene el sentido de ampliar la investigación psicoanalítica desde la concepción de cura hacia el vértice del crecimiento mental.
La hipótesis de aspectos prenatales de la mente conlleva la idea de una mente embrionaria con potencialidades de desarrollo. Es una concepción de la mente como un universo en expansión, concepción que es central para relacionar pasado, presente y futuro. A diferencia de otras especies, el ser humano no nace con un equipo innato con todo lo que tiene que saber encriptado en su ADN para sobrevivir. Lo que trae innato se complementa con lo que recibe de su entorno familiar y su cultura –y esto requiere, como sabemos, de muchos años en vínculos amorosos y protectores para desarrollar sus potencialidades.2
Esta concepción es la que intento desarrollar aquí a través de la conjetura de aspectos prenatales de la mente, que podemos concebir como pensamientos embrionarios y/o pensamientos sin pensador, que necesitan intersectar con un pensador, es decir intersectar con funciones capaces de usar los pensamientos3 para pensar y poder así evolucionar. En ese sentido, no concibo el nacimiento psíquico como un punto de origen sino como un punto de intersección. Una idea prenatal sería, en este modelo, el equivalente de un embrión que evoluciona hacia un futuro bebé, que contiene potencialidades desconocidas y por lo tanto demanda una ruptura, una desarticulación de lo estructurado previamente que necesita ser recibido y transformado. Es una condición para el desarrollo de un continente para lo nuevo; como somos seres animados que habitamos en un mundo, en un cuerpo y una mente cambiantes, necesitamos poder desarrollar un continente para los cambios.
Como psicoanalistas esta idea nos lleva por su parte a la noción de encuadre, concebido como marco protector y continente para dar lugar al desarrollo de los cambios que la persona necesita para crecer. Podemos complementar la hipótesis de la evolución de la personalidad con la de cambio catastrófico, no en el sentido de una catástrofe, sino de algún cambio, el que asu vez no es producido por una evolución continua en el tiempo, sino por un movimiento brusco, por ejemplo el surgimiento de los Andes, los cambios de la adolescencia, algún suceso traumático, etcétera.
2) Me parece central la idea de sobreadaptación y la contrasto con el desarrollo de lo prenatal. La sobreadaptación lleva a que el desarrollo de una personalidad sienta sus bases en prótesis o exoesqueletos. Es lo que muchas veces denominamos falso Self no en el sentido winnicotiano de protector del auténtico Self, sino en el sentido de construir una personalidad sobre bases endebles y falsas, esquivando los conflictos inherentes al crecimiento mental. La idea de un at-one-ment (Bion, 1970) de un devenirse sí mismo, o uno consigo mismo también me parece central por contraste con la construcción de una personalidad sobre la base de la sobreadaptación.
Esta idea de devenirse sí mismo no descarta la idea de hacer consciente lo inconsciente pero va más allá –quizás está más cerca del enunciado freudiano de donde estaba el Ello el Yo debe advenir– pero diría que más que Ello, en la sobreadaptación se trata de un Superyó perfeccionista y/o de aspectos no auténticos del Yo. Tampoco el devenirse sí mismo equivale a la hipótesis kleiniana de la integración que se desarrolla en la posición depresiva, aunque también la incluye. En la idea de devenirse sí mismo está implícito el cambio y presupone un conflicto entre lo ya establecido en la personalidad, el conflicto entre el establishment de la personalidad, entre lo ya institucionalizado de la personalidad y lo nuevo que está evolucionando. En mi opinión es necesario –en un análisis– poder abrir un diálogo entre las distintas partes o aspectos de la personalidad, diálogo que puede ser fecundo en sus acuerdos y desacuerdos. Me refiero a un diálogo entre los aspectos ya instituidos de la personalidad –que incluso a veces surge a través de frases que trasuntan un aspecto caracterológico, como “yo soy así”– y los cambios que necesariamente debe afrontar una persona en la vida. Es evidente que el análisis conlleva cambios y que una de las cuestiones de la situación analítica es la elaboración de esos cambios.
Dentro de los recursos técnicos que yo utilizo –y que abren una perspectiva, a veces con humor, para desarrollar estos cambios– está la personificación: suelo personificar algunos aspectos o funcionamientos de la personalidad y también de emociones para poder dar lugar a un diálogo entre los aspectos escindidos con la ventaja de la creación de un espacio tercero, de modo que el paciente, desde su rol de espectador, logra una distancia de observador del funcionamiento de su personalidad. Puedo entonces construir un escenario: sentar en una silla a Doña Celos o a Don Miedo y proponerles entablar un diálogo con otros aspectos de la personalidad, como la nena o nene buenos, “orgullo de sus padres y maestros”. Este distanciamiento, que contiene algo de humor, facilita al paciente, en mi experiencia, el darse cuenta de ciertos funcionamientos mentales que hasta ese entonces eran egosintónicos.
La idea de exoesqueletos o prótesis va al encuentro de lo que a mi entender nos topamos cada vez con más frecuencia en la clínica: con personalidades que no han cre...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Prólogo
  5. Introducción
  6. Capítulo 1. Del cuerpo al símbolo revisitado. Algunos desarrollos y en homenaje a David Liberman
  7. Capítulo 2. El uso del lenguaje verbal como objeto autista
  8. Capítulo 3. Narcis-ismo y social-ismo en el pensamiento de Bion
  9. Capítulo 4. Mitos y modelos. La construcción de un sueño artificial
  10. Capítulo 5. ¿Pensamientos domesticados? ¿Transformación de los pensamientos salvajes?
  11. Capítulo 6. Las flores del mal. Anti-emociones y destrucción de significado Ataques al vínculo revisitados: variaciones sobre hipocresía, cinismo y fanatismo
  12. Capítulo 7. Un comentario sobre Una memoria del futuro de W. R. Bion
  13. Bibliografía
  14. Sobre este libro
  15. Sobre la autora